Claves para el estudio de la Palabra.
Palabra clave: Recibir (intercesión) / Versículo clave: 17.
Si Efesios es lo poético, entonces Filemón es el idilio del Nuevo Testamento, combinando belleza y brevedad. Onésimo era un esclavo que, después de cometer un hurto, había huido de Filemón. Convertido, bautizado y amado por Pablo, fue enviado de vuelta a su amo, a quien el apóstol implora que lo reciba ya no como esclavo, sino como hermano, y que cargue a cuenta de Pablo todo el perjuicio que Onésimo le había causado.
Filemón parece haber sido un hombre de muchos recursos, que ejercía hospitalidad para con los santos. El nombre Onésimo significa útil, y Pablo hace un juego de palabras con su nombre, reconociendo que él había sido muy inútil, pero ahora era útil para ambos, como hombre renacido; y por ministrar a Pablo encadenado, se había vuelto tan útil como uno de sus propios miembros.
Por tal motivo, el apóstol se hizo intercesor del esclavo ladrón, suplicando a Filemón en favor de Onésimo, instando para que fuese recibido ya no como un siervo o trasgresor.
La epístola también es rica en expresiones de la identificación de Pablo con este esclavo convertido, el cual era para él como un hijo y hermano amado.
Ninguna otra epístola es tan rica en la enseñanza de tipos. Tenemos aquí una ilustración de todo el plan de redención. “Te suplico que lo recibas”. La ley romana no concedía a un esclavo ningún derecho de asilo, pero le daba el derecho de apelación. Él podría huir a la casa de un amigo de su amo, no para ocultarse, sino para buscar intercesión.
El señor era propietario absoluto del esclavo, pero podía atender a una apelación hecha por intermedio de un amigo que él considerase como un igual. De esta manera, el esclavo que recurriese a un mediador, no traería sobre sí la culpa y la penalidad de un fugitivo. También la ley romana preveía la emancipación de un esclavo: éste podría ser adoptado por su señor como hijo, y así ser libre.
Esta pequeña epístola está llena de referencias a estos hechos que condicionaban la vida de los esclavos romanos.
La ilustración se convierte casi en una analogía aplicada al pecador. Siendo propiedad de Dios, el pecador no solo huyó de su amo, sino que también le robó. La ley no le concede ningún derecho de asilo, pero la gracia le permite apelar, buscando refugio en Jesús, a quien Dios considera como igual.
En Cristo, el pecador es regenerado como hijo. Desde Cristo, él retorna hacia Dios, y es recibido ya no como esclavo y ladrón, sino como hermano amado, como el propio Cristo, y toda la deuda que él le debe a Dios es imputada a Cristo. Aquí vemos tanto la intercesión como la liberación.
Divisiones:
1-7 Saludo e introducción.
8-17 Pedido y fundamentos.
18-19 Acuerdo y firma.
20-25 Epílogo.