Cuando la nube se alzaba del tabernáculo, los hijos de Israel se movían”.

– Éx. 40:36.

Así como todo el hablar de Dios para su pueblo en aquellos días antiguos venía de entre los querubines de gloria, toda su forma de conducirlo adelante se daba por medio de esta misma gloria. La gloria de Dios aparecía en la nube de día, y en la columna de fuego por la noche, y por medio de ella, el pueblo se movía.

Para nosotros, también, toda revelación de la voluntad de Dios procede de su gloria. Si descubrimos la gloria de Dios en relación con Cualquier asunto en particular, percibiremos bien pronto la dirección de Dios en relación con aquello.

Si tú me preguntas: “¿Es ésta la voluntad de Dios o es aquélla?”, respondo con otra pregunta: “¿La gloria de Dios descansa allí?”. Si podemos discernir esto, no necesitaremos esperar más, pues la propia gloria divina expresa la voluntad de Dios. La dirección de Dios es algo que sencillamente corresponde a su gloria. En el lugar donde reposa la gloria de Dios, no hay necesidad de averiguar el camino.

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