Lecciones básicas sobre la vida cristiana práctica.
Casadas, estad sujetas a vuestros maridos, como conviene en el Señor. Maridos, amad a vuestras mujeres, y no seáis ásperos con ellas”.
– Colosenses 3:18-19.
En primer lugar, toda persona casada –marido o esposa– necesita comprender que ser un marido o una esposa es un asunto muy serio.
Antes que alguien pueda iniciarse en una profesión, debe ser adecuadamente preparado. Ser un médico requiere de varios años de universidad, además de un tiempo de formación; un profesor pasará cuatro o cinco años estudiando pedagogía; un ingeniero debe cursar cinco o más años en la universidad; una enfermera tiene que estudiar cuatro años en una escuela de enfermería.
¿No es extraño, entonces, que alguien pueda ser un esposo o una esposa sin siquiera un día de entrenamiento? No es de asombrarse que haya tantos maridos y esposas fracasados. ¡Ellos nunca han aprendido cómo!
Si yo estoy enfermo, ¿me confiaría al cuidado de un médico o enfermero inexperto? Si necesito a alguien para instruir a mi hijo, ¿pediría ayuda de una persona iletrada? Si voy a construir una casa, ¿me atrevería a contratar a un arquitecto no calificado? Entonces, ¿es posible creer que un hombre pueda ser un buen marido, o una mujer ser una buena esposa, si nunca han aprendido cómo serlo?
Por lo tanto, todos los hermanos y hermanas casados deben aprender a asumir su responsabilidad delante de Dios. Dado que el matrimonio es más difícil que cualquier otra profesión, nadie debería demorarse en aprender diligentemente cómo vivirlo.
Cierra tus ojos
Lo primero que debes aprender después de casarte es a cerrar tus ojos para no ver.
Cuando dos personas viven juntos como marido y mujer, día tras día, año tras año, sin vacaciones o licencias por enfermedad, cada uno tiene suficiente tiempo para descubrir las debilidades del otro. Así que, tan pronto como estés casado, debes cerrar tus ojos.
El objetivo del matrimonio no es descubrir las debilidades de tu pareja. Recuerda, ella es tu esposa, no tu alumna; él es tu marido, no tu aprendiz. No se te demanda buscar las dificultades y debilidades de tu pareja con el fin de ayudar y corregir. Una familia debería ser construida sobre una base sólida. Por lo tanto, antes de casarte, tienes que abrir bien los ojos para comprenderlo todo, incluso las posibles dificultades. Pero después de casarte, ya no debes buscar entender más.
Si quieres buscar errores, tendrás muchas ocasiones para hacerlo. Puesto que Dios los ha puesto juntos, ambos tienen mucho tiempo para descubrir las deficiencias del otro. Por esta razón, lo primero que deben hacer los hermanos y hermanas casados es cerrar los ojos ante las dificultades y debilidades de su contraparte. ¡Ya verás lo suficiente sin mirar! ¡Y cuantas más dificultades habrá si se buscan a propósito!
Al unir dos personas como marido y mujer, Dios ha dispuesto que haya sujeción y amor en la familia. Él no le pide al marido y a la mujer que encuentren y corrijan los defectos del otro. Él no ha establecido a los maridos para ser instructores de sus esposas o a las esposas para ser maestras de sus maridos.
Un esposo no necesita cambiar a su esposa, o una mujer a su marido. Cualquiera sea el carácter de la persona con quien te cases, debes esperar vivir con eso de por vida. No busques deliberadamente dificultades y debilidades con el fin de ayudar. Tal concepto de ayuda es básicamente erróneo. Las personas casadas deben aprender a cerrar los ojos. Deben aprender a amar, y no a ayudar o a corregir.
Aprender a ajustarse
Ajustarse es una lección que requiere ser aprendida de inmediato tras el matrimonio. No importa cuán parecidas sean las disposiciones de la pareja, tarde o temprano descubrirán muchas diferencias. Ellos aún tienen diferentes puntos de vista, preferencias y aversiones, opiniones e inclinaciones. Por lo tanto, después de casarse, deben aprender pronto a adaptarse el uno al otro.
- Llegar a una solución intermedia
¿Qué se entiende por adaptarse? Significa que buscarás encontrar una solución intermedia. Es mejor si esto es mutuo; pero en caso de que no sea recíproco, tú puedes por lo menos conceder a medias. Sin embargo, muchos problemas se resolverán si puedes transigir de forma absoluta para llegar a un acuerdo. Cuando esto no es posible, sigue siendo bueno buscar una solución intermedia.
En otras palabras, después de que el hermano y la hermana se han convertido en marido y mujer, ambos deberían aprender a hacer ajustes en todas las cosas. Si se puede ajustar plenamente, bien; si no es así, adáptate por lo menos a medias.
Aprende a buscar un acuerdo con el otro. No insistas en tus opiniones, estando siempre dispuesto a cambiar tus puntos de vista. Aunque tengas tus ideas, procura acomodarte a los pensamientos de tu pareja.
- Aprende a negarte a ti mismo
Como cristianos, debemos aprender a negarnos a nosotros mismos. Negarse a sí mismo significa ajustarse a los demás. Tanto el marido como la esposa deberían aprender a ser más flexibles. Entonces, por lo menos habrá paz en la familia. Donde hay abnegación, habrá ajuste. Donde no existe sacrificio, la armonía también estará ausente.
Sé apreciativo y sensible
Una vez que estás casado, debes aprender de inmediato a apreciar los puntos fuertes de tu pareja.
- Reconoce las fortalezas del otro
No solo debemos ser complacientes y cerrar los ojos ante las debilidades; también debemos aprender a valorar los puntos fuertes de la otra parte. Debemos ser sensibles a las cosas que están bien hechas. Las relaciones familiares sufrirán mucho si el marido no sabe apreciar a su esposa, o si la esposa no valora a su marido.
Recuerden, no necesitamos ni adular a nuestras esposas, ni buscar satisfacer la vanidad de nuestros maridos. Lo que se necesita es apreciarse mutuamente. Aprender a ver las fortalezas, las virtudes y la belleza del otro.
- Da a conocer tu apreciación
La apreciación de un marido por su esposa no debe ser menor que la de cualquier otra persona. Su apreciación puede no ser mayor, pero al menos no debe ser menor que la de otras personas. ¿Por qué te casaste con ella si menosprecias su valor? O tu percepción era errónea entonces, o está errada ahora.
Lo mismo se aplica a la esposa. ¿Por qué te casaste con ese hombre si sientes que es la persona equivocada? Tú debes estar equivocada. Para tener una familia feliz, el reconocimiento mutuo es esencial. Que no sea que otros alaben a tu pareja mientras tú la criticas.
Observa los puntos fuertes de tu pareja y sé consciente de sus virtudes. Cuando se presente la oportunidad, confiesa públicamente lo que has observado y sentido. Esto no es ser pretencioso, porque estás diciendo la verdad. Cuando el marido y la esposa se valoran mutuamente de esta manera, se fortalece el vínculo familiar.
Sé cortés
Una familia debe ser cortés entre sí. Es abominable la falta de cortesía. Nosotros deberíamos ser corteses con todo el mundo. Por muy familiarizado que estés con una persona, la perderás como amiga si careces de educación. Pablo nos dice que el amor «no hace nada indebido» (1 Cor. 13:5).
A menudo, los problemas familiares son causados por pequeñas cosas. El tiempo en que una persona es menos amable es cuando está en casa. Piensas que, como tu esposa o tu esposo es la persona más íntima para ti, puedes ser menos considerado. Pero debes recordar que la cortesía embellece el contacto humano. Una vez que ésta desaparece, todas las partes feas de la vida serán reveladas.
Por muy familiares que sean las personas, la cortesía debe mantenerse. Un hermano explicó bien esto diciendo que la cortesía es como el aceite lubricante de una maquinaria. Sin cortesía habrá fricción y sentimientos desagradables.
Deja crecer el amor
Para que una familia tenga éxito, el amor debe crecer continuamente, y no debe morir. El amor requiere ser alimentado por la adaptación, el sacrificio, la abnegación, la comprensión, la simpatía y el perdón. Todo esto debe ser repetido una y otra vez. Si se nutre, el amor puede crecer bellamente. Pero si las personas no buscan el disfrute de los demás sino solo su propio bienestar, su amor pronto se debilitará y morirá.
Renuncia al egoísmo
Otra condición importante de la vida familiar es no ser egoísta.
- Busca complacer al otro
Si estás casado, vive como una persona casada. No debes actuar como una persona soltera. La palabra de Dios dice: «el casado tiene cuidado de las cosas del mundo, de cómo agradar a su mujer … (y) la casada tiene cuidado de las cosas del mundo, de cómo agradar a su marido» (1 Cor. 7:33-34). Probablemente la mayor dificultad que enfrenta una familia es el egocentrismo.
Permitir la libertad, la privacidad y las posesiones privadas
En la familia, cada uno debe permitir al otro cierta libertad, privacidad y posesiones privadas. Tanto el marido como la mujer deben aprender a dar libertad a su pareja. Cada uno debe tener su propio tiempo, dinero y pertenencias. El hecho de que exista una relación de marido y esposa no es razón para que estas cosas sean usurpadas. Necesitas aprender a mantener tu lugar. De lo contrario, algo pequeño como esto puede causar un gran conflicto.
Cada marido y cada mujer debería tener su propia privacidad. Esto es perfectamente legítimo. Es lícito para la mano izquierda hacer algo sin notificar a la mano derecha (Mateo 6:3). Por lo tanto, aprende a respetar el privilegio individual de cierta intimidad. Esto ayudará a evitar muchos problemas.
Aprende a resolver los problemas
Ahora, ¿cómo resolver los problemas familiares? Los esposos no pueden evitar tener algunas diferencias y dificultades. Pero, siendo ellos adultos e hijos de Dios, deben entender primero dónde están sus diferencias y dificultades. Antes de intentar resolver cualquier asunto, se requiere saber dónde está el problema. Después de identificar dónde está el conflicto, será posible buscar su solución.
Es mejor que el esposo y la esposa conversen sobre las cosas. Los de fuera no deben interferir al principio, aunque más tarde puede haber ocasión para ayudar. En primer lugar, es bueno que las dos personas intercambien libremente sus puntos de vista. Los sucesos no deberían ser conocidos por otros y ser difundidos mientras aún no se han tratado en casa.
A veces, las cosas relacionadas con el marido son conocidas en muchos lugares, y sin embargo, el marido las ignora. Las cosas entre marido y mujer deberían decirse uno al otro. Provean la ocasión para un consejo de familia. Antes de hablar, deja que tu pareja termine su propia exposición. Evita hablar monopolizando la conversación. El marido debe oír a la esposa y la esposa al marido.
Cuando se sienten para hablar, discutan sus conflictos objetivamente. Si lo hacen de manera subjetiva, el diálogo no tendrá éxito. El propósito de su conversación es descubrir qué es lo correcto. Ninguno sabe quién tiene la razón, así que ambos deben anhelar hallar la verdad. Ustedes deben hablar y luego orar.
Busquen una solución a través de la oración. Pidan al Señor que les haga entender a ambos dónde está el problema. Por lo general, al orar por segunda vez, la mayoría de los asuntos son resueltos. El problema de muchos es que no se han sentado a escuchar objetivamente. Cuando lo hacen, la mitad de su dificultad está resuelta; pronto serán capaces de descubrir el foco real del problema.
A menudo, en la vida familiar, el esposo y la esposa necesitan confesarse y perdonarse mutuamente. No se trata solo de pasar por alto sus fallas, sino que deben confesarlas. Cada uno debe confesar su propia culpa y perdonar la culpa del otro.
Cuando tienes la culpa, confiesa. Pero ¿qué debes hacer cuando la culpa es de tu pareja? Recuerda que tu relación familiar es como todas las otras relaciones cristianas. Cuando tu contraparte está errada, aprende a perdonar en lugar de indagar.
Porque el amor «no guarda rencor» (1 Cor. 13:5). El amor no registra cada error; más bien, aprende a perdonar. Tan pronto como un pecado es perdonado, es olvidado. El amor no se comporta como Pedro en Mateo 18, contando cada pecado y limitando la medida del perdón. El perdón real no toma en cuenta el tiempo; pecado perdonado es pecado olvidado. Para que una familia prospere, debe haber perdón.
Viviendo juntos delante de Dios
Para resolver los problemas familiares y vivir felizmente juntos, es necesario que la pareja tenga una vida real de comunión delante de Dios. En especial los padres con niños deben darse tiempo para orar juntos. Cada pareja necesita ese tiempo para esperar en Dios y para deliberar sobre las cosas espirituales.
Tanto el esposo como la esposa deben aceptar mansamente el juicio de la luz de Dios. El esposo no debe tratar de salvar sus apariencias; tampoco la esposa. Debe haber compañerismo juntos. Pasar tiempo en orar y deliberar juntos. Para tener una buena familia, ambos deben vivir delante del Señor.
Traducido de Spiritual Exercise, cap. 33.