«Agapao” y “Fileo” son dos verbos griegos que se traducen habitualmente como “amar”. De “agapao” proviene el sustantivo “ágape” que significa “amor” en castellano. “Fileo”, por su parte, viene de “filos”, que se traduce “amigo” en español. Aunque ambos verbos pueden traducirse como “amar”, la verdad es que no son sinónimos. En efecto, “agapao” y “fileo” denotan dos clases de amores diferentes y, en rigor, sólo “agapao” debiera traducirse por “amar” mientras que “fileo” debiera traducirse, más bien, como “querer”. Más aún, cuando en la revelación del Nuevo Testamento ambos verbos adquieren una connotación especial.
Los escritores del Nuevo Testamento reservan el verbo “agapao” preferentemente para referirse al amor de Dios, en tanto que “fileo” aparece más bien en relación con el amor humano. De esta manera, pareciera que la intención de los escritores inspirados del Nuevo Testamento es establecer que solamente la naturaleza divina es capaz de conjugar el verbo “agapao”. La naturaleza humana, en cambio, tendría como máximo potencial únicamente el amor “fileo”.
Veamos, entonces, esta limitación de la naturaleza humana y por qué “fileo” debiera traducirse más bien como “querer”, en lugar de “amar”. La vida del apóstol Pedro ilustrará perfectamente esta situación. En el evangelio de Juan, Jesucristo enseñó una máxima tremenda; él dijo: “Nadie tiene mayor amor (gr. ágape) que éste: Que alguien ponga su alma a favor de sus amigos” (15:13). De este texto se desprenden dos cosas: 1) El amor “ágape” es el mayor amor; y 2) El amor “ágape” halla su máxima expresión en el acto de dar la vida (poner el alma). El punto es que Jesucristo afirma cuatro veces en este evangelio que él da la vida (el alma) en favor de sus ovejas (10:11,15,17,18); por eso dice: “Yo soy el buen pastor” y “Por eso me ama el Padre”.
Ahora bien, durante la última noche que pasó Jesús con sus discípulos (Juan 13), él, anticipando el momento de la cruz, advierte a sus discípulos que adonde él va, ellos no pueden ir. “¿Y a dónde vas, Señor?” –preguntó entonces Simón Pedro. Jesús le reitera: “Adonde yo voy, no puedes seguirme ahora, pero me seguirás más tarde”. Pedro entonces, en un sincero intento por imitar a su Maestro insiste en la pregunta: “¿Por qué no puedo seguirte ahora? Mi vida daré por ti”. Jesús replica: “¿Tu vida pondrás por mí? De cierto, de cierto te digo: No cantará el gallo, sin que me hayas negado tres veces”.
Sólo un hombre que no se conoce a sí mismo podía atreverse a decir: “¡Mi vida daré por ti!”. Pero como Jesús estaba resuelto a que Pedro más adelante sí pudiera seguirlo, permitiría que éste sufriera el revés más grande de su vida. Para que algún día Pedro llegara a estar capacitado para seguir a Cristo hasta la muerte, debía necesariamente ser quebrantado. Y, en efecto, cuando aquella noche aún no terminaba, Pedro ya había negado a su Señor. Para Pedro todo el intento de imitar a su Maestro terminó en un lloro amargo (Mt. 26: 75).
Cuando el Señor Jesucristo resucitó, volvió a encontrarse con Pedro y tuvo una nueva conversación con él (Juan 21:15-19). Esta vez sería el Señor el que haría las preguntas: “Simón, hijo de Jonás, ¿Me amas más que éstos? Le respondió: Sí, Señor; tú sabes que te amo”. Lo interesante es que cuando Jesús pregunta ¿me amas? está usando el verbo “agapao”; Pedro, en cambio, cuando responde “te amo” usa el verbo “fileo”. ¿Qué ha pasado? Lo que ha pasado es que Pedro ha aprendido la lección. Él, todavía no tiene ese amor mayor que hace poner la vida por los amigos. El Señor lo sabe y ahora también lo sabe Pedro.
Vuelve el Señor a preguntarle por segunda vez: “Simón, hijo de Jonás, ¿me amas? Pedro le respondió: Sí, Señor; tú sabes que te amo”. Nuevamente el Señor pregunta con el verbo “agapao” y, otra vez, Pedro responde con el verbo “fileo”. El Señor busca asegurarse que Pedro efectivamente haya aprendido la lección. Pero ¿qué quiere decir Pedro al responder con el verbo “fileo”? Este verbo se traduce, a veces, como “besar” (Mt. 26:48; Mr. 14:44; Lc. 22:47). “Fileo” es mostrar cariño; es tener afecto por alguien.
Por eso, las versiones modernas de la Biblia cambian la expresión de Pedro “te amo” por “te quiero”. “Fileo” es “querer”, es un deseo. En definitiva, lo que Pedro quiere decir con su respuesta es: “Sí, Señor; deseo amarte”; “Sí, Señor; quiero amarte”. Esto, es lo máximo que la naturaleza humana puede ofrecer. El amor “ágape” es únicamente fruto del Espíritu.
Pero volvamos al relato. Jesucristo le pregunta la tercera vez: “Simón, hijo de Jonás, ¿me amas? Pedro se entristeció de que le dijese la tercera vez: ¿Me amas?”. A primera vista pareciera que la tristeza de Pedro se debió al hecho de que el Señor preguntara por tercera vez lo mismo. Pero no es así. La tristeza de Pedro se debió a que la tercera vez el Señor usó el verbo “fileo” y no el verbo “agapao”. En otras palabras, la tristeza de Pedro se debió al hecho de que el Señor ‘puso el dedo en la llaga’.
Parafraseando, el Señor preguntó la tercera vez: “Simón, hijo de Jonás, según tus propias palabras, ¿tú solamente me tienes cariño?”; “Simón, hijo de Jonás, ¿de tus palabras debo entender entonces que sólo me tienes afecto?”. Pedro, entristecido al verse enfrentado con su pobre realidad humana, no dice esta tercera vez: “Sí”, sino: “Señor, tú lo sabes todo; tú conoces que sólo te quiero”.
No obstante, en los siguientes días la vida de Pedro cambiaría maravillosamente. Este sería lleno del Espíritu Santo y del amor (gr. ágape) de Dios (cf. Rm. 5:5). La historia bíblica dice que Pedro amó al Señor Jesucristo con todo su ser, y la historia secular afirma que dio la vida por su Señor: Murió crucificado. Amén.