La dimensión presente y la dimensión futura de la iglesia.
A los ojos del Señor, la iglesia tiene dos posiciones: con respecto a su vida, la iglesia es el cuerpo de Cristo, pero en cuanto a su futuro, ella es la esposa de Cristo. Con respecto a la unidad de Cristo y la iglesia, la iglesia es su cuerpo; en cuanto a la estrecha relación entre Cristo y la iglesia, la iglesia es su esposa.
En cualquier lugar que la Palabra de Dios habla de la unidad entre Cristo y la iglesia, vemos a Cristo como la cabeza y la iglesia como su cuerpo. En cualquier lugar que la Palabra acusa diferencia entre Cristo y la iglesia, vemos a la iglesia como esposa de Cristo.
A Adán y Eva se les dijo, en efecto, que los dos serían «una sola carne», pero no obstante eran dos personas; Dios siguió considerándoles como dos. Adán siguió siendo Adán y Eva siendo Eva. Ellos eran dos que se unieron para ser uno. Tal es la relación entre la iglesia y Cristo. Uno se convirtió en dos, y dos se convirtieron en uno.
Cuando Dios creó al hombre, lo creó como hombre y mujer. Eva nació de Adán, así es que ella y Adán eran uno. Igualmente la iglesia nace de Cristo; por eso la iglesia y Cristo también son uno. Pero a pesar de que Adán y Eva existían al mismo tiempo, entre ellos había una diferencia: respecto a la unidad eran uno, pero por lo que respecta a la pluralidad, se distinguían el uno del otro. Estas dos diferentes posiciones guardan relación con la diferencia en el tiempo. Hoy la iglesia es el cuerpo de Cristo, sin embargo, en el futuro será la esposa de Cristo. Hoy la iglesia es el cuerpo de Cristo a fin de que por medio de ella se manifieste la vida de Cristo. Sin embargo, el día que la iglesia haya madurado en vida, Dios conducirá la iglesia a Cristo, y entonces se convertirá en la esposa de Cristo.
Hay personas que creen que hoy día la iglesia ya es la esposa de Cristo, pero esto es incorrecto. Tal cosa no puede ser. Si el Señor Jesús todavía no es el esposo, ¿cómo es posible que la iglesia ya pueda ser su esposa? No, solo el día en que la obra de la iglesia como cuerpo de Cristo sea consumada, entonces Dios presentará la iglesia a Cristo y se convertirá en su esposa.
Si nosotros contemplamos el simbolismo de Génesis 2, también podemos ver la relación entre el cuerpo y la esposa. Eva tuvo su origen en la costilla de Adán, de este modo fue cuerpo de Adán. Si para crear a Eva se utilizó una porción del cuerpo de Adán, entonces la posición de ella era la del cuerpo de Adán. Pero una vez que Eva estuvo formada, Dios la trajo a Adán, y entonces se convirtió en la esposa de Adán. Esta es la relación entre el cuerpo y la esposa. Cuando se hace referencia a que Eva nació de Adán, entonces esto significa que ella es cuerpo de Adán; en cambio, cuando Eva fue presentada a Adán y se convirtió en su ayuda idónea, esto quiere decir que se convirtió en la esposa de Adán. Lo que salió del cuerpo de Adán es el cuerpo de Adán, y lo que fue presentado a Adán es su esposa.
Solo lo que procedía de Adán podía ser la ayuda idónea de Adán. Lo que no procedía de Adán jamás podría ser su ayuda idónea. De ahí que cuando le fueron presentadas todas las aves del cielo Adán no tomó ninguna de ellas como ayuda idónea, pues ellas no procedían de él. Y cuando compareció ante él todo el ganado, tampoco Adán tomó a ninguno, porque tampoco ninguno procedía de él. Lo mismo sucedió con los demás animales. Su procedencia no era correcta. Si todo aquello no procedía de Adán, no podía ser su ayuda idónea. Entonces, ¿qué es lo que podía ser la ayuda idónea de Adán? ¡Eva! También Eva fue traída ante Adán lo mismo que lo fueron las aves del cielo, los animales del campo y el ganado, pero entre Eva y ellos existía una diferencia fundamental: aquellos no procedían de Adán.
Si Eva es lo único que procedía de Adán, esto es lo único que calificaba para poder ser la esposa de Adán. Ella salió de él y regresó a él. Lo que salió de él es su cuerpo; lo que se le devolvió es su esposa. Solo lo que sale de Cristo puede regresar a Cristo. Lo que no viene de Cristo jamás puede regresar a Cristo. Lo que no viene de Cristo jamás puede volver a Cristo. Solo lo que viene del cielo puede volver al cielo. Si nosotros no hemos venido del cielo, no estaremos en condiciones de regresar allí. El hogar es el lugar de nuestra procedencia. Cuando decimos que hemos ido a casa, estamos diciendo que hemos regresado al lugar de donde habíamos venido. Solamente lo que ha venido del cielo puede regresar al cielo. Solo lo que vino de Adán podía regresar a Adán. Adán solo pudo aceptar aquello que era de él mismo.
Esto es un símbolo que muestra que Cristo solo aceptará lo que proviene de él mismo. Solo aquellos que proceden de Cristo pueden volver a él. Solo aquellos que reciben su vida pueden ser aceptados por él.
Hay personas que piensan que deben poner a disposición del Señor todo lo que tienen y son. Pero Dios no puede aceptar nada de lo que le ofrece una fuente humana. Dios no puede aceptar o utilizar nada que provenga del hombre mismo. Entre los cristianos — particularmente entre los fervientes – se comete una falta grave. Se cree que ofreciendo al Señor todo lo que tienen, incluyendo sus capacidades y talentos ya todo está en orden. Sin embargo, tenemos que pensar en esto: que Cristo solo aceptará lo que proviene de él mismo. Él no acepta nada de lo que proviene del hombre. Tal vez tú digas: ¿Pero es que no hubo un Pablo entre los apóstoles? ¿No era muy instruido? ¿No era un hombre de gran inteligencia? Aquí no deberíamos olvidar las palabras que Pablo habló de sí mismo: «Pues me propuse no saber entre vosotros cosa alguno sino a Jesucristo, y a éste crucificado. Y estuve entre vosotros con debilidad, y mucho temor y temblor; y ni mi palabra ni mi predicación fue con palabras persuasivas de humana sabiduría, sino con demostración del Espíritu y de poder…» (1ª Corintios2:2-4).
Nosotros damos gracias a Dios porque en la iglesia puede haber hombres inteligentes y elocuentes, pero la inteligencia de origen natural y la elocuencia de origen natural, en la iglesia no tienen ningún valor espiritual. En la iglesia sólo una cosa es aceptable: aquello que proviene de Cristo. Sólo lo que viene de Cristo puede volver a Cristo.
El material con que debe ser edificada esta esposa, es Cristo mismo.
Nosotros tenemos que fijarnos sobre todo en una cosa: sólo lo que viene de Cristo tiene alguna clase de valor o utilidad espiritual en la iglesia. Dios jamás utiliza la vieja creación para levantar la nueva creación. De igual manera, Dios nunca utiliza algo que proviene del hombre para erigir aquello que es de Dios. Nosotros nunca podemos aprovechar cosas de la carne para producir cosas espirituales. El Señor Jesús nos dijo: «Lo que es nacido del Espíritu, Espíritu es».
¿Es posible que algo nacido de la carne pueda convertirse en Espíritu? ¡No! «Lo que es nacido de la carne, carne es».
Todos los asuntos están relacionados con el tema de la procedencia. Si nosotros queremos saber si el resultado será espiritual, sólo tenemos que preguntar si el origen es espiritual. El Señor Jesús dijo:
«Lo que es nacido del Espíritu, Espíritu es».Nosotros no podemos utilizar nada de la carne para con ello producir algo espiritual. El mensaje que brota del intelecto no produce más que conocimientos. La obra realizada estimulando las emociones sólo puede dar lugar a actos emotivos.
Sólo una obra hecha con el Espíritu puede producir Espíritu.
Aquí no se trata de si la meta o la intención son correctas, sino del punto de partida. El hombre siempre piensa que si el objetivo está bien todo lo demás también está bien. Pero Dios no sólo pregunta si el objetivo está bien, él también pregunta como hacéis las cosas. Tal vez alguno diga: «Yo soy del Señor, y la obra que hago es para la iglesia» – sea una obra de salvar almas, alguna labor espiritual o una obra para extender el reino de Dios – «he puesto en ello todas las capacidades e inteligencia, ¿no va a ser bueno?». Con todo, aquí también vale decir: las capacidades naturales y la inteligencia del hombre – aquello que todavía no ha sido tratado por la cruz – no tiene ninguna utilidad espiritual. El Señor dijo: «Lo que es nacido de la carne, carne es».
Por eso no basta perseguir una meta espiritual, sino que el desarrollo (el proceso) también tiene que ser del Espíritu. El método tiene que proceder del Espíritu, pero también el hombre mismo tiene que proceder del Espíritu. Sólo lo que procede del Espíritu Santo puede ser espiritual. Sólo lo que salió de Adán pudo volver a Adán. Primeramente tuvo que ser cuerpo de Adán, y sólo después pudo llegar a ser esposa de Adán. Así también nosotros: primeramente tenemos que ser el cuerpo de Cristo y entonces podremos regresar a Cristo como esposa.
Creemos que en este asunto estamos tocando la realidad espiritual.
Lo que él exige es esto: que todo provenga de Cristo, que todo haya nacido del Espíritu. Por lo tanto todo cristiano tiene que anhelar la vida del cuerpo. Si nosotros no buscamos la vida del cuerpo (de Cristo) tampoco podemos aspirar a la vida de la esposa. No creáis que no tenga importancia el que experimentemos o no la vida del cuerpo, en el futuro también tendremos la vida de la esposa. ¿Vivimos hoy vagamente y sin meta? Entonces jamás llegaremos a conocer la vida de la esposa.
Todo cristiano tiene que conocer el cuerpo de Cristo. A los ojos de Dios, el cuerpo de Cristo es aquello a lo cual debemos aspirar.
No podemos vivir simplemente como individuos. Tenemos que andar juntamente con otros hijos de Dios. Un cristiano tiene que ver que él es simplemente un miembro de todo el cuerpo. El no es únicamente un cristiano entre muchos otros: él también es un miembro. Como miembro, él tiene que vivir con muchos otros cristianos teniendo hacia ellos una reciprocidad basada en una relación del cuerpo. Cuando nosotros conozcamos la vida del cuerpo nos daremos cuenta que un cristiano verdaderamente no puede vivir un sólo día sin el Señor Jesús, ni tampoco puede vivir un sólo día sin los demás cristianos. Sin el Señor Jesús no puede existir. Dios quiere un cuerpo, no un montón de cristianos sueltos y aislados. Lo que Dios desea es una Eva completa; no una mano aquí y un pie allá. El tiene que lograr una Eva como un ser completo, sólo así le será de utilidad. Él no puede servirse de una que sea incompleta. Él quiere un nuevo ser, un ser colectivo.
Por este motivo tiene que desaparecer todo lo que sea desunión e individualismo. Esto de estar separados no es simplemente algo externo; es un problema de nuestro corazón (un problema de base).
Martín Lutero decía: «El Papa más grande no vive en Roma, sino en nuestro propio corazón». Nosotros tenemos que reconocer que nuestro mayor obstáculo para la voluntad de Dios no son las separaciones externas, sino nosotros mismos, estas personas aisladas que no conocemos la vida del cuerpo. Sobre este punto tenemos necesidad de dos revelaciones diferentes:
1° Tenemos que ver que el cuerpo es uno.
2° Tengo que ver que yo soy una parte de él (yo soy un miembro de ese cuerpo). Cuando hemos reconocido que el cuerpo es uno, nunca más seremos divisionarios. Cuando nosotros reconocemos que como miembros sólo somos una parte de todo el cuerpo, nunca más nos atreveremos a justificarnos a nosotros mismos, ni pensaremos que como miembros sueltos podríamos ser una unidad en sí. Sólo el conjunto de todo el cuerpo puede representar una unidad. Como miembros sueltos, nosotros somos demasiado pequeños, demasiado insignificantes.
¡Oh, que el Señor se digne librarnos de nuestro individualismo!
Cristo ama a la Iglesia
Ahora vamos a leer Efesios 5:28-29. «Así también los maridos deben amar a sus mujeres como a sus mismos cuerpos. El que ama a su mujer a sí mismo se ama. Porque nadie aborreció jamás a su propia carne sino que la sustenta y la cuida, como también Cristo a la iglesia».
¿Por qué los maridos deben amar a sus mujeres? Porque amar a sus mujeres significa que ellos aman sus propios cuerpos. Las personas siempre sustentan y cuidan su cuerpo, y Cristo hace exactamente lo mismo cuando sustenta y cuida a su iglesia. A los ojos de Cristo la iglesia es su propio cuerpo, hueso de sus huesos y carne de su carne.
Estos versículos nos muestran que la iglesia es el cuerpo de Cristo y que hoy Su tarea para con la iglesia consiste en sustentarla y cuidarla, pues la iglesia es él mismo. Puesto que nosotros, todos hemos nacido de Cristo, ciertamente él nos sustentará y cuidará. Nosotros sabemos cuán bien nos sustentamos y cuidamos a nosotros mismos. De igual manera Cristo nos sustentará y nos cuidará. Que nadie aborreció jamás a su propia carne, esto es un hecho. Cuando un hombre normal se lastime una mano entonces trata esa mano con mucho cuidado. Si se ha herido un pie, entonces cuida mucho de él. Las personas se alimentan y se cuidan en todo momento. Así también Cristo ama a la iglesia, porque la iglesia es él mismo.
Leamos Efesios 5:25-27: «Maridos amad a vuestras mujeres así como Cristo amó a la iglesia y se entregó a sí mismo por ella para santificarla, habiéndola purificado en el lavamiento del agua por la palabra, a fin de presentársela a sí mismo, una iglesia gloriosa, que no tuviese mancha ni arruga ni cosa semejante, sino que fuese santa y sin mancha…».
Estos tres versículos hablan de la iglesia como la esposa de Cristo. Las palabras «a fin de presentarse a sí mismo una iglesia gloriosa»,nos traen ante los ojos la escena de cuando Dios presentó a Eva y Adán. De la misma manera Cristo tomará la iglesia y se la presentará a sí mismo. Sin embargo, esta «presentación» todavía está en el futuro. Hoy día la iglesia todavía no ha alcanzado esta posición. Hoy Cristo obra en la iglesia paso a paso hasta que llegue el día en que pueda presentársela a sí mismo., En otras palabras, estos versículos 25-27 hablan del camino que va desde la Salvación hasta el reino de Dios. Paso a paso ahora la iglesia está siendo preparada de manera que en aquel día Cristo pueda presentársela a sí mismo.
¿Por qué aquí dice: «habiéndola purificado»? Porque ahora estamos en Efesios 5 y no en Génesis 2. La más grande revelación de Dios en cuanto a la iglesia la hallamos en la epístola a los Efesios. Lo extraordinario de esta epístola es que ella no empieza con la salvación de los pecadores, sino que nosotros fuimos elegidos en la eternidad «antes de la fundación del mundo».
Romanos 1 habla primero del pecado, de la manera en que nosotros pecábamos y como fuimos salvados. En cambio Efesios 1 comienza por la eternidad y muestra como nosotros fuimos elegidos antes ya de la fundación del mundo. Sólo en el capítulo 2 llega a mencionarse el asunto del pecado. La epístola a los Efesios revela dos líneas: una se extiende desde la eternidad hasta la eternidad; la otra, desde la caída del hombre hasta su salvación.
En la epístola a los Efesios se nos revela algo grandioso. Allí vemos como la iglesia nace de Cristo, como ella fue elegida antes de la fundación del mundo, y como en la eternidad ella manifestará la gloria de Cristo por los siglos de los siglos. Pero al mismo tiempo la epístola también nos muestra que la caída del hombre es un hecho, que el hombre peca también es un hecho, y finalmente que la presencia de nuestra vida natural es otro hecho. Por eso en el capítulo 5 dice que Cristo nos va a purificar por el lavamiento del agua por la Palabra hasta que seamos santificados. Él quiere restaurarnos hasta que estemos a la altura de la voluntad eterna de Dios.
Por otra parte tenemos que aprender a reconocer que nosotros no somos más que un grupo de pecadores que fuimos salvados por gracia y que tenemos necesidad del «lavamiento del agua por la Palabra».
Necesitamos su vida mediante su palabra; esto nos santifica y nos restaura al más alto grado. ¡Que el Señor nos conceda su gracia para que podamos alcanzar este grado!