Porque yo sé los pensamientos que tengo acerca de vosotros, dice Jehová, pensamientos de paz, y no de mal, para daros el fin que esperáis”.
– Jer. 29:11.
Pensemos por un momento en esta maravillosa afirmación: “Los planes de Dios siempre son buenos y siempre son perfectos para sus hijos”. A muchos les cuesta creerla. ¿Por qué? En parte esa dificultad se debe a que vivimos tiempos en los cuales las cosas buenas escasean cada vez más. Las buenas noticias, las cosas bien hechas, las situaciones placenteras, la esperanza, el bienestar, son cosas cada vez más escasas.
Cada día que pasa tendemos a sorprendernos más con las cosas realmente buenas. Últimamente, hasta llegan a parecernos extrañas. Nunca como en los tiempos actuales hemos sufrido tanto la falta de cosas buenas. Todo parece empeorar cada vez más: la salud emocional, la paz y las relaciones armoniosas, la estabilidad matrimonial, la seguridad frente al futuro… Sí, vivimos tiempos de inseguridad, de escasez, de temor a los días por venir.
Y, en medio de esos tiempos tan malos y difíciles, se escucha victoriosa la palabra de Dios en referencia a los planes que Dios tiene para nosotros en el porvenir. “Porque yo sé los planes que tengo para ustedes, declara el Señor, planes de bienestar y no de calamidad, para darles un futuro y una esperanza” (Jer. 29:11, NBLA).
Todas las cosas que Dios desea para nosotros son perfectamente buenas, y no hay la más mínima posibilidad de maldad en ninguna de ellas. Son perfectamente buenas y también son perfectamente santas. Por esta razón, debemos vivir cada día de nuestras vidas llenos de gozo y de paz. A los que confiamos en el Señor no nos espera nada malo mañana. Nuestro futuro está trazado desde la eternidad por Dios, y sellado con su amor, infinita bondad y misericordia.
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