«He pecado demasiado como para que Dios me perdone».
Si usted comete un pecado pequeño, bastará con un Dios pequeño para que le perdone. Si usted comete un pecado grande, necesitará de un Dios grande para que le perdone. Si usted ha pecado poco, bastará un poco de amor para cubrir sus pecados. Pero si usted ha pecado mucho, se necesitará de mucho amor para ser perdonado.
Usted está acostumbrado a medir tanto el pecado como el perdón con reglas y parámetros humanos. En la tierra las cosas se estilan así: Si a usted le ofenden poco, usted puede perdonar; pero si a usted la han ofendido mucho, usted no perdonará. Usted perdona o deja de perdonar según la estrechez de su corazón.
¡Con Dios es muy diferente! Dios perdona según la medida de su amor, y esa medida es muy grande. En realidad, el amor de Dios no tiene medida. No puedes subir arriba de él, tampoco puedes ir fuera de él. Dios perdona conforme a la generosidad de su corazón. Ahora bien, hay algo más. Dios es santo. Puro. Perfecto. Dios no acepta, no tolera el pecado. ¿Cómo es que lo perdona?
Aquí hay algo que usted debe saber. Dios perdona el pecado, porque su Hijo murió para expiarlo. El perdón se basa en el derramamiento de Su sangre. El pecado de usted fue castigado, sancionado, quitado de en medio. Cuando usted confiesa su pecado, Dios lo perdona sobre la base de la expiación que hizo Cristo en la cruz.
Sus pecados (sus muchos pecados; sus terribles pecados) fueron puestos por Dios sobre la persona de su Hijo en la cruz; por eso Él sufrió tan angustiosamente, por eso Jesús fue abandonado por el Padre allí. Él estaba cargando la multitud de pecados suyos, los míos y los de todo el mundo. Si usted confiesa sus pecados, y cree que Cristo hizo expiación por ellos en la cruz, entonces será perdonado. Entonces gozará de la paz de Dios.
De manera que hay dos cosas fundamentales que usted debe saber, y que cuentan a favor suyo: Dios le ama sostenida y fielmente. Y ese amor hizo posible que Cristo muriera en la cruz por usted.
El amor de Dios, y el derramamiento de la sangre de Cristo, son dos grandes expresiones –las más grandes– de favor hacia usted. Usted cuenta con la obra de Dios a su favor, ¿la despreciará? Hoy puede ser libre del agobio de sus pecados. Ahora puede quitarse la mochila que pesa sobre sus hombros.
No hay pecados demasiado grandes, no hay pecados que Dios no pueda perdonar. ¿Por qué? Porque el amor de Dios es inmensurable, y porque la sangre de Cristo tiene el más alto precio. Confiese, crea, y sea salvo, ¡ahora mismo!