Así dice Jehová, el Santo de Israel, y su Formador: Preguntadme de las cosas por venir; mandadme acerca de mis hijos, y acerca de la obra de mis manos».
– Isaías 45:11.
Esta es una declaración sumamente asombrosa. ¿Nos sorprendemos? Con respecto a sus hijos y a su obra, Dios dice: «Mandadme». La gente no se atreve a pronunciar esta palabra, «Mandadme», porque cómo puede un hombre jamás mandar a Dios?
Todos los que conocen a Dios comprenden que ninguna palabra presuntuosa debe pronunciarse jamás delante de Dios. Sin embargo, él mismo nos ofrece su palabra: «Mandadme a cerca de mis hijos, y acerca de la obra de mis manos». Esto no es otra cosa, sino que Dios concede que la tierra gobierne al cielo.
Obviamente, de ningún modo puede esto implicar que podemos forzar a Dios a que haga lo que él no quiere hacer; de ninguna manera. Más bien, esto significa simplemente que podemos mandarle que haga lo que Él desea hacer. Y sobre esta base nos afirmaremos.
Por el hecho de conocer la voluntad de Dios, nosotros podemos decirle: «Señor, queremos que tú hagas esto, estamos determinados a que lo hagas; tú no puedes menos que hacerlo». Y así nuestra oración será fuerte y poderosa.
¡Cuánto necesitamos pedirle a Dios que abra nuestros ojos para que podamos comprender cómo se realiza su obra en esta dispensación! Porque durante la edad presente, todas las obras de Dios se basan en este principio: el Cielo desea hacer, pero no actuará de inmediato; el cielo espera que la Tierra haga primero, para luego actuar.
El Cielo se moverá solamente después que la Tierra se haya movido. Porque Dios quiere que la Tierra gobierne al cielo.
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