Cristo es la explicación y suma de todas las cosas de eternidad a eternidad.
Lecturas: Col. 1:18; 3:11.
Se ha hecho mucho en los últimos días para traer las grandes magnitudes del universo a la comprensión del hombre común. Esto significa que mucha gente está interesada en la explicación del universo, y sin duda, del curso de esta tierra y de la creación e historia del hombre; pero nosotros creemos que tenemos la respuesta final y positiva a la interrogante. Para nosotros hay solo una definitiva y concluyente explicación del universo, y esa explicación es una Persona – el Señor Jesucristo, con todo lo que está eternamente ligado a él.
No importa cuánto leamos o estudiemos, nunca tendremos la explicación del universo, global o parcial, hasta que lleguemos a ver el lugar del Señor Jesús en el designio eterno de Dios. Las simples pero amplias palabras «Cristo es el todo, y en todos», resumen toda la materia desde la eternidad, a través de todas las edades, hasta la eternidad.
Primeramente, entonces, vemos que «Cristo es el todo, y en todos» significa:
1. La explicación de la propia creación
Esta carta a los colosenses hace esa misma declaración en otras palabras. Ella nos dice: «Porque en él fueron creadas todas las cosas, las que hay en los cielos y las que hay en la tierra, visibles e invisibles; sean tronos, sean dominios, sean principados, sean potestades; todo fue creado por medio de él y para él. Y él es antes de todas las cosas, y todas las cosas en él subsisten» (1:16-17). Esta es una declaración amplia, y claramente muestra que Cristo siendo el todo, y en todos, es la explicación de toda la creación. ¿Por qué fueron creadas todas las cosas? ¿Por qué Dios trajo el universo a la existencia por medio de él? ¿Por qué este gran sistema universal existe y continúa? ¿Cuál es la explicación del mundo? La respuesta es para que Cristo pueda ser el todo, y en todos.
La intención del corazón de Dios al traer este universo a la existencia era que, finalmente, toda la creación pudiese mostrar la gloria y supremacía de su Hijo Jesucristo, y este pequeño fragmento, «y todas las cosas en él subsisten (tienen cohesión)», dice muy claramente que, si no fuese por el Señor Jesucristo, el universo entero se desintegraría, se desmembraría; estaría sin su factor unificador, cesaría de tener una razón para mantenerse como un todo completo y concreto. Su cohesión, su imposibilidad de desintegrarse y acabar es a causa de esto: Dios ha determinado que el Señor Jesús sea el centro – el centro gobernante de este universo entero, y él, el Hijo de Dios, es la explicación de la creación. Si no fuese por él, nunca habría habido una creación. Sin él, la creación pierde su propósito y su objetivo, y no podría seguir adelante. «Cristo es el todo, y en todos», era el pensamiento dominante en la mente de Dios durante la creación del universo.
Esto puede, en cierta medida, dejarles indiferentes y no llevarles muy lejos, pero me atrevo a pensar que lo que voy a decirles los llevará un poco más adelante y alentará sus corazones; porque la perspectiva es ésta: que cuando Dios tuvo las cosas como él determinó tenerlas en la eternidad pasada – y así las tendrá – cada átomo de todo este universo mostrará la gloria de Jesucristo. Usted no podrá mirar a algo o a alguien sin ver a Cristo glorificado. ¡Una bendita perspectiva!
Es algo dichoso cuando, como una compañía de hijos del Señor, nosotros podemos al fin estar juntos por horas o por días; cuando estamos ocupados con el Señor como nuestro único interés común y todos estamos elevados con él. Cuando tenemos un tiempo como éste, y regresamos al mundo, ¡qué diferente atmósfera encontramos! ¡Cuán fríos nos sentimos! Es tan grato encontrar al Señor en sus hijos y estar reunidos a él en esta manera – aunque esto sea aun parcial. Pero viene el día eterno cuando no habrá que volver al mundo en una mañana de lunes después de un día en los atrios del Señor; cuando no estaremos tocando a nadie más sino al Señor Jesús, y el universo entero estará lleno de él. «¡Cristo, el todo, y en todos!». Este es el blanco de Dios. Esto es lo que él ha determinado; todo mostrando al Señor Jesús; todo para él.
Ahora vemos entre nosotros muchas otras cosas que no son el Señor Jesús; el día está llegando cuando tú no verás nada, excepto al Señor Jesús en mí, y yo no veré en ti nada sino al Señor Jesús; nosotros seremos «conformados a la imagen de su Hijo». Su gloria moral resplandecerá y será exhibida; Cristo será «el todo, y en todos». Dios lo ha determinado, y lo que Dios ha determinado, él lo tendrá. Entonces, esta es la explicación de la creación, que Cristo sea el todo, y en todos, y sobre todo tenga la preeminencia.
En su carta a los Romanos, el apóstol Pablo tiene una declaración muy notable dentro de este contexto:«Porque el anhelo ardiente de la creación es el aguardar la manifestación de los hijos de Dios. Porque la creación fue sujetada a vanidad, no por su propia voluntad, sino por causa del que la sujetó en esperanza; porque también la creación misma será libertada de la esclavitud de corrupción, a la libertad gloriosa de los hijos de Dios. Porque sabemos que toda la creación gime a una, y a una está con dolores de parto hasta ahora…» (8:19-22).
Noten lo que esto realmente dice e implica. La creación está llena de una ardiente expectación. Este anhelo es con gemidos como de dolores de parto, una expectación de esperanza – no de la disolución del universo, acerca de la cual hablan mucho ciertos científicos. Aun así, la esperanza y los gemidos, hasta el momento, han sido deliberadamente puestos bajo un reino de vanidad – hechos para ser todos en vano – hasta un tiempo y blanco fijados. Este clímax es en dos partes: una, la manifestación de los hijos de Dios; la otra –ligada con aquélla– la liberación de la creación de estar sujeta a corrupción.
Todo esto es llevado de vuelta a la eternidad pasada y enlazado con el Señor Jesús como el Hijo.«Porque a los que antes conoció, también los predestinó para que fuesen hechos conformes a la imagen de su Hijo, para que él sea el primogénito entre muchos hermanos» (8:29).
En el pasaje anterior hay una declaración definitiva y una clara implicación. La declaración es que la creación fue sujeta a vanidad, y su estado es la esclavitud de la corrupción. Claramente, la implicación es que hubo un tiempo definido cuando, a causa de su corrupción, la creación entera fue llevada a una condición en la cual fue forzada a gemir y a sufrir dolores de parto hasta un final que no podía ser alcanzado. En conexión con esto hay lugar para la amplia gama y naturaleza de la interferencia satánica en la creación, con miras a desafiar el propósito divino final de la creación, y a frustrarlo trayéndolo a la corrupción. Tan universal fue esta corrupción, que una sentencia de vanidad fue pronunciada sobre «toda la creación». El efecto de esto fue, y es, que la creación nunca puede alcanzar el objetivo de su existencia, salvo sobre el terreno de la santidad y la semejanza divina.
Aquí también entra todo el alcance de «la redención que es en Cristo Jesús»; la obra universal que él consumó por su cruz destruyendo la obra del diablo y, potencialmente, al diablo mismo; con todo el poder destructor del pecado y de la corrupción de Su naturaleza y vida sin pecado, la eficacia de Su sangre incorruptible, y la provisión de justificación para todos los que creen, los cuales por regeneración llegan a ser nueva criatura en Cristo Jesús (2ª Cor. 5:17). Solo por este medio la creación puede ser liberada. Cuando estos hijos de Dios son manifiestos –su número completo– y todos aquellos que han rehusado esta salvación son rechazados del dominio de Dios, entonces la creación será liberada y su intención original será cumplida, siendo Cristo el todo, y en todos.
2. La explicación del hombre
Luego, en el lugar siguiente, como una parte central de la creación, tenemos al hombre. ¿Cuál es la explicación del hombre? ¿Cuál es la explicación de Adán como el primer hombre? Hay un pequeño pasaje de la escritura que responde a esto: «…Adán, el cual es figura del que había de venir» (Rom. 5:14). Una figura de aquel que había de venir; esa es la explicación del hombre.
Dios planeó que cada hombre que ingresa en este mundo sea conformado a la imagen de su Hijo Jesucristo. Multitudes perderán esto, pero habrá tales multitudes que ningún hombre podrá enumerar, de toda tribu, raza, nación y lengua, que alcanzarán esto. ¡Cuán alto llamamiento! ¡Qué concepción tan diferente del hombre es ésta de aquella aceptada popularmente, y qué tremenda cosa a ser perdida! Y aun así, hay muchos que dicen, reclamando, que si hubiesen podido escoger, nunca hubiesen venido a este mundo. Ha habido aquellos que, en una hora de eclipse, maldicen el día en que vieron la luz. Ah, pero hay algo errado aquí; esto no es como el Señor planeó que fuese, y no importa cuántos días depresivos tengamos, cuando nos preguntamos después de todo si realmente vale la pena, regresamos en nuestro ser íntimo al pensamiento de Dios. Es nuestro tremendo privilegio, la más alta honra que nos podría ser conferida desde el punto de vista divino, el que nosotros hayamos nacido.
No siempre sentimos o hablamos de esto, pero constantemente somos movidos a volvernos al punto de vista de Dios acerca de esto y a recordar que su propósito es tener un universo poblado con aquellos que han sido conformados a la imagen de su Hijo Jesucristo, un pueblo que es una manifestación universal de Cristo glorificado con la gloria del Padre. ¡Ese es un privilegio, un honor; vale la pena haber nacido para ello! Esa es la explicación del hombre.
Sólo podemos tocar ligeramente muchos de estos asuntos, y seguir adelante.
3. La explicación de la redención
Además de esto, la expresión «Cristo, el todo, y en todos», es la explicación de la redención. Por supuesto, las cosas fueron mal: el propósito de Dios fue interferido. Éste no podía ser frustrado por completo, pero hubo otro que determinó, tanto cuanto estuviese en su poder, que aquella presentación universal de Jesucristo – el ser «el todo, y en todos» del Señor Jesús – nunca ocurriese; uno que deseaba tener aquello para sí mismo, de manera que él pudiese ser el señor universal del cielo y de la tierra. Esa interferencia produjo una gran diferencia por un tiempo. Ha interferido con el hombre y lo ha transformado en otro distinto a aquel que Dios quería que fuese. Ha arruinado la imagen.
Sin embargo, hay redención a través de la cruz del Señor Jesús. ¿Cuál es la explicación de la cruz? Por un lado, ¿cuál es la explicación de toda aquella expiación, aquella obra redentora del Señor Jesús al tratar con el pecado, tomando sobre sí el pecado universal y ser hecho maldición por nosotros, en nuestro lugar?
Y entonces, por otra parte, como complemento de esto, ¿cuál es la explicación de aquella cruz operando en el creyente para que éste sea unido con Él en la semejanza de Su muerte y sepultación como una experiencia espiritual? – toda esa aplicación del Calvario que es tan dolorosa, tan terrible de sobrellevar: sí, la desintegración del «viejo hombre», el echar fuera el «cuerpo pecaminoso carnal», aquel conocimiento interior del poder de la cruz, tan terrible a la carne. ¿Cuál es la explicación? Amados, es que Cristo sea el todo, y en todos.
¿Por qué somos quebrantados? Para dar lugar al Señor Jesús. ¿Por qué somos llevados al polvo por el Espíritu Santo cuando él aplica la muerte del Calvario en nosotros? Para que el Señor Jesús pueda tomar el lugar que nosotros hemos ocupado en la carne. A menudo entendemos como errada esta aplicación de la cruz. El enemigo está siempre sobre nuestro hombro insinuando y sugiriendo la inclemencia de Dios aplastándonos, humillándonos, reduciéndonos a nada, diciendo que no hay un final en esto, tratando así de derribarnos.
Amados, la intención de la cruz es solo hacer al Señor Jesús el todo, y en todos, para nosotros. ¿Y no es verdad que, a causa de la forma en que el Señor ha tratado con nosotros, el modo en el cual él ha aplicado la cruz, plantándonos en aquella muerte y sepultura, que nosotros le conocemos de un modo en que nunca le conocimos antes? ¿No es de esta manera que él ha llegado a ser lo que él es para nosotros, cada vez más y más amado de nuestros corazones? El crecimiento del Señor Jesús en nosotros y para nosotros es por el camino de la cruz. Sabemos muy bien que nuestro principal enemigo somos nosotros mismos, nuestra carne. Esta carne no nos da descanso, ni paz ni satisfacción; no tenemos gozo en ella. Ella es obsesiva, nos absorbe, constantemente se pavonea cruzándose en nuestro camino para robarnos el verdadero gozo de vivir. ¿Qué se debe hacer con ella? Bueno, en la cruz y por la cruz, nosotros somos liberados de nosotros mismos; no solo de nuestros pecados, sino de nosotros mismos; y siendo liberados de nosotros mismos somos libertos para Cristo, y Cristo se torna mucho más que nosotros.
Este es un proceso doloroso, pero es un asunto bienaventurado; y aquellos entre nosotros que han sufrido la mayor agonía a lo largo de este camino podrían testificar, creo, que lo que esto nos trajo del conocimiento y de las riquezas del Señor Jesús ha hecho que todo sufrimiento valga la pena. Así la obra del Señor por nosotros y la obra del Señor en nosotros, por la cruz, solo es entendida en el pensamiento divino para dar lugar al Señor Jesús.
El altar de bronce del tabernáculo, así como el del templo, era un altar muy grande. Era posible poner todos los utensilios restantes del tabernáculo entero dentro de él. Sí, el altar tiene que ser muy grande; debe haber un gran espacio para Cristo crucificado. Él irá a llenar todas las cosas y él será la plenitud de todo, y no habrá lugar para nosotros en el final. ¿Esto te deja atónito? Ciertamente, no. Así, la cruz, la obra de redención a través de esa cruz, tiene como su explicación simplemente esto: que Cristo sea el todo, y en todos; que en todas las cosas él pueda tener la preeminencia.
Esto, pues, es la explicación de nuestras experiencias – por qué el Señor trata con nosotros como lo hace; por qué los creyentes pasan a través de las experiencias que atraviesan; por qué ellos pasan por cosas que nadie más parece llamado a atravesar; por qué algunas veces ellos casi envidian a los incrédulos por la vida fácil que tantos de éstos tienen. Esto explica los tratos del Señor con Israel en el desierto. Aun después de su liberación de la esclavitud y la tiranía de Egipto, hubo quebrantamiento de corazones y agonía. ¿Por qué esta disciplina? En el desierto, ellos aún pensaban en Egipto. La obra que el Señor estaba haciendo en ellos era para que él pudiese ser el todo en ellos y para ellos. Si él cortaba sus recursos naturales, era solo para demostrarles cuáles eran sus recursos celestiales. Si él los despojaba de su poder natural, era para que ellos llegasen a conocer el poder de los cielos. Lo que quiera que sea que él pudiese quitar de ellos o llevarlos a ello, era con miras a apartarlos de sí mismos, para que él solo pudiese ser el todo, y en todos.
Esta es la explicación de nuestras dificultades. El Señor sabe cómo tratar mejor con cada uno de nosotros, y él no usa métodos estandarizados. Él trata de un modo contigo y de otro conmigo. Él sabe cómo conducirnos a experiencias que son bien calculadas para traernos a donde el Señor es el todo, y en todos.
4. La explicación del crecimiento cristiano
¿Qué es el crecimiento espiritual? ¿Qué es la madurez espiritual? Me temo que nosotros tenemos ideas contradictorias acerca de esto. Muchos piensan que la madurez espiritual es un conocimiento más amplio de la doctrina cristiana, una comprensión más vasta de la verdad de las Escrituras, una amplia expansión del conocimiento de las cosas de Dios; y muchas de estas características son registradas como marcas del crecimiento, desarrollo, madurez espiritual. Amados, no es nada de eso. La marca distintiva del verdadero desarrollo y madurez es ésta: que nosotros hayamos crecido muy poco y que el Señor Jesús haya crecido mucho. El alma madura es una que es pequeña a sus propios ojos, mas a cuyos ojos el Señor es grande. Eso es crecimiento. Nosotros podemos saber mucho, tener una maravillosa comprensión de la doctrina, de la enseñanza, de la verdad, incluso de las Escrituras, y aun ser espiritualmente muy pequeños, muy inmaduros, muy infantiles. (Hay una gran diferencia entre ser infantil y ser semejante a un niño). El crecimiento espiritual es solo esto: Yo menguo, él crece. Es el Señor tornándose más. De esa forma tú puedes testear el crecimiento espiritual.
Entonces, de nuevo, esta palabra es:
5. La explicación de todo servicio
¿Qué es el servicio cristiano de acuerdo con la mente de Dios? No es necesariamente que tengamos un programa lleno de actividades cristianas. No es que estemos siempre ocupados en aquello que llamamos ‘las cosas del Señor’. No es la medida o la cantidad de nuestra actividad u ocupación, ni el grado de nuestra energía y entusiasmo en las cosas del reino de Dios. No son nuestras agendas, nuestros proyectos para el Señor. Amados, el test de todo servicio es su motivación. ¿Es el motivo, de principio a fin, que en todas las cosas él pueda tener la preeminencia, que Cristo pueda ser el todo, y en todos?
Ustedes conocen las tentaciones y la fascinación del servicio cristiano; la fascinación de estar afanado, de estar ocupado con muchas cosas; de tener tu programa, tus esquemas, tus proyectos; estar en ello y siempre en ello. Allí hay un peligro que ha cazado a multitudes de siervos del Señor. El peligro es que esto los lleva a ser prominentes, hace que la obra sea de ellos; es su obra, sus intereses, y cuanto más gobiernan y caminan en esto, más satisfechos están.
No; hay una diferencia entre pasar el día en el servicio cristiano como un mero disfrutar del activismo, con la fascinación de esto y todas las ventajas que esto provee para nosotros mismos, y su gratificación para nuestra carne – hay una gran diferencia entre esto y «Cristo, el todo, y en todos». A veces, esto último es alcanzado cuando somos puestos fuera de acción; entonces es la prueba de si estamos o no totalmente satisfechos de ser puestos por completo fuera de acción, para que de esta forma solo el Señor pueda ser más glorificado. Si tan solo él pudiera venir a lo que es suyo, nada importa si nosotros somos vistos u oídos. Estamos alcanzando un lugar, en la gracia de Dios, donde estamos dichosos de ser puestos en un rincón, sin ser vistos o notados, si de este modo el Señor Jesús puede venir a lo suyo más rápida y completamente.
De algún modo hemos sido atrapados en esto, y pensamos que el Señor solo puede venir a lo que es suyo si nosotros somos el instrumento. La rivalidad en la plataforma y en el púlpito, la sensibilidad porque uno es puesto antes que otro, porque el sermón de uno recibe más atención que el de otro; los comentarios favorables hechos todos en una sola dirección, etc. Conozco bien todo esto. A fin de cuentas, ¿qué estamos buscando? ¿Estamos buscando impresionar a nuestra audiencia por nuestra habilidad o por hacer conocido a nuestro Señor? ¡Es una gran diferencia! A veces el Señor gana más de nuestros malos momentos de lo que pensamos, y puede ser que cuando tengamos buenos momentos él no haya obtenido lo máximo. A causa de esto, es necesario que seamos puestos de lado, mantenidos débiles y humildes, para que él pueda tener la preeminencia.
El desafío del servicio de acuerdo al pensamiento de Dios es solo este: ¿Por qué lo estamos haciendo? ¿Queremos estar en la obra porque nos gusta estar ocupados? ¿O es absolutamente y únicamente para que, por cualquier medio, él pueda venir a lo suyo, para que el propósito de Dios pueda ser realizado? Si él puede ser el todo, y en todos, por nuestra muerte así como por nuestra vida, ¿llegaremos al punto donde realmente deseemos que «será magnificado Cristo en mi cuerpo, o por vida o por muerte» (Fil. 1:20)? Esa es la explicación del servicio desde el punto de vista de Dios.
Naturalmente, esta es la explicación de muchas otras cosas. Es también…
6. La explicación de todo el Antiguo Testamento
No nos detendremos examinando esto en detalle, sino solo lo indicaremos y seguiremos adelante. ¿Qué es el Antiguo Testamento? Todo él está resumido en grandes representaciones de Jesucristo. Vea las dos principales: el tabernáculo y el templo. Estas son detalladas representaciones del Señor Jesús tanto en su persona como en su obra, y ellas ocupan, de esta forma, el lugar central en la vida del pueblo escogido, cuya vida está unida a ellas. Las dos son una, y mientras el pueblo escogido permanece en un relacionamiento correcto con aquel objeto central – el tabernáculo o el templo – mientras le da su lugar de honra y reverencia y lo mantiene en su lugar de más alta santidad, siendo ellos fieles a su espíritu, sus leyes y su testimonio, y aun siendo entre todos los pueblos de la tierra los menos capaces de cuidar, naturalmente, de sus propios intereses, aun así son el pueblo supremo de la tierra: no hay nación o pueblo terrenal capaz de permanecer delante de ellos. Ellos nunca fueron entrenados en el arte de la guerra, ni tienen un gran historial de armas y estrategia militar, y son en sí mismos un pueblo indefenso; aun así, ellos tienen ascendencia no solo sobre naciones individuales mayores y más fuertes que ellos, sino sobre una alianza de naciones. Y aunque todos se unan contra ellos, mientras son fieles a aquel objeto central, ellos prevalecen. Ese objeto central es una representación del Señor Jesús, su persona y su obra.
La interpretación espiritual de esto es que cuando el Señor Jesús tiene su lugar, hay supremacía; hay absoluta supremacía cuando él tiene la preeminencia en todas las cosas, en su pueblo y por medio de su pueblo. «Cristo es el todo, y en todos». Cuando esto es real en su pueblo, no hay fuerzas capaces de resistirles. El secreto de la absoluta supremacía y soberanía es el Señor teniendo su lugar en las vidas y en los corazones, en todas las acciones y relaciones de su propio pueblo; y entonces las puertas del Hades no prevalecen.
Además, es…
7. La explicación del Nuevo Testamento
El Nuevo Testamento nos muestra grupos diminutos, pequeños entre los pueblos de la tierra, menospreciados, desechados, a los que difícilmente se les permite hablar sin ser amargamente molestados, y sobre los cuales eventualmente venía la ira y el odio organizado de las naciones de este mundo, culminando en que todos los recursos del imperio de hierro fueron explotados y puestos en operación para destruir la memoria de este pueblo humilde y despreciado.
La historia es exactamente ésta, que los imperios fueron quebrantados, los poderes del mundo dejaron de existir. Nosotros ahora recorremos el mundo para contemplar las reliquias y las ruinas de aquellos grandes imperios; pero, ¿dónde está aquella gente del Camino del despreciado Nazareno? ¡Es una gran multitud, que ningún hombre puede contar! El cielo está lleno de ellos, y aquí en la tierra hay cientos de miles que conocen y aman al Señor Jesús, que son de este Camino. La explicación es que Dios determinó que su Hijo sea el todo, y que en todas las cosas él tenga la preeminencia.
Tengamos un relacionamiento vivo con el Hijo de Dios, y los hombres y el infierno podrán hacer lo que quieran, pero Dios logrará su propósito y tal pueblo será victorioso.
Una palabra más. Esta es también…
8. La explicación de la iglesia
¿Qué es la iglesia? El pensamiento de Dios no es el cristianismo; no es tener iglesias como centros organizados del cristianismo; no es la propagación de las enseñanzas y empresas cristianas. El pensamiento de Dios es tener un pueblo en la tierra en el cual, y en medio del cual, Cristo es el todo, y en todos. Esta es la iglesia.
Tenemos que revisar nuestras ideas. En el pensamiento de Dios, la iglesia comienza y termina con esto – la absoluta supremacía del Señor Jesucristo; y lo que Dios está siempre buscando es reunir a aquellos de su pueblo que concretizarán este pensamiento suyo más plenamente, y serán para él la satisfacción de su propio deseo eterno: el Señor Jesús teniendo la preeminencia en todas las cosas y siendo el todo, y en todos. Él ignora la gran institución, la así llamada ‘Iglesia’, y está con aquellos que en sí mismos son de un espíritu contrito y humillado y que tiemblan delante de su palabra, y para los cuales el Señor Jesús es el único y exclusivo objeto de reverencia y adoración. Éstos satisfacen el corazón de Dios; éstos, para él, son la respuesta a su eterna búsqueda.
Ustedes ven que la palabra de Dios dice esto. Veamos Col. 3:11: «…donde no hay griego ni judío, circuncisión ni incircuncisión, bárbaro ni escita, siervo ni libre, sino que Cristo es el todo, y en todos». Ellos se han revestido del nuevo hombre, «el cual conforme a la imagen del que lo creó se va renovando hasta el conocimiento pleno». Observen atentamente estas palabras, y ustedes entenderán que este es el hombre corporativo, la iglesia, el cuerpo de Cristo, «la plenitud de Aquel que todo lo llena en todo»(Ef. 1:23), y allí, en ese hombre corporativo, no puede haber griego o judío. Note las palabras. No dice donde el griego y el judío se reúnen juntos en bendita comunión. No, no hay nacionalidades en la iglesia; nos hemos despojado de toda nacionalidad, y ahora vemos un nuevo hombre espiritual, una nueva creación, donde no hay griego ni judío, esclavo ni libre. Todas las distinciones terrenales se fueron para siempre – es un nuevo hombre.
No; esto pasó. En esa iglesia hay un nuevo hombre – no una combinación donde anglicanos, metodistas, bautistas, congregacionales y todo el resto se juntan y olvidan sus diferencias por un tiempo; eso no es la iglesia. En la iglesia, estas diferencias no son meramente cubiertas por un tiempo – ellas no existen. Hayun cuerpo, un Espíritu. La iglesia es esto: «Cristo, el todo, y en todos». Tenga esto, y tiene a la iglesia. Llamar iglesia a cualquiera otra cosa y dejar esto de lado, es una contradicción. Pruébenlo a través de esto.
Si es verdad que la vida cristiana conforme al pensamiento y la mente de Dios es solo esto: «Cristo, el todo, y en todos», entonces, ¿somos tú y yo verdaderos cristianos? Pues hemos visto que, mediante la cruz, nosotros desaparecimos para dar lugar al Señor Jesús. Ahora, si profesamos haber venido por el camino del Calvario hasta el Señor, la implicación es que desaparecemos por medio de esta cruz, para que Cristo sea el todo, y en todos.
¿Qué pensar sobre esto? ¿Queremos nosotros un pedacito del mundo? ¿Nos apegamos voluntariamente a esta cosa o a aquella otra, fuera del Señor, porque el Señor Jesús no nos satisface plenamente y necesitamos tener un contrapeso? Un cristiano mundano es una contradicción de términos. Tener un poquito de algo fuera de Cristo es negar el Calvario y permanecer en directa oposición al eterno propósito de Dios concerniente a Cristo. ¿Asumes esta responsabilidad? Dios determinó esto desde toda la eternidad en lo referente a su Hijo, ¿y podemos profesar pertenecer al Señor Jesús y al mismo tiempo aún no ser verdad que él es el todo, y en todos, para nosotros? Si es así, hay algo errado, hay una negación, una contradicción. Estamos en oposición al pensamiento y al propósito de Dios. ¿Es realmente él el todo, y en todos? Él lo será si nosotros tomamos todo el camino.
Oh, aquellas sutiles insinuaciones que siempre están siendo susurradas en nuestros oídos, que si desistimos de esto o de aquello tendremos pérdida, y la vida será más pobre y seremos puestos en estrecho hasta no tener nada. ¡Es una mentira! Esto es lo que se contrapone al gran pensamiento de Dios para nosotros. El pensamiento de Dios para nosotros es que alguien, nada menos que su Hijo, Jesucristo, en quien habita corporalmente toda la plenitud de la Deidad, sea nuestra plenitud.
¡Toda la plenitud de Dios en Cristo para nosotros! Nunca obtendrás esto al rechazarlo. La vida será mucho menos de lo que debe ser si tú no vas hasta el final con el Señor; y lo que se obtiene en materia de nuestra consagración al Señor, nuestro entero y completo abandono a él en nuestra vida, nuestro dejar completamente todo lo que no es del Señor, se obtiene en el ámbito del servicio. Esta carne ama jactarse en la obra cristiana, y nos dice que si pasamos a ser dependientes del Señor tendremos un tiempo de ansiedad. Sin embargo, una vida en dependencia de Dios puede ser una vida de continuo romance. Es aquí que hacemos descubrimientos que son constantes maravillas.
Tú puedes estar casi muerto en un minuto, y al siguiente, el Señor te da algo para hacer y tú estás muy vivo, dependiendo de él aun para respirar. Así llegas a conocer al Señor. Luego, después de aquella experiencia, te vuelves de nuevo desvalido y muerto por un tiempo, pero recuerdas que el Señor hizo algo. Entonces, él obra otra vez; y así la vida llega a ser un romance, aunque nadie adivinaría que tú estabas dependiendo del Señor hasta para respirar. Es muy bienaventurado saber que el Señor está haciendo esto, cuando tú de hecho no podías hacerlo – es humana y naturalmente imposible, ¡pero el Señor lo está haciendo!
Prosigamos en el asunto de la iglesia. Apliquen el test. No estoy hablando con enjuiciamiento o censura, ni intento discriminar en un sentido errado, pero permítanme ser fiel – para nosotros, nuestra comunión debe estar donde el Señor Jesús es más honrado. Nuestra comunión debe estar donde Dios obtiene más plenamente lo que es suyo, donde Cristo es el todo, y en todos. Nosotros no podemos estar atados por tradiciones, por cosas que levantan un clamor y asumen una denominación.
Donde el Señor es más honrado, ahí deben estar nuestros corazones; donde todo lo demás está supeditado a una cosa: Jesucristo, el todo, y en todos. Este es el pensamiento de Dios sobre la iglesia, y este debe ser el lugar donde gravitan nuestros corazones. El lugar donde Dios va a registrar su testimonio y traerá el impacto de este testimonio será hallado donde el Señor Jesús es más honrado, y tú percibirás que, donde hay personas hambrientas, tendrás la oportunidad de ministrar, si estás en total acuerdo con el propósito de Dios concerniente a su Hijo.
9. Experimentando todo
Recuerda que todo lo relacionado con el cristiano es experimental. Todo lo relativo al Señor Jesús es esencialmente experimental. No es solo doctrinal. No es una cuestión de credo. No es que aceptemos ciertas declaraciones de doctrina o de credo, y que solo por ese hecho seamos introducidos en el relacionamiento con el Señor Jesús. No somos hechos cristianos por aceptar declaraciones doctrinales o credos ortodoxos, o hechos sobre el Señor Jesús. La iglesia no está constituida en absoluto sobre ese terreno, aunque la iglesia defienda ciertas cosas. La experiencia tiene que ser operada en la vida, tú debes hacerte parte de ella, y ella de ti.
No es suficiente creer que Cristo murió en la cruz. Esto se debe aplicar aquí en nuestras vidas volviéndose una experiencia, una fuerza y un factor poderoso y operativo en nuestro ser. La iglesia no ha sido constituida sobre una base de declaraciones doctrinales. Tú no puedes reunir personas, tenerlas juntas y decir: «Esto parece perfectamente confiable; constituiremos nuestra iglesia sobre esta base». No puedes hacer esto.
La iglesia es aquella en la cual la verdad ha operado, en la cual ésta se ha tornado experimental. Los credos no pueden mantenernos juntos cuando el infierno se alza para dividirnos. No; el credo más ultra fundamentalista no ha logrado mantener a las personas juntas. La unidad del Espíritu es una cosa interior. A menos que sea así, no hay nada que pueda resistir contra los espíritus de división y cisma. Todo debe ser experimental, no meramente doctrinal o confesional.
Ahora, es aquí donde tú llegas a la realidad de Dios. Una cosa es cantar himnos acerca de ‘Cristo como el todo y en todos’, mirar a ello como algo objetivo y estar de acuerdo con ello; pero otra cosa es ser traído experimentalmente al lugar donde la verdad realmente opera. Muchos dirán hoy: «Sí, está bien, Cristo es el todo y en todos», y mañana por la mañana, cuando tú los tocas en algún asunto insignificante donde sus preferencias están involucradas, hallarás que Cristo no es el todo y en todos. Tenemos que llegar a esto a través de la experiencia. El Señor nos dé gracia para ello.
La apelación final que formulo es que todos nosotros busquemos nuevamente la entronización del Señor Jesús como supremo Señor en nuestros corazones, en cada área de nuestra vida, en todos nuestros relacionamientos; que si tenemos algo asegurado, lo dejemos ir; si hemos tenido alguna reserva, deberíamos quebrarla ahora; si hemos estado menos que absolutamente comprometidos con él, desde ahora esto ya no sea más así, sino que él sea el todo, y en todos, a partir de hoy. Este debe ser nuestro entendimiento, nuestro compromiso con el Señor. ¿Lo harás? Pidamos al Señor romper toda atadura que haya en el camino, para que él sea el todo, y en todos. ¿Estamos preparados para esto? Que el Señor nos dé gracia.