Uno de los grandes peligros que corremos en la vida cristiana es vivirla de manera liviana, despreciando nuestro llamamiento. La fuerza espiritual reside en nuestra consagración.
Abriremos nuestro corazón a la voz de Dios en estos días, para permitir al Señor que nos recuerde algunos puntos en relación a la consagración y el servicio que tal vez hayamos ignorado. En este tiempo, el Espíritu de Dios está reivindicando a la iglesia del Señor para que ella pueda tocar las esferas más elevadas de su llamamiento celestial.
La iglesia en estos últimos días ha sido seducida por un poder extraño, corrupto, que ha actuado de manera secreta para robar los valores espirituales. Hay un gran peligro en examinar nuestra vida cristiana sin percibir la erosión que puede estar ocurriendo delante de nosotros.
Miro la realidad en Brasil, y veo cómo la iglesia en estos últimos años ha perdido su foco, ha perdido la visión del eterno propósito de Dios. ¡Cómo el enemigo ha usado artimañas sutiles para capturar a la iglesia y ella no lo ha percibido! ¡Cuántas cosas sórdidas han entrado dentro de ella!
Amados hermanos y hermanas, nosotros podemos continuar como iglesia, podemos seguir en nuestra vida cristiana, pero no tocar la voluntad de Dios. Nuestra vocación puede volverse un mero entretenimiento espiritual. Podemos tomar las cosas sagradas y volverlas asuntos religiosos. Por eso, creo que, en estos días, el Señor nos llama a considerar este asunto de la consagración y servicio a la luz, la mente y voluntad de Dios. Que el Señor nos ayude y nos dé lecciones que podamos aplicar en nuestras vidas.
El contexto y la historia de Sansón
«Los hijos de Israel volvieron a hacer lo malo ante los ojos de Jehová; y Jehová los entregó en mano de los filisteos por cuarenta años. Y había un hombre de Zora, de la tribu de Dan, el cual se llamaba Manoa; y su mujer era estéril, y nunca había tenido hijos. A esta mujer apareció el ángel de Jehová, y le dijo: He aquí que tú eres estéril, y nunca has tenido hijos; pero concebirás y darás a luz un hijo. Ahora, pues, no bebas vino ni sidra, ni comas cosa inmunda. Pues he aquí que concebirás y darás a luz un hijo; y navaja no pasará sobre su cabeza, porque el niño será nazareo a Dios desde su nacimiento, y él comenzará a salvar a Israel de mano de los filisteos» (Jueces 13:1-5).
En este capítulo comienza la historia de Sansón. Todos conocemos su historia. Es importante que conozcamos todos los aspectos contextuales, toda la estructura que envuelve esta historia. No pensemos que el Señor solo está contando una historia. Necesitamos que el Espíritu Santo nos ayude a tocar la mente de Dios en estas palabras. Existen algunos asuntos sobre la vida de Sansón a través de los cuales el Señor quiere hablarnos acerca de la consagración y servicio.
¿Por qué Dios puso esta historia en la Biblia, y con tanto detalle? De todos los jueces de Israel, con excepción de Samuel, Sansón es de quien la Biblia da más detalles. Por eso, debemos entender que Dios quiere hablarnos algo muy importante. Vamos a aprender el secreto de la vida interior, el secreto de la consagración y del servicio. Hay dos puntos a considerar: Primero: ¿Por qué Dios puso la historia de Sansón en la Biblia? Y segundo, el secreto de la vida interior.
Para responder la primera pregunta, tenemos que ver el contexto de la vida de Sansón. Hay un asunto muy interesante en Jueces 21:25: «En estos días no había rey en Israel; cada uno hacía lo que bien le parecía». Este texto describe el estado espiritual de ese tiempo. La historia de los jueces es uno de los periodos más negros de la vida del pueblo de Israel; un periodo de profunda apostasía y degradación espiritual. Y al estudiar este libro desde el punto de vista de nuestra historia actual, podemos encontrar muchos puntos en común, especialmente en el aspecto espiritual. Entonces vamos a entender un poco la historia de Sansón.
Sansón vivió en la época en que Elí era sumo sacerdote. En ese tiempo, la Biblia dice que la palabra de Dios era algo raro. El sacerdocio había perdido su significado espiritual, y era practicado por personas que no ejercían sus funciones. El papel espiritual del sacerdote era mostrar la obra y la persona del Señor Jesucristo a través de las ofrendas y sacrificios. Todo lo que ellos realizaban, todas sus ministraciones, apuntaban hacia Cristo y su obra. El rol de ellos no era meramente religioso, sino espiritual. Pero ellos habían perdido el foco de su ministerio. Ahora Dios iba a levantar un juez para traer a Israel de vuelta a su llamamiento y mostrar que ellos eran una nación consagrada.
De entre todas las naciones del mundo, Dios había llamado a Israel para expresar su testimonio en la tierra. En el tiempo de Sansón, no solo los sacerdotes, sino también toda la nación, habían perdido su llamamiento. Ese era un tiempo de oprobio, un tiempo en que el testimonio de Dios estaba oculto debido a la corrupción del sacerdocio y por la apostasía de Israel. Y, ¿qué hizo Dios entonces? Dios levantó a Sansón, cuando los filisteos habían estado subyugando a Israel por cuarenta años.
«Y la ira de Jehová se encendió contra Israel, y los vendió en manos de Cusan-risataim rey de Mesopotamia; y sirvieron los hijos de Israel a Cusan-risataim ocho años … Y sirvieron los hijos de Israel a Eglón rey de los moabitas dieciocho años» (Jueces 3:8; 14).
«Después de la muerte de Aod, los hijos de Israel volvieron a hacer lo malo ante los ojos de Jehová. Y Jehová los vendió en mano de Jabín rey de Canaán, el cual reinó en Hazor; y el capitán de su ejército se llamaba Sísara, el cual habitaba en Haroset-goim. Entonces los hijos de Israel clamaron a Jehová, porque aquél tenía novecientos carros herrados, y había oprimido con crueldad a los hijos de Israel por veinte años» (Jueces 4:1).
«Los hijos de Israel hicieron lo malo ante los ojos de Jehová; y Jehová los entregó en mano de Madián por siete años … Y se encendió la ira de Jehová contra Israel, y los entregó en mano de los filisteos, y en mano de los hijos de Amón; los cuales oprimieron y quebrantaron a los hijos de Israel en aquel tiempo dieciocho años … Los hijos de Israel volvieron a hacer lo malo ante los ojos de Jehová; y Jehová los entregó en mano de los filisteos por cuarenta años» (Jue. 6:1; 10:7-8; 13:1).
Israel estuvo ciento once años oprimido bajo sus enemigos. ¿Usted puede hacerse una idea de lo que eso significa? Recuerde que Dios llamó a esta nación para que fuera testimonio de su gloria entre las naciones. Casi tres generaciones vivieron en Israel y no conocieron el propósito de Dios.
¿Saben cuál es la mayor tragedia de la vida? No es la muerte; es vivir y no conocer el propósito eterno de Dios. Ahora Dios va a levantar un juez para llamar a Israel de vuelta, para que Israel toque su vocación, para que Israel comprenda su llamamiento. Por eso está la historia de Sansón en la Biblia; por eso Dios llamó a este juez, y Dios puso tantos detalles aquí para hablarnos hoy.
La fuente de la fuerza espiritual
Uno de los grandes peligros que corremos en la vida cristiana es vivirla de manera liviana, despreciando el llamamiento espiritual. Lo que el Señor nos muestra en la vida de Sansón es dónde reside el poder espiritual, dónde está nuestra fuerza espiritual. La fuerza espiritual reside en nuestra consagración.
Sansón no era un hombre muy fuerte, físicamente. Él era un hombre normal. La fuerza estaba en su vida interior. Y esto es lo que el Señor nos quiere mostrar hoy. El enemigo trabaja de una manera sutil a fin de robar el poder de nuestra vida interior. El Señor nos quiere recordar esto hoy, porque somos su iglesia, su pueblo exclusivo. Tenemos un llamamiento celestial, estamos aquí como peregrinos; somos instrumentos por medio de los cuales Dios quiere alcanzar su propósito.
Aquello que Dios hizo en su Hijo en la cruz, su muerte y resurrección, su ascensión, su entronización, constituyen el fundamento de nuestra vida y nuestro vivir. Nuestra vida no es cualquier vida. Nosotros no tenemos el derecho de ser ignorantes o de ser livianos; no podemos jugar con el tiempo. Piense bien, ciento once años fueron robados a Israel; el enemigo se los quitó. Imagine vivir nuestra generación y no tocar la esencia del propósito de Dios para nuestras vidas.
¿Usted es cristiano solo porque está huyendo del infierno? Usted entiende que hay un propósito mayor y este tiene que ver con nuestra vocación celestial. Esta es la historia de Sansón para nosotros. El Señor capacitó a este hombre con poder, le dio algo muy especial. Y él realmente comenzó a servir al Señor, empezó a ser usado por el él, pero fue banalizando su espiritualidad. Uno de los mayores peligros sutiles es no percibir que estamos banalizando la vida cristiana, banalizando el propósito del Señor, banalizando la habitación del Espíritu Santo, banalizando la palabra de Dios.
Nosotros podemos estar viviendo la vida cristiana y no percibir que estamos viviendo religiosamente. El enemigo nos roba el vigor, la fuerza, y asumimos una vida cristiana de entretención, de reunión en reunión, de conferencia en conferencia, pero nada cambia. Nos llenamos de conocimiento; podemos cantar muchos cánticos, memorizar textos y leer muchos libros; pero atrás de nosotros hay un rastro de muerte: el matrimonio se va enfriando, los hijos se están perdiendo, y el mundo ha entrado a nuestra casa. Hay un gran vacío y necesitamos algo nuevo que nos satisfaga; pero luego viene el vacío y una rutina de frialdad, de indiferencia, de letargo y de apostasía.
Tiempo perdido
Hermanos, esto ha pasado en todas partes, porque el diablo ha robado el tiempo de Dios en nuestras vidas, ha dañado nuestro corazón. Necesitamos con urgencia que el Espíritu Santo venga a tocarnos, a llenarnos, y que pase algo poderoso dentro de nosotros, que saque las escamas de nuestros ojos y nos libre del poder seductor de este mundo que ha entrado en nuestras vidas, nos ha robado el poder espiritual y ha destruido nuestra consagración.
Nuestro servicio al Señor ha sido hecho en nuestras fuerzas, en nuestro intelecto y no por la vida espiritual. La vida debe gobernar todo nuestro servicio. Esto es serio. ¡Ciento once años robados! ¡Cuántas personas vivieron en Israel y no pudieron disfrutar su vocación!
Hermano, delante de Dios, ¿usted ha respondido a su llamamiento? ¿Ha vivido de manera digna de su vocación celestial? Usted puede decir: «Yo no sabía que tenía un llamamiento; que había una vocación». ¿Pensaba usted que una vocación era para quienes iban a un seminario, para aquellos que hacen cursos teológicos y predican la palabra? «Los ancianos y quienes tienen carga apostólica, ellos sí; pero yo no».
Amados, en la vida del Cuerpo, todos tenemos una vocación, un llamamiento colectivo y un llamamiento específico. Todos tenemos un encargo celestial. Como iglesia del Señor en la tierra, necesitamos tocar la mente y voluntad de Dios para saber su voluntad. Nosotros no tenemos derecho de vivir la vida cristiana al azar. Tenemos que vivir esta vida gobernados por la visión celestial. Cuando esta visión te toca, ella te cautiva, te gobierna y te conduce hacia la luz, la mente y la voluntad de Dios.
El último versículo del capítulo 16 de Génesis dice que Abraham tenía 86 años de edad cuando nació Ismael. Génesis 17:1 dice que él tenía 99 años cuando Dios le habló. Note algo aquí, de un versículo al otro desaparecen 13 años de la vida de Abraham. El Espíritu Santo puso esto para mostrarnos cómo el enemigo puede robar nuestros años. Porque los años son del Señor y no nuestros; son los años de nuestra consagración a él.
Trece años perdidos. Allí no hay ningún altar, ninguna experiencia. ¿Qué ocurrió? Hablando espiritualmente, él mezcló su fe con la carne. Esto es una sutil artimaña del enemigo, que llevó el corazón de Abraham a una situación que éste no percibió. Dios le había prometido una gran bendición, pero Abraham no tuvo discernimiento espiritual de aquello. Dios le dio algo y el enemigo introdujo algo. Mezcló la fe con la carne. Ismael es el resultado de la fe mezclada con la carne, y entonces tenemos trece años perdidos.
Que el Señor examine nuestro corazón, y vea si existen años que están siendo borrados, si el enemigo nos está robando el tiempo de consagración y servicio. Esto es muy serio. Podemos estar sirviendo a Dios mezclando la fe con nuestra carne. Eso no agrada a Dios, son años perdidos, tiempo robado. Esto es lo que quiere el enemigo. No dejes que el enemigo robe el tiempo de Dios en tu vida
La consagración es la fuente del servicio. No hay servicio sin consagración. Todo servicio sin consagración es mero activismo. Aquello que hacemos en las fuerzas de nuestra carne, de nuestra mente, no es espiritual; no logramos tocar el propósito de Dios ni traer la voluntad de Dios, y Dios no es glorificado. Esto trae enfado, cansancio, destrucción y muerte. Permite que el Señor hable a tu corazón y te lleve a reflexionar sobre la vida que has vivido delante de Dios.
El propósito de la historia de Sansón
Ahora comprendemos por qué Dios colocó la historia de Sansón aquí. Dios estaba recordando a Israel su vocación, su consagración y servicio. Ellos habían perdido su visión celestial. En Samuel 1 capítulo 4, cuando el arca fue llevada, dice que los hijos de Elí fueron muertos, y desapareció la gloria de Israel. Es una descripción del estado espiritual de ese tiempo y también de nuestro tiempo.
El Señor está mostrando el peligro que podemos correr en nuestros días si no respondemos a nuestro llamado. Si nuestro servicio al Señor no tiene como fundamento la consagración, estamos perdiendo nuestro llamamiento y, con absoluta certeza la gloria del Señor pasará.
No conozco bien la realidad de la iglesia en Chile; pero sí la experiencia en mi país. Hay una apostasía profunda, hay cosas que están ocurriendo en la iglesia en Brasil que asustan. Desde niño, creciendo en la vida de la iglesia, oí hablar mucho sobre la palabra apostasía. Intentaba imaginar qué era la apostasía; pero cuando la veo hoy, nunca imaginé algo así. Hay cosas que está haciendo a la iglesia hoy que son las cosas más absurdas. En muchos países, la iglesia se ha vuelto mundana. Perdió su vocación, el significado de la consagración, y el enemigo avanzó.
Pero el Señor no está de brazos cruzados; él está reivindicando a su pueblo. Así como un día levantó a Jonatán y su escudero para vencer a un gran ejército (1 Sam. 14:6-15), así hoy él está levantando a algunos que quieren vivir una vida de consagración, para que el triunfo de la cruz se manifieste a través de su iglesia. Y para eso estamos nosotros aquí.
Tal vez algunos asuntos espirituales se volvieron mecánicos. Hoy exaltamos la sofisticación y la tecnología, y no hemos visto que hemos perdido la simplicidad de la vida cristiana. Que el Señor nos ayude y nos guarde, pues el enemigo está robando el tiempo de Dios. Que el enemigo no venga a robarnos la realidad de las cosas sagradas.
Tres mujeres, tres peligros
En la vida de Sansón, el Señor nos va a recordar todo esto – el peligro de la seducción del mundo, el peligro de la carne y el peligro de la vida natural. Sansón se relacionó con tres mujeres; con una se casó, con otra se involucró, y otra lo destruyó. Estas tres experiencias distintas nos hablan de cosas muy serias en nuestras vidas, de aquello que es natural, de aquello que es carnal y de aquello que es maligno.
El peligro de la vida natural es que sigue su curso sin Dios. Necesitamos poner a Dios en todas las esferas de nuestra vida. Y, en cuanto a nuestra carne, no podemos confiar en ella, porque ella no se convierte. Nuestra carne debe ser dominada por el poder de la cruz de Cristo – la cruz en su forma subjetiva: negarnos a nosotros mismos. Nuestra mente, voluntad y emociones deben ser puestas bajo la cruz de Cristo.
La carne no agrada a Dios. Si usted no da preeminencia a Dios en su vida natural, si no ha consagrado a él totalmente su matrimonio, sus hijos, su trabajo; si todo lo que usted tiene no lo ha puesto delante del Señor, con seguridad la carne va a gobernar. Usted va a vivir una vida gobernada por la carne, va a ser gobernado por su propia voluntad, por el pensamiento del mundo.
Y ahí viene el tercer paso: el poder desastroso del diablo. Él viene a matar, robar y destruir. Joel 1:4 habla de cuatro saltamontes y dice: «Lo que quedó de la oruga comió el saltón, y lo que quedó del saltón comió el revoltón; y la langosta comió lo que del revoltón había quedado». Esto grafica el poder destructivo del enemigo. Y en Joel 2:25, el Señor dice: «Y os restituiré los años que comió la oruga, el saltón, el revoltón y la langosta».
¿Qué estaban consumiendo esos saltamontes? El tiempo, los años de vida, la consagración, la vocación. Esto es lo que el enemigo está destruyendo. Son los trece años perdidos de Abraham y los ciento once años perdidos de Israel. Esto es lo que el enemigo quiere destruir, llevándote a vivir una vida natural gobernada por la carne. Y ahí, con absoluta certeza, el enemigo entra y lo destruye todo. Ahí puedes ver la muerte en tu matrimonio, en tus relaciones, en la vida de la iglesia.
Hermanos, esto es muy delicado, porque podemos seguir una vida cristiana normal, pues sabemos enfrentar una reunión, podemos predicar una palabra, sabemos cantar, sabemos orar y hasta sabemos cómo quebrantarnos. La carne sabe simular todas estas cosas, pero no puede expresar vida en aquello. Esto fue lo que ocurrió con Sansón. Él fue banalizando su consagración, su llamamiento. Estas tres esferas revelan eso. Por esto su historia es contada con tantos detalles.
Dos contrastes
Quiero puntualizar algo más. En la vida de Sansón vemos dos cosas: por un lado, el poder de Dios mostrado de manera asombrosa y, por otro lado, el terrible poder destructor del mundo y de la carne.
Hermano, Dios nos dio su Espíritu. Él vino a habitar en nosotros para realizar una obra tan grande como lo fue la obra que Cristo mismo realizó en los días de su carne. La obra del Espíritu Santo no es menor que la obra de Cristo. Desde el punto de vista de Dios, esta obra es tan importante como la obra de Cristo. Ese Espíritu de habitación que está en nosotros no es poca cosa. Antiguamente, venía sobre Sansón y hacía cosas grandiosas. Cuando miramos a este hombre, lo vemos venciendo a sus enemigos, venciendo guerras; pero también lo vemos débil, carnal, susceptible a tantas caídas.
En la vida de Sansón, vemos su codicia, vemos su carne gobernando su mente y su corazón. Hay una gran lección para nosotros aquí. Vemos también la paciencia del Señor. Él retarda su ira; él no derrama su ira en el momento exacto en que lo desagradamos. Él es paciente. Tú vas caminando, incluso siendo habitación del Espíritu, y él te va capacitando; pero, por otro lado, tu carne te lleva a hacer cosas terribles. Transcurre una semana, un mes, un año y estas dos realidades caminan juntas. La mente y el corazón se van volviendo insensibles, empezamos a mezclar lo espiritual con lo carnal, y te tornas tolerante. ¡Pero Dios no es tolerante! Sansón es un aviso para nosotros.
Dios nos dice: «Estás mezclando lo espiritual con lo carnal. ¡Arrepiéntete!». Tienes que confesar por qué has dejado que tu carne te domine, por qué has mezclado tu andar en el Espíritu con andar en la carne. No subestimes a Dios. Él es Santo. Dios es serio; no podemos jugar con él. Sansón nos muestra eso.
La Biblia dice: «No contristéis… no apaguéis… no resistáis al Espíritu». Hebreos 10 dice que no despreciemos la obra del Espíritu Santo, pues él está aquí para hacer una obra tan grande como fue la obra de Cristo; él continúa la obra del Hijo. Él es el Espíritu de consagración. No podemos banalizar esto. Por esto, Dios puso la historia de Sansón en la Biblia con tanto detalle. ¡Que el Señor nos ayude!
Síntesis de un mensaje oral impartido en Retiro de El Trébol (Chile), en enero de 2013.