¿Cuál ha de ser el papel de la iglesia en el mundo? El pueblo de Dios forma parte de una cultura diferente, más aún, de una contracultura que ha de expresar a Cristo.
Nosotros, los cristianos, hemos sido llamados a una vida diferente. Y esta vida diferente la podemos definir realmente como una cultura diferente; porque el reino de Dios es una contracultura. ¿Qué quiere decir eso? Una contracultura es la que va contra lo establecido. En realidad, no somos rebeldes, pero en cierto modo nos rebelamos contra lo que Satanás ha hecho en el mundo. Somos los rebeldes de Dios, en ese sentido, frente a Satanás.
Dos culturas
La cultura es un orden de vida. “La manera de vivir de una especie” es una definición simple del término ‘cultura’. Las Sagradas Escrituras plantean dos tipos de cultura: la que existe en la humanidad no regenerada y la que existe en la humanidad regenerada. Hay un versículo que yo creo que todos podemos repetir de memoria, en Romanos 5:19: “Porque así como por la desobediencia de un hombre los muchos fueron constituidos pecadores, así también por la obediencia de uno, los muchos serán constituidos justos”.
Aquí se habla de dos culturas. La primera es injusta: “por la desobediencia de uno”. ¿Cuántos fueron constituidos pecadores? Todos, todos quedamos expuestos a la ira de Dios, destituidos de la gloria de Dios. Pero, “por la obediencia de uno, los muchos serán constituidos justos”. La primera cultura es injusta, la segunda es justa. Es una definición sencilla, porque no tenemos que complicarnos con ella.
En el mundo hay dos tipos de personas: las que siguen a Dios y las que no lo siguen. Los que están en la luz y los que están en tinieblas. No hay términos medios. El que no ha sido regenerado es de una especie distinta. 2ª Corintios 5:17 define esto también de una manera muy especial. Pablo dice: “De modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura es”. Y ahí hay una definición muy clara: “Las cosas viejas pasaron, he aquí todas son hechas nuevas”. Ojalá que prestemos atención a esto que dice Pablo, porque es muy serio.
“Todas son hechas nuevas”. Y aquí es donde tenemos un problema a veces: Nosotros queremos cambiar ciertas cosas, las que nos gustan. Las que no nos gustan no las queremos cambiar. Pero el que está en Cristo es nueva creación de Dios; las cosas viejas quedaron atrás.
Tres tipos de actitudes
Hoy día en América Latina existen tres tipos de actitudes. Una es la conducta cristiana que equivale a hablar de la cultura del reino de Dios, de la calidad de vida, de la gloria de Dios. Nosotros repetimos mucho esta frase de la gloria de Dios, pero es importante saber a qué nos referimos cuando hablamos de gloria. Gloria tiene que ver con peso, con calidad, con valores. Cuando los discípulos, especialmente Juan, aunque incluyo a los demás, dice: “Y el Verbo se hizo carne, y habitó entre nosotros, y vimos su gloria –“Vimos”, dice, y no “vi”– gloria como del Unigénito del Padre, lleno de gracia y de verdad”.
“Vimos su gloria”. Esto me ha llamado mucho la atención, porque la declaración de Pablo en Efesios y en otras epístolas es que nosotros como iglesia del Señor tenemos que mostrar a las potestades, a los siglos venideros, las abundantes riquezas de Cristo, la gloria de Cristo. Dice “mostrar”, no “predicar”. No hablar, sino mostrar. ¿Qué vamos a mostrar? La gloria del Señor.
Pero, lamentablemente, hay otro tipo de actitud en mucha gente en la cultura cristiana. Aunque parezca raro, la cultura cristiana es el comportamiento de personas que se dicen cristianos, guardan ciertas formas, mantienen cierto estilo de vida moral; pero no son ni espirituales ni comprometidos con Dios.
América Latina se declara cristiana. Ustedes saben la historia. La mayoría de los países son de origen católico, y esta raíz hace que muchos se llamen cristianos. Pero también en el mundo no católico hay muchos que se llaman cristianos, pero no son espirituales ni comprometidos con Dios, porque la espiritualidad no se mide de la manera que a veces nosotros la queremos medir.
Quizás un ejemplo de esto podría ser lo que pasó con Sansón. Ustedes saben que él era un hombre que tenía dones, pero no era espiritual, y terminó mal. Había un hombre que no tenía tantos carismas pero era espiritual, como Nehemías. Un hombre seriamente espiritual. Tenemos varios hombres en la Escritura que tenían estas dos características.
Pero tenemos una iglesia a la cual Pablo le escribe. Les dice: “No puedo hablarles como a espirituales, sino como a carnales”. Pablo les estaba diciendo: “Ustedes son cristianos, pero tienen un comportamiento que es realmente reprobable”, y por eso los corrige.
Y existe la cultura post cristiana, el comportamiento de personas que no se consideran ateos, pero que viven sin tener en cuenta a Dios.
Nosotros estamos llamados a tener una conducta cristiana, y esta conducta cristiana nos lleva a vivir en una cultura diferente: en la cultura del reino de Dios. El peligro es llegar a formar un pueblo con una cultura cristiana sin una vivencia que le responda al Señor.
El Señor no quiere que nosotros le digamos ‘Sí’, como aquel hijo que dijo a su padre: “Sí, voy”, pero no fue. Es una actitud que no tiene compromiso. Yo creo que hoy día estamos viviendo en una cultura mundial que no tiene compromiso.
Nadie quiere comprometerse. Inclusive hoy día hasta el matrimonio está siendo cuestionado, porque la gente ya no quiere comprometerse en matrimonio. “Juntémonos, no más”. Ustedes saben que hay muchos países en el mundo que están haciendo esto. Y Chile no es una excepción.
Las personas que tienen una cultura cristiana se sienten bien porque se comparan con otras, y notan que son mejores. En la mayoría de los países protestantes hoy, se ha caído en una pobre expresión de lo que es el cristianismo. En Europa, es triste ver países que históricamente han sido protestantes, pero donde hoy día hay una mínima expresión de lo que esto significa.
¿Qué hacer para que no nos pase lo mismo? Yo creo que uno puede hacer un diagnóstico de lo que va aconteciendo, pero de repente uno se asusta y dice: ¿No será que con nuestra manera de ser vamos a llegar a lo mismo? Yo digo: Ojalá que no, que vayamos creciendo de gloria en gloria, para que lleguemos a ser la casa de Dios, lo que él quiere que seamos.
¿Y qué podemos aprender de los errores del pasado? ¿Creen ustedes que se aprende de los errores? Pablo, hablándoles a los corintios les dice justamente: “Miren, esto que está escrito es para que nosotros no repitamos la historia; el pizarrón de la historia ha sido elocuente para mostrarnos muchos errores que Dios no quiere que repitamos. Por eso están las Sagradas Escrituras; allí tenemos historias, narraciones, palabra de Dios, palabras de hombres, palabras del diablo, etc. Hay una narración histórica tan amplia y tan grande, que nosotros podemos sacar ejemplos muy efectivos para nuestra vida”.
¿Cómo mantener la llama profética dentro del ministerio de la iglesia? Qué importante es que la llama profética no se apague, sino que se mantenga viva, especialmente en esta hora de la historia, donde es importante que nosotros denunciemos, pero también anunciemos; denunciemos el mal, pero anunciemos el bien de Dios.
El ministerio profético tiene una función que es denunciar el mal. Estamos viviendo en una sociedad que necesita de repente escuchar una voz autorizada de parte de Dios que diga lo que no está yendo bien. ¿Por qué estoy diciendo esto? Porque la cultura del reino es la que emerge de una manera distinta a cualquier otra cultura.
La visión de Nabucodonosor
En Daniel 2:31-35 y 44-45, cuando se describe la visión que tuvo Nabucodonosor, realmente hay cosas interesantes. Aquí se da a conocer proféticamente la poderosa manifestación del reino de Dios en la tierra, el hecho de la venida del reino de Dios con Cristo Jesús, para manifestarse entre los hombres en medio de la historia. Cambia el curso de las cosas, pues Jesucristo venía para deshacer toda obra del diablo. Y esto es muy importante, hermanos. Lo que dice Daniel en la interpretación del sueño y la visión que tuvo Nabucodonosor es tremendamente importante.
Jesús nació como una piedra insignificante a los ojos de los hombres, pero esta piedra empezó a rodar, y cuando llegó a la imagen la destruyó completamente. Daniel dice que esta piedra dio con ímpetu sobre la imagen, y la desmenuzó. ¿Saben lo que es desmenuzar? Hacer polvo algo. Dice que fue como las eras en verano, cuando corre el viento y se lleva todo lo que está suelto. Así sucedió con la visión: la piedra dio contra la imagen destruyendo todo, desde los pies hasta la cabeza. ¿Qué me dice esto a mí? Que cuando Cristo vino, él no venía para hacer un arreglo con nosotros. ¿Se acuerdan cuando se habla del vestido nuevo y el parche viejo, o el vestido viejo y el parche nuevo, y el vino nuevo y el odre viejo? Todo eso nos habla de que Jesús no venía a hacer un “arreglito”; él venía para hacer todo nuevo. Se encontró con un mundo terrible, pero para él no era problema, porque él vino a deshacer aquello que había destruido al ser humano.
Ahora, cuando alguien viene a Cristo, tiene que tener una experiencia totalmente profunda con el Señor para que se produzca de una vez el cambio que el Señor espera, porque somos llamados a su reino. No somos llamados a una religión. No somos llamados a una institución; somos llamados al reino de Dios que la iglesia está representando en la tierra. Y esto tiene que ser con calidad, con profundidad; por eso se habla de la gloria de Dios. Porque cuando Cristo nos transforma: “De modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura es”.
Qué tremendo es cuando Isaías nos dice: “Un niño nos es nacido, un hijo nos es dado, y el principado sobre su hombro”. El principado sobre su hombro. El hombre le entregó el cetro a Satanás, pero Jesús viene y se lo arrebata. Pablo dice a los Efesios que al Padre le agradó reunir todo en Cristo, para poner bajo su mando todo lo que hay en los cielos y en la tierra; reunir todo en Cristo, en el cumplimiento de los tiempos. ¡Gracias a Dios que el cumplimiento de los tiempos está en Jesús!
Cuando él vino anunciando el reino de Dios dijo: “¡Atención, les traigo una buena noticia: el tiempo se ha cumplido; aquí está el cumplimiento de los tiempos. Yo estoy aquí. El tiempo se ha cumplido y el reino de Dios se ha acercado. Arrepentíos y creed en el evangelio!”. ¡Qué anuncio tremendo! La gente no lo entendió mucho, pero el mundo espiritual sí lo entendió. Era como que Jesús le decía al enemigo: “Te llegó la hora. Se acabó. Yo llegué aquí. Ahora viene la piedra que va a destruir la imagen y va a arrancar todo aquello que hizo mal a la humanidad”. ¡Bendito sea el nombre del Señor!
Es preciso que él reine
1 Corintios 15:24-28: “Luego el fin, cuando entregue el reino al Dios y Padre, cuando haya suprimido todo dominio, toda autoridad y potencia. Porque preciso es que él reine hasta que haya puesto a todos sus enemigos debajo de sus pies. Y el postrer enemigo que será destruido es la muerte.
Porque todas las cosas las sujetó debajo de sus pies. Y cuando dice que todas las cosas han sido sujetadas a él, claramente se exceptúa aquel que sujetó a él todas las cosas. Pero luego que todas las cosas le estén sujetas, entonces también el Hijo mismo se sujetará al que le sujetó a él todas las cosas, para que Dios sea todo en todos”.
Es preciso que él reine, pero que reine a la manera del Rey. Nosotros sabemos que hoy hay reyes, pero que no gobiernan; son figuras decorativas. Uno va a Europa y ve varios reyes, visita los palacios, ve el cambio de la guardia; por ahí le toca la suerte de ver al rey, pero son figuras decorativas. Es lindo para los países tenerlos, pero ya no tienen ninguna influencia clara en el gobierno. Pero este Rey, nuestro Rey, él sí gobierna. Él es el gobierno. Y es preciso que él reine, hasta que todos sus enemigos estén debajo de sus pies. ¡Que tremendo es esto! Yo no sé cómo va a ser, pero, ¿sabes?, va a ser.
La cultura del reino no puede hacerse efectiva hasta que el señorío de Cristo sea real en la vida de los hombres. Esto acontecerá en el tiempo y en la historia a través de la iglesia, el único agente que el reino de Dios tiene en la tierra. Nosotros representamos el gobierno del Señor. Para decirlo de una manera bien atrevida, debemos ser una extensión de la deidad en la tierra, igual que Jesús. Los discípulos testimoniaron y dijeron: “Vimos su gloria”. ¿Gloria de quién? “…del Unigénito del Padre, lleno de gracia y de verdad”. En este sentido, estaban diciendo los discípulos: “Vimos los atributos de Dios”. La palabra gloria, otra vez lo repito, tiene que ver con peso, con calidad, con los atributos del Señor, aquellos atributos que él puede compartir con nosotros, los atributos morales de Dios.
Entonces, es igual que decir que Jesús fue una contracultura andando; todo lo que hizo y dijo fue una extensión del Padre. “El que me ha visto a mí, ha visto al Padre”. Parecía pretencioso eso, pero era así. A veces yo digo: ¿Qué quiso decir Jesús con eso? Cuando nos preguntan a nosotros: “¿Y dónde está tu Señor?”, ¿sería muy pretencioso decir: “El que me ha visto a mí, ha visto a Cristo”? “Un momento, hermano, usted se está yendo muy lejos”. Y, si no es así –hago otra pregunta–, ¿para qué estamos en la tierra? Si la gente no va a ver a Cristo en mí y en ti, ¿qué hacemos aquí en la tierra?
Yo creo que el Señor quiere reflejarse en nosotros. Por eso vivimos en una cultura diferente, hermanos: porque el Señor Jesús vino a establecer un modo de vivir diferente, no una religión. Él vino a establecer la vida de Dios en la tierra, y la estableció con sus hechos y sus palabras. Él era lo que hacía, y decía lo que era. ¡Bendito es el Señor!
Hermanos, Jesús dijo así a los discípulos: “Así como me envió el Padre, yo os envío a vosotros”. El Padre lo envió con una misión: “Represéntame en la tierra, da a conocer mi vida, da a conocer mis hechos, mi corazón”. “Así como me envió el Padre, yo los envío a ustedes, de la misma manera”.
Tenemos que convertirnos de verdad en el pueblo de Dios, hermanos, en el mismo sentido que Cristo fue la expresión cultural del Padre sobre la tierra, y es lo que dice Pedro en su primera epístola: Que nosotros somos nación santa, pueblo adquirido por Dios, para anunciar las virtudes de aquel que nos llamó de las tinieblas a su luz admirable; nosotros que en otro tiempo no éramos pueblo, pero que ahora somos pueblo de Dios.
Hermanos, no éramos pueblo; ahora somos. ¿De qué nos habla la figura de pueblo? Nos habla de modelo, de ejemplo, de luz. La luz no grita; simplemente alumbra. Somos pueblo de Dios.
La prioridad máxima que surge de la cultura del reino es la necesidad de predicar a Cristo, quien es el representante primordial del gobierno de Dios. Por otro lado, hermanos, nuestra actuación constante debe partir de la base de la cultura del reino de Dios, y esto nos pondrá en constante tensión, porque nunca estaremos en acuerdo total con los que no están en esta cultura. Nos aceptarán cuando hablemos de cierta manera, y nos odiarán cuando lo hagamos de otra forma.
Vienen días difíciles
Les quiero anunciar esto, proféticamente: Vamos caminando hacia días en que muchos rechazarán lo que nosotros decimos. No crean ustedes que el mundo nos va a aplaudir y nos va a tocar la espalda. Llega la hora en que lo que Cristo dijo se va a cumplir también: muchos nos aborrecerán por causa de su nombre. Porque el anuncio del gobierno de Dios se va haciendo cada vez más distante de lo que el mundo está haciendo.
Las leyes, las constituciones políticas, están siendo construidas en base a un humanismo secular, tan lejos de Dios, que luego nos vamos a constituir antilegales. Y ya ustedes saben cómo va siendo esto en nuestro país. No vamos a poder llamar al pecado, pecado, porque vamos a estar contra la ley. Pero, ¿esto callará nuestra boca, nos hará disminuir nuestra misión? Hermanos, vivimos una cultura diferente. Y un profeta de Dios no se permite el lujo de apaciguar a todo el mundo; su tarea es hablar en nombre de Dios.
Somos un pueblo diferente
Hermanos, no estamos aquí en la tierra para pasar el tiempo, para tener lindas reuniones, para tener lindos encuentros solamente. Esto es parte del entrenamiento nuestro; pero mañana, pasado, los días que vienen, tenemos que mostrarle al mundo que somos un pueblo diferente, para gloria de Dios, y la gloria de Dios llenará la tierra. ¿Cómo? A través de tu vida, de mi vida, si es que somos la expresión de Dios. Será la tierra llena de la gloria de Dios. Yo siempre pensaba así: ¿Cómo será eso de que la tierra será llena de la gloria de Dios? Ahora me doy cuenta de que la gloria de Dios está representada en Cristo en mí, en todos los redimidos por la sangre de Cristo. De verdad la tierra va a ser llena de la gloria del Señor. ¡Bendito sea su nombre! A él sea la gloria por los siglos de los siglos. Amén.