…se unieron en esta ciudad contra tu santo Hijo Jesús… Herodes y Poncio Pilato… para hacer cuanto tu mano y tu consejo habían antes determinado que sucediera”.
– Hechos 4:27-28.
La frase termina de manera opuesta a lo que diría el sentido común. Nosotros esperaríamos leer así: “Contra tu santo Hijo Jesús se unieron Herodes y Pilato para torcer el curso de tu divina voluntad”. En lugar de eso, leemos: “Contra tu santo Hijo Jesús se unieron Herodes y Pilatos para hacer cuanto tu mano y tu consejo habían antes determinado que sucediera”. La idea es que el esfuerzo de ellos para oponerse a la voluntad de Dios demostró ser un golpe de alianza con ella. Las medidas que tomaron para arruinar la nave se volvieron la forma de asegurar que ésta se mantuviese a flote.
Ellos se confabularon en un consejo de guerra contra Cristo; pero, sin tener conciencia de ello, firmaron un tratado para la promoción de la gloria de Cristo. Pensaban que estaban haciendo un testamento en favor de los enemigos de Cristo; y estaban realmente dejando toda su riqueza al Hombre de Nazaret. Ellos decretaron que él debía morir, mas ese decreto fue su contribución de hojas de palma.
Mi hermano, Dios nunca frustra las circunstancias adversas; ése no es su método. Me impresionan a menudo estas palabras: “Él cabalga en las alas del viento”. Son muy sugerentes. Nuestro Dios no abate las tormentas que se levantan en contra suya; él monta sobre ellas, él obra a través de ellas.
A menudo nos sorprende que se permita abrir tantos caminos espinosos para los buenos: cómo José, el muchacho soñador, es puesto en un calabozo; cómo ese hermoso niño Moisés es lanzado en el Nilo. Usted habría esperado que la Providencia detuviera la apertura de esos fosos destinados para destrucción. Bueno, él podría haber hecho así; él podría haber dicho a la tormenta: “¡Detente!”. Pero había una forma más excelente: montar sobre ella.
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