…dándonos a conocer el misterio de su voluntad … de reunir todas las cosas en Cristo … así las que están en los cielos, como las que están en la tierra”.

– Efesios 1:9-10.

La epístola a los Efesios tiene como tema principal el propósito eterno de Dios. En Efesios 1:9-10 está el resumen de este propósito, que es también el resumen de nuestra fe. Dios nos dio a conocer el misterio de su voluntad, aquello que estaba escondido por los siglos en Dios, el propósito por el cual él creó todas las cosas.

Dios quería que su propósito fuese también nuestro propósito, y por eso él quiso revelarlo. Y esto es algo que no debemos dar por garantizado, es decir, no porque hablemos del tema, no porque utilicemos la expresión “el propósito eterno de Dios”, quiere decir que este propósito esté entendido en nuestros corazones. Tiene que ser revelado por el Espíritu, y convertirse en el asunto que gobierne la totalidad de nuestras vidas.

¿Cuál es ese propósito, ese misterio, como lo llama Pablo? “Reunir todas las cosas en Cristo”. Ahora, la palabra “reunir” no solo significa juntar las cosas alrededor de Cristo, sino que tiene un sentido mucho más profundo. La palabra griega significa básicamente poner al Señor Jesús como cabeza, de modo que, bajo su autoridad, se reúnan todas las cosas, siendo él el centro de todo; que todas las cosas converjan hacia él, y encuentren su razón, su finalidad, en él. En suma, que Cristo sea todo y en todos.

El bendito propósito del Padre es revelarse él mismo en plenitud a través de su Hijo, mostrándolo como la manifestación suprema de su voluntad y de su propósito eterno, para que todo honre al Hijo, de modo que toda la creación ame a su Hijo y lo tenga por centro y cabeza, por fundamento y finalidad. Que todo se reúna en él y sea consumado en él. Dios quiso reunir, resumir y recapitular todo –lo que está en los cielos, lo que está en la tierra y aun lo que está debajo de la tierra– en su Hijo Jesucristo.

El misterio de la voluntad de Dios permaneció oculto hasta el tiempo en que el Señor Jesús vino y se encarnó. El hombre había caído, y Dios ya no podía relacionarse con él ni revelarle su propósito; pero el Padre ya había previsto aquella situación y, en la plenitud de los tiempos, envió a su Hijo.

El Verbo fue hecho carne y vino al mundo, y el secreto de Dios, que no había sido revelado en los cielos, comenzó a ser manifestado en la tierra. En ese día, los cielos se abrieron, y hasta los ángeles contemplaron lo que nunca habían visto en los cielos: el propósito eterno de la voluntad de Dios, revelado en el Hijo encarnado.

Cuando los ángeles vieron al Verbo encarnado, empezaron también a entender porqué ellos mismos habían sido creados. ¡Dios creó todo para Jesucristo! Todo fue creado para ser entregado al Hijo en la plenitud de los tiempos. ¡Bendito es nuestro Señor!

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