Oh Dueño de mi corazón! ¡Oh Dueño!
Amargo recordar que no era tuyo,
cuando dejé pasar tu nombre sin desearte.
¿Tan necia es la criatura en su ceguera?
Tan sólo imaginar mi indiferencia
en esa multitud de gente vana,
corriendo a los placeres que atormentan,
me entristeció pensar que no era tuyo.
Tus cuerdas invisibles me atrajeron.
Quisiste ser mi Dueño y mi destino.
¡Y cuánto he resistido tu llamada!
¡Oh Dueño de mi corazón! ¡Oh Dueño!
Esclavo y siervo, todo tuyo he sido,
del día en que tu Amor me ha convertido.