Una guía práctica para el ejercicio de la comunión con Dios.
1
La primera y principal necesidad de nuestra vida cristiana es la comunión con Dios. La vida cristiana dentro de nosotros viene de Dios, y es completamente dependiente de Él. Tal como necesito cada momento respirar el aire de nuevo, tal como el sol cada momento envía abajo su luz, sólo así, en la comunicación de vida directa con Dios, mi espíritu puede ser fuerte. El maná de un día se corrompía al día siguiente. Debo cada día tener la gracia fresca del cielo, y la obtengo sólo en la espera directa de Dios mismo. Comience cada día esperando delante de Dios, y dejando que él lo toque. Tome tiempo para encontrarse con Dios.
2
Para este fin, deje que su primer acto en su devoción sea un estar tranquilo delante de Dios. En la oración, o la adoración, todo depende de que Dios tome el lugar principal. Debo inclinarme silenciosamente delante de Él en una fe humilde y en adoración, hablando así dentro de mi corazón: «Él es Dios. Dios está cerca. Dios es amor, anhelando comunicarse conmigo. El Dios Todopoderoso, quien obra todo en todo, ahora está esperando obrar en mí, y esperando darse a conocer.» Tome su tiempo, hasta que usted sepa que Dios está muy cerca.
3
Cuando usted ha dado a Dios el lugar de honor, de gloria, y de poder, tome su lugar con la modestia más profunda y procure estar lleno del Espíritu de humildad. Como una criatura, su bienaventuranza es ser nada para que Dios sea todo en usted. Como un pecador usted no es digno de mirar a Dios, sino sólo de inclinarse en humillación. Como un santo, deje que el amor de Dios le anonade, e inclínese más bajo aún. Descienda ante Él en humildad, mansedumbre, paciencia, y rendición a Su bondad y misericordia. Él le exaltará. ¡Ah! Tómese su tiempo hasta conseguir estar muy bajo delante de Dios.
4
Luego acepte y valore su lugar en Cristo Jesús. Dios no se deleita en nada más que en Su Hijo amado, y no puede ser satisfecho por nada más en quienes se acercan a Él. Entre profundamente en la presencia santa de Dios con la audacia que le da la Sangre, y en la seguridad que en Cristo usted Le complace. En Cristo usted está adentro del velo. Usted tiene acceso al corazón mismo y al amor del Padre. Este es el gran objeto de la comunión con Dios, que yo pueda tener más de Dios en mi vida, y que Dios pueda ver a Cristo formado en mí. Esté silencioso delante de Dios y déjelo bendecirle.
5
Este Cristo es una Persona viva. Él le ama con un amor personal, y Él espera cada día una respuesta personal a su amor. Contemple Su rostro con confianza, hasta que Su amor realmente brille en su corazón. Alegre Su corazón diciéndole que usted lo ama. Él se ofrece como un Salvador personal y como un Guardador del poder del pecado. No pregunte: “¿Puedo estar libre de pecado si yo me mantengo cerca de Él?” Sino pregunte: “¿puedo estar libre de pecado si Él se mantiene siempre cerca de mí?” Y usted verá inmediatamente cuán seguro es confiar en Él.
6
No tenemos sólo la vida de Cristo en nosotros como un poder y Su presencia con nosotros como una Persona, sino tenemos Su semejanza para ser formada en nosotros. Él debe ser formado en nosotros, para que Su forma o figura, Su semejanza, pueda ser vista en nosotros. Inclínese delante de Dios hasta que usted obtenga algún sentido de la grandeza y la bienaventuranza de la obra que Dios continuará haciendo en usted en este día. Diga a Dios: “Padre, aquí estoy para Ti, para darte de mí tanto como de la semejanza de Cristo pueda recibir». Y espere para oírle decir: «Hijo, te doy tanto de Cristo como tu corazón esté abierto para recibir». El Dios que manifestó a Jesús en carne y lo perfeccionó, lo manifestará en usted y le perfeccionará a usted en Él. El Padre ama al Hijo y se deleita en formar Su imagen y semejanza en usted. Usted puede contar con que esta obra bendita será hecha mientras usted espera en Dios y mantiene comunión con Él.
7
La semejanza a Cristo consiste principalmente en dos cosas: la semejanza de Su muerte y la de Su resurrección (Rom. 6:5). La muerte de Cristo era la consumación de Su humildad y obediencia, entregando su vida entera a Dios. En Él somos muertos al pecado. Mientras descendemos en humildad, dependencia y rendición entera a Dios, el poder de Su muerte obra en nosotros, y somos hechos conformes a Su muerte. Y entonces le conocemos en el poder de Su resurrección, en la victoria sobre el pecado y en todo el gozo y el poder de la vida resucitada. Por lo tanto, cada mañana «preséntese a Dios como vivo de entre los muertos». Él mantendrá la vida que Él le dio, y le concederá la gracia de vivir como un resucitado.
8
Todo esto sólo puede ser hecho en el poder del Espíritu Santo, quien mora en usted. Usted cuenta con Él para que Cristo sea glorificado en usted. Y cuenta con Cristo para aumentar el fluir interior de Su Espíritu en usted. Mientras espera delante de Dios que manifieste Su presencia, recuerde que el Espíritu está en usted para revelar las cosas de Dios. Procure en la presencia de Dios tener la unción del Espíritu de Cristo tan realmente que su vida entera pueda en cada momento ser espiritual.
9
Mientras usted medita sobre esta salvación maravillosa y busca la comunión plena con el Dios grande y santo, y espera en Él para que revele a Cristo en usted, usted sentirá cuán necesario es rendirlo todo para recibirlo a Él. Busque la gracia de saber lo que significa vivir tan totalmente para Dios como Cristo lo hizo. Sólo el Espíritu Santo puede enseñarle lo que significa ceder enteramente la vida a Dios. Espere en Dios para que le muestre respecto de esto lo que usted no sabe. Deje que cada acercamiento a Dios y cada ruego de comunión con Él vaya acompañado por una rendición nueva, muy definida, y entera a Él, para que obre en usted.
10
«Por la fe» debe ser aquí la tónica, como en toda la Escritura y en toda la vida espiritual. Mientras usted espera delante de Dios, déjelo ser en una fe profunda y tranquila en Él, el Invisible, quien está así tan cerca, tan santo, tan poderoso, tan amoroso. En una fe profunda, descansada, de que todas las bendiciones y los poderes de la vida divina están alrededor de usted, y en usted. Solamente ofrézcase en la fe de una confianza perfecta en la Trinidad santa y bendita para que obre todo el propósito de Dios en usted. Comience cada día así en comunión con Dios, y Dios será todo en todo para usted.