En las Escrituras, el 13 es el número del presagio malo, rebelión y apostasía, lo cual es indicado en su primera mención. «Doce años habían servido a Quedorlaomer, y en el decimotercero se rebelaron» (Gn. 14:4). Doce es el número de la perfección gubernamental, y trece es el de la resistencia al gobierno. Desde este pasaje, y a través de todas las Escrituras, el número 13 señala la rebelión, el pecado y la decadencia.
Génesis 17:25 dice que Ismael fue circuncidado a los 13 años de edad, y en Génesis 16:12 se predice que había de ser un hombre fiero: su mano contra todos, y las manos de todos contra él. Ismael no era el heredero prometido, sino parte de la prometida multiplicación de Abraham.
Los descendientes de los 12 hijos de Ismael constituyen la raza o nación arábiga. Han vivido en medio de otras naciones, reteniendo su libertad hasta el día de hoy (Gn. 16:12). Verdaderamente la mano de todo hombre está contra ellos. Egipto trató de conquistarlos, pero no pudo. Ellos no querían reconocer el gobierno de Alejandro el Grande, y él murió antes de hacer los preparativos para conquistarlos. Pompeyo, el general romano, lo probó y fracasó. Napoleón tampoco pudo sojuzgarlos.
Ismael era hijo de una sierva, y Pablo dice que es un tipo del que es nacido según la carne (Gá. 4:22-31). Aquí hay otra rebelión, entre Ismael e Isaac, tipos de la carne y del Espíritu. La carne no puede ser reformada, y Dios nos exhorta a despojarnos de la carne y crucificarla (Col. 3:9, 10; Gá. 5:24).
Si alguien quiere investigar sobre la apostasía concentrada, debe leer Génesis 10:25-30. Joctán era el decimotercer hijo de Sem, y tuvo trece hijos, todos nombrados en este pasaje. Se dice que la gematría del nombre Joctán es 169 (13×13), y el de los nombres de sus hijos juntamente es 2756, o sea 212 veces 13.
Salomón comenzó bien, pero apostató al ir tras los ídolos de sus esposas (1 R. 11:4-13). La consecuencia de esto se ve en el hecho de que ocupó 13 años en construir su casa, y sólo siete en construir el templo (1 R. 6:1, 38; 7:1).
Ya hemos mencionado a Abimelec, el decimotercer gobernador del libro de Jueces. Veinte reyes gobernaron sobre Judá; siete de ellos buenos y 13 apóstatas. En el libro de Ester, la fecha que Naamán puso para el exterminio de los judíos fue el 13 del duodécimo mes en el año 13 de Asuero.
Desde el principio hasta el fin, la historia de Israel registra rebelión contra Dios. Había 13 tribus, incluyendo Efraín, Manasés y Leví (tribu sacerdotal). Israel vivía en apostasía, pero aunque había 13 tribus, no hay una lista registrada de más de 12, aunque no siempre la misma lista de 12 nombres (doce, el número de gobierno).
Deuteronomio 14:7-19, la ley de la dieta, prohíbe 26 artículos de comida (2×13). Judas, el libro 26 del Nuevo Testamento, describe el corazón apóstata. El Apocalipsis señala 13 veces a Satanás como el gran rebelde. La levadura, tipo del mal, se menciona 13 veces en el Nuevo Testamento. El valle del hijo de Hinom, que significa «lamentación» se menciona 13 veces. Pablo recibió 39 azotes (3×13) (2ª Corintios 11:24). En el aposento alto había 13, pero cuando salió Judas quedaron 12 reunidos en amor. El discípulo Judas, el decimotercero, no era realmente uno de ellos.
Palabras mencionadas 13 veces en el Nuevo Testamento: dianoia: entendimiento; empaidzo: burlarse; klepto: hurtar. En el Antiguo Testamento: chaneph: hipócrita; meshuba: apostasía.
Casi todos los nombres de Satanás tienen una gematría de un múltiplo de 13: «dragón» (975: 75×13); «tentador» (1053: 81×13); «Belial» (78: 6×13); «homicida» (1820 (140×13); «serpiente» (780: 60×13); «llamado el diablo y Satanás» (2197: 13x13x13).
«Jesús de Nazaret», pronunciado en burla en la crucifixión, da una gematría de 2197 (13x13x13). Cristo, el Inocente, llevaba sobre sí las rebeliones concentradas del mundo, y Satanás quería bajarlo de la cruz. No estamos de acuerdo con los que describen al enemigo riéndose a carcajadas y deleitándose al ver a Cristo crucificado. Él es conocedor de las Escrituras y bien sabía que Jesucristo moría en la cruz para salvar a la raza de Adán. De hecho, Satanás fue el que inspiró el grito: «A otros salvó; a sí mismo no se puede salvar». Si Cristo hubiera aceptado este desafío de última hora, de bajarse de la cruz y no terminar su obra redentora, no habría para nosotros salvación.
Tomado de «Manual de Interpretación Bíblica», E. Hartill.