Lecciones básicas sobre la vida cristiana práctica.
…no dejando de congregarnos, como algunos tienen por costumbre, sino exhortándonos; y tanto más, cuanto veis que aquel día se acerca».
– Heb. 10:25.
Una singularidad del cristianismo es que su naturaleza no es individual sino colectiva. En él es enfatizada la reunión de los santos. La mayoría de las religiones abogan por la piedad individual; en tanto el cristianismo llama a las personas a congregarse. La gracia especial de Dios desciende sobre la reunión de los creyentes.
Por esta causa, la palabra de Dios nos demanda no dejar de congregarnos. Incluso en el Antiguo Testamento, Dios ordenaba que los judíos debían congregarse; entonces él les llamó «la asamblea del Señor». Para ser una congregación, ellos tenían que reunirse juntos. Por lo tanto, en el Antiguo Testamento, Dios ya hacía hincapié en el encuentro de su pueblo.
En el Nuevo Testamento llegó a ser mucho más evidente que los hombres deberían reunirse para recibir Su gracia. El mandato bíblico es: «No dejando de congregarnos» (Heb. 10:25). Nadie puede ignorar este mandamiento sin perder la gracia. Es una necedad dejar de reunirse con los santos.
La Biblia registra muchas ocasiones de reunión. Cuando nuestro Señor estuvo en la tierra, a menudo se reunía con sus discípulos. Aunque a veces conversaba con ellos individualmente, él estaba más interesado en reunirse con todos. Él estuvo con ellos en barcas, en hogares, en la cima de los montes y aun en el aposento alto prestado en la noche en que fue traicionado.
Después de su resurrección, se reunió con ellos a puertas cerradas. Antes del día de Pentecostés, los discípulos se reunieron de común acuerdo y perseveraron en la oración. En el día de Pentecostés también estaban todos juntos en un solo lugar.
Una vez más, en Hechos 2, vemos que todos los que recibieron la palabra y fueron bautizados «perseveraban en la doctrina de los apóstoles, en la comunión unos con otros, en el partimiento del pan y en las oraciones» (Hechos 2:42).
Más adelante, bajo persecución, iban a su propio ambiente donde había una reunión de oración. Cuando Pedro fue liberado milagrosamente de la cárcel, también fue a una casa donde la gente se había reunido a orar.
Las epístolas también ordenan a los creyentes no dejar de congregarse. En Corintios se hace mención especial de toda la iglesia reunida. Nadie que pertenece a la iglesia debería estar ajeno a estas reuniones.
¿Qué significa la palabra «iglesia» (más exactamente, «asamblea») en griego? Ek significa «fuera de» y klesis significa «llamado». Ecclesia, entonces, son «los llamados a reunirse afuera».
Hoy en día, Dios no solo ha llamado a un pueblo sino que también él nos quiere congregar juntos. Si cada uno de los que son llamados quisiera mantener su independencia, no habría iglesia. Así se nos muestra la importancia de reunirnos juntos.
Reconocer Su presencia
Además, el Señor promete dos veces su presencia especial: una en Mateo 18 y otra en Mateo 28. La última, «He aquí yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo», se refiere a ser testigos de Cristo; la primera, «Porque allí donde están dos o tres congregados en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos», alude a reunirse en su nombre.
Estas dos promesas son distintas de la presencia del Señor con nosotros individualmente.
Muchos solo conocen Su presencia de manera personal, pero tal conocimiento es insuficiente. Su presencia más poderosa y plena es conocida solamente en la asamblea. Aunque está su presencia contigo personalmente, esta tiene un grado menor.
Solo en la reunión junto con hermanos y hermanas experimentas su presencia en una manera que nunca lo hiciste antes. Por lo tanto, aprende a reconocer esta presencia en las reuniones. Es una tremenda gracia que no puede ser obtenida de otro modo.
¡Cuán maravillosa es la asamblea de los hijos de Dios! No sabemos cómo funciona el cuerpo de Cristo, pero sabemos que sí funciona. Mientras un hermano se levanta, tú verás luz. Cuando se levanta otro hermano, sientes la presencia del Señor. Todavía otro hermano abre su boca para orar, y tocas a Dios. Aún otro dice unas pocas palabras, y tú recibes suministro de vida.
Permíteme decirte que esto es algo más allá de la explicación ¿cómo funciona el cuerpo de Cristo en conjunto? No entenderemos esto hasta que nos encontremos ante el Señor en su retorno. Hoy sólo podemos seguir lo que el Señor ha ordenado.
Reunidos con el Señor
¿Cómo deberíamos reunirnos? La Biblia establece un principio básico: todas las reuniones deben ser en el nombre del Señor. El significado de esto es simplemente que nos reunimos bajo la autoridad del Señor y también que estamos centrados en él.
Nuestro propósito al estar juntos es reunirnos con el Señor. Él es nuestro atractivo. Debe estar claro que no vamos a las reuniones para ver a ciertos hermanos o hermanas, pues nuestro propósito al reunirnos no son ellos. El Señor es el centro. Vamos, junto con muchos otros hermanos y hermanas, para comparecer ante Su presencia.
¿Por qué nos reunimos en el nombre del Señor? Porque, físicamente hablando, el Señor no está aquí. Si él estuviera presente físicamente, su nombre no sería tan prominente. Pero, puesto que él está ausente, su nombre viene a ser más apreciable.
Hoy nuestro Señor está físicamente en el cielo; sin embargo, él ha dejado su nombre en la tierra. Así que hoy nos reunimos en su nombre para poder acercarnos a él. Él nos promete que, si nos reunimos de esta forma, él estará en medio de nosotros; es decir, su Espíritu estará en medio de cada reunión.
Cuando nos congregamos, no vamos a oír un predicador, sino a tener un encuentro con el Señor. Este es un concepto que debe estar firmemente establecido entre nosotros.
Si nos reunimos para oír a cierto hombre, ¿nos estamos reuniendo en el nombre de este hombre o en el nombre de nuestro Señor? Muchos publicitan los nombres de los oradores; sin saberlo, están llamando a la gente a reunirse alrededor de estos hombres.
Aunque nuestro Señor está en el cielo, él está aún entre nosotros, porque su nombre está en medio de nosotros y también su Espíritu. El Espíritu Santo es el custodio del nombre del Señor. Él ha sido enviado a proteger y cuidar este nombre. Está aquí para exaltar ese nombre que es sobre todo nombre. Por lo tanto, nosotros debemos reunirnos al nombre del Señor.
Para edificación
Otro principio que gobierna cada reunión es la edificación del pueblo de Dios. Según 1ª Corintios 14, este es un propósito básico en todas las reuniones – que otros, no sólo nosotros, puedan ser edificados.
Pablo explica cómo el hablar en lengua te edifica a ti mismo, pero que es necesaria la interpretación para que otros puedan recibir ayuda. Si no hay interpretación, aquel que habla en lengua debe guardar silencio en la iglesia.
En otras palabras, el principio de hablar en lenguas es para auto-edificación y no para la edificación de los demás, mientras que la interpretación permite transmitir lo que alguien tiene a los demás para su edificación.
Aquello que edifica solo a uno mismo y no a los demás no debe ser expresado en la reunión. Por lo tanto, cuando venimos a la reunión, debemos considerar si realmente otros serán edificados. Incluso el hacer preguntas no es solo para nuestro beneficio personal. En todo lo que yo hago, ¿ayudo a la reunión o la perjudico?
Las reuniones son la ocasión donde más se manifiesta el individualismo. Algunas personas solo pueden pensar en sí mismas. Si tienen un himno que quieren cantar, hacen todos los intentos posibles. Sin duda, ellos mismos pueden ser edificados, ¿pero eso, contribuyó a la reunión?
Por último, queremos repetir que todos aquellos que se reúnen deben tener un objetivo: la edificación de unos a otros, no de uno solo.
Yo debería abstenerme de hacer algo que pueda incomodar a los demás. Si mi silencio puede inhibir a otros, entonces hablaré. En todas las cosas, debo aprender a edificar a todos.
Traducido de Spiritual Exercise.
Chapter 16: «Assembling Together».
Christian Fellowship Publishers.