¡Cuántas veces quise juntar a tus hijos, como la gallina junta sus polluelos debajo de las alas, y no quisiste!
– Mateo 23:37.
Debajo de tus alas me refugio:
Jesús, debajo de tus alas vengo.
Soy uno más de aquellos que han cojeado,
vagando lejos de tus amplias alas.
¡Recíbeme por gracia, Cristo amado,
el Padre por mi nombre me ha llamado!
¡Oh cuánto, cuánto tiempo he resistido
luchando con mi terca rebeldía!
Debajo de tus alas me refugio,
y vengo, mi Señor, con las heridas
que el mundo sobre el alma me ha dejado.
Yo vengo con el alma encadenada,
yo vengo con las huellas del pecado;
cual signo de la muerte, por mi cuerpo,
mi rostro manifiesta el desencanto.
¡Debajo de tus alas me refugio!
¡Arrúllame, Jesús, Hijo del Padre,
que el Padre me ha mostrado en ti su gloria!
La tierna cobertura me ha amparado
debajo de tus alas que me abrigan.
¡Yo sé, Jesús, que no he quedado afuera!
¡Debajo de tus alas me aseguro!