Aguarda a Jehová; esfuérzate, y aliéntese tu corazón; sí, espera a Jehová”.
– Salmo 27:14.
La mente natural es siempre propensa a razonar, cuando deberíamos creer; y a estar trabajando, cuando deberíamos estar tranquilos; a seguir nuestro propio camino, cuando deberíamos caminar firmemente en los caminos de Dios, por más difíciles que sean para nuestra naturaleza humana.
Cuando me convertí por primera vez, podría haber dicho: “¿Qué daño puede haber en tomar algo del dinero que se ha reservado para el Fondo de Construcción del Orfanato? Dios finalmente bendecirá mi trabajo por los huérfanos, y entonces podré reponerlo”.
Sé que muchos cristianos razonarían así. Pero, ¿cómo funciona esto cuando confiamos en Dios, siguiendo nuestro propio camino? A menudo traemos culpabilidad sobre nuestra conciencia; pero si no, ciertamente debilitamos la fe, en lugar de aumentarla; y cada vez que tratamos de obrar una liberación por nuestra cuenta, encontramos más y más difícil confiar en Dios, hasta que al final cedemos completamente a nuestra razón natural caída, y prevalece la incredulidad.
¡Cuán diferente es la situación si uno espera el tiempo de Dios, y busca solo en Él ayuda y liberación! Cuando por fin llega la ayuda, después de mucho tiempo de oración, y después de mucho ejercicio de fe y paciencia, ¡cuán dulce es, y qué inmediata recompensa recibe el alma por confiar en Dios y esperar pacientemente su liberación!
Querido lector cristiano, si nunca has caminado por este sendero de obediencia, ¡hazlo ahora, y entonces conocerás por experiencia la dulzura del gozo!
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