Marcos fue el instrumento que Dios escogió para escribir el evangelio más breve y sencillo, en que Jesús es retratado como el Siervo de Dios. ¿Por qué Dios escogió a este hombre para este importante retrato?
Los cuatro evangelios nos muestran cuatro aspectos diferentes de la persona de nuestro Señor. Mateo lo muestra como el Rey, Lucas como el Hombre perfecto, Juan como el Hijo de Dios, y Marcos como el Siervo. En Apocalipsis 4:7 se le representa, respectivamente, como león, como hombre, como águila y como buey.
En el evangelio de Marcos, el Señor es el Siervo que, como un animal de carga, el más común, el más dócil –el buey– vino para servir y para dar su vida en rescate por muchos. Así que, en esta búsqueda de un perfil de Jesús como el Siervo de Dios, modelo de todos los que anhelan servir al Señor, iremos al evangelio de Marcos.
El vaso que el Señor usó
Pero antes, veamos qué vaso utilizó Dios para darnos este precioso relato de nuestro Señor. Mientras Mateo y Juan formaban parte del selecto grupo de los doce apóstoles, y Lucas era un médico culto, conocedor de la prestigiosa cultura griega, el evangelista Marcos tiene una figura muy poco consistente.
En efecto, desde su primera aparición en las páginas bíblicas lo hallamos en circunstancias poco felices. Primeramente, lo vemos huyendo desnudo del Getsemaní para no ser aprehendido por los soldados (Mr.14:51-52); luego lo vemos desertando de la comitiva apostólica en Panfilia (Hechos 13:14), y más adelante lo encontramos siendo motivo de disputa entre Pablo y Bernabé hasta provocar su separación (Hechos 15:37-40). Pablo, el gran apóstol de Dios, llegó a desechar a Marcos por desertor.
El hermano Christian Chen, en su libro “Transformados a imagen de Cristo, el Siervo de Dios”, refiere que uno de los padres de la Iglesia llamó a Marcos “el hombre del dedo mutilado”, en alusión a una conocida costumbre romana. Cuando los jóvenes no querían ir a la guerra se mutilaban un dedo para eximirse de la obligación. Este apodo es, en verdad, una cosa bastante triste para un siervo de Dios.
Los estudiosos de la Biblia coinciden en que Marcos recabó del apóstol Pedro la información para escribir su evangelio. Esto, a simple vista resulta bastante creíble. La imagen que nos muestra Marcos del Señor es muy íntima, como la de alguien que estuvo cerca, que vivió el día a día con el Señor. Marcos no estuvo todo ese tiempo tan cerca, pero Pedro sí. Aún más, el estilo directo y sencillo de Marcos refleja el carácter de Pedro.
Pedro y Marcos –o Marcos y Pedro–, entonces, nos muestran al Señor en éste, el más breve y ágil de los evangelios. Y ambos tuvieron un historial con más de alguna tacha. Marcos desertó, Pedro negó al Señor. Ambos cargaban con una historia de derrotas. Ambos conforman lo que en términos humanos podría denominarse una pareja para olvidar. Sin embargo, el Señor no los olvidó. Así como se acordó de Pedro poco después de que éste le negara (Marcos 16:7), se acordó también de Marcos. Seguramente vio sus lágrimas, y conoció el dolor de su corazón.
Dios aquí también –como suele hacerlo– escogió lo vil, lo que no es, lo menospreciado, para mostrar las abundantes riquezas de su gracia. Dios escogió a un desertor y a un discípulo desleal para mostrar la imagen más cercana, más humilde, más tierna y compasiva del Señor.
Finalmente, después de estas dolorosas experiencias, Marcos llegó a ser un hombre usado por Dios, y respetado por los apóstoles. Pablo mismo daría órdenes de que se le recibiera en Colosas (Col. 4:10), y reconoce que le es útil para el ministerio (2ª Timoteo 4:11). Pedro dice de él: “Marcos, mi hijo” (1 Ped.5:13). Sin embargo, la prueba más concluyente de su aprobación es que Dios le haya escogido para retratar a su amado Hijo.
El Siervo sin par
Veamos algunos rasgos de este retrato que nos ilustran acerca del precioso carácter del Siervo de Dios, para inspiración y ejemplo de todos los que esperan seguir sus pisadas. Espigaremos aquí y allá algunos aspectos y frases que no aparecen en ninguno de los otros evangelios, y que desgranan su hermosura.
1. Marcos comienza su evangelio sin genealogía. Mientras Mateo y Lucas trazan la genealogía humana del Señor, Juan traza su genealogía divina. Una genealogía es como un currículum, una relación de antecedentes, algo propio de gente meritoria. Pero, ¿cómo podría tenerla un siervo? Un esclavo no tiene pasados ilustres que exhibir.
2. A diferencia de los otros evangelios, en que a Jesús se le llama 73 veces ‘Señor’ en éste nunca es tratado así (excepto en 7:28, que tiene una acepción común). Él es, simplemente, Jesús, el siervo.
3. La comida de este Siervo era el pan, el alimento más sencillo, el único que está en todas las casas, y también en la casa de Pedro, el pescador, en Capernaum (Marcos 3:20). Esa expresión “ni aun podían comer pan” brilla por su modestia y sencillez.
4. Los hermanos y familiares de Jesús lo buscaban para llevarle a Nazaret, porque decían: “Está fuera de sí” (Marcos 3:21). Juan en su evangelio muestra la hostilidad familiar de modo más suave: “Porque ni aun sus hermanos creían en él”. Pero no era sólo que no creían en él: era considerado un loco para su propia familia. ¿Habrá una humillación más grande, una ofensa más cruel?
5. Marcos nos dice que Jesús es “el carpintero” (6:3). Mateo y Lucas nos dicen, en cambio, que era el “hijo del carpintero”. Ambas cosas son correctas, pero evidentemente es distinto decir una cosa que otra. Usted puede ser hijo de un labrador, pero usted mismo, gracias a su esfuerzo, puede haber llegado a ser ahora una persona muy importante. Jesús no era sólo el hijo del carpintero, sino él mismo era un carpintero. Él mismo había tomado las herramientas, y había construido con sus manos casas para que habitaran los hombres.
6. Después de una larga jornada, los discípulos estaban cansados. Entonces, el Señor les dice: “Venid vosotros aparte a un lugar desierto, y descansad un poco” (6:31). Él comprendía el cansancio de ellos, porque él mismo se cansaba; él conocía perfectamente nuestra humana fragilidad, porque él también era un hombre.
Este precioso rasgo del Señor se expresa también en la siguiente frase: “Y viéndoles remar con gran fatiga … vino a ellos andando sobre el mar”. (6:48). Desde lejos, vio de nuevo su cansancio y fue a ellos para ayudarles.
7. En 7:34 y 8:12 se nos dice que el Señor Jesús gimió en su espíritu. Esos gemidos, más que las palabras, expresaban el profundo dolor –indecible dolor– del Dios encarnado por las miserias del hombre. Tanto el dolor por el pobre sordomudo como por los endurecidos fariseos le tocaba profundamente, conmoviendo sus entrañas.
8. En la ciudad de Betsaida ocurrió en hecho memorable en la historia humana (8:22-26). Le trajeron un ciego para que lo sanara. Él, tomándolo de la mano lo llevó por toda la aldea y lo sacó fuera para sanarlo. Jesús no sintió ningún recelo en ser lazarillo de un pobre ciego necesitado. No le encargó a otros que lo llevaran; él mismo lo hizo. El mismo Dios encarnado, solícito por el hombre, camina de la mano con la fragilidad encarnada, uniendo los dos extremos más distantes del Universo.
9. En cierta ocasión, el Señor dijo: “¡Cuán difícilmente entrarán en el reino de Dios los que tienen riquezas!” (10:23). Los discípulos se desconcertaron por su palabras. Entonces él les volvió a decir: “¡Cuán difícilmente les es entrar en el reino de Dios, a los que confían en las riquezas!” (v.24). Esta segunda frase aclara el sentido de la primera, casi como corrigiéndose un poco. ¡Qué débil parece ser, casi como expuesto a equivocarse!
10. En el episodio del joven rico, Marcos dice que Jesús, “mirándole, le amó” (10:21). ¿Cómo no amar también a este joven, si él amaba a todos? También amó a ese que, en su torpeza, se había esforzado a su manera por agradar a Dios, y se creía tan justo.
Aprendamos de él
He aquí el Siervo de Dios. El ejemplo mayor, el modelo perfecto de lo que un siervo de Dios es. Mirémosle a él y aprenderemos las claves de un verdadero siervo y de un genuino servicio.
Que el Señor extienda hasta nosotros su misericordia.