La ejemplar y controvertida historia de Nee To Sheng, más conocido como Watchman Nee.
Tempranamente, Watchman Nee conoció el sinsabor de la maledicencia. Recién casado, una tía de su esposa dio rienda suelta a su enojo por el enlace de su sobrina con tal sujeto, publicando en un diario de amplia difusión una serie de diatribas contra Nee, durante una semana antera. Ella lo acusaba de ser un predicador de baja moral, sostenido por fondos extranjeros.
El impacto sobre el ánimo de Nee fue muy fuerte, llevándolo casi a la depresión. Sin embargo, varias experiencias alentadoras vendrían a sacarle de ese estado.
Por lo demás, la obra que se expandía reclamaba su atención. Dos fueron los medios que permitieron esta expansión. Una, la amplia difusión que tuvieron las publicaciones de Nee entre cristianos de todas las filiaciones. Su claridad y sencillez para exponer las doctrinas bíblicas fueron de gran ayuda para los recién convertidos. Lo segundo, fue el uso espontáneo del hogar de los creyentes como centros para el desarrollo de nuevas iglesias. Grupos de oración surgían en cada nueva ciudad a donde los cristianos se trasladaban. A esto se sumaba la labor de los obreros, que evangelizaban y establecían nuevas iglesias. Para 1938, Nee declaró que había 128 ‘apóstoles’ dedicados a la obra. Algunos de ellos en el extranjero: Filipinas, Singapur, Malasia e Indonesia. El mismo Nee visitó Manila en 1937.
En el año 1935 se unió a Nee Chiang Sho Dao, más conocido como Stephen Kaung. Proveniente de una familia metodista, conoció a Nee en una conferencia en una universidad en Shangai, donde Kaung estudiaba. Kaung habría de ser posteriormente uno de los más fieles colaboradores, y continuadores de la obra de Nee en Occidente, y lo es hasta el día de hoy.1
Las nuevas necesidades que surgían condujeron a Nee a dejar de lado parcialmente las enseñanzas sobre la vida interior del cristiano, para abocarse a asuntos más técnicos y prácticos de la obra y las iglesias. Es así como se publicó en 1938 el libro Reviendo la Obra, conocido hoy bajo el título La Iglesia Normal. Este libro fue objeto de mucha polémica, si bien realiza aportes incuestionables para una visión más clara del modelo apostólico de la iglesia.
Un fructífero recorrido por Europa
Este mismo año, Nee hizo un viaje a Europa, donde conoció personalmente a T. Austin-Sparks, de quien había sido un ávido lector. Con él asistió a la Conferencia de Keswick, en Inglaterra. Por ese tiempo, se había desatado en toda su crueldad la guerra chino-japonesa. Cuando le tocó hablar, Nee dirigió a la reunión en intercesión por el lejano oriente, en tales términos que dejó una huella indeleble en los que le escucharon.
A. I. Kinnear, uno de sus biógrafos, estaba presente en aquella ocasión: «Fue una oración que los presentes jamás olvidaron: ‘El Señor reina; lo afirmamos osadamente. Nuestro Señor Jesucristo está reinando, y él es Señor de todo. Nada puede tocar su autoridad. Son fuerzas espirituales que están decididas a destruir sus intereses en China y en Japón. Por lo tanto, no rogamos por China ni tampoco por Japón, sino que rogamos por los intereses de tu Hijo en esos dos países. No culpamos a ningún hombre, pues son sólo instrumentos en la mano de tu enemigo. Nosotros deseamos tu voluntad. Quiebra, oh Señor, el reino de las tinieblas, pues las persecuciones de tu iglesia te están hiriendo a ti. Amén».
Durante la Conferencia habló sobre las cualidades necesarias para un misionero, y, basado en la epístola a los Romanos, habló sobre «La obra del Señor para nuestra salvación: el Señor mismo como nuestra vida». Fue muy significativo que el fin de semana haya participado de la gran reunión de comunión bajo el lema: «Todos uno en Cristo Jesús».
A. I. Kinnear habla así de su experiencia personal con Nee: «Cuando hablaba en público, su excelente dominio del idioma inglés, junto con sus modales agradables, hacía un deleite el escucharle. Pero era el contenido de sus mensajes que nos cautivó. No desperdiciaba palabra, sino que iba al grano y señalaba algún problema de la vida cristiana que nos preocupaba desde tiempo atrás, o nos confrontaba con alguna demanda de Dios que habíamos dejado de lado».
En cuanto a mantener la comunión con el Señor, Nee solía usar el siguiente ejemplo: «Suponga que un tren esté viajando de Szchuan para Kunmim. Él debe pasar por muchos túneles. A veces está viajando en la oscuridad, a veces en la luz. La experiencia de la comunión de un cristiano con el Señor es igual. Si está en la oscuridad, él primero debe confesar su pecado. Si no hay ningún sentimiento de pecado, debe ejercitar su voluntad para continuar en la comunión».
Mientras estaba en Inglaterra, Nee recibió la triste noticia de que Pin-huei había perdido al hijo que esperaban. Pin-huei no volvió a concebir, y el matrimonio no llegó a compartir el gozo de tener hijos.
En octubre, Nee fue invitado a Dinamarca para celebrar reuniones. En Copenhague, dio una serie de mensajes sobre Romanos 5 al 8 titulados La Vida cristiana Normal. Estos, junto con otros sobre el mismo tema, formaron más tarde los libros que llevan dicho nombre y el de La Cruz en la Vida Cristiana Normal. Pasando a Odense, dio una notable charla sobre las palabras claves de Efesios: Sentaos, Andad, Estad Firmes, que luego se publicara en forma de libro.
Cuando llegó a París, de regreso de Noruega, Alemania y Suiza, encontró una carta de sus colaboradores en Shangai instándole a encarar más a fondo el problema de la aplicación práctica del Cuerpo de Cristo con su nuevo amigo y consejero Austin-Sparks. Sin embargo, Austin Sparks había elegido enfatizar más bien el Cuerpo místico de Cristo y la libertad del Espíritu para darle hoy una variedad de expresiones sobre la tierra, cada una un testimonio de la Cabeza que está en el cielo. De manera que aunque la comprensión y amistad entre ellos eran profundas, en este particular les costó ponerse de acuerdo. No tenían desacuerdo en cuanto al vino nuevo, pero la preocupación de Nee radicaba en los odres que lo contenían.
Allí en París, con la ayuda de Elizabet Fischbacher, tradujo al inglés su libro Reviendo la Obra, que se publicó en Inglaterra en mayo de 1939.
De vuelta en Shangai
De vuelta en Shangai, hubo que atender otros asuntos. Uno de ellos era la estrechez del local de la calle Wen The Li. Habían anexado dos casas a la primera, pero el espacio aún era pequeño. Más tarde se agregarían otras dos, obligando a una nueva distribución cada vez.
Alguien describió así la escena en esas reuniones: «El domingo por la mañana muchas personas se reúnen en silencio a las 9:30 para escuchar la predicación de la Palabra. Las mujeres de un lado y los hombres de otro, siendo el salón más ancho que largo. En los bancos sin respaldo todos deben sentarse lo más juntos posible para aprovechar al máximo el espacio, pues en tres lados de la parte exterior del edificio hay personas escuchando por las ventanas y ante la amplia puerta de dos hojas, o bien por altoparlantes. Otros están reunidos en el piso superior. Junto con los pobres están los cultos y los ricos: doctores junto con obreros, abogados y maestros con culis y cocineros. Entre las hermanas modestamente vestidas hay no pocas mujeres y muchachas modernas con peinados de moda y maquillaje, mangas cortas y vestidos de seda con tajos en los costados. Los niños corretean de un lado a otro, los perros entran y salen, los vendedores ambulantes pasan por la calle, se oyen los bocinazos de los coches y los altavoces suenan distorsionados. Pero cada domingo se predica fielmente la palabra de la cruz. Se les da el alimento más sólido y un desafío claro».
En sus predicaciones, Nee mantenía la atención con sus modales suaves, su razonamiento sencillo, pero exhaustivo y con sus analogías muy adecuadas. Jamás se le vio utilizar notas, pero recordaba y podía reproducir cualquier cosa que había leído. Para ilustrar algo visualmente dibujaba en el aire un cuadro imaginario, y si para ilustrar algún punto contaba una anécdota personal, casi siempre iba en contra suya. Su agudo sentido del humor producía a menudo risa en el auditorio y nadie se dormía en sus reuniones. Pero de principio a fin jamás se desviaba de su tema.
En cuanto a la orientación del Señor para la obra, Nee era muy agudo en su discernimiento y rápido en tomar decisiones. Explicando por qué era así, decía: «Si me equivoco, el Señor usará el muro y el asna para frenarme, así como lo hizo con Balaam».
Su esposa, siempre presente, callada y reservada, prefería mantenerse un tanto alejada del grupo, pero lo apoyaba en todo lo que él hacía.
En la primavera de 1940, Nee dio una serie de estudios muy prácticos sobre Abraham, Isaac y Jacob, bajo el título Los tratos de Dios en su Pueblo, que fue publicado más tarde bajo el título Transformados en su semejanza. Como efecto de su viaje a Europa, su predicación sobre la iglesia llegó a ser más espiritual o mística. «La Iglesia, Los Vencedores y el Eterno Propósito de Dios» fue el tema de sus mensajes en la Primera Conferencia, a los que siguió un curso muy completo sobre «la Iglesia, el Cuerpo y el Misterio».
Otra vez bajo la disciplina del Señor
Por este tiempo, el ministerio de Nee experimentó un vuelco importante. Las condiciones económicas en China se volvieron muy difíciles a causa de las continuas guerras. Muchos obreros que servían a tiempo completo empezaron a tener necesidad. Nee se había hecho cargo del sostenimiento de muchos de ellos, pero ahora se veía limitado para ayudarlos. Desalentado por este problema que se agudizaba con el paso de los meses, Nee tomó una decisión que fue muy resistida por algunos.
Su hermano Huai-tsu, doctor en Química, había formado un centro de investigación en su propio laboratorio. También había establecido en Shangai una droguería para la manufactura y distribución de medicamentos. Siendo Huai-tsu un buen profesor y científico pero mal hombre de negocios, la empresa no prosperaba. Ellos esperaban que Nee socorriese a su hermano, puesto que él ayudaba a tantos hermanos. Pero como no lo hacía, los padres llegaron a criticarlo por eso.
Nee vio que allí había un potencial. La empresa, por no estar directamente ligada con la guerra, podría prosperar, pues suplía una necesidad para el país. Así, tuvo la idea de formar una compañía asociada para la manufactura de drogas de primera calidad, empleando la experiencia de su hermano como químico y donando las ganancias a la obra del Señor. Así nació «Laboratorios Biológicos y Químicos de la China», con domicilio en Shangai.
Al principio Nee, como presidente del directorio, dejó las cosas en manos del gerente C. L. Yin, y sólo vigilaba las operaciones ocasionalmente, vistiendo un traje moderno de hombre de negocios para las entrevistas, y poniéndose luego su humilde vestimenta habitual para visitar a los creyentes.
Muchos pensaban que Nee había abandonado la obra. Cuando un grupo de hermanos le visitó y le interrogó al respecto, él dijo: «Sólo estoy haciendo lo que Pablo hizo en Corinto y en Éfeso. Es algo excepcional y sólo dedico una hora diaria a capacitar a los representantes de la compañía; luego hago la obra del Señor». Cuando insistían, él replicaba: «Soy como una mujer que ha quedado viuda y tiene que salir a trabajar por necesidad». Sin embargo, más tarde, él reconoció que había otras razones: una de ellas era la pesada monotonía de su diaria rutina.
Este nuevo modo de vida fue cuestionado por los cuatro ancianos de la iglesia en Shangai. Habían cambiado su concepto de él y llegaron a considerarlo un desertor. Así que, a fines de 1942 le pidieron que se abstuviera de predicar en Wen Teh Li. El impacto que esta decisión produjo en los hermanos fue severo y, como es lógico, dio lugar a muchas especulaciones. Algunos criticaban incluso los almuerzos de Nee con gente del mundo.
Dado el silencio que mantuvieron los ancianos, él sentía que todo su testimonio estaba en juego. Sin embargo, a causa del gran número de obreros que dependía de él, no sintió libertad para revocar su decisión. No procuró vindicarse a sí mismo, sino que aceptó la decisión de los ancianos como una disciplina de Dios, quien a su tiempo justificaría tal acción.
Su esposa, quien le ayudaba en el laboratorio, no podía entenderlo. Cierto día oyó a Nee respondiendo un llamado telefónico en el cual la otra persona hablaba con voz fuerte durante largo tiempo. Él se limitó a escuchar, contestando de vez en cuando: «Sí… sí… gracias… gracias». «¿Quién era el que te hablaba de esa forma?», le preguntó cuando colgó el teléfono. «Era un hermano que me decía todo el mal que yo estaba haciendo». «¿Y eres culpable de todo eso?», le preguntó ella. «No», replicó. «Entonces, ¿por qué no le diste una explicación en vez de decir ‘gracias’?», exclamó impacientemente. «Si alguien exalta a Nee To Sheng hasta el cielo», le respondió, «sigue siendo Nee To Sheng. Y si alguien lo pisotea hasta el infierno, sigue siendo Nee To Sheng».
En otra oportunidad le preguntaron por qué no trataba de dar explicaciones, evitando así ser mal interpretado. Él respondió: «Si las personas confían en nosotros, no es necesario explicar; si ellas no confían en nosotros, no sirve de nada explicar». Él no sólo no se justificaba cuando era calumniado, sino que tampoco argumentaba ni discutía cuando era reprendido cara a cara por alguien. Nee decía: «Cuanto más bajo colocamos algo, más seguro estará. Es más seguro poner una copa en el piso».
Típico de su manera de ser, se sabe que incluso envió ayuda económica secretamente a algunos de los hermanos que se oponían a su conducta. Las ganancias de su empresa se dedicaban enteramente al sostenimiento de obreros. También invirtió dinero en la adquisición de un centro de entrenamiento, con unas doce cabañas, en el Monte Kuling, cerca de Fuchou, y para la construcción de un nuevo local de reuniones en Shangai.
Cierta vez, Nee fue reprendido por un empleado durante un largo tiempo. Nee estaba sentado calmadamente en una silla, con un diario en la mano, sin mostrar ningún cambio en su expresión. Cuando los vecinos se dieron cuenta de que el empleado estaba actuando mal, intervinieron.
Nee creía que el Espíritu de Dios nos disciplina por medio de todas las cosas que nos suceden. Dios prepara cada detalle del ambiente que nos rodea, a fin de quitar de nosotros lo que somos naturalmente, y conformarnos a la imagen de Cristo. Todas las cosas de nuestra vida natural deben ser quitadas, para que nuestro ser pueda ser constituido por el Espíritu Santo con la vida divina. Nee aprendió a aceptar todo tipo de circunstancias sin murmurar, acusar, o criticar. Consideraba todo una disciplina del Espíritu Santo; creía que todas las cosas colaboraban para su bien espiritual. Quienes le conocieron le vieron siempre calmado, en paz, y dispuesto a aceptar todo tipo de situación.
En el Laboratorio pronto surgieron problemas que no había previsto, y las demandas del negocio pronto comenzaron a ocupar cada vez más de su tiempo. Había luchas comerciales y una competencia exagerada con las otras compañías. Hubo quejas de los accionistas, e incluso hubo accidentes. Sus dones para organizar y conciliar fueron utilizados al máximo en una situación delicada de por sí y agravada por la guerra.
Acuciado por las necesidades, Nee aceptó un empleo en el gobierno. A causa de su rica experiencia en el Señor, era un funcionario muy eficiente. Todos sus superiores lo admiraban. Él nunca intentó demostrar que era superior; al contrario, vivía y trabajaba en una actitud de sumisión y acataba las órdenes de sus jefes. Cuando la guerra terminó, le ofrecieron un alto cargo, sin embargo, él lo rechazó a causa de su llamamiento para hacer la obra de Dios.
Su gran habilidad llevó a la empresa a ocupar el primer lugar entre los productores e importadores de drogas en China. En los dos años y medio siguientes viajó mucho, y eventualmente también ministraba la Palabra en otros lugares. En 1945 dio una serie de charlas sobre las Siete Iglesias de Asia, identificándola con fases de la historia de la Iglesia. Sin embargo, no se sentía con libertad para partir el pan con los hermanos.
En Chunkin, le pidieron que participara de la mesa del Señor. Sin embargo, él no lo hizo; simplemente se sentó y oró en silencio. Cuando le preguntaron el motivo, él dijo: «El problema con la iglesia en Shangai aún no ha sido resuelto; por lo tanto no puedo partir el pan aquí». Alguien le preguntó cuándo reasumiría su ministerio, y él respondió: «No hay ninguna posibilidad».
En su doble rol de hombre de negocios y ministro de Dios se agilizó intelectualmente como nunca antes y gozaba de ello, pero su físico frágil comenzó a resentirse. Las demandas de su negocio eran tales que le quedaba poca fuerza para ocuparse directamente en la obra del Señor.
Cuando terminó la invasión japonesa, Nee comenzó a hacer planes para desligarse del laboratorio. En Shangai aún las puertas estaban cerradas para él. Pero no sólo él tenía problemas; la iglesia también. A causa de la guerra, tenían dificultades para reunirse en Wen Teh Li, y sólo podían hacerlo por las casas. Ahora, poco a poco, comenzaban las actividades de nuevo.
A mediados de 1946, Nee pidió a Lee Shang-chou (Witness Lee), que se trasladara de Chefú hasta Shangai para ayudar en la obra. Lee se trasladó y fue de mucha ayuda. Su carácter autoritario y sus dotes de organizador, devolvieron el orden a la iglesia dispersa. Se estableció un estricto programa de reuniones y orden por distritos. Sin embargo, a poco andar, la libertad del Espíritu se comenzó a perder. Incluso se llegó a instalar un sistema de relojes para registrar la hora de llegada de cada creyente, y «se cerró» celosamente la mesa del Señor. La disciplina y la sujeción fueron la consigna de ese tiempo. Nee estaba ausente.
En el corazón de los que tenían la responsabilidad en las iglesias, había gran preocupación por la prolongada ausencia de Nee. Ya en 1946, Lee habían preguntado a los ancianos en Shangai: «¿Actuaron en el Espíritu cuando tomaron la decisión de excluirlo? ¿Cuál fue el efecto? ¿Pueden decir que tal decisión produjo vida?». Con tristeza tuvieron que responder negativamente.
Redimiendo el tiempo
En el verano de 1947, Nee compartió una serie de mensajes que se reunieron bajo el título La Liberación del Espíritu, que tratan del quebrantamiento necesario como condición para la liberación del poder divino en el creyente. También dirigió reuniones para estudiantes universitarios, tanto en Shangai como en Fuchou, su ciudad natal.
Los últimos énfasis en las últimas enseñanzas de Nee tienen que ver con tres tópicos principales: la disciplina del Espíritu Santo, el quebrantamiento del hombre exterior (el alma), y la liberación del espíritu. Aunque el Espíritu Santo habita en nosotros, si nuestro hombre exterior no es quebrantado, nuestro espíritu jamás podrá ser liberado, sino que quedará aprisionado en nuestro interior. Por eso, el hombre exterior debe ser quebrantado a fin de que el hombre interior (el espíritu humano con el Espíritu Santo) pueda ser liberado. Este quebrantamiento se produce a través de las circunstancias de nuestra vida, ordenadas por el Espíritu Santo. Cuando se produce la liberación del espíritu, aquellos que nos escuchan son vivificados. Y en esto consiste, en definitiva, la obra de Dios.
A comienzos de 1948, en reunión con varios obreros, entre ellos Lee, Nee delineó un plan de acción para la obra que establecía a Fuchou como centro. Este plan surgió a partir de una nueva luz del libro de los Hechos, donde se vio que el énfasis de la obra es regional. Desde Fochou (y otros centros regionales) se esperaba abarcar toda la región adyacente, mediante el envío de obreros y el traslado de familias.
A través de Lee, los ancianos de Shangai invitaron a Nee a dirigir una Conferencia en Wen Teh Li, en el mes de abril. Cuando Nee llegó, encontró unos sesenta obreros y más de treinta ancianos de todas partes de China, junto a los de Shangai mismo. Nee se reunió primero con los ancianos de Wen Teh Li, y, en presencia de Dios, hizo una amplia confesión de sus propias fallas durante los últimos años. Con este acto de reconciliación fue restaurada finalmente la comunión entre ellos. Habían pasado seis años.
Sin embargo, en Shangai había muchas innovaciones. Se había establecido una forma de jerarquía entre los de mayor responsabilidad que les hacía ocupar sillas más elevadas. Por unanimidad, a Nee le reservaron la más alta.
Los hermanos habían esperado con mucha expectación su retorno. Aquellos días, ellos colmaron el recinto. Uno de sus primeros mensajes se basó en las palabras de Jesús: «Dad a Dios lo que es de Dios» (Mr. 12:17). El efecto fue tremendo. Muchos se volvieron al Señor. Antes del mes, alrededor de doscientos nuevos creyentes habían sido bautizados. El lugar de reunión, que tenía capacidad para 400 personas, reunía a más de 1500, algunos sentados en las escaleras, en los salones contiguos, o en la calle.
Ya se había difundido la noticia de que Nee había donado el laboratorio a la iglesia. Como consecuencia, en medio de una gran algarabía, muchos se consagraban a Dios trayendo ofrendas en dinero para la extensión de la obra. Otros traían donaciones en mercadería. Algunos entregaban sus empresas para el uso de la iglesia. Tal cosa no se había visto en China en el pasado. Era un retorno a Hechos 4 con sus bendiciones.
El problema que se planteó entonces fue que las iglesias tuvieron una prosperidad material sin precedentes. Controlaban gran cantidad de fondos y dirigían empresas justo en el momento cuando la palabra ‘capitalista’ comenzaba a ser un término de oprobio, y cuando la mera posesión de riquezas causaría sospechas.
El programa de capacitación para obreros se reanudó en Fuchou. A mediados de junio de 1948 más de cien jóvenes de varias ciudades se reunieron en el apartado y tranquilo monte Kuling, donde Nee entregó variadas enseñanzas por varios meses. Esos mensajes se han reunido y publicado bajo los siguientes títulos: «El obrero cristiano», «El ministerio de la Palabra de Dios», «Lecciones para nuevos creyentes» (52 lecciones), «La Autoridad Espiritual», «Los Asuntos de la Iglesia», «Escudriñad las Escrituras», «Pláticas adicionales sobre la Vida de la Iglesia».
Cuando Nee se dirigía a los obreros, era como si se abrieran las compuertas que habían estado bajo presión durante mucho tiempo. Caminaba de un lado a otro con las manos a la espalda, hablando con todo el corazón. Luego de sus charlas, daba tiempo para preguntas. Sus respuestas fueron de mucho valor, jamás evasivas, y siempre francas y directas. Su sensibilidad espiritual había alcanzado tal desarrollo, que era capaz de discernir la condición de los demás de manera cabal, y ayudarlos. Su carácter era muy dulce y suave, expresión clara de su madurez espiritual.
Cada mañana había una sesión dedicada a testimonios individuales, donde un obrero podía hablar por una media hora, después de lo cual los demás expresaban sus críticas, y finalmente Nee resumía todo para beneficio del que había testificado.
Todo el programa de capacitación era conducido bajo un sentido de urgencia –Nee hablaba entre siete y ocho horas diarias– pues el futuro político de la nación era desconocido. La revolución de Mao tomaba cada vez más fuerza.
Preparándose para el invierno
A su regreso en Shangai, Nee encontró un clima de gran agitación política y social. De la lectura de Marx y Engels, Nee previó que de establecerse el marxismo en China, las condiciones para la iglesia serían sumamente difíciles. A los jóvenes presentes, les dijo: «Cuando los mayores caigan, ustedes deben seguir adelante». Nee pensaba que, a lo más, tendrían unos cinco años para hacer la obra de Dios con libertad.
Sin embargo, a comienzos de 1949 la situación ya mostraba signos preocupantes. Nee instruyó a Lee que hiciera los arreglos para trasladarse con su familia hasta Taiwán. Otros obreros fueron enviados a Singapur y Filipinas. La esposa de Nee y otras mujeres fueron enviadas a Hong Kong. El Entrenamiento de Kuling fue cancelado abruptamente, y en Shangai se inauguró el nuevo local en la calle Nanyang, con capacidad para 4000 personas.
Cuando el Ejército de Liberación entró en Shangai en mayo de 1949, Nee estaba allí. En un primer momento no hubo restricciones para la iglesia, de modo que Nee pudo dar estudios bíblicos todas las semanas. En octubre del mismo año, fue proclamada la República Popular China con Mao Tse-tung como Presidente.
Mientras le fue posible, Nee viajó por las principales ciudades, y también Taiwán, donde alentaba a la iglesia naciente. La última vez que Nee visitó Taiwán, los hermanos, entre ellos Witness Lee y Stephen Kaung, procuraron retenerlo, pues la situación en Shangai era muy riesgosa. Nee les contestó: “Ha tomado tanto tiempo levantar la iglesia allí, ¿puedo abandonarla ahora? ¿Los apóstoles, acaso, no se quedaron en Jerusalén bajo condiciones similares?”. La última noche, le volvieron a rogar a Nee que no regresara. “Si vuelves, puede significar el fin”, le dijeron. Pero Nee había recibido un telegrama de los ancianos de Shangai informándole de sus muchos problemas y rogándole que volviera lo antes posible. Aun así, los hermanos le instaron por última vez a que no regresara. Nee exclamó: “¡No tengo cuidado de mi vida! Si la casa se está derrumbando y mis hijos están adentro, debo sostenerla aun con mi cabeza si fuera necesario”.
De regreso en Shangai, mandó llamar a Pin-huei para que se reuniera con él, y poco después habló a los obreros sobre cómo «aprovechar el tiempo porque los días son malos». Nee pensaba que era posible y necesaria cierta cooperación con el nuevo gobierno, según Romanos 12, y así exhortaba a los hermanos. Les instaba a no emigrar, a estar preparados, como buenos cristianos y chinos, para el sacrificio.
Durante 1949 la mayoría de los misioneros con visión evangélica habían procurado mantenerse en sus puestos con la esperanza de continuar con su testimonio bajo el nuevo régimen. Pero a mediados de 1950 el gobierno comenzó una serie de reuniones tendientes a establecer una iglesia oficial en China, la de la Triple Auto-reforma.
La presión política comenzó desde las zonas rurales. Las iglesias fueron cerradas, y sus dirigentes perseguidos y encarcelados.
Pero aun en este período de turbulencias, los hermanos todavía podían reunirse en Nanyang. Allí los que iban y venían fueron bendecidos por la cálida personalidad de Nee y sus valiosas exposiciones bíblicas. Un pastor chino escuchó a Nee hablar una semana entera sobre Romanos 1:1, y comentó: «Cada noche dio un sermón diferente de notable calidad; pero cuando uno los juntaba tenía una larga y bien compuesta tesis. Era sencillamente maravilloso».
En el año 1951, el gobierno comunista echó a andar una estrategia de reuniones públicas de acusación contra los misioneros y líderes cristianos. El 30 de noviembre, en el periódico oficial de la Triple Auto-Reforma, se publicó una carta de un creyente de Nankin, en que acusaba a Nee de servir al imperialismo y controlar 470 iglesias del país desde su sede central en Shangai. Cuando un grupo de obreros le consultó a Nee qué haría para defenderse de la acusación, éste les recordó sus experiencias pasadas cuando fue disciplinado por la mano de Dios. Toda vez que eso había ocurrido, el resultado había sido muy instructivo y de mucho fruto espiritual.
Los agentes comunistas realizaron en Nanyang una reunión de acusación contra Nee. Sin embargo, ningún hermano se levantó para sustanciar la acusación. Los agentes se fueron derrotados, pero con la demanda de que Nee convenciera a los hermanos a hacerlo más adelante.
A partir de entonces, y previendo que le quedaban pocos días de libertad, Nee se abocó a la tarea de preparar material bíblico. Varios colaboradores tomaban nota de todo lo que él les enseñaba. A un grupo de jóvenes, por ejemplo, habló exclusivamente sobre las pruebas de la existencia de Dios. Hubo también una serie de estudios, de carácter práctico, sobre Cristo como la justicia, la sabiduría y la gloria de Dios para el creyente, y sobre el poder de la resurrección.
Sin embargo, no era eso lo que había ordenado el Movimiento Triple Auto-reforma. Por tanto, hubo nuevas demandas del gobierno, esta vez de que saliera de Shangai. La excusa era que habían quedado pendientes algunos asuntos del laboratorio, y que debía presentarse en Manchuria. De modo que el sentido de urgencia en aprovechar al máximo el tiempo que le quedaba se intensificó al punto de la desesperación. Juntos trabajaban todo el día y hasta altas horas de la noche, exponiendo y grabando la Palabra de Dios, hasta que para el mes de marzo, apenas dormían dos horas por noche.
Finalmente, fue imposible eludir el ultimátum del gobierno. Con suma tristeza se despidió de los hermanos y de su esposa y partió para Harbin. Los creyentes no tuvieron más noticias de él hasta que fue acusado formalmente en enero de 1956.
Detención y procesamiento
A los cincuenta años de edad fue arrestado en Manchuria por el Departamento de Seguridad Pública el 10 de enero de 1952, y en la primera investigación fue acusado de «tigre capitalista», al margen de la ley, que había cometido los cinco crímenes especificados contra la corrupción en el comercio. Le advirtieron que el laboratorio debería pagar una multa de 17.000 millones de yuan en moneda antigua (casi medio millón de dólares). Nee no aceptó esta acusación, y tampoco tenía los fondos para pagar tal multa; de modo que permaneció encarcelado, y el laboratorio fue finalmente confiscado por el Estado.
En la cárcel le fue quitada su Biblia y no se le permitió comunicación alguna con los de afuera.
Stephen Kaung cree que repetidas veces le ofrecieron la oportunidad de ser reivindicado como máximo líder cristiano si guiaba a sus muchos adeptos a identificarse con la Iglesia de la Triple Auto-Reforma 2. Al no aceptar, sus captores le sometieron a largos interrogatorios, vigilancia intensiva, e hicieron que escribiera una y otra vez su biografía hasta embotar su mente, buscando elementos para acusarlo criminalmente.
En su ausencia, muchas iglesias asociadas a él se unieron ingenuamente a la política estatal, pero muchas de ellas se apartaron en los años siguientes, al comprobar el engaño de la estrategia marxista.
El 18 de enero de 1956 comenzó en el salón de la calle Nanyang una serie de reuniones organizadas por la Cámara de Asuntos Religiosos, con el objeto de dar a conocer a los creyentes la lista de acusaciones criminales que se levantarían contra Nee y sus colaboradores, y se instaba a los creyentes a expresar sus puntos de vista. Las acusaciones eran de intriga y espionaje imperialista, de actividades contrarrevolucionarias hostiles a la política del gobierno, e irregularidades financieras y libertinaje. Todo eso estaba contenido en nada menos que 2.296 hojas. Este ejercicio pretendía incitar a los hermanos a la indignación contra Nee, para una reunión masiva de acusación que se llevaría a cabo a fin de mes.
En efecto, el 29 de enero se presentó al «Caso Nee» ante la Corte de Seguridad Pública de Shangai, y al día siguiente se llevó a cabo la reunión de acusación en el salón de Nanyang. Había presentes unas 2.500 personas. Las acusaciones fueron proclamadas públicamente en detalle y apoyadas por una exhibición de fotografías y otras ‘pruebas’ documentadas. El proceso duró un mes. En el mismo lugar donde Nee había guiado a la iglesia en oración y les había expuesto la Palabra que exalta a Jesucristo, se efectuó la larga recitación de cargos contra él.
Como observó un colega y amigo, las acusaciones contra Nee no eran religiosas, sino políticas y morales. Por todo Shangai se obligaba a pastores y evangelistas a organizar pequeños grupos de estudio para poner en conocimiento de todos los cristianos los ‘crímenes’ de Nee. El 6 de febrero, Tien Feng, el diario oficial del movimiento religioso estatal, dedicó 11 páginas a revisar el caso Nee. En números sucesivos se siguió con abundancia de injurias.
A mediados de abril se anunció que la reorientación de la iglesia en calle Nanyang ya estaba concluida. El 15 de abril entró formalmente a formar parte del Movimiento Triple Auto-Reforma.
El 21 de junio de 1956, Nee apareció ante la Suprema Corte de Shangai. La reunión duró cinco horas. Durante la audiencia se anunció que había sido ex-comunicado por su propia iglesia, fue declarado culpable de todos los cargos y sentenciado a 15 años de prisión, con reforma mediante trabajos forzados, a partir del 12 de abril de 1952.
En prisión hasta el final
Todo prisionero que cumplía una sentencia podía designar un pariente para visitarlo. Así fue cómo después de un intervalo de cinco años, se le permitió a Pin-huei ir a verle. Las entrevistas, que eran supervisadas, se efectuaban en un salón, separados por una barrera de alambre tejido, y duraban media hora. Se podía renovar el permiso cada mes. Nee también podía enviar y recibir una carta por mes, la que era estrictamente censurada.
La celda de Nee medía 2,70 x 1,35 m. El único mueble era una plataforma de madera sobre el piso que servía de cama. La puerta daba a una galería de 0,70 m., con ventanas en la pared opuesta. Debido a los insectos se hacía difícil conciliar el sueño.
El día se dividía en ocho horas de trabajo, ocho de educación y ocho de descanso. La ropa era pobre, la comida escasa, la calefacción no existía. Nee recibió la misma reforma educativa que los prisioneros políticos. Escuchaban conferencias sobre política, actualidades y técnicas de producción. Más adelante, le mantuvieron ocupado traduciendo del inglés al chino libros científicos y artículos periodísticos de interés oficial.
En noviembre de 1952 se publicó su primer libro en inglés: La Vida Cristiana Normal, impreso en Bombay, India. Es poco probable que él se haya enterado de la amplia difusión que tuvieron sus mensajes fuera de China y de la bendición que produjeron.
Un prisionero extranjero de otro pabellón cuenta que Nee procuraba cantar todas las mañanas, antes de que comenzaran los altavoces, cuatro o cinco canciones que él había compuesto a partir de las Escrituras. Otros prisioneros que recobraron la libertad en 1958 decían que oían con frecuencia a Nee cantar himnos en su celda.
El hambre que arreció sobre el país a comienzos de los ’60 también llegó a las cárceles. En 1962, cuando dos débiles ancianos fueron puestos en libertad luego de cumplir sentencias de diez años, dijeron que Nee pesaba menos de 50 kilos. Un año y medio después estaba enfermo en el hospital de la cárcel padeciendo isquemia coronaria, y lo eximieron por un tiempo del trabajo manual.
En abril de 1967 se cumplieron los 15 años de la sentencia de Nee. Pero eso no significaba necesariamente su libertad. A menudo solían extender la condena a quienes no mostraban cambios en su manera de pensar. Por eso, quienes oraban por su liberación no estaban tan optimistas. En todo este tiempo, saquearon muchas veces el hogar de Pin-huei, revisando sus pertenencias, ridiculizando y destruyendo todo lo que era cristiano. Para ella fueron años muy difíciles.
En septiembre, los ancianos de la iglesia en Hong Kong recibieron una nota, al parecer de las autoridades de China, de que tanto Nee como su esposa podían ser rescatados y salir del país si se depositaba una suma considerable de dinero en la sucursal del Banco de China. Los creyentes reunieron muy pronto la cantidad y fue depositada. Sin embargo, a principios del año siguiente, recibieron la información de que la transacción no se haría. El dinero fue devuelto a sus donantes.
¿Qué sucedió? Muchos piensan que fue el mismo Nee quien no aceptó el rescate (Heb. 11:35). Tal vez haya pensado que al mantenerse en su actitud de cooperar con el gobierno ayudaría a formar una imagen de cristianos fieles, para disminuir la animosidad contra ellos. Tal vez haya preferido seguir en las manos de Dios, para experimentar más tarde el poder de su resurrección.
En mayo de 1968 un chino, que visitaba una capital occidental, pidió asilo. Allí contó a las autoridades que había sido un guardia de la cárcel de Shangai y que, mediante el testimonio de Nee, había encontrado a Jesucristo como su Salvador.
En enero de 1970, a la edad de 66 años, y después de 18 años en la cárcel, Nee fue transferido a una «cárcel abierta» o un campo de trabajos forzados en la campiña. Allí, o bien el clima no le vino bien o el trabajo que le dieron fue demasiado para él. La enfermedad cardíaca que le aquejaba se agravó, causándole muchas molestias. No obstante, ya vislumbraba el fin de la sentencia de 20 años, y las esperanzas de Pin-huei brotaron nuevamente.
Una tarde de 1971, ella estaba arreglando algo en su hogar, a donde quizá muy pronto llegaría su marido. Su subió sobre un banquito, perdió el equilibrio y cayó, fracturándose varias costillas. Es posible que haya sufrido un leve infarto. Pocos días después murió en el hospital.
Cuando Pin-cheng, la hermana de Pin-huei visitó a Nee en el campo de trabajo, lo encontró aparentemente bien, pese a la mala noticia. Pero en una de sus misivas a su sobrino, revela su verdadero estado: estaba deshecho. ¡Habían ansiado tanto su reunión en el próximo abril! No se sabe lo que haya ocurrido en el verano de 1972. El 12 de abril, Nee cumplió 20 años de prisión, cinco más de los que se publicaran en su sentencia.
Las autoridades habían aceptado dar libertad a Nee, con la condición de que debería vivir en un poblado pequeño –en ningún caso Shangai ni Fuchou– y siempre que la comunidad firmase un documento en que lo aceptase. Un sobrino de Nee alcanzó a hacer algunos trámites al respecto.
Seis semanas después estuvo en Anhwei. ¿Le habrá resultado demasiado penoso el viaje, o sufrió más privaciones? No tenemos más detalles. No sabemos si tuvo alguna compañía cristiana en sus últimos momentos. Todo lo que sabemos es que el 1° de junio de 1972, a los 68 años de edad, pasó a la presencia del Señor.
Sólo Pin-cheng fue informada de su muerte. Cuando acudió al lugar acompañada de una sobrina, ya el cuerpo de Nee había sido cremado. Ella tomó sus cenizas, y las dio a un sobrino, el cual las enterró, junto a las de su esposa. Un funcionario del campo, les mostró un papel que había descubierto debajo de la cabecera. Tenía escritas varias líneas con palabras de letras grandes, escritas con mano temblorosa. El papel decía: «Cristo es el Hijo de Dios, que murió para la redención de los pecadores y resucitó al tercer día. Esa es la mayor verdad del universo. Muero por causa de mi fe en Cristo. Watchman Nee».