Se sigue afirmando que la ciencia y la fe no son compatibles. Más aún, se dice que no es posible ser científico y creyente. Este artículo nos demuestra lo contrario.
Una perspectiva sobre la relación entre la ciencia y el cristianismo
Vamos hablar acerca de la relación entre la ciencia y el cristianismo con los términos más amplios y razonables posibles. La relación entre la ciencia y las otras disciplinas intelectuales no ha sido siempre buena. Por eso, muchos creen que ha habido siempre un estado de guerra entre la ciencia y el cristianismo. Pero yo creo que esto no representa la historia completa.
Ha habido conflictos entre la ciencia y virtualmente todas las demás disciplinas intelectuales, así que no es de sorprender si existe algo de conflicto entre la ciencia y el cristianismo.
¿Ha desacreditado la ciencia a Dios?
Muchas veces se oye que «la ciencia ha desacreditado a Dios». C.S. Lewis, en su autobiografía Surprised by Joy (Sorprendido por el gozo), dice que antes él creía así. Habla sobre su ateísmo cuando era joven, y le echa la culpa a la ciencia. «Entenderá usted que mi ateísmo se basaba inevitablemente en lo que yo consideraba los descubrimientos de los científicos, y aquellos descubrimientos, como yo no era científico, los aceptaba por fe; en realidad, por la autoridad de los científicos».
Lo que dice Lewis, es que alguien le había explicado que la ciencia había desacreditado a Dios, y él se lo creyó, aunque no sabía nada de la ciencia.
Un punto de vista un poco más equilibrado es el de uno de mis héroes de la ciencia, Erwin Schrödinger, fundador de la mecánica ondulatoria: «Me quedo asombrado al ver que el retrato científico del mundo es tan deficiente. Nos da mucha información sobre los hechos, ordena toda nuestra experiencia de una forma maravillosamente consistente, pero es terriblemente silenciosa en cuanto a todas las cosas que tocan nuestros corazones, y que nos importan de verdad. No nos puede decir nada sobre el rojo y el azul, lo amargo y lo dulce, el dolor o el placer físicos; no sabe nada de lo bello ni de lo feo, del bien ni del mal, de Dios o de la eternidad. La ciencia a veces finge contestar a este tipo de preguntas, pero las respuestas a menudo son tan necias que no las tomamos en serio».
Las alternativas a la creencia en el Dios soberano del universo
Lev Landau
Quiero poner a dos ateos como ejemplo. El primero es Lev Landau, el físico soviético más brillante de este siglo. Fue autor de muchos libros, en colaboración con su colega, Lifchets. Este relato viene de su biografía, escrita por su amigo, Kolotnikov, publicada en Physics Today. Cuenta algo que ocurrió al final de su vida. Dice Kolot-nikov: «La última vez que vi a Landau fue en 1968, después de una operación que tuvo. Su salud se había deteriorado apreciablemente. Nos llamaron a mí y a Lifchets al hospital. Allí nos dijeron que no había ninguna posibilidad de salvarle. Cuando entré en su habitación, Landau estaba acostado, mirando hacia la pared. Oyó mis pasos, giró la cabeza, y dijo: «Kollat, sálvame, por favor». Fueron las últimas palabras que pronunció. Aquella noche murió».
Subrahmanyan Chandrasekhar
Este astrofísico recibió el Premio Nobel de Física en 1983. Fue académico de la Universidad de Chicago durante muchos años. Al final de su biografía, en una entrevista, él dice: «En realidad, me considero ateo. Pero tengo una sensación de desilusión porque la esperanza de contentamiento y de una visión de paz en mi vida que esperaba sentir como resultado de haber tenido una meta ha quedado en general insatisfecha».
Su biógrafo queda atónito, y responde: «No lo entiendo. ¿Usted quiere decir que su dedicación exclusiva a la ciencia, a entender la naturaleza y su exitosa comprensión de la naturaleza aún le deja con un sentimiento de desasosiego?». El científico continúa de forma seria, diciendo: «Realmente no disfruto de un sentido de satisfacción. Todo lo que he hecho parece ser poco».
El biógrafo intenta hacer que la conversación sea un poco más liviana, diciendo que todo el mundo se siente así. Pero Chandrasekhar no le deja, diciendo: «Bueno, puede ser, pero el hecho de que otras personas sientan lo mismo que yo, no cambia el hecho de que uno lo esté experimentando. No se vuelve menos personal por esa consideración». Y termina afirmando: «Lo que es cierto en mi caso personal, es que no siento la armonía que había anhelado de joven. He perseverado en la ciencia durante más de cincuenta años. El tiempo que he dedicado a otras cosas ha sido minúsculo».
¿Es posible ser cristiano y científico a la vez?
Este tema tiene que ver con la pregunta que un joven me hizo después de una clase de química de primer año en Berkeley: «¿Es posible ser científico y a la vez cristiano?». Aquel estudiante, obviamente, pensaba que no era posible.
Charles P. Snow
Empezaré desde terreno neutral, citando a dos personas que no tienen ninguna posición teísta. El primero es C.P. Snow, autor de un famoso libro titulado The Two Cultures (Las dos culturas). Fue físico-químico en la Universidad de Oxford. A la mitad de su carrera profesional, descubrió que era un buen escritor, y empezó a escribir novelas. El tema principal de sus novelas es la vida universitaria en Inglaterra. Una de ellas se llama Masters. Snow se hizo rico ejerciendo este don, y así pudo ocupar una posición entre el mundo de las ciencias y el mundo de la literatura.
Este libro versa sobre las dos culturas: las ciencias y las humanidades. El autor dice que, según las estadísticas, la cantidad de científicos incrédulos es un poco mayor que la cantidad de incrédulos del resto del mundo intelectual, aunque hay muchos científicos que son religiosos, sobre todo entre científicos jóvenes. Así que, ¿es posible ser científico y cristiano? C.P. Snow, que definitivamente no era cristiano, dijo que sí.
Richard Feynman
Richard Feynman, Premio Nobel de Física 1965, fue una persona muy singular. Unos años antes de recibir el premio Nobel, dijo: «Muchos científicos creen en la ciencia al igual que creen en el Dios del Apocalipsis, y de una forma perfectamente consistente». Así que, ¿es posible ser científico y cristiano? Según Feynman, sí.
Un buen resumen respecto a esto lo escribió Alan Lightman, autor de un libro llamado Origins, publicado por la editorial Harvard University Press. Él dice: «Las referencias a Dios son comunes en la literatura científica hasta mediados o finales del siglo XIX. Es probable que la falta de referencias religiosas después de esto se deba más bien a un cambio en las formas sociales y científicas aceptadas entre los científicos que no a cualquier cambio en el pensamiento fundamental de ellos. En realidad, y al contrario de los mitos populares, los científicos suelen tener la misma variedad de actitudes que tiene la población en general».
Ahora bien, lo anterior se podría entender como una aseveración estrictamente anecdótica. A los americanos nos encantan las estadísticas. He aquí los resultados de una encuesta de la sociedad profesional Sigma Zi. Tres mil trescientas personas respondieron, por lo que las cifras no sufren de ninguna incertidumbre estadística. El título del artículo en cuestión declara que los científicos se encuentran bien anclados en la corriente de la sociedad. Además, dice que la mitad de ellos participan regularmente en actividades religiosas. Según la encuesta, el 43% de los científicos doctorados se encuentra en la iglesia los domingos. De la población en general, 44% asiste a la iglesia los domingos. Así que queda claro que sea lo que fuere la cosa que precipita los sentimientos religiosos en las personas, no tiene nada que ver con tener un título universitario en ciencias.
Michael Polanyi
Vamos a profundizar un poco más al considerar una afirmación de Michael Polanyi, catedrático de química y posteriormente de filosofía en la Universidad de Manchester. Su hijo, John Polanyi, ganó el premio Nobel en 1986. Yo creo que, cuando se haya olvidado por completo la obra científica de John Polanyi, aunque ha sido magnífica, la obra de su padre seguirá siendo importante.
Michael Polanyi fue un gran físico-químico en la Universidad de Manchester. Cuando llegó a la mitad de su vida profesional, cambió a la filosofía. Allí también se distinguió. Su libro de mayor influencia se titula Personal Knowledge (Conocimiento personal). Polanyi era de ascendencia judía, nacido en Hungría. Por las mismas fechas en que cambió a filosofía, también se hizo cristiano. Dijo: «Voy a reexaminar las suposiciones que subyacen a nuestra fe en la ciencia, y me propongo demostrar que estas suposiciones son mucho más extensas de lo que normalmente se piensa. Parecerán entretejerse con todos los fundamentos espirituales del hombre, y llegar hasta las mismas raíces de su existencia social. Por lo tanto, propondré que nuestra fe en la ciencia se debe de considerar como parte de unas convicciones mucho más amplias».
Si usted lee el resto del libro, llegará a la misma conclusión que yo. Me parece que la hipótesis de Polanyi es que el observador siempre está allí en el laboratorio. Siempre llega a conclusiones. Nunca es neutral. Cada científico trae suposiciones a su trabajo. Un científico, por ejemplo, nunca cuestiona la solidez del método científico. Históricamente, esta fe surgió de la creencia cristiana que Dios Padre creó un universo perfectamente ordenado.
Ahora quiero mostrarles la evidencia de esto.
La ciencia se desarrolló dentro de un ambiente cristiano
Quisiera empezar con una declaración escandalosa que siempre causa una reacción. Es algo que dijo Robert Clark, un científico británico. Les hará pensar. Él dice: «A pesar de cómo interpretemos el hecho, la verdad es que el desarrollo científico solo ha ocurrido dentro de una cultura cristiana. Los antiguos tenían cerebros tan buenos como los nuestros. En todas las civilizaciones, Babilonia, Egipto, Grecia, la India, Roma, la China, etc., la ciencia avanzó hasta cierto punto y entonces se detuvo. Es fácil especular, diciendo que la ciencia a lo mejor habría podido avanzar igual sin el cristianismo. Pero en realidad, no fue así. Y no es extraño que no fuera así, porque el mundo pagano creía que había algo moralmente malo en la ciencia. En Grecia, esta convicción se basaba en la leyenda de Prometeo, el portador del fuego, y prototipo científico, que robó el fuego de los cielos atrayendo así la ira de los dioses».
Yo habría preferido que Clark dijera «desarrollo científico sostenido». Creo que se ha pasado un poco de la línea aquí, pero nos da algo en qué pensar.
Francis Bacon
Vamos a explorar la idea que forma la base de las declaraciones de Clark y de Polanyi, o sea, que la ciencia creció en un ambiente cristiano. A mí me enseñaron que Francis Bacon había descubierto el método científico. Los críticos ahora mantienen que lo robó de otro, y que solo lo hizo popular. Pero esa polémica la dejamos a los historiadores de la ciencia.
Una de las declaraciones de Francis Bacon se llama la Declaración Dos Libros. Es muy famosa. Bacon dijo: «Que nadie piense o sostenga que una persona pueda investigar demasiado o ser demasiado erudita ni en el libro de la palabra de Dios, ni en el libro de las obras de Dios».
Está hablando de la Biblia como el libro que contiene las palabras de Dios, y de la naturaleza como el libro de las obras de Dios. Él está animando a aprender lo máximo posible sobre los dos. De modo que, justo en el comienzo del método científico, nos encontramos con esta declaración.
Johannes Kepler
Kepler propuso la idea de las órbitas elípticas de los planetas. Á él se le considera el descubridor de las leyes del movimiento planetario. Era cristiano luterano devoto. Cuando le preguntaron: «¿Por qué estudias la ciencia?», respondió que en sus investigaciones científicas, deseaba conseguir una prueba ejemplar del deleite del Creador en su obra, y así participar en ese gozo. Esto se ha dicho desde entonces de muchas maneras. Se podría considerar a Kepler como teísta, solo según la primera declaración. Pero más tarde dijo: «Creo solamente en el servicio a Jesucristo. En él habita todo refugio y consuelo».
Blaise Pascal
Blaise Pascal fue un científico magnífico, el padre de la teoría matemática de la probabilidad y del análisis de combinaciones. Proveyó el enlace esencial entre la mecánica de los fluidos y la mecánica de los cuerpos rígidos. Es el único científico físico que hizo contribuciones profundas al pensamiento cristiano. Muchos de estos pensamientos se encuentran en el pequeño tomo titulado Pensées (Pensamientos) sobre la religión (1669).
La teología de Pascal se centra en el personaje de Jesucristo como Salvador y está basada en la experiencia personal. Pascal declaró: «Dios hace al hombre consciente de su vileza interior, la cual la Biblia llama «pecado» y de Su misericordia infinita. Se une a lo más profundo del alma del hombre y la llena de humildad y de gozo, de confianza y de amor, haciéndole incapaz de cualquier fin que no sea Él mismo. Jesucristo es el fin de todo y el centro hacia el cual todo tiende». Pascal también dijo: «En el centro de cada ser humano hay un vacío en forma de Dios, que solo Jesucristo puede llenar».
Robert Boyle
Robert Boyle fue quizás el primer químico. Desarrolló la idea de los átomos. Muchos estudiantes de química de primer año conocen la ley de Boyle. Boyle escribió muchos libros. Uno de ellos fue The Wisdom of God Manifested in the Works of Creation (La sabiduría de Dios manifestada en las obras de la creación). Proveyó personalmente un fondo para conferencias dedicadas a la defensa del cristianismo en contra de la indiferencia y el ateísmo. Amigo de Richard Baxter, uno de los grandes teólogos del puritanismo, Boyle fue director de la Sociedad para la extensión del Evangelio en Nueva Inglaterra.
Isaac Newton
Aunque no estoy de acuerdo con ella, una reciente encuesta sobre quién es la persona más importante de la historia, le dio ese honor a Sir Isaac Newton.
Newton fue matemático, físico, descubridor junto con Leibnitz del cálculo, y el fundador de la física clásica. Curiosamente, Newton escribió más sobre teología que sobre ciencia. Él dijo: «Este sistema tan bello del sol, de los planetas y cometas solo podría proceder del consejo y del dominio de un Ser Poderoso e Inteligente». Y la siguiente cita demuestra que Newton era un verdadero creyente: «Hay más marcas de autenticidad en la Biblia de las que hay en cualquier otro libro de historia profano».
Newton fue literalista bíblico. No fue suficiente para él deducir un artículo de fe de las Escrituras. Dijo: «Tiene que ser expresado de la misma forma, con palabras firmes, como lo expresaron los apóstoles. Porque los hombres son dados a formar divisiones por culpa de las deducciones. La fe verdadera se encontraba en los textos bíblicos».
George Trevellian, un historiador secular, resumió así las contribuciones de estos individuos: «Boyle, Newton y los miembros fundadores de la Sociedad Real fueron hombres religiosos que refutaban las doctrinas escépticas de Thomas Hobbs. Pero familiarizaron a sus compatriotas con la idea de la ley en el universo y con los métodos científicos de búsqueda para descubrir la verdad. Se creía que estos métodos nunca les llevarían a conclusiones inconsistentes con la historia bíblica y con la religión de los milagros. Newton vivió y murió en esa fe».
Michael Faraday
Seguramente el mayor científico experimental de todos fue Michael Faraday. El aniversario del 200 aniversario de su nacimiento se celebró hace poco en la Royal Institution (un laboratorio multidisciplinario de investigaciones en Londres).
Mi amigo Sir John Thomas publicó un artículo muy interesante, que decía que si Michael Faraday hubiera vivido en la época del Premio Nobel, se habría ganado por lo menos ocho de ellos. Faraday descubrió la bencina (éter del petróleo) y la radiación electromagnética, inventó el generador eléctrico, y fue el principal arquitecto de la teoría clásica de campos.
Hay un contraste entre el final de su vida y el final de la vida de Lev Landau. Faraday estaba cerca de la muerte. Un amigo que vino a verle, queriendo introducir un poco de humor en la situación, le dijo: «Don Miguel, ¿qué clase de especulaciones tiene usted ahora?».
Faraday solía hacer especulaciones sobre la ciencia, y en seguida se iba corriendo al laboratorio para probarlas. Fue un comentario razonable. Pero Faraday lo tomó muy en serio, y respondió: «Especulaciones, amigo, no tengo ninguna. Sólo tengo certezas. Doy gracias a Dios de que no tengo que descansar mi cabeza agonizante sobre las especulaciones, porque yo sé a quién he creído y estoy seguro que es poderoso para guardar mi depósito para aquél día».
James Clerk Maxwell
El segundo de los tres grandes físicos teoréticos de todos los tiempos fue James Clerk Maxwell.
Alguien ha dicho que Maxwell poseía todos los dones necesarios para los avances revolucionarios en la física teorética: un entendimiento profundo de la realidad física, una gran capacidad matemática, una ausencia total de ideas preconcebidas, y una imaginación altamente activa. También tenía la capacidad de reconocer un trabajo digno de su genio: la interpretación matemática del concepto de Faraday del campo electromagnético. Uno de los logros más grandes de la inteligencia humana ha sido este trabajo, cuyos frutos son las ecuaciones matemáticas de los campos electromagnéticos que llevan el nombre de Maxwell.
De lo anterior, hay una cosa con la que no estoy de acuerdo. Si Maxwell hubiera sufrido una ausencia total de ideas preconcebidas, habría logrado una total ausencia de ciencia. Así que esto no fue escrito, desde luego, por un científico». Sin embargo, esta declaración es básicamente buena.
Maxwell dijo: «Considere lo que Dios ha pensado hacer con todos los que se someten a su justicia y que están dispuestos a recibir su don [de vida eterna en Cristo Jesús]. Serán conformados a la imagen de su Hijo, y cuando se haya cumplido eso, y Dios vea que están conformados a la imagen de Cristo, ya no puede haber más condenación».
Maxwell y Charles Darwin fueron contemporáneos. Muchos se preguntan: ¿Qué habrá pensado Maxwell de las ideas de Darwin? De hecho, una vez Maxwell fue invitado a asistir una conferencia en la Riviera italiana en el mes de febrero para hablar sobre la Biblia y los nuevos desarrollos científicos de la época. Si usted ha vivido en Cambridge, Inglaterra, sabe que el clima es muy deprimente en invierno. Si yo hubiera sido catedrático allí, creo que habría aprovechado la oportunidad de ir a la Riviera en invierno. Sin embargo, Maxwell no aceptó la invitación, diciendo: «La velocidad de cambio en las hipótesis científicas es naturalmente más rápida que la de la interpretación bíblica. Así que, si una interpretación se basa en alguna nueva hipótesis, puede ayudar a que la hipótesis siga a flote mucho tiempo después de que tendría que ser hundida y olvidada».
Y esto es verdad. Un ejemplo de esto es la teoría steady-state (estado permanente), hecha popular por Fred Hoyle y otros. Es una de dos teorías en conflicto sobre el origen del universo. Esta hipótesis dice básicamente que lo que se ve ha estado siempre allí. Ya no hay muchos defensores de aquella hipótesis. Es interesante volver atrás, a eso de 1960, y encontrar estudios sobre el libro de Génesis para ver cómo reconcilian esta hipótesis con el primer capítulo de Génesis. Cualquier persona razonable puede ver que el Génesis habla de un principio que sale de la nada (ex nihilo), así que requiere explicaciones muy interesantes para reconciliar un principio con la hipótesis steady-state.
Esta hipótesis será olvidada en cuestión de unos 20 años; pero los estudios sobre el Génesis seguirán disponibles en las bibliotecas sin que nadie pueda entenderlos. (Continuará).
Dr. Henry F. Schaefer IIITomado de http://tallerapologetica.blogspot.com/