Aquel, pues, que os suministra el Espíritu, y hace maravillas entre vosotros, ¿lo hace por las obras de la ley, o por el oír con fe? Así Abraham creyó a Dios, y le fue contado por justicia».

– Gál. 3:5-6.

En este pasaje, Pablo presenta el ejemplo de Abraham. Ejemplo en cuanto a la fe, pero más estrictamente, y antes que eso, ejemplo en el oír a Dios. Romanos 10:17 nos dice que «la fe es por el oír», de manera que la fe de Abraham –y de todos los creyentes– procede del oír, del oír la palabra de Dios.

«Así Abraham creyó a Dios» dice Gálatas. ¿Cómo «así»? Para entenderlo, debemos unir esta frase con la última del versículo anterior: «por el oír con fe». Entonces, ¿cómo creyó Abraham? La Escritura misma nos da la respuesta:«Por el oír con fe».

Si revisamos el pasaje referido por Pablo, que se encuentra en Génesis 15, nos damos cuenta que Dios habló a Abraham tocante a su descendencia cuando éste aún no tenía hijos. Le llevó a mirar las estrellas, y le dijo: «Así será tu descendencia». Y el relato agrega: «Y creyó a Jehová, y le fue contado por justicia» (Gén. 15:6).

Algunas Biblias traducen aquí «y creyó en Jehová», como si el asunto se tratase de creer en la existencia de Dios, en vez que en su palabra. Pero aquí se trata de creer lo que Dios dijo. La existencia de Dios no está en juego aquí. ¿Es Dios creíble?

A esta altura, Abraham conocía a Dios, y él creyó la promesa – aunque su esposa era estéril. Creyó que él llegaría a tener una descendencia incontable como las estrellas del cielo. ¡Es una fe asombrosa, sin duda! Pero, ¿cómo llegó a tenerla? Pablo nos dice: «Por el oír con fe».

Esta clase de «oír» no es atribuible al hombre, sin embargo. La Escritura nos dice que el oír es por la palabra de Dios (Rom. 10:17). Es decir, el hablar de Dios tiene tal fuerza, y produce tal impacto en el hombre, que éste no puede menos que oír, y consecuentemente, creer. Todo en definitiva depende, y es generado, por el hablar de Dios.

En el pasaje de Gálatas 3, Pablo nos recuerda a Abraham, para confirmar que la fe de Abraham le fue contada por justicia, y que en el evangelio, todo lo recibimos por la fe. Somos hijos de Abraham en cuanto a la fe. Por tanto, necesitamos creer.

Pero el problema es: ¿Cómo podemos llegar a tener la fe de Abraham, para reclamar las promesas de Dios, y recibirlas? Para tener la fe de Abraham es preciso oír como Abraham. ¿Cómo oímos nosotros a Dios?

Las palabras de Dios están en la Biblia, y muchas veces él nos ha hablado a través de ella. Sin embargo, podemos oír con el corazón, como también con la mente simplemente. Exponerse –es decir, «estar dispuesto para»– al hablar de Dios es absolutamente necesario para llegar a oír y a creer a la manera de Abraham. Dejemos que las palabras de Dios nos rodeen, nos impregnen, nos saturen; que rompan cual martillo la sordera de nuestro corazón, y entonces seremos verdaderos hijos de Abraham.

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