Porque el reino de los cielos es semejante a un hombre, padre de familia, que salió por la mañana a contratar obreros para su viña. Y habiendo convenido con los obreros en un denario al día, los envió a su viña. Saliendo cerca de la hora tercera, vio a otros que estaban en la plaza desocupados; y les dijo: Id también vosotros a mi viña, y os daré lo que sea justo. Y ellos fueron. Salió otra vez cerca de las horas sexta y novena, e hizo lo mismo. Y saliendo cerca de la hora undécima…».
– Mateo 20:1-6.
La hora undécima es la penúltima hora del día, porque los hebreos dividían el día en doce horas desde el amanecer hasta el ocaso. Entonces, aquí quedaba una hora para que concluyera el día laboral, y a esa hora, el dueño de la viña «halló a otros que estaban desocupados; y les dijo: ¿Por qué estáis aquí todo el día desocupados?». En el relato, la palabra desocupados aparece tres veces. ¿Qué significa esto, espiritualmente hablando?
La viña representa la obra de Dios. Ahora, si nosotros estamos fuera de la viña, estamos desocupados. ¿Cómo considera Dios nuestra vida fuera de la viña? No importa cuántas cosas hagamos para nosotros mismos, cuántos planes desarrollemos, cuánta riqueza acumulemos. Para Dios, este es un tiempo desocupado, sin provecho, sin fruto. Es un tiempo que no cuenta, no existe.
La viña del Señor es el ámbito de nuestro trabajo. Es en ella donde podemos invertir el tiempo y ser hallados útiles, ocupados, dando fruto. Eso no significa que tengamos que dejar todas nuestras ocupaciones terrenales para dedicarnos a la obra del Señor a tiempo completo. No. Significa, simplemente, estar en el lugar que Dios quiere, haciendo realmente lo que él quiere que hagamos.
¿Estás tú, hermano, en el lugar preciso? ¿O estás fuera de la viña? Tal vez consideres que estás haciendo mucha obra para Dios, pero aun así, podrías estar fuera. Recuerda que es Su viña, no la nuestra; son Sus labores, no nuestras labores.
En la vida de todos los siervos de Dios, cuando estamos muy afanados o muy desgastados sirviendo al Señor, llega un momento en que nos agobiamos. Y entonces nos preguntamos: «¿Estoy realmente haciendo la obra de Dios?». Y esa pregunta puede traer un gran remezón y aun un descalabro en nuestra vida. Todo lo que hagamos fuera de la viña será tiempo perdido, será labor inútil, será obra sin valor para Dios.
En esta parábola, ese día de doce horas desde la mañana hasta la tarde, representa para nosotros toda nuestra vida. Tal vez estemos en la hora undécima, y falte solo una hora para que se cierre la puerta. ¿Estamos fuera, desocupados, haciendo muchas cosas para nosotros mismos? ¿Estamos realmente sirviendo en la viña del Señor? ¿Cómo estamos ocupando nuestros días?
Nos conviene orar como Moisés oraba: «Enséñanos de tal modo a contar nuestros días, que traigamos al corazón sabiduría» (Salmo 90:12).
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