¿Es el Naturalismo una explicación más simple que el Teísmo?
El filósofo David Papineau declara que, «en nuestros días casi todo el mundo quiere ser «naturalista»1. Los intelectuales de occidente llaman al naturalismo, la visión «ortodoxa». Carl Sagan describe de forma resumida la doctrina «ortodoxa» del naturalismo: «El cosmos es todo lo que es, o fue alguna vez, o será»2.
El universo espacio-tiempo –que podemos estudiar utilizando las ciencias físicas– es todo lo que hay. En vez de apelar a explicaciones «ocultas», «maravillosas», «sobrenaturales», o «teístas», los naturalistas dicen que su visión del mundo es más simple y requiere menos entidades para explicar cómo son las cosas. ¿Cierto? Dios es un agregado metafísico; un simple apéndice «explicativo. Dios, simplemente, no es necesario para explicar cómo son las cosas, porque «la ciencia» es suficiente.
Tres características del naturalismo
Es un cuadro total. Pero, permítanme desmenuzarlo, revisando sus tres características principales:
1. Conocimiento (epistemología): Es una tendencia creciente a considerar el conocimiento como nada más que una contribución a la supervivencia humana y no como lo que se requiere para validar una creencia como verdadera.
Intuitivamente, reconocemos que el conocimiento por definición requiere la verdad. Además, éste demanda que no sostengamos una creencia de manera accidental, sino sobre algún tipo de garantía o base adecuada: Conocimiento = (i) una creencia que es (ii) verdadera y también (iii) garantizada.
Desarrollemos esto:
La verdad: La verdad se adecúa o corresponde a la realidad. Yo no puedo conocer que la tierra es plana. No puedo conocer que el sol orbita la tierra. ¿Por qué? Porque estas creencias son falsas; no corresponden a la realidad. No puedo conocer que la tierra es plana o que la luna está hecha de queso. ¿Por qué? Porque no es así. Sin embargo, a pesar del sentido común, los naturalistas se ven cada vez más tentados a negar que la verdad sea necesaria para el conocimiento.
No todos los naturalistas asumen esta visión (llamada «epistemología naturalizada»), pero dado el punto de partida del naturalismo, muchos sí lo hacen. No podemos hablar sobre como debiésemos pensar (el rol de la filosofía tradicional), se nos dice. No tenemos obligación filosófica de rechazar tantas creencias falsas como sea posible y abrazar otras porque son verdaderas.
Mas bien, nuestro foco debiese estar en como los seres humanos están pensando realmente («psicología»). Estudiamos creencias cuyo propósito es la sobrevivencia y no la verdad.
Garantía: Si los naturalistas están en lo correcto, pareciera que somos meros organismos biológicos y que nuestras creencias emergen en nuestros cerebros provenientes de fuerzas físicas más allá de nuestro control. Luego, el que nuestras creencias, que provienen de nuestros instintos de supervivencia, sean verdaderas (coinciden con la realidad) sería un resultado puramente accidental y no racional. Podríamos creer que los seres humanos tienen dignidad y derechos intrínsecos, y esto nos podría ayudar a sobrevivir como especie, pero esta creencia pudiera ser completamente falsa.
La evolución naturalista está interesada en la supervivencia, no en la verdad. Por esto, el naturalista no puede tener más control sobre sus propias creencias que el cristiano. Es decir, el naturalista no puede pretender ser más racional que otros. Las creencias ateas pueden ser tan aleatorias como las cristianas, debido a que son producidas por fuerzas físicas que están más allá de nuestro control racional. Los seres humanos son, simplemente, seres supervivientes que forman creencias para sobrevivir, incluso cuando estas son falsas.
2. Explicaciones causales (etiología): Es la tendencia a explicar todos los eventos de manera mecánica (desde el Big Bang hasta las decisiones que tomamos todos los días), lo que implica un tipo de determinismo. La gran historia naturalista de los orígenes afirma que nuestro universo tuvo un comienzo físico, impersonal y mecánico, y que este escenario físico de causa y efecto describe todos los eventos a partir del el Big Bang (incluyendo mis elecciones y creencias).
En consecuencia, la cadena histórica de causas físicas, desde el Big Bang hasta hoy, implica determinismo. No hay espacio para la libertad de elección, que capacita a un agente para levantarse por sobre las influencias puramente físicas.
Podríamos argumentar, inclusive, que nuestros sistemas legales y de encarcelamiento asumen que los seres humanos no están solo «bailando al compás de su ADN,» como dice Richard Dawkins. Tenemos control moral sobre nuestros actos, a pesar de los genes y el medio ambiente. Las causas personales, y no solo las físicas, son parte de la realidad.
3. Las entidades que existen (ontología): El naturalismo se basa en la suposición de que solamente existen las entidades físicas. Es decir que, si algo no es estrictamente físico (por ejemplo, una mente), depende necesariamente de lo físico para su existencia.
Por tanto, en el caso de la mente, ésta cesaría de existir completamente con la muerte. Dios o los ángeles (seres espirituales) no encajan en ninguna parte dentro del radar naturalista de la realidad. Sí, el naturalismo está atado al fisicalismo, para el cual la realidad consiste únicamente en materia.
Este es un breve bosquejo del naturalismo. ¿Qué hacemos con él y su supuesta simpleza?
La Prueba del Trasfondo
El naturalismo es un juego de todo o nada. Demanda que desechemos muchas de nuestras creencias de sentido común, tales como la existencia del alma o de la voluntad libre, las obligaciones morales y el mal. Pero ¿Es el naturalismo la mejor explicación disponible?
Sometamos tanto el naturalismo como el teísmo a la «prueba del trasfondo», preguntando: ¿Qué cosmovisión explica mejor las variadas características del universo y del fenómeno de la experiencia humana? ¿El naturalismo o el teísmo es el contexto explicativo menos sorprendente dadas dichas características?
Podemos revisar una lista bastante amplia y responder: «Dios… Dios… Dios». El origen y ajuste fino del universo, la aparición de la primera vida y la conciencia, la existencia de la dignidad y los derechos humanos, los valores morales objetivos, el libre albedrío, la racionalidad, la belleza, e incluso, la existencia del mal. En todo esto, la existencia de un Creador poderoso, inteligente y bueno tiene mucho más sentido.
Cabe preguntar: ¿Qué escenario es más plausible?: ¿Que la conciencia procede de la materia inconsciente o de un Ser supremamente auto consciente? ¿Que la identidad personal surgió de procesos impersonales o de un Creador personal? ¿Que el libre albedrío proviene de procesos deterministas o de un Ser que escogió crear libremente? ¿O que, en un tiempo finito hacia atrás, el universo simplemente apareció a la existencia y surgió sin causa de la nada, o bien, que un Ser poderoso lo trajo a la existencia? El naturalismo no nos ayuda realmente en este punto. Al menos, debemos reconocer que «algo hay ahí afuera»; una realidad más allá de la naturaleza y que debiésemos explorar de forma seria.
El teísmo ofrece un contexto más natural y menos sorprendente que el naturalismo en cuanto a explicar las características fundamentales del universo y la existencia humana. Al comparar diferentes contextos, encontramos constantemente que el teísmo tiene más sentido, es más razonable, y ofrece una explicación mejor y más natural que el naturalismo. Adicionalmente, si la gente pregunta: «¿Por qué el teísmo? ¿Qué ocurre con otras religiones?» Podemos sugerir esto: Si existe un Dios personal, entonces este hecho regiría no solo para el naturalismo, sino también para el budismo, el taoísmo, el jainismo, el confucionismo, el sintoísmo y las diversas versiones del hinduismo. Un Creador personal simplifica inmediatamente las cosas.
¿Es realmente más simple el naturalismo?
Sin embargo, los naturalistas afirmarán que el naturalismo es más simple, porque exige la existencia de menos entidades, es decir, que el cosmos físico es todo lo que hay. El teísta cree en el universo, más Dios (sin mencionar, «más las almas, más las criaturas angelicales»). Pero, Dios parece innecesario: Si el naturalismo explica las cosas ¿para qué traer a Dios a escena? Vamos a ofrecer algunas respuestas.
Primero, debiésemos usar el principio de simplicidad para deshacernos de explicaciones innecesarias, siempre que sea posible. Considere el politeísmo (muchos dioses) versus el monoteísmo (un Dios). Podemos preguntar: ¿Por qué involucrar entidades extra cuando simplemente con una será suficiente? Permaneciendo todo lo demás igual, si un Dios (monoteísmo) es adecuado para la tarea de crear y sostener el universo, ¿por qué involucrar una multiplicidad de deidades? No hay razón para multiplicar entidades adicionales más allá de lo necesario. Debido a un principio conocido como la «navaja de Ockham», los dioses extra simplemente se eliminan con base en la simplicidad explicativa. Un Dios es más que suficiente.
Segundo, aunque el ateísmo es teóricamente más simple que el monoteísmo, esto solo es verdad en un sentido numérico (y esta «mayor simplicidad» resulta ser problemática). Como percibimos antes, eliminar a Dios como explicación nos deja con enigmas formidables y también con grandes lagunas en nuestro entendimiento. Es un paso que no mejora en nada nuestro poder de explicación. De hecho, remover a Dios de nuestros recursos explicativos reduce de forma dramática nuestro poder de explicación. El naturalismo es simplemente inadecuado para dar cuenta de un buen número de características del universo y de nuestra existencia humana. El filósofo cristiano Alvin Plantinga observa, correctamente, que el teísmo, o más específicamente la cosmovisión cristiana, «sugiere respuestas para un amplio rango de historias que de otra manera serían intratables» 3. Esto significa que, sin Dios, solo nos quedan relatos del tipo «esto es así» (explicaciones del tipo «simplemente así son las cosas»), con respecto a cómo comenzó el universo y llegó a estar finamente ajustado; cómo llegaron los seres humanos a tener dignidad y valor; cómo la belleza emergió, cómo la conciencia apareció, etc.
Tercero, si aplicamos el principio «cuanto menos entidades, mejor», entonces, ¿por qué no solo decir: «Ninguna entidad explicativa es mejor que una?». En 1668, Francesco Redi, un científico italiano, intentó demostrar que las larvas no aparecen de forma espontánea en la carne descompuesta, a pesar de la popularidad de dicha creencia. Redi intentó demostrar que las larvas provienen de huevos de moscas. Para probar esta hipótesis, puso una muestra de carne dentro de un jarrón sellado, y dejó otra muestra expuesta al aire, proveyendo acceso a las moscas. Tal como sospechaba, la carne protegida no produjo larvas; la carne expuesta sí lo hizo.
Este hecho nos presenta una interesante pregunta: ¿Por qué no creer en la «generación espontánea», ya que implica la necesidad de menos entidades? Pero, esto sería lo mismo que asumir que un conejo surge realmente a la existencia de la nada cuando aparece repentinamente en el sombrero de un mago. ¿Por qué no pensar que la vida surgió a la existencia a partir de la materia inanimada? O, incluso más, ¿por qué surgió un universo de la nada y no otras cosas (como una manada de elefantes)? Con certeza, aquello que viene de la nada es «más simple» (es decir, requiere menos entidades) que aquello que viene de algo más.
Sorprendentemente, algunos ateos están dispuestos a aceptar que algo si puede venir de nada, o incluso, que el universo se causó a sí mismo. Por supuesto, esto no nos debiera sorprender, dadas las evidentes implicaciones teístas de la cosmología del Big Bang. Incluso, el filósofo ateo Kai Nielsen concibe correctamente el siguiente escenario: «Supón que oyes un fuerte golpe… y me preguntas qué produjo ese ruido, y yo respondo: Nada, simplemente ocurrió». Tú no lo aceptarías. De hecho, considerarías mi respuesta como bien incomprensible»4. Concuerdo. De hecho, la ciencia en sí misma –el terreno que el naturalista dice representar– refuerza la idea de que nada puede salir de la nada. Admito que, numéricamente hablando, es más simple decir que la nada causó que algo llegara a existir, que el afirmar que algo ya existente causó otra cosa. Cero entidades son más simples que una entidad. Pero, explicar eventos sin dar ninguna razón suficiente –»simplemente ocurrieron»– es claramente inadecuado. Basado en el ejemplo de Nielsen, sospecho que si el Big Bang no sugiriera fuertemente la existencia de un Creador, los científicos y filósofos naturalistas no se verían inclinados a sugerir que algo puede llegar a existir, literalmente, a partir de la nada. Las probabilidades de que algo provenga de la nada son exactamente iguales a cero.
La bancarrota metafísica de la idea de que «algo procede de la nada» no se aplica solamente al origen del universo. Se aplica también al surgimiento de la primera vida, de la consciencia, del valor moral, de la belleza, de la razón, y de una multitud de otros rasgos. Tiene mucho más sentido decir que la vida procede de la vida, la conciencia procede de la conciencia y que los valores morales proceden de un Ser Supremamente valioso.
El filósofo ateo Michael Martin dice que no hay razón para no creer que los valores morales objetivos pudieran estar compuestos de materia5. Aquí hay un gran problema. En vano buscaremos un libro de física que indexe «valor moral» en una lista de propiedades de la materia. Después de todo, en otra parte Martin dice creer que el universo pudo emerger ¡literalmente de la nada!6 El hecho es que él acepta que el valor emerge, de alguna manera, de procesos carentes de valor. Esta «simplicidad» no parece muy regular o natural. Lo regular, sin embargo, es que «el valor proceda del valor y no de la ausencia de valor.» Si existe un Ser Supremamente valioso, podemos explicar de inmediato la existencia de seres humanos moralmente valiosos. Debemos preguntar y perseguir con pasión la respuesta a esta pregunta: «Si hay algo allá afuera, ¿se ha revelado (este ser) a sí mismo?». Esta es la pregunta que debiera hacer cualquier genuino buscador de la verdad.
Conclusiones
El naturalismo es «más simple» en cuanto a que involucra menos entidades dentro de su sistema, pero eso no ayuda a dar cuenta del universo y sus características más importantes, ni de los aspectos fundamentales de la experiencia humana. Deshacerse de Dios significa una pérdida importante de poder explicativo. Un contexto teísta nos ayuda a dar sentido a muchas de las principales características del orden creado. Acudir a creencias tales como que el universo vino de la nada o el universo se causó a sí mismo es una huída del mismo «método científico» que los naturalistas celebran con determinación.
El teísmo nos guía a una explicación más clara de las cosas, arrojando luz en los lugares oscuros. Como dijo C.S. Lewis, «Creo en el Cristianismo como creo en que ha salido el sol, no solo porque lo veo, sino porque por medio de él puedo ver todo lo demás»7.
Fuente: Enrichment Journal
http://enrichmentjournal.ag.org/201201/201201_108_Naturalism.cfm
Traducido por Daniela Valenzuela
Paul Copan. Teólogo cristiano, filósofo analítico, eticista, apologista y escritor. Actualmente es profesor de la Palm Beach Atlantic University (USA). Ha escrito libros en el ámbito de la filosofía de la ética y asimismo en el campo de la filosofía de la religión y la historicidad de Jesucristo. Además es el presidente de la Sociedad Filosófica Evangélica.
Notas
- David Papineau, Philosophical Naturalism (Oxford: Blackwell, 1993), 1.
- Carl Sagan, Cosmos (New York: Random House, 1980), 4.
- Alvin Plantinga, «Natural Theology,» in ed. Jaegwon Kim and Ernest Sosa, Companion to Metaphysics (Cambridge: Blackwell, 1995), 347.
- Kai Nielsen, Reason and Practice (New York: Harper & Row, 1971), 48.
- Michael Martin, Atheism, Morality, and Meaning (Amherst, N.Y.: Prometheus Press, 2002), 45.
- Michael Martin, Atheism: A Philosophical Justification (Philadelphia: Temple University Press, 1990), 106.
- «Is Theology Poetry?» in The Weight of Glory 140.