En los primeros dos capítulos del evangelio de Lucas se narran las sobrenaturales circunstancias en que nacieron dos niños. Para quienes les conocieron en su pequeñez, eran aparentemente solo dos niños; sin embargo, detrás de ellos estaba la expectación de miles de años, la atención de innumerables profecías antiguas, y, aún más, la realización en el mundo del propósito eterno de Dios.
Ellos eran parientes en cuanto a la carne; sin embargo, eran muy diferentes en dignidad. Uno era un niño escogido; el otro era un Niño especial. Sin embargo, en su nacimiento, el niño escogido estuvo rodeado de mayor honra humana que el Niño especial. El inferior nació con mayor dignidad que el mayor.
La madre del que era mayor –tan joven– no tenía el rango de la anciana madre del menor. (Ésta era descendiente de Aarón, la familia de los sacerdotes). Su padre según la carne era un rústico carpintero, no un respetado sacerdote que podía ministrar en el templo. Su ciudad no era la metrópoli –Jerusalén–, sino una aldea oscura de Galilea.
Fue la joven madre, luego que hubo concebido, quien corrió a encontrarse con la anciana en aquella ciudad de la montaña. La mayor fue a la menor. Poco antes de nacer su Niño, ella tuvo que caminar muchos kilómetros para ir a su ciudad ancestral. Y aunque Belén era una aldea tan querida, cuando su Niño nació, ninguna casa se abrió para ella.
Sin embargo, la dignidad que no encontraron esa joven doncella y su Niño en la tierra se la concedió Dios desde los cielos. Fue sobre la joven que descendió el Espíritu Santo para engendrar en ella al Niño, y no sobre la anciana. Luego, fue a la llegada de María a casa de la anciana que ésta fue llena del Espíritu Santo, y su criatura saltó en su vientre. Más tarde, fue la joven quien recibió a los pastores con su relato de ángeles, y quien recibió a aquellos sabios de oriente con regalos para su Niño.
Por último, cuando el padre de aquel otro niño recobró el habla, fue de este Niño de quien habló primero, no de su hijo, reconociendo que el hijo menor era el mayor, no solo mayor que su hijo, sino mayor que él mismo, y mayor que todos los hombres, aunque todavía era un pequeño Niño.
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