La “filiación”, en términos bíblicos, implica el paso de la niñez a la condición de hijos maduros. He aquí cuatro factores que hacen posible esa madurez.
Lecturas: Hech. 20:32, Rom. 8:14-17, Ef. 4:15-16, Heb. 3:6-12, 5:11, 12:5-13, 1 Ped. 2:3, 2 Ped. 3:18.
Nosotros somos todos niños de Dios si hemos sido salvos por la gracia de Dios. Somos todos nacidos del Espíritu de Dios y somos todos hijos. Pero para ser hijos reales, tenemos que crecer. Cuando alguien habla de ‘mi niño’, normalmente usted piensa en aquél como un pequeño. Pero cuando usted dice ‘mi hijo’, su hijo podría tener setenta años y usted tener noventa, entonces significa que está hablando de alguien que ha crecido. Por supuesto usted puede hablar de un bebé como su hijo, y decir: “mi hijo nació hace unas semanas”. Y tiene razón. Pero cuando la Escritura usa estas dos palabras, las usa con un significado muy real. Teknos, la palabra para niños en griego, realmente tiene que ver con su relación con el Señor, en cuanto usted es nacido de Él, es nacido en Su familia, es nacido de Su obra en la cruz. Pero cuando habla de hijos, huiós en griego, casi siempre se refiere al que crece para tomar su lugar en la familia de la fe.
El problema más grande de hoy entre los cristianos es que tenemos millones de bebés y muy pocos que han crecido para tomar su posición como hijos. Siempre que usted ve la palabra hijo o hijos, normalmente apunta a la herencia que es nuestra, a crecer para poseer nuestra heredad, para tomar nuestro lugar en la iglesia de Dios, para ser responsable, de modo que podamos contribuir algo al cumplimiento del propósito de Dios.
Muchos cristianos saben que han nacido de nuevo; pero ¿sabe usted que ha renacido para una herencia incorruptible, incontaminada y que no se marchita? ¿Y sabe usted que puede ser guardado por el poder de Dios mediante de la fe para que obtenga esa herencia, como dice en Hechos 20:32: “Y ahora, hermanos, os encomiendo a Dios, y a la Palabra de su gracia, que tiene poder para sobreedificaros y daros herencia con todos los santificados”? También vemos en Hebreos 2:10: “Porque convenía a aquel –Jesús– por cuya causa son todas las cosas, y por quien todas las cosas subsisten, que habiendo de llevar muchos hijos a la gloria, perfeccionase por aflicciones al autor de la salvación de ellos”. Podría decir: “llevando a muchos niños a la gloria”, pero no dice así; no es llevando muchas personas salvas a la gloria, sino llevando muchos hijos a la gloria, es decir, a aquellos que han nacido del Espíritu y que han crecido en el Señor.
Crecimiento hacia la madurez
Quisiera ver cuatro asuntos que son necesidades absolutas si queremos crecer como hijos en la casa de Dios. El primero es “crecimiento hacia la madurez”. Es absolutamente necesario que crezcamos. Cuando somos salvos, no somos inmediatamente adultos. Es como en el mundo natural: somos bebés. Nuestros ojos recién se han abierto. Nuestros oídos recién oyen. Respiramos, y podemos hacer mucho ruido para llamar la atención. Necesitamos comida apropiada; no tenemos dientes para masticar.
Ésa es una fase maravillosa cuando es el tiempo normal. Pero cuando usted tiene veinte o cuarenta años en el Señor y aún está en esa fase, es una tragedia. Cuando es un bebé, usted tiene pulmones para hacer mucho ruido, y todo el tiempo requiere atención; usted está como un remolino y succiona todo. Sus problemas son los más grandes en la iglesia, todos tienen que reunirse, todos están allí para usted, quienquiera predica lo hace para usted; los hermanos y las hermanas, todos, estamos allí para usted. Esto es la infancia.
El más grande problema en la casa de Dios hoy es que tenemos miles y miles de niños atrofiados, empequeñecidos. Nunca han crecido, nunca han llegado a la madurez y por consiguiente no pueden asumir responsabilidad en las cosas de Dios. Esta es una tragedia. Tenemos algo tremendo que considerar aquí: ¿Estoy yo creciendo? ¿Puede usted identificar el punto donde dejó de crecer? Si es así, sabrá que hubo algún problema que usted no podría definir, y por ese problema usted dejó de crecer. Si puede enfrentar ese problema, entonces usted empezará a crecer de nuevo.
¿Qué significa “crecer para salvación” (1 Pedro 2:1-2)? Quiere decir simplemente, no que usted no haya obtenido una salvación, sino que usted puede apropiarse de su salvación. Es como los niños de Israel en la otra ribera del río Jordán, cantando esto, orando sobre aquello, estudiando lo otro, pero nunca yendo adelante para poseer. Usted tiene que recorrer y poseer la tierra y dondequiera que usted ponga sus pies, eso es suyo; cuando usted lo reclama, se vuelve suyo. Así es con su gran salvación; es toda suya, pero usted tiene que poseerla. Sin embargo, no puede asirla si usted no tiene músculos. Si usted es tan débil, necesita la leche espiritual para que crezca. Cuando usted crece, puede estar de pie, y puede caminar y correr, y entonces puede poseer su salvación.
O de nuevo, 2 Pedro 3:18: “Antes bien, creced en gracia y en el conocimiento de nuestro Señor y Salvador Jesucristo”. No el conocimiento sobre él, sino de él. Crecer en el conocimiento de él es lograr conocerlo a él. Crezca en gracia: usted no puede crecer de ninguna otra manera. La única forma en que usted puede crecer es por la gracia de Dios. Cuando usted va paso tras paso mediante la fe, así crece su conocimiento del Señor Jesús. O también, Hebreos 5:11-14: Un bebé no puede tener mucha experiencia, la única experiencia que un bebé tiene es la de nacer. Pero los hijos son aquellos que “tienen los sentidos ejercitados en el discernimiento del bien y del mal” por el Espíritu de Dios. Así que usted puede llegar al crecimiento pleno, no a la perfección sino al crecimiento pleno. (1 Cor. 2:6, Filipenses 3:15). Es decir, usted puede llegar a la madurez, que es la meta, y ser un hijo en la casa de Dios.
Una dimensión corporativa
Hay otro aspecto de este crecimiento hacia la madurez que debe subrayarse y es que tiene una dimensión corporativa. A veces las personas piensan que ellos pueden crecer solos sin otros creyentes. Es imposible. Si usted lee Efesios 4:15, hay una frase interesante: “crezcamos en todo”. No hay ningún aspecto de nuestras vidas en el cual no podamos crecer en Cristo como cabeza. Pero siempre que en la Palabra usted tenga la cabeza, tiene el cuerpo. Y si lee el próximo versículo, eso es exactamente lo que viene a decir. Cuando usted crece, necesita a sus hermanos y hermanas. Ahora, ¿cómo encontramos a esos hermanos y hermanas? No tratando de ser uno con ellos, sino creciendo en la Cabeza.
Cuando estamos creciendo en la Cabeza en todas las cosas, descubrimos el cuerpo. No descubrimos el cuerpo intentando encontrar a los hermanos y hermanas, sino creciendo en Cristo como la cabeza. “Él es mi cabeza, ¿tiene usted otra cabeza?”. “No, yo tengo la misma cabeza”. Eso significa que nos encontramos creciendo en la cabeza, y entonces “guardamos la unidad del Espíritu en el vínculo de la paz” (Ef. 4:3).
Efesios 2:22 dice: “En quien vosotros también sois juntamente edificados”. Aquí tiene usted algo maravilloso. Hay una dimensión corporativa en esto. Cada uno de nosotros tiene que crecer personalmente. Usted no puede crecer por otro. Algunas personas piensan que pueden crecer espiritualmente perteneciendo a cierta asociación o congregación, pero usted sólo crecerá espiritualmente si asume del Señor lo que él está diciendo y lo obedece. Entonces usted crecerá. Pero no crecerá por sentarse en medio de otras personas que conocen profundamente al Señor. Ése es un error, usted asume lo que ellos están diciendo y enseñando y parece como si usted estuviera al mismo nivel de ellos, hasta que viene la tormenta. La tormenta barre con todo, porque nunca fue una realidad en su interior. Usted no puede esconderse en un rincón. Cada uno de nosotros tiene que crecer individualmente en Él como nuestra cabeza y entonces tenemos una compañía de santos fortalecidos en el Señor. Cada uno, con su propia experiencia del Señor y cada uno directamente relacionado con el Señor como cabeza, y por consiguiente ellos se descubren el uno al otro.
La disciplina
El segundo asunto es la disciplina. Entrenamiento y disciplina. Es una necesidad absoluta. Ninguno llegará a ser un hijo en la casa de Dios, en la familia de la fe, si no acepta ser ejercitado y no está sujeto a disciplina. Es una parte vital del crecimiento para ser un hijo. Hemos observado y soportado a niños que no han tenido ninguna disciplina o enseñanza. Hemos visto las tragedias en su adolescencia y en la adultez. Toda vida tiene que ser podada, ejercitada y disciplinada. El Señor lo mira y ve que usted ha cometido errores en su vida, que ha pecado, y que esto se evidencia en su crecimiento, entonces el Señor viene y dice: “Voy a tener que reducir este derecho”. Nosotros pensamos que es el fin cuando él nos poda así, pero realmente es sólo el principio. Es asombroso ver cuán rápido crece un árbol que ha sido severamente podado. Cuando la vid se envejece, ya no produce la misma cantidad de fruto, entonces hay que podarla. Si la poda es correcta, llevará cada vez más y más fruto. Es exactamente lo que el Señor dijo en Juan 15.
No nos gusta la poda; nosotros queremos un medio rápido para la fructificación, para ser útiles. Quisiéramos tener sólo alguna gran experiencia que nos elevara en la fructificación y utilidad, sin tener que sufrir en absoluto, y que todo fuese hecho instantáneo, de la noche a la mañana. Es la forma en que el mundo lo hace. Ahora tenemos en la iglesia salvación al instante, santidad y utilidad al instante, poder al momento y todo instantáneamente. No tengo ninguna duda de que hay una experiencia de la cruz que es una experiencia definitiva para ampliar su vida y llevarlo a una tremenda utilidad y fructificación. Pero a veces hay una gran distancia entre el punto donde se tiene esa experiencia y sus resultados.
Es lo mismo con el bautismo del Espíritu. Nosotros siempre decimos: “Yo necesito una experiencia del Espíritu Santo”, pero queremos una experiencia que nos haga inmediatamente personas maravillosas y útiles. Doy gracias a Dios por todas las experiencias del Espíritu Santo, y nunca menosprecio tales experiencias, pero, mi estimado niño de Dios, la más grande experiencia del Espíritu Santo nunca le hará instantáneamente un siervo de Dios. Pablo tuvo una tremenda experiencia del Espíritu Santo, pero luego tuvo que ir por tres años al desierto. Qué pasó en esos tres años, realmente no sabemos, pero conocemos sus frutos. Lo vemos en la revelación que él tenía, en la comprensión que él tenía, y en el ministerio que él tenía, de lo cual se da testimonio hasta hoy.
La poda. ¡Oh, no nos gusta eso! Cuando vemos al Señor que viene con tijeras de podar, preferimos ser bebés. Que él venga a abrazarnos y mecernos, y nos dé nuestro cascabel, nuestros muñecos y nuestros juguetes. Pero cuando él viene con tijeras de podar no nos gusta. Sin embargo, este entrenamiento y poda es fundamental si usted va a ser un hijo. Si usted es alguien señalado por Dios para un ministerio especial y una obra especial, usted tendrá un entrenamiento especial. Cuanto mayor sea su servicio, será mayor el entrenamiento y la poda.
En Hebreos 12:6-11 vemos disciplina, castigo, azotes. “Ninguna disciplina al presente parece ser causa de gozo”. Siempre recuerdo a mi estimado hermano Austin-Sparks diciendo: “Yo pienso que necesitamos volver a escribir esto, porque en el griego dice literalmente niño que es entrenado”. Cuando usted piensa así de ello, le quita el escozor. Nosotros pensamos en el castigo como alguien viniendo con una escoba de abedul para golpearnos, o con un látigo o una correa para darnos. Es el entrenamiento del niño. “Ningún niño que es entrenado parece estar alegre o gozoso”. ¡Absolutamente real! Ningún niño hallado así está en modo alguno jubiloso. No nos gusta cuando Dios nos toma para entrenarnos. Todos queremos lograr el fin del entrenamiento y conseguir el premio, pero a ninguno le gusta el entrenamiento. No nos gusta la disciplina. Pero el Señor dice a cada hijo, no a cada niño a quien recibe, que él azota. Eso parece tan extraño a nosotros hoy. Pero al parecer este tipo de entrenamiento es completamente necesario si un hijo va a ser responsable en las cosas de Dios.
Un virus que está en el mundo
¿Qué anda mal con nosotros los creyentes? Yo pienso que hemos sido infectados por un virus que está en el mundo, y ese virus es la búsqueda del placer. Nosotros no queremos nada que sea severo o que nos hiera. Queremos todo lo que es instantáneo, todo lo que es una vía rápida y fácil, y entrar en la casa de Dios. Así que no queremos nada que signifique disciplina. Alguien puede preguntar: ¿Cómo se aplica esta disciplina? Muy a menudo en las relaciones, en su casa, en su trabajo y en la iglesia. Es interesante cuánto del Nuevo Testamento es ejercitado con maridos y esposas, padres y niños, patrones y empleados, así como en la iglesia. Todo tiene que ver con la disciplina. “Obedeced a vuestros padres en el Señor”, es un ejemplo. Es muy difícil a veces mantener buenas relaciones con padres, niños, maridos, esposas, patrones, empleados, y en la iglesia. ¡Qué día de campo tienen a veces los poderes de tinieblas en la iglesia! El entrenamiento pasa por las relaciones, porque hemos sido ligados, unidos, para pasar juntos por las cosas. Tener que guardar la unidad del Espíritu no es asunto fácil.
Otra forma en que el Señor nos entrena y disciplina es a través de las circunstancias. A veces perdemos nuestro trabajo, o nos encontramos en circunstancias increíbles, algunas de nuestra propia fabricación y otras no. Pero esas circunstancias se vuelven los medios de disciplina, entrenamiento y poda. Otra vía que el Señor usa – y oro que no lo sea para muchos de nosotros – es lo que yo llamo “problemas inexplicables”. ¿Por qué confía el Señor a algunas personas los problemas más terribles? Un accidente que lo deja a usted inválido de por vida, una esterilidad que le priva de tener niños. ¿Por qué? ¿Por qué lo hace el Señor? Yo a veces pienso que es porque hay un llamamiento muy especial; el entrenamiento es el más severo de todos, pues el llamamiento es muy grande.
La educación
La educación es la tercera necesidad absoluta. ¿Puede pensar usted en alguien que sea capacitado para el servicio sin educación? Usted debe tenerla. Esta es la obra del Espíritu Santo. Jesús dijo: “Cuando él venga, os enseñará todas las cosas”. ¿Es usted un extraño a la obra del Espíritu Santo? Es una tremenda cosa conocer el ministerio del Espíritu Santo, siempre revelándonos al Señor Jesús, siempre dirigiendo nuestra mirada hacia el Señor Jesús, siempre tomando las cosas del Señor Jesús y haciéndolas reales en nosotros. Es la obra del Espíritu Santo. Él es el maestro. Él, si usted lo quiere, es el que nos instruye y nos guía en las situaciones, problemas y dificultades, y allí nos enseña las cosas profundas de Dios. Este es el ministerio del Espíritu Santo.
Nunca piense que usted puede conocer al Señor Jesús sin el Espíritu Santo. Si cree que usted puede, entonces terminará con la cabeza llena de ideas pero no conocerá al Señor Jesús directamente. Porque es obra del Espíritu Santo guiarlo en todo momento para verlo y recibir de Él. “Tomad mi yugo y aprended de mí”. Ningún seminario ha producido alguna vez un predicador o un maestro de la Biblia: sólo el Espíritu Santo puede hacer eso. Mi estimado amigo, usted necesita al Señor, y usted necesita aprender de Él. Y el Espíritu Santo está siempre dispuesto a empezar su educación. No se sorprenda por la forma en que él lo hace, él hace las cosas más extraordinarias para enseñarnos. Pero recuerde Efesios 4:21-22; ése es el tipo de educación que necesita un hijo que tiene una contribución que hacer en la casa de Dios.
Jesús dijo: “Yo soy el Alfa y el Omega”. Si usted pusiera eso en español, es la A y la Z. ¿Por qué dice Él eso? Porque Él es el alfabeto, y si usted va a tener una educación, usted tiene que aprender el alfabeto. Él es el ABC de Dios; Él es el idioma de Dios. Su educación es aprender el alfabeto, y cuando usted ha hecho esto, ya puede empezar a leer. Entonces usted puede entender cómo Jesús es llamado la Palabra, porque es la mente y el corazón de Dios expresado y revelado. Todo está en Jesús. La educación no es simplemente aprender doctrinas o teología. Éstas pueden ser importantes en su propia esfera, pero la doctrina como doctrina y la teología como teología no es aprender a Cristo.
Aprender a Cristo es realmente aprender todo sobre lo que es la vida y por qué hay vida, dónde empezó, lo que era su propósito, cómo cambió, lo que ha pasado al mundo entero, donde está el principio, y cuál será el fin. Es parte de la educación; todo centrado en el Señor Jesús. Dice en Colosenses que todos los tesoros de la sabiduría y del conocimiento están escondidos en el Señor Jesús. El conocimiento tiene que ver con hechos; la sabiduría es cómo aplicarlos. Es muy sencillo. Nuestra educación, si vamos a crecer para ser hijos en la familia de la fe, tiene que ver con esos tesoros de sabiduría y conocimiento en el Señor Jesús. Está en las experiencias que él nos brinda, para que en esas experiencias, lo que está en la letra, se haga real en nosotros, se vuelva carne y sangre.
El carácter
La cuarta necesidad absoluta es el carácter. La única cosa que usted llevará a la eternidad es el carácter. Todo lo demás quedará: el dinero, ropa, los grados, títulos, propiedades, automóviles, usted los dejará todos. La única cosa que entrará en la eternidad es lo que Dios ha producido en usted por Su Espíritu: el carácter. El Señor está en este trabajo de formar el carácter, e irá a dimensiones extraordinarias para producir carácter.
¿Quiere usted ser un hijo? El Señor no está interesado en hijos que sean siervos civiles, burócratas que conocen todo por libros. Él está interesado en hijos que tengan carácter, en otras palabras, que han sido transformados en la semejanza del Señor Jesús. Qué maravillosa Palabra es 2 Corintios 3:18: “Mirando a cara descubierta … somos transformados en la misma imagen…”. El Señor tomará todos los tipos de acción para transformarnos a la semejanza del Señor Jesús; pues es completamente necesario si usted y yo vamos a ser hijos en la familia de la fe. El Señor haga realidad esta palabra en nosotros.
El Señor Jesús es el Hijo, el Hijo sobre la casa de Dios, y Él está llevando muchos hijos a la gloria. ¿Es usted uno de ellos? Si lo es, entonces lo que se ha dicho vivirá en su corazón durante los años venideros. Si usted es joven en el Señor, y tiene poca experiencia, encomiéndese hoy al Señor. El Señor nunca obliga a nadie a este entrenamiento o educación. Si usted no lo quiere, no lo tendrá. Y puede seguir siendo un bebé en el reino de Dios. Pero si usted está listo para decir: “Heme aquí, Señor. Tengo temor; no obstante, yo me encomiendo a ti. Muéstrame todo lo que significa mi filiación”. Créame, el Señor empezará inmediatamente con usted.
Síntesis de un mensaje compartido en la “Christian Family Conference”, en junio de 2003, en Richmond, USA.