Algunas claves para la restauración ejemplificadas en las vidas de Benjamín y Samuel.
Lecturas: Génesis 35:18; 43:29-30; 1 Samuel 1:15, 20; 3:1-4.
Hay tres cosas acerca de las cuales se hace muy necesario que poseamos suficiente claridad y certeza. Quiero señalarlas en forma breve y concisa, sin extenderme en comentarios excesivos.
La primera es que Dios nunca renuncia a su decisión original de traer a Su pueblo a la plenitud espiritual. La segunda es que, si su pueblo, en general, se aparta de Su intención, él levanta vasos y ministerios para realzar poderosamente esa intención, con el fin de, hasta donde sea posible, recuperar a su pueblo para la misma. Y la tercera, es que esos vasos y ministerios tienen una historia distintiva y particular bajo Su mano. Ellos están, de una forma especial, gobernados por el propósito para el cual han sido levantados.
Hay dos factores subsidiarios conectados con lo anterior. Uno de ellos es que tales vasos y ministerios no deben compararse ni juzgarse a sí mismos por otros estándares, ministerios, o cosas que el Señor pueda estar haciendo. Tampoco deberían ser juzgados por otros. Dios está tratando con ellos de una manera particular, para un propósito particular, lo cual no quiere decir que son más importantes que otros; pero, es un hecho el que son llamados a una obra particular.
El otro factor, dado que el propósito de Dios es corporativo, está en que el aspecto corporativo gobernará al instrumento al cual Él levanta. Es muy importante recordar esto. Ahora, esto significa que cada individuo, dentro de los límites de este ministerio y sus objetivos, estará él mismo gobernado por la ley corporativa.
Cada individuo será parte de algo mucho mayor que él mismo, de un todo corporativo, y, por consiguiente experimentará relacionado con otros sus experiencias bajo la mano de Dios. No será algo simplemente personal y privado. Quisiera que ustedes pudieran recordar y seguir esta idea hasta el final. Pero, por ahora, sólo buscaremos la ayuda que podamos hallar en aquellos dos personajes de quienes hemos leído al principio: Benjamín y Samuel.
Rasgos comunes a Benjamín y Samuel
Es posible reconocer varios rasgos comunes en Benjamín y Samuel. Primero, ambos fueron ‘hijos’ de un modo bien particular. Benjamín se distinguía entre sus hermanos, y, como podemos leer, José se ocupó especialmente de él, tal como el padre de Benjamín lo había hecho antes. Él tenía una particular y distinta relación con su padre y con sus hermanos. Lo mismo sucedía con Samuel. La filiación de Samuel fue distintiva, de una clase diferente a la de otros. Pero no nos detendremos en ello; tan sólo destacamos el hecho.
Un segundo rasgo en común, es que ambos habían nacido de una aflicción especial. Raquel murió al dar a luz a Benjamín, y lo llamó Benoni, «hijo de mi tristeza», o sea, nacido de la tristeza. Y nosotros conocemos bien la extrema aflicción de Ana, su prueba, su tristeza y sus «dolores de parto» en relación a Samuel.
Luego, los dos emergieron de un estado de muerte. Esto queda muy claro con Benjamín. Raquel murió; Benjamín vino a la vida a través de su muerte. Samuel tenía un trasfondo de muerte, porque esa era la condición de Ana; un simple reflejo del estado espiritual del pueblo de Dios. Pero de aquel sepulcro, y de aquella muerte, nació Samuel
Lo repetimos otra vez, ambos llegaron en un momento de declinación espiritual. En los días de Benjamín, sus hermanos –de hecho la familia entera, a excepción de José– estaban en un estado espiritual muy pobre. La venta de José y todo su mal proceder en aquel asunto develan un estado de mucha pobreza en los hijos de Israel. Y sabemos bien en qué condición se encontraba el pueblo de Dios en los días de Samuel. No se necesita un mayor comentario.
También, ambos representaban un momento crucial y decisivo. Benjamín fue claramente el punto de inflexión en toda esta maravillosa historia. Todo el asunto cambió de rumbo en «el pequeño Benjamín». La venida de los hermanos a José en Egipto y el reencuentro de José con su hermano menor, fueron el punto de inflexión. Obsérvelo otra vez. Y cuán verdadero es esto mismo con respecto a Samuel. Él fue un punto de inflexión en Israel; muchas cosas cambiaron con él.
Una historia peculiar bajo la mano de Dios
Bien, en los dos personajes se cristalizó un vaso como aquel del que hablamos al principio. Un vaso por cuyo intermedio Dios se introduce en un estado de ruina espiritual, para traer a la luz su propio pensamiento, y, hasta donde sea posible, recuperar a su pueblo para Sí. Tal vaso tendrá una historia bien particular bajo las manos de Dios, y esa es precisamente la historia que quiero tocar aquí.
1) Un principio bien definido
Presentar esto es sencillo; pero no es tan sencillo cuando usted debe experimentarlo. En primer lugar, este vaso tiene que empezar por el principio. Cuando el Señor tuvo que actuar en aquel tiempo, no lo hizo a través de un hombre maduro y con mucha historia. Fue a través de Benjamín, el menor (usted puede llamarlo un bebé) entre sus hermanos. Y con Samuel, él llegó tan atrás como el instante mismo de su nacimiento.
En esta dispensación, el vaso que va a sacar a luz el pensamiento pleno de Dios, y recuperarlo hasta donde sea posible, tendrá que ser traído hacia atrás de la tradición, hacia atrás de una larga historia, hacia atrás de lo mucho que ha sido construido y ha llegado a ser comúnmente aceptado. Tendrá que ser traído hacia atrás, para empezar desde el principio. Puede que haya tenido una vida cristiana, y una educación cristiana; y puede ser que tenga tras sí una buena cantidad de cristianismo; pero entonces sobrevendrá una crisis y parecerá como si antes no hubiera habido nada en absoluto.
Éste es el principio: ¡Ahora volvemos a empezar desde cero! Debe haber un principio bien definido que no sea simplemente lo que sobró de la historia anterior, un pobre resabio de la forma y el formalismo previos, sino algo superlativamente mayor, como si nunca antes hubiera habido cristiandad. ¡Es un quiebre en la historia! Tendrá que ser así con semejante vaso: así que, si usted no está preparado para que el Señor haga con usted algo que convierta todo lo que sea menos que Su pleno pensamiento en nada, y lo traiga a un lugar donde pueda saber que todo lo demás es nada comparado con lo que él le revela y le hace conocer, para hacerle participar de ello –si usted no está preparado para una obra semejante– no puede ser ese vaso, o formar parte de ese vaso, en las manos del Señor.
Debe ser así. Y cuando digo esto, estoy hablando en verdad de la experiencia de muchos. Han llegado a un punto en el cual han comprendido que todo su pasado cristiano es casi como nada comparado con aquello que el Señor ha hecho ahora irrumpir sobre ellos. Es como iniciar, con una nueva concepción, todo de nuevo –algunos han dicho una nueva Biblia– comenzando allí donde todo tiene su comienzo.
2) Una diferencia
Lo segundo es que tales instrumentos no deben formar parte de la situación espiritual existente. Cuán separados estaban Ana y Samuel de la situación imperante. Lo que fuera que se hubiese establecido en Israel, Ana no era parte de ello. Ella estaba en rebeldía contra ello y en un ‘trabajo de parto’ por causa de ello, porque era diferente. En cuanto a Samuel, es perfectamente claro que él estaba aparte. Lo mismo es verdad con respecto a Benjamín. Había algo distinto. Él no era uno de aquellos hermanos, de esos diez hermanos. Había una diferencia. Yo lo menciono, y usted píenselo: Si es que vamos a ser útiles al Señor en cualquier propósito superior de Su corazón, no formaremos parte de aquello que se contenta y satisface con algo menor, y ciertamente no seremos parte de aquello que es contrario a Su mente. Debe ser diferente con nosotros.
3) La voz del Señor conocida personalmente
Lo tercero, es que esos vasos tienen que conocer la voz del Señor por sí mismos. Eso se ve muy claro en Samuel. Reconocer la voz del Señor por sí mismo fue esencial para su futuro ministerio. Él podría haber sido ayudado a reconocerla, pero tenía que aprender por sí mismo. El Señor nunca vino a Elí y le dijo lo que quería que Samuel supiera. Él vino al mismo Samuel, y allí, desde el comienzo, Samuel tuvo que aprender a reconocer, discernir y entender la voz del Señor para él, directa y personalmente – ¡y cuán importante es eso!
Eso puede explicar gran parte de la obra del Señor con nosotros; con algunos de ustedes. ¿Por qué está tratando el Señor con usted de esa forma, y por qué usted obtiene tan poca ayuda de otras personas en sus problemas más profundos? El Señor está buscando hacer que lo conozca personalmente y de primera mano; no para hacerlo independiente, sino para hacerlo útil. Eso es muy importante.
La necesidad de fidelidad
Aún más, el instrumento tiene que ser fiel, a pesar de que pueda parecer presuntuoso ante otros. Naturalmente, parecería muy presuntuoso de parte del pequeño Samuel, el niño Samuel, ir a Elí y señalarle en qué estaba errado. El Señor no comisionó a Samuel para que fuera y reprendiese a quien era mayor que él; pero, cuando Elí lo presionó al respecto –’¿Qué es lo que el Señor te ha dicho? No lo escondas de mí’– y, por así decirlo, lo puso entre la espada y la pared, Samuel comprendió que debía ser fiel. Debía hacer a un lado otras consideraciones; incluso esto, que podía parecerle una cosa presuntuosa de su parte, para decirle al anciano Elí todo lo que estaba mal con respecto a él y su casa, y con respecto a la nación. A veces somos llamados a ser fieles, aun cuando ello parezca ser una presunción, cual si estuviésemos corrigiendo a las personas. Esto debe hacerse con espíritu de mansedumbre, pero, como el Apóstol dice, con toda fidelidad. Un vaso semejante debe ser fiel, ese es el punto: fiel a lo que el Señor ha dicho y ha mostrado.
Y a medida que avanzamos, las dificultades parecen aumentar y volverse más agudas. En el caso de Samuel, lo siguiente era que él debía hacer lo que los extraños caminos de Dios demandaban, aunque su propio corazón se rebelase contra ello. Estoy pensando en Saúl. El corazón de Samuel se resistía a ungir como rey a Saúl. Él sabía por qué el pueblo había propuesto a Saúl; sabía que ellos estaban desechando el gobierno del Señor, al tener un rey a la usanza de las naciones. Su corazón se rebelaba, pero el Señor dijo, ‘¡Hazlo!’. En efecto, ‘Confía en Mi sabiduría; yo sé lo que estoy haciendo; ¡tú hazlo!’.
A menudo la fidelidad al Señor requiere que hagamos cosas, conforme a órdenes soberanas de Dios con las cuales naturalmente no estamos de acuerdo. Eso significa presionar las cosas hasta casi el límite, pero así ocurre a veces. El Señor tomó ese extraño camino. Él dijo a Samuel: «…porque no te han desechado a ti, sino a mí me han desechado…» (1 Sam. 8:7); ‘No obstante, tienes que ir y ungir a ese hombre’; y, con toda su alma sublevándose dentro suyo, Samuel tuvo que hacer las cosas que demandaban los extraños caminos de Dios.
Un ministerio de oración
Ahora, analizar y aplicar esto requeriría mucho tiempo. Pero, ¿a qué estamos llegando? Estamos llegando al asunto final e inclusivo con Samuel. Todo el ministerio de su vida se cumplió a través de la oración. El Señor señaló a Samuel como uno de los dos que eventualmente podrían prevalecer ante él: «Si Moisés y Samuel se pusieran delante de mí, no estaría mi voluntad con este pueblo» (Jeremías 15:1). Si alguien puede prevalecer contra Dios es Samuel; y ustedes conocen la vida de Samuel: Qué vida de oración era y cómo el pueblo tomó nota de ello. «No ceses de clamar por nosotros a Jehová nuestro Dios» (1 Sam. 7:8). «Así que, lejos sea de mí que peque yo contra Jehová cesando de rogar por vosotros» (1 Sam. 12:23).
Su ministerio era principalmente un ministerio de oración, lo que significaba que él debía tener un espacio con Dios tan completo y absoluto, como para que sus propios razonamientos no entraran, ni sus propios sentimientos, ni nada de sí mismo. Él estaba allí con Dios, y aunque Dios le decía que hiciera cosas que le parecían ciertamente contrarias a su propio buen juicio, él obedecía. Él sabía que funcionaría. Él no podía entender por qué el Señor estaba haciéndolo: podía ser un desastre, parecía ser una contradicción; pero él obedecía. Nosotros no podemos tener poder con Dios, a menos que él nos traiga a un lugar semejante.
Una singular historia corporativa
Me gustaría decir mucho más sobre esto, pero quiero cerrar con un énfasis adicional sobre el punto que he tocado más arriba: a saber, el carácter del vaso colectivo y corporativo que Dios podría levantar con el propósito de restaurar entre su pueblo Su propio pensamiento pleno, en lo que respecta a ellos y en lo que respecta a Su Hijo. Un vaso tal, establecido y gobernado por el principio corporativo, tendrá una singular historia corporativa. Y hay algo diferente en relación con tal obra, ministerio y propósito.
En el rango completo de Su propósito soberano de traernos al conocimiento de Cristo, o a un entendimiento más pleno de él, Dios levanta y usa muchos medios y ministerios particulares. Pueden ser predicadores y lugares de predicación destacados. Él ha hecho esto, y aún está haciéndolo. O puede ser un ministerio para la profundización de la vida espiritual, que recibirá dones especiales para ello. Existen muchos otros aspectos particulares de la actividad de Dios hacia Su único fin, y cada uno ha de ser reconocido, honrado, y respetado. Nosotros estamos aquí interesados en uno de éstos, y nuestro punto es que cada uno de ellos será tratado por Dios de una manera específica y esencial para su función particular y su propósito en el todo. Este ministerio del cual estamos hablando es diferente de muchos otros, y siendo así, será tratado por Dios de una manera específica.
Un don, un ministerio y un lugar de predicación, tienen un propósito particular, pero eso no significa que conducirán necesariamente a una expresión orgánica y corporativa de Cristo; pues, aunque los materiales para la Casa de Dios se reúnan y preparen, ello no siempre implica que un organismo de carácter verdaderamente relacional, como el mencionado arriba, sea traído a la vida. Lo mismo puede decirse de un ministerio de conferencias, o de un ministerio para profundizar la vida espiritual de los cristianos individuales.
Cuando el Señor se ocupa de este factor corporativo, como ciertamente lo hace, él trata con ese vaso y ministerio de una manera particular; y su historia es diferente. El relacionamiento es un factor muy importante en la plenitud espiritual. La dependencia de unos a otros es un factor gravitante en el crecimiento espiritual. Nosotros vamos a aprender mucho más, y a alcanzar mucha más plenitud en Cristo de una manera relacional que como meros individuos, aún bajo el mejor de los ministerio. Créalo de verdad; porque es muy cierto.
Por consiguiente, el Señor trata con aquéllos que constituyen ese vaso no sólo como individuos. Se demanda de ellos, de cada uno de ellos, tomar esta actitud: «Dios está tratando conmigo en relación con un número de personas, las cuales constituyen para él, en su totalidad, un vaso con un propósito particular, y la única explicación de Sus tratos conmigo es ese principio relacional. Porque, ¡Si yo mirara sólo por lo mío, no tendría muchas de las experiencias que tengo, y, si siguiera mi propio camino, me alejaría de todas estas personas en cuanto pudiera, y seguiría adelante por mi cuenta, y conocería al Señor por mí mismo, sin todo este asunto del relacionamiento! Tomar un curso semejante sería perder la meta principal que Dios persigue. Usted simplemente se extraviaría de aquello que esta más cerca del corazón de Dios: Porque para un propósito corporativo Él debe tener un instrumento corporativo; así que él trata con nosotros sobre la base del relacionamiento (y todo está en relación). Por consiguiente, en este ámbito el enemigo pondrá su objetivo principal en el quiebre de la comunión.
No tome sus pruebas y experiencias difíciles, sus aflicciones, como algo meramente personal. Pablo fue muy enfático y claro sobre este principio. «(Yo) … cumplo … lo que falta de las aflicciones de Cristo por su cuerpo, que es la iglesia» (Col. 1:24). Él pudo haberlo puesto de otra forma y decir: ‘Los sufrimientos que han venido sobre mí no son mis sufrimientos personales en relación a mi propia vida y crecimiento espiritual. Lo que yo estoy pasando no es sólo una cosa individual y aislada, por la cual Dios quiera traerme personal y exclusivamente a alguna mayor plenitud de mi vida espiritual. Pero, está relacionada con la totalidad de Su cuerpo’.
Crea eso, y le ayudará, porque somos parte de una cosa más grande, que sirve a un propósito más alto que el que nosotros como individuos, sin importar cuánto conozcamos al Señor, pudiéramos servir. Para el Señor es muchísimo más valioso tener un vaso orgánico, con una mayor plenitud de Cristo, que tener cierto número de individuos separados que avanzan con él. Así que, con los tales él trata de una forma particular y única. Y ellos tienen experiencias diferentes bajo Su mano.
Póngase en el lugar de Benjamín, en la historia que gira en torno a su padre, a José y todos sus hermanos, juntos como una familia albergada por el propósito del Señor. Pero, era una familia quebrada, una familia en declinación espiritual. Estaba en un mal camino. Dios había llamado a esa familia a través de Abraham para que representara Su pleno pensamiento entre las naciones, y ahora había llegado a ese punto. ¿Cómo podría ser reunida en la tierra de Gosén, de que forma podría ser constituida como un Israel espiritual? El ‘pequeño Benjamín’ es la clave.
Pero observe sus experiencias. Cuando por fin, ante la insistencia de José, ellos lo arrancan del corazón de su padre y lo traen – ¡entonces José los despidió y retuvo a Benjamín! – Póngase en el lugar de Benjamín. Él estaba pasando por un tiempo realmente difícil. ¡Y cuando la copa de José fue hallada en el saco de Benjamín! – José, siguiendo con su actuación, envió a su mensajero detrás de ellos, diciendo que había perdido su copa – ¡y él la había hecho poner en forma deliberada en ese saco! Para Benjamín, ésta es una Providencia extraña, éstos son caminos misteriosos. Todo parece estar contra él. Podría haber dicho: ‘Yo no soy responsable de esto, todo está en mi contra, estoy metido en una trampa’. Así que regresó rodeado de sombras. Ese muchacho estaba pasando por un tiempo difícil, porque él era el eslabón.
Samuel, asimismo, no tuvo un pasar fácil. Fue algo bien diferente. No podemos aquí analizarlo a fondo. Pero ésta es la especial naturaleza de un vaso que habrá de llenar una necesidad específica, y este es el tipo particular de historia que cada parte de este instrumento corporativo tendrá, distinta de cualquier otra. Así que nosotros no podemos juzgar a otros, ni podemos juzgar nuestra propia posición en la luz que otros poseen; y, también, otros no deben juzgarnos. Sólo el mismo Señor sabe lo que está haciendo.
«A Witness and A Testimony», 1962, Vol. 40-3.