El libro de Rut transcurre en el tiempo de los Jueces, época de oscuridad y confusión espiritual . El relato nos ubica en la aldea de Belén (que significa ‘casa del pan’), en tierra de Judá (‘Dios sea alabado’), en un tiempo de hambre en Israel. Elimelec es un varón de aquella tierra. Su esposa se llama Noemí, y sus hijos, uno, Mahlón (que significa ‘enfermedad’), y otro Quelión (‘dolor, desfallecimiento, fatiga, depresión’). Los nombres de los hijos indican el estado espiritual de su padre Elimelec.

Dios había dicho que nunca escasearía el pan en la tierra de Israel (Dt. 28); sin embargo, he aquí que el hambre había llegado. ¿Por qué sucedía eso? ¿Había fallado Dios? No; Dios había dicho también que el hambre sería una de las consecuencias del apartarse de él.

El registro bíblico nos dice que este hombre Elimelec, huyendo del hambre, se fue de Belén a tierra de Moab. ¿Era esto lo que Dios esperaba de un verdadero israelita? No ciertamente. Elimelec debió humillarse bajo la mano de Dios, aceptar su disciplina, y esperar que de Dios viniera la vindicación. Sin embargo, él abandonó la ‘casa del pan’ y se fue a tierra enemiga.

En Deuteronomio 23:3-8 se nos muestra la condición de Moab delante de Dios. Ellos eran enemigos de Israel. No podían entrar en la congregación de Israel ni siquiera en la décima generación, por cuanto habían sido hostiles a Israel, intentando que Balaam los maldijera. Sin embargo, todo esto no fue impedimento para Elimelec. El hambre en Israel significaba que los juicios de Dios estaban cayendo sobre la nación apóstata. ¿Por qué no consultar a Dios antes de moverse? ¿Por qué no humillarse ante Dios para que Su mano se aliviara sobre ellos? En vez de humillarse en su tierra y vivir la disciplina –si está el Señor todavía hay esperanza– Elimelec se fue a Moab.

Como era de esperarse, él fracasó en esta osada aventura. Fue a Moab en busca de bienestar, pero encontró la muerte; no solo él, sino también sus hijos. El luto cayó sobre toda su casa. ¡Oh, las consecuencias de la desobediencia! Muchos hijos de Dios, cuando están bajo la disciplina de Dios, en vez de humillarse, se van al mundo. Y allí continúan de mal en peor. Si no hay verdadera humillación, los hijos morirán allí.

Ahora bien, cuando Noemí, la esposa de Elimelec, quedó vacía de marido e hijos, decidió volver a Belén. Allí, en una actitud que la honra, da testimonio ante sus antiguos vecinos, acerca de lo que le ha sucedido. Noemí significa ‘placentera’, pero ella reconoce que Dios la ha afligido, y que por tanto mejor debiera llamarse Mara (‘amarga’). Así, ella se humilla delante de Dios.

Cuando Dios da testimonio contra alguien, lo más sabio es aceptarlo, y reconocer que Dios le ha humillado. Cuando Noemí reconoce su pecado, Dios le levanta la cabeza, y la consuela de su dolor. La actitud de Elimelec y la actitud de Noemí son dos formas de reaccionar ante la disciplina de Dios.

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