Buscadores de oro
Hace muchos años, unos buscadores de minas estaban lavando piedras para encontrar oro, cuando uno de ellos halló una piedra inusual. La rompió y vio que contenía oro. Los hombres se pusieron a trabajar con mucho entusiasmo y al poco tiempo descubrieron una abundancia del metal precioso. Con un deleite sin restricción gritaron:
—¡Lo encontramos! ¡Lo encontramos! ¡Somos ricos!
Antes de ir a la ciudad a buscar suministros, acordaron no hablar a nadie de su hallazgo. Cuando estaban a punto de regresar al campo, un grupo de hombres se había reunido y estaba listo para seguirlos.
—Ustedes encontraron oro – dijo el grupo.
—¿Quién se los dijo? – preguntaron los buscadores.
—Nadie – contestaron ellos
— ¡Se les ve en la cara!
Así es también cuando una persona descubre a Cristo. El gozo de tener los pecados perdonados y una nueva relación con Él se ve en la cara de esa persona y en su vida transformada.
R.W.D. en Nuestro Pan Diario.
¿Dónde están nuestros hijos?
Un domingo, un padre salió a pasear al campo con su hijito. Como hacía calor, el hombre se acostó a la sombra de un árbol y el niño siguió corriendo y jugando, cortando hermosas flores, que luego llevaba a su padre. Por fin éste se durmió, y mientras dormía, el niñito se alejó de él. Cuando despertó, lo primero que hizo fue buscar al hijo. Luego de mucho andar, llegó al borde de un precipicio, y mirando hacia abajo, vio entre piedras y zarzas el cuerpo sin vida del niño. Bajó hasta donde estaba, y tomando el pequeño cadáver en sus brazos, llorando, decía a gritos que él era el asesino, pues mientras dormía, su hijo había caído en el precipicio. ¡Cuántos padres y madres cristianos están durmiendo, mientras sus hijos van acercándose al precipicio que termina en el infierno! Padres y madres: ¿Dónde están vuestros hijos?
D.L. Moody.
Una herida que salva
Un tren del Sur de Norfolk, Indiana, rodaba a 24 millas por hora. De repente, el conductor Robert Mohr vio un bulto sobre la vía a sólo una cuadra de distancia. Al principio, el ingeniero Rod Lindley creyó que era un perro. De pronto, Mohr gritó: — ¡Es un bebé! El bebé era Emily Marshall, de 19 meses, que se había alejado de casa mientras su madre estaba plantando flores en el jardín trasero. Lindley tiró de los frenos. Mohr se lanzó por la puerta, y corrió por el borde hacia el frente de la máquina. Se dio cuenta que no alcanzaba a saltar delante del tren y agarrar a la niña, así que bajó otros escalones y, agarrándose con fuerza, se botó sobre la parrilla. Cuando el tren se acercaba a Emily, ella rodó fuera de la vía, pero estaba todavía al borde y corría peligro de ser golpeada. Así que Mohr estiró una pierna y la empujó con el pie lejos del peligro. Entonces Mohr saltó del tren tomó a la niñita y la acunó en sus brazos. La pequeña Emily sólo quedó con un corte en la cabeza y el labio hinchado. Tal como este maquinista, Dios a veces tiene que herirnos para salvarnos.
Charles Kimball, en “Christianity Today Connection.com”.
El camino es una persona
El misionero E. Stanley Jones comentaba acerca de otro misionero que se perdió en la selva africana. Aquel hombre no veía nada a su alrededor excepto vegetación y, de vez en cuando, un pequeño claro en la jungla. Al fin se encontró con un nativo y le preguntó si él podía ayudarle a salir de allí. El nativo le respondió que sí. “Muy bien” – contestó el misionero –. “Muéstreme el camino.” El nativo le dijo: “Camine”. Así anduvieron por la selva por más de una hora y el misionero empezó a estar cada vez más preocupado. ¿Está usted seguro de que éste es el camino?, volvió a preguntar, ¿Dónde está el camino? El nativo le respondió: “Bwana, aquí no hay camino. Yo soy el camino.”
En “503 ilustraciones escogidas”, de José Luis Martínez.
No sólo reforma, sino transformación
Un grupo de barberos en su convención anual decidió exhibir el valor de su arte. Hallaron un vagabundo en los barrios bajos, le cortaron el cabello, lo afeitaron y le dieron un baño; y lo vistieron con un traje nuevo de la mejor confección. Habían demostrado a satisfacción el valor de la excelencia barberil, pero tres días después el hombre estaba de nuevo en el arroyo. Había sido transformado exteriormente en un hombre de aspecto respetable, pero los impulsos y urgencias de su ser íntimo no habían cambiado. Había sido empolvado y perfumado, pero no cambiado.
Citado por Billy Graham en El mundo en llamas.
Sin suministro
En cierta ocasión, el suministro de agua en una cierta Universidad se interrumpió por algún motivo. No se podía obtener una sola gota de agua en toda la Universidad. Ellos examinaron el estanque, las tuberías y las llaves, y nada parecía estar descompuesto. Finalmente descubrieron un montón de sapos en la conexión existente entre un tubo mayor y otro menor, los cuales estaban bloqueando el paso del agua. Llegaron a la conclusión de que algunas crías de alguna forma penetraron en aquella área y gradualmente crecieron convirtiéndose en enormes sapos y cortando así el suministro de agua. ¿No es verdad que esto ilustra perfectamente nuestra vida cristiana? ¡Con cuánta frecuencia nos sentimos vacíos y secos por dentro, como si todo nuestro suministro espiritual hubiese sido cortado! Todavía estamos leyendo la Biblia, orando, predicando el evangelio y ayudando a otros, pero de alguna forma lejos del lugar Santísimo. ¿Qué está mal? La respuesta generalmente se encuentra en el hecho de que algunos de nuestros pecados, carne, ídolos, o algún hábito de vida antigua, continúan sin ser tratados. En los inicios, estas faltas son como aquellas crías de sapo, no representando aparentemente un obstáculo para nuestra vida espiritual. Pero más tarde es cierto que llegaremos a experimentar una sequía total y dolorosa. Atendamos, por tanto, la orden de nuestro Señor: “Cazadnos las zorras, las zorras pequeñas…” (Cnt.2:12).
Revista “À Maturidade”, Nº 2, 1978.