El ejemplo de Pablo nos muestra cómo cualquier circunstancia de la vida cotidiana puede ser enfrentada con gozo en Cristo.
A Pablo le ocurrió lo que Isaías profetizó siglos antes. El Señor dijo por él: “Fui hallado de los que no me buscaban, me manifesté a los que no preguntaban por mí.” Si en alguien se cumplió esa palabra fue en Saulo de Tarso. No andaba buscando al Señor, sino persiguiendo a los que eran de Cristo. Él no preguntaba dónde estaba Cristo, él respiraba amenazas, con cartas de los principales sacerdotes para ir de casa en casa, apresando y forzando a blasfemar a los creyentes. Él era un enemigo de Cristo. Persiguió a la iglesia de Dios. Pero el Señor le salió al encuentro. ¡Gloria al Señor por todos aquellos a través de los siglos, a quienes el Señor les salió al encuentro! A nosotros también el Señor se nos manifestó cuando ni aun preguntábamos por él.
La revelación de Cristo
Y entonces Pablo podrá decir: “Agradó a Dios, que me apartó desde el vientre de mi madre … revelar a su Hijo en mí”. ¡Bendito sea su nombre! Cristo revelado en el corazón de Pablo. Entonces Pablo comenzó a ver lo que nunca había visto y a entender lo que nunca había entendido. Hizo un descubrimiento inmensa-mente grande, que le revolucionó la vida entera. En seguida comenzó a predicar que Jesús era el Cristo y a demostrar por las Escrituras que Jesús era el Hijo de Dios. (Hechos 9:20-22).
En Damasco, Pablo recibió una revelación acerca de Jesucristo. Aquí en Filipenses, está el vivir de Pablo como un creyente que tiene a Cristo revelado en su corazón. ¡Al Padre nuestro que está en los cielos le agradó que tú y yo tuviésemos al Señor Jesucristo revelado en nuestros corazones! Y en esto no somos menores que Simón, hijo de Jonás. Bien se nos puede decir hoy: “Bienaventurado eres” (Mateo 16:17). Hoy podemos confesar que Jesús es el Cristo el Hijo del Dios viviente.
El fruto de la revelación
Tantas cosas que dice Pablo en Filipenses capítulo 1:1-26: habla de su oración, de su amor, de su gozo, de su dolor, de sus tribulaciones, de sus prisiones, de la liberación que vendrá sobre él en respuesta a la intercesión de los hermanos; habla de la confianza que tiene, y del por qué tiene esa confianza. Al final lo resume todo en una frase: “Para mí el vivir es Cristo”. ¿Por qué este gozo que tengo, este amor, estas prisiones, este clamor, esta confianza? ¡Porque para mí el vivir es Cristo! Es la respuesta de Pablo.
La presencia de Pablo entre los hermanos era una gloria para ellos. ¡Qué gozo! ¡El apóstol viene y nos hablará del Señor! – dirían los filipenses (1:26). Pero inmediatamente el apóstol pone en alto al Señor. “No es por mí mismo que voy. No es por algo mío. Vuestra gloria de mí es en Cristo Jesús. Es decir, si voy a ustedes, voy en Cristo. Y si va a haber gozo en ustedes por mi presencia, en realidad es por la presencia de Cristo en mí. La gloria y el gozo de ustedes, y el gozo mío es en Cristo y por Cristo, y porque él es manifestado. Nada más.” Pablo no está buscando enaltecerse a sí mismo. Él busca enaltecer siempre a Cristo.
Aquí hay un hombre que tiene a Cristo revelado en su corazón. El fruto de esto es que nos encontramos con un hombre rogando con gozo por los hermanos. El gozo de este hombre no está en cosas externas. Él se goza en cosas tan simples como encerrarse en su pieza y orar. Cuando alguien tiene a Cristo revelado en su corazón orar no es una pesada carga, sino que ora con gozo. Es un vivir en Cristo. Él tiene comunión con los hermanos. Si tiene a Cristo revelado, ¿cómo no va a tener comunión con los hermanos, que también tienen a Cristo revelado? El fruto de Cristo revelado se manifiesta en vida y en comunión con todos los santos.
El entrañable amor de Jesucristo
“Porque Dios me es testigo de cómo os amo a todos vosotros con el entrañable amor de Jesucristo”. ¿Cómo es el amor de Cristo? Entrañable. ¿Dónde está ese amor de Cristo? Está en tu corazón. ¿Y por qué está en tu corazón? Porque el Señor está revelado adentro y el entrañable amor de Jesucristo te hace amar. ¡Qué contradicción más grande es, qué feo se ve, cuando un hermano no es capaz de amar a su hermano! Eso demuestra en qué amor anda, en qué camino anda, con qué fuerza anda.
Pablo dice: “Os amo, pero no con mi amor. Cristo en mí me produce un vivir en amor. Os amo con el entrañable amor de Jesucristo”. Hermano, ¿está Cristo revelado en tu corazón? Entonces, que se ensanche el ducto para que los ríos de agua viva fluyan por tu interior. Quitemos todo obstáculo que oprime el libre fluir de ese amor que no es nuestro, sino de Otro. El libre fluir de esa vida que no es nuestra, sino la vida de Cristo en nosotros. La iglesia no puede tener esperanza en otro amor. Si nos amamos, es en Cristo.
Las prisiones en Cristo
Luego dice: “Mis prisiones se han hecho patentes en Cristo en todo el pretorio” ¡Qué extraño suena esto! Está bien que el amor y las oraciones de Pablo se hagan manifiestas en Cristo. Pero aquí dice que también sus prisiones se han hecho patentes (manifiestas) en Cristo. ¡Las prisiones! O sea que Pablo no solamente vive una parte de su vida en Cristo. ¡Está preso y todavía está viviendo a Cristo! Estuvo con la iglesia en Filipos, se regocijó con ellos, después estuvo preso, y siguió viviendo en Cristo ¡y ahora es un prisionero en Cristo! ¡Está con cadenas, pero está en Cristo!
En otra ocasión, estando encadenado, casi convierte a un rey, porque estaba encadenado en Cristo. (Hechos 26:28-29). Porque para él el vivir era Cristo. ¿Entiende el mensaje, hermano? ¿Entiende que es poderoso el Señor para producir en un hombre y en una mujer, por deforme que sea, por débil que sea, o –como dice en Isaías 35– por torpe que sea, un vivir en Cristo? No vamos a servir al Señor solamente cuando todo esté externamente bien. ¡Cuando llega el día de la enfermedad y de la prueba todavía estamos en Cristo!
Cristo magnificado en mí
Nuestra vida consiste en tantas relaciones, somos un vecino en Cristo, un médico en Cristo, un mecánico, un esposo en Cristo, una esposa en Cristo, un soltero en Cristo, una doncella en Cristo. ¿Cómo será eso? ¡En Cristo! Un hijo en Cristo, un padre en Cristo. Un administrador en Cristo. Uno que vive a Cristo en todas las áreas de su vida. ¿Por qué es esto? Pablo nos lo dice: “Porque para mí el vivir es Cristo”. Y por eso está confiado. “Conforme a mi anhelo y esperanza de que en nada será avergonzado” (1:20).
¡Qué alta nos dejó la medida Pablo! ¿De cuántas cosas aun nos avergonzamos? Que nos socorra el Señor. “Antes bien con toda confianza como siempre.” “Como siempre” –dice Pablo porque siempre está viviendo en Cristo. “Como siempre, ahora también será magnificado Cristo en mi cuerpo o por vida o por muerte” (1:20). “Ahora que estoy preso, ahora que estoy en la peor situación, ahora también será magnificado Cristo en mí … “cuerpo” dice aquí, pero es en él. “Como siempre, no seré avergonzado. Como en tantas oportunidades, ahora también será magnificado Cristo en mí”.
Hermanos míos, estas cosas son vitales. Pablo tenía clarísima la razón de ser de su vida. El por qué y para qué estaba en el cuerpo. “Ahora también, como siempre, será magnificado Cristo en mi cuerpo. O por vida o por muerte”. ¡Oh, hermano! Para eso está usted aquí, en este planeta. Para esto usted nació en este país. Para eso estamos en este mundo. Hermano, usted está aquí para que Cristo sea magnificado en usted. ¡Qué simple, pero qué profundo! ¡Qué alcance tiene todo esto!
No sé qué es usted, cuál sea su profesión, su trabajo, su vida, su familia, su mundo. Cada cual tiene su pequeño mundo. No sé cuáles sean sus preocupaciones, sus desvelos. Lo bueno y lo malo que le ocurre a usted, pero todo es secundario, todo viene después de esto. Usted está en el mundo para que Cristo sea magnificado en usted. No está por otra cosa. El éxito es secundario. Casarse o no casarse es secundario. Ser feliz o no ser feliz en la tierra es secundario. Que se cumpla en usted y en mí esto. Que sea magnificado Cristo ahora también. Yo no sé con qué se va a enfrentar usted mañana. Que podamos decir: “Ahora también sea magnificado Cristo en mí.” ¡Gloria al Señor!
El ejemplo de Cristo
Consideremos cómo el Padre miraba desde los cielos el caminar de su Hijo Jesucristo en la tierra, cómo lo observaba, como lo guió y lo defendió cuando huyó a Egipto. Cómo lo guardó cuando lo trajo de vuelta. Cuando fue al desierto y triunfó sobre el enemigo y luego en todo su caminar, jamás lo dejaba solo (Juan 8:29), porque ahí estaba el Hijo glorificando al Padre, magnificando al Padre. En sus actos, en sus dichos, en sus pensamientos, en todo su ser, en todo momento, siempre, sin ser avergonzado nunca, Cristo magnificó al Padre que le observaba desde los cielos. ¡Bendito sea su santo nombre! Ahora es tu turno y mi turno. Ahora estamos nosotros en la tierra. Y el Padre quiere ver a Cristo formado en nosotros, a Cristo manifestado y magnificado en cada circunstancia y en cada cosa que te pase y que me pase.
Vivir en Cristo
¿Qué es el vivir, hermanos? Esto es vivir. Me levanto en la mañana, me lavo, oro, tomo el bus o el auto, voy a la oficina, voy a ver los hermanos, paso aquí paso allá, voy a comprar o voy a vender, vuelvo a la casa, almuerzo, me relaciono con mi familia, estoy con los hijos, o estoy en la casa, veo lo que falta, voy y vuelvo, eso es vivir. ¿Qué es el vivir? Es todo lo que hago. Tan simple. Todo lo que hacemos es el vivir. Nos relacionamos con la gente hasta que volvemos a la casa y nos acostamos y dormimos. El vivir es Cristo. Es decir, no soy un creyente de reuniones. No soy espiritual en los Retiros. No es magnificado Cristo en los grandes eventos, sino en todo mi vivir. ¡Tan simple como esto!
Cuando Ud. va a comprar, compre en Cristo, hermano. Cuando usted va con la tarjeta de crédito, hermana, compre en Cristo. Los que manejamos vehículos tenemos que aprender a conducir un vehículo en Cristo. Aun en las horas que dedico al descanso, he de hacerlo en Cristo. ¿Será posible mirar la televisión en Cristo? (¿Será una locura lo que estoy diciendo?) Estoy seguro que si nos sentamos frente al televisor en Cristo sabremos perfectamente cuándo hay que cambiar de canal o cuándo hay que apagarlo. Mírela en la carne y cosechará los frutos de la carne. “Con toda confianza, como siempre, ahora también será magnificado Cristo en mí”, hasta en las cosas más íntimas. ¿De qué cosas tendría que hablar? De todo, pues, hermano. ¿Qué cosas tendría que tocar? Hasta la más pequeña, la más sutil. Pero, ¿será fanatismo eso? Esto es lo que quisiera Satanás susurrar a nuestro oído. Estamos hablando a los que tienen a Cristo revelado en su corazón.
No estamos hablando con los que se conforman con el formalismo religioso, externo, dominical, de reuniones, de cultos y nada más. Estamos hablando de los que tienen a Cristo revelado, confesado, a los que se glorían en Cristo y tienen sus fuentes allá arriba. No porque la ley me lo exija; no porque las demandas de la palabra santa de Dios me obliguen a hacerlo, sino porque tengo una vida poderosa adentro, santa, preciosa, que se manifiesta, gloriosa, en todas las áreas de mi vida.
¿Sabes cuándo contristamos al Espíritu? ¿Sabes cuándo traemos dolor y muerte? Cuando no se ve a Cristo. Cuando Cristo no es magnificado. Cuando mi carne se levanta, entonces hay muerte, hay confusión, hay dolor, hay problemas en la casa, hay … ¡qué digo, Señor! Hermano, ¿cómo tratas a tu esposa? Las Escrituras tienen muchas demandas, pero las Escrituras por sí solas no pueden. Aunque tú te sepas de memoria todas las charlas matrimoniales, si la vida de Cristo no tiene una expresión por ti, estás perdido. Aunque vayas a los mejores asistentes, consejeros y siquiatras que existan, si no fluye la poderosa vida de Cristo por ti, te quedarás sólo con las recomendaciones.
¡Para mí el vivir es Cristo! ¡Qué simple suena la frase, pero qué profundo es su contenido! ¿Te das cuenta? ¿Te fijas que por aquí está el rumbo que el Señor nos está trazando? Andemos por este camino, así evitaremos tristeza en la iglesia local, y la obra del Señor no se verá entorpecida.
Cristo, poderoso en nosotros
Amado hermano, entiéndelo. Si lo entiendes, tendrás ganancia. Tú mismo serás irreprensible en el día de Cristo; estarás lleno de frutos de justicia, que son por medio de Cristo. (1:11). ¡Qué terrible es cuando llevamos años en el Señor, y todavía la esposa no aprende a ser una esposa en Cristo, y el esposo todavía no aprende a ser un esposo en Cristo. ¿Dónde están los frutos de justicia que son por medio de Jesucristo? ¿O no está Cristo? Esta noche yo me quiero asegurar de ser libre de la sangre de todos. Yo no sé si hay alguno aquí que no está en Cristo. Si no está en Cristo, usted está reprobado. ¿Por qué han de haber tantos frutos de muerte? No olvidemos, los frutos son por medio de Jesucristo.
El salmo 93 dice: “Poderoso eres Jehová. Jehová en las alturas es más poderoso que el estruendo de las muchas aguas.” A Él están sujetos ángeles, principados y potestades. ¡Gloria al Señor! Podemos cantar cánticos espirituales, hablar en nuevas lenguas y exaltar con regocijo hasta quedar fatigados al Señor que está arriba en los cielos. Sí, pero no se olvide que este Dios poderoso en los cielos es también poderoso dentro de nosotros. No se olvide nunca de 2ª Corintios capítulo 13:3: “Pues buscáis una prueba de que habla Cristo en mí, el cual no es débil para con vosotros, sino que es poderoso en vosotros.” Hermano, atiende esta palabra, porque es tu recurso. Dijimos que veníamos a este Retiro a llenar nuestros estanques. Mira esta palabra: “Cristo no es débil para con nosotros, sino que es poderoso en nosotros.” ¡El Señor es poderoso en nosotros! ¡Cristo en mí es poderoso!
Sin Cristo, nada
Pero en mí mismo, nada puedo. Mi cultura no me basta, mi educación no me basta, mi título no me basta. Todo lo aprendido no me basta ¡Sólo Cristo me basta! ¿Será posible un noviazgo en Cristo? Abundan los ejemplos malos. Los ejemplos de las estrellas del cine y la televisión. ¡Qué horribles! Bellos rostros, pero sus corazones están llenos de maldición y de amargura. Preciosas figuras externas, pero por dentro no se sacian de pecar. Están llenos de adulterio.
¿Será posible un noviazgo en Cristo? ¿Será posible sentir algo por una persona y que eso sea regulado por Cristo? ¡Es posible! ¿Por qué? Porque está Cristo adentro, y porque es poderoso para socorrer a un joven y a una señorita. El verdadero noviazgo, ese acercamiento, (llamémosle como le llamemos) no puedes hacerlo en tus fuerzas. Porque se supone que para ti, joven, Cristo es tu vida. Si Cristo no es tu vida, vamos a tener que recogerte del suelo. Vamos a tener que sufrir otro fracaso más, y otro dolor más … ¿Se levantará una nueva generación de jóvenes para los cuales su vivir sea Cristo? Eso quiere el Padre. El está mirando desde arriba y los ángeles están expectantes a ver si alguno de estos jóvenes, si alguna de estas señoritas están dispuestos a decir esta noche: “Yo quiero vivir en ti”.
Hay expectación en los cielos esta noche. Para que tú hermano, para que tú hermana, puedas vivir esta etapa en Cristo. Pero no sólo esta etapa. Los que llevan un año o muchos años, basta de traer dolor, basta de traer amargura, ¡basta ya! Has traído suficiente muerte, has cosechado suficiente muerte por andar en ti mismo, por andar en la carne, por satisfacer los deseos de la carne, los deseos de los ojos y la vanagloria de la vida. ¡Oh, hermano mío, escucha lo que el Señor te habla, y no se endurezca tu corazón! Es posible ser un esposo en Cristo. Es posible ser una esposa en Cristo. Es posible vivir en Cristo. Es posible disfrutar la alegría en Cristo. Que el descanso sea en Cristo, que el dolor sea en Cristo. Incluso a la hora de morir, hay que morir en Cristo.
Cooperemos con el Espíritu Santo
No puedo dejar de hacer un llamado ahora. Que Cristo sea magnificado también ahora. Si no, no tengo razón para vivir. Hermanos, en el Señor hay perdón. En el Señor hay misericordia. El día de ayer se terminó. Ahora hay otro día, mañana hay una nueva misericordia para nosotros. Tus fracasos y los míos van quedando atrás. El Señor está perfeccionando la obra que él mismo comenzó. Hay una obra de Dios en ti. Cooperemos hoy día con el Espíritu Santo para que nos persuada. ¡Persuádenos, Señor! ¡ Señor, ayúdame, quiero vivir en ti! Que se cumpla en mí tu palabra. Que para mí el vivir sea Cristo.