Episodios de nuestro descanso prometido en Cristo.
Abraham: la fe en la promesa
(Hebreos 11:8-10)
Del vértice de aquel cordón de montes
vislumbra el horizonte el fiel patriarca:
es Abraham, sin prole todavía,
que más allá de Canaán extiende
el aguileño rostro sorprendido.
Deléitase observar esas praderas,
los valles y la fronda exuberante,
estadios donde Dios construye un reino.
Por fe también ha visto multitudes,
y por sus lomos ve venir a Cristo
en un lejano punto de la historia.
¡No hará pregunta alguna: Dios ha hablado!
Moisés: la ley que mata
(Deuteronomio 34:1-6)
La tierra que no es tierra sino cielo,
al otro lado del Jordán, es Cristo.
Y desde el monte Pisga Dios permite
que allí contemple su Moisés la herencia,
que no podrá pisar jamás su planta,
aunque sus ojos nunca se oscurezcan
ni pierda el gran legislador su gracia.
¡La muerte de Moisés ha sucedido!
El hombre de la ley está ya muerto.
¿Y quién podría continuar la marcha
a Canaán, la Tierra Prometida?
¡Levántate Josué: es tuyo el mando!
Josué: la gracia en la debilidad
(Josué 1:1-5, 11)
Entró Josué en escena: Dios lo mueve.
Mientras vivió Moisés, Josué callaba,
desierto, cruz y muerte ha saboreado.
La tierra prometida es un regalo,
es gracia con la cual Dios favorece,
y tal la Canaán que Cristo ofrece.
¡La histórica promesa ha de cumplirse!
Esclavitud, gigantes, muros, caen,
y es Dios el que decide la conquista.
Resurrección, quietud, descanso, vida:
¡En Cristo-Canaán hay pleno gozo,
estamos en la Tierra Prometida!