Y llamó Abraham el nombre de aquel lugar, Jehová proveerá. Por tanto se dice hoy: En el monte de Jehová será provisto”.

– Gén. 22:14.

Se dice que la única pregunta que hizo Isaac en su vida, por decisión propia, fue: “¿Dónde está el cordero para el holocausto?” (v. 7). La respuesta fue categórica: “Dios proveerá”.

Esto es típico en la vida de Isaac, cuyo privilegio como heredero era simplemente recibir lo que su padre le daba de buen grado. Él no tuvo necesidad de cavar pozos; lo más que llegó a hacer fue reabrir aquellos que había cavado su padre.

Tampoco tuvo Isaac la palabra decisiva en su propio matrimonio. No fue consultado acerca de su futura esposa, y no realizó ningún esfuerzo para encontrarla. Hasta la misma tumba donde sería sepultado, había sido adquirida por su padre.

Al igual que Isaac, nosotros hemos nacido en un hogar acomodado. Aquello que Dios, nuestro Padre, ha provisto para nosotros, debemos recibirlo. El Dios de Isaac es nuestro Dios y, ¿no es acaso él, el Dios que provee?

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