Vivimos uno de los tiempos más difíciles que el pueblo de Dios haya vivido en toda su historia.
Pero con respecto a la venida de nuestro Señor Jesucristo, y nuestra reunión con él, os rogamos, hermanos, que no os dejéis mover fácilmente de vuestro modo de pensar, ni os conturbéis, ni por espíritu, ni por palabra, ni por carta como si fuera nuestra, en el sentido de que el día del Señor está cerca. Nadie os engañe en ninguna manera; porque no vendrá sin que antes venga la apostasía, y se manifieste el hombre de pecado, el hijo de perdición”.
– 2a Tes. 2:1-3.
Vamos a meditar especialmente sobre el término apostasía. En este pasaje, Pablo nos da una profecía muy importante. El apóstol escribe a los hermanos en Tesalónica, en relación a la venida del Señor, y usa la expresión: «Os rogamos». Es una expresión fuerte, un pedido profundo, para que, de ninguna manera, se dejen engañar por algún mensaje que venga a perturbarles.
Entonces, Pablo establece dos puntos fundamentales en relación a la venida del Señor: la apostasía y la manifestación del hombre de iniquidad (hombre de pecado), el anticristo.
Profecía en cumplimiento
Debemos mirar esta profecía con mucho cuidado, porque podemos afirmar que la primera parte de ella se está cumpliendo exactamente en este tiempo que estamos viviendo. Presten atención. Nosotros podemos ver el mundo espiritual, la realidad que el pueblo de Dios vive en la hora presente. Podemos decir que estamos viviendo el primer punto de esta profecía – la apostasía.
Estamos viviendo uno de los tiempos más difíciles que el pueblo de Dios haya vivido en toda su historia. Y si nosotros, como iglesia del Señor Jesús, no volvemos hoy nuestro corazón para oír al Espíritu Santo, fracasaremos en la vida, fracasaremos en el testimonio, fracasaremos en nuestro llamamiento celestial.
Mi carga es compartir sobre cuatro características de la apostasía. Que el Espíritu Santo nos ayude a ver esto de manera clara, objetiva, contundente, y seamos profundamente tocados por la palabra de Dios.
Relación maldad – amor
«…y por haberse multiplicado la maldad, el amor de muchos se enfriará. Mas el que persevere hasta el fin, éste será salvo» (Mat. 24:12-13). He aquí la primera característica de la apostasía, de esta triste realidad que estamos viviendo. Necesito subrayar dos palabras en el versículo 12. La primera es maldad (iniquidad), y la otra, amor.
En el original, aquí, la palabra amor es ágape. Y esto es muy significativo. Muchas veces los cristianos se refieren a esta palabra de una forma genérica. A veces se dice: «Hermanos, está faltando amor en el mundo. Como dice la Biblia, por multiplicarse la maldad, el amor se está enfriando. Las personas ya no tienen más amor hoy».
Esta es una forma errada de usar este versículo. En el texto original del Nuevo Testamento, hay cuatro expresiones para la palabra amor: eros (amor carnal, amor erotizado); storgé (el amor en la relación familiar); fileo (la comunión de hermanos, amor fraternal), y la palabra ágape, que se refiere al amor de Dios.
Al estudiar la naturaleza del amor ágape, descubrimos que este amor es mucho más que un sentimiento de Dios – es la esencia del ser de Dios. Repito esto: la palabra ágape no es una definición del amor de Dios, sino una definición del propio Dios. Dios es amor. El amor de Dios no es una parte de su ser, sino toda la esencia de su ser, y tiene por característica el relacionamiento.
Entonces cuando se dice que el amor se está enfriando, debemos entender que, por haberse multiplicado la iniquidad, nuestro amor, nuestra relación con Dios se está enfriando.
La decadencia en Éfeso
Un gran ejemplo para ilustrar esta verdad está en Apocalipsis capítulo 2. En la carta a la iglesia en Éfeso, el Señor mira a aquella iglesia, ve su obra, su perseverancia, su labor. En Hechos 20 se dice que, durante tres años, Pablo predicó allí todas las insondables riquezas de Cristo.
En el Nuevo Testamento, la iglesia en Éfeso fue la que recibió el mayor depósito espiritual. Cuando la obra del Señor llegó allí, él usó aquella iglesia para evangelizar Asia menor.
Pablo arrendó una escuela y estuvo allí enseñando durante dos años; fue allí donde usó la mayor parte de su ministerio en una esfera local. Pablo tenía tanto apego con ellos que, cuando volvió por última vez a Jerusalén, llegó a Mileto y llamó a los ancianos de Éfeso para alertarlos sobre lo que estaba por venir.
Luego, Timoteo es enviado a continuar la obra en Éfeso, y después, el Espíritu Santo envía a Juan. La característica del ministerio de Juan estaba enfocada en este amor ágape. ¡Cuánta inversión hizo Dios en aquella iglesia!
Sin embargo, ahora el Señor dice a Éfeso: «Pero tengo contra ti, que has dejado tu primer amor» (Apoc. 2:4). ¿Qué es el primer amor? Nosotros no tenemos una escala de amor en la Biblia. Para entender este amor, tenemos que tomar la palabra primero. Ella viene de un término original que significa «el mejor». Es decir, el Señor les está diciendo: «Ustedes dejaron lo mejor de su amor».
Nuestro amor a Dios es la base de todo nuestro servicio a él. Entonces, logramos entender lo que la palabra amor significa en Mateo 24:12: «…y por haberse multiplicado la maldad, el amor de muchos se enfriará». Al comparar estos dos textos (Mat. 24:12 y Apoc. 2:4), entenderemos exactamente lo que el Señor Jesús está diciendo. Por haberse multiplicado la iniquidad, es nuestro amor relacional con Dios el que se está enfriando.
Iniquidad
La palabra iniquidad, conforme al texto original, aparece 12 veces en todo el Nuevo Testamento. La palabra griega es «anomos». Es importante que entendamos esto aquí. Este término aparece cuatro veces en los evangelios, específicamente en Mateo.
¿Cómo el Espíritu Santo nos da la interpretación de una palabra? Mediante lo que llamamos interpretación contemplativa de la palabra de Dios, porque no podemos traducir esta palabra de manera secular. El término iniquidad o anomia significa «quiebre de la ley»; pero, espiritualmente, significa una afrenta al carácter de Dios, porque la ley divina es la expresión de su santo carácter. La iniquidad es una afrenta a su carácter, a su santidad.
Veamos una cita en que aparece la palabra iniquidad, en Mateo 7:21-23: «No todo el que me dice: Señor, Señor, entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos. Muchos me dirán en aquel día: Señor, Señor, ¿no profetizamos en tu nombre, y en tu nombre echamos fuera demonios, y en tu nombre hicimos muchos milagros? Y entonces les declararé: Nunca os conocí; apartaos de mí, hacedores de maldad». La Biblia en español dice «maldad», pero la traducción más fiel es «iniquidad».
¿Qué determina el sentido de la palabra iniquidad en este pasaje? Podemos decirlo así: hacer cosas espirituales fuera de la voluntad de Dios. «Muchos me dirán en aquel día: Señor, Señor, ¿no profetizamos en tu nombre, y en tu nombre echamos fuera demonios, y en tu nombre hicimos muchos milagros?» (v. 22). Presten atención. Según este texto, aquellas profecías, liberaciones y milagros están siendo realizados fuera de la voluntad de Dios. ¿Cómo es que estos actos son prácticas de iniquidad?
Aquí tenemos algo muy severo de parte del Señor. Sabemos que las profecías, liberaciones y milagros son obras del Espíritu. Pero aquí el Señor está diciendo que tales personas hicieron estas operaciones fuera de Su voluntad. Ellas hacían estas cosas espirituales, sin embargo, afrentando el carácter de Dios. Y eso es lo que vemos hoy día.
La iniquidad tiene que ver con la esfera espiritual de nuestra vida. Es claro que el mundo está en una profunda corrupción. Sin embargo, cuando nuestro Señor Jesús dice: «…y por haberse multiplicado la maldad, el amor de muchos se enfriará», no podemos generalizar su interpretación. Necesitamos ser honestos con la lectura, interpretación y aplicación de este texto. Está diciendo que la iniquidad está relacionada con la esfera de Su obra, y el enfriamiento del amor está relacionado con la comunión entre la iglesia y Cristo.
Amor en tres esferas
«Porque el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que nos fue dado» (Rom. 5:5). El amor de Dios fue derramado en nosotros. La esencia de la vida de Dios, en aquello que él se permite comunicarnos mediante su Espíritu que vino a habitarnos, aquello que Dios nos comunica de su propio ser, ese ágape, no es una parte de su sentimiento, es de su propio ser. Es este amor ágape el que nos permite relacionarnos con Dios, tener comunión con los hermanos y tener compasión por los que se pierden.
Cuando este amor se enfría, nuestra comunión con Dios es fría, nuestro relacionamiento con los hermanos es indiferente y nuestra compasión por los perdidos ya no significa nada. Esto es la apostasía. Y la apostasía tiene su base en la iniquidad. Comenzamos a hacer cosas para Dios, pero afrentando su carácter.
Una iglesia caída
La iglesia de Éfeso tenía muchas obras, pero ellas eran iniquidad. ¿Y por qué eran iniquidad? Ellos resistían a los malos obreros, batallaban por el nombre del Señor, eran perseverantes. ¿Cómo podría haber iniquidad en esto? Es muy simple. No podemos contradecir lo que nuestro Señor dice. Si observamos seriamente, el Señor dice que esta iglesia está caída. «Recuerda, por tanto, de dónde has caído». Ella hacía cosas buenas, pero estaba caída.
Como nuestro Señor enseña en Mateo 7, muchos dirán: «Señor, Señor»; sin embargo, están practicando iniquidad. Aunque están profetizando, están liberando, están operando milagros, el Señor les dirá: «Nunca os conocí». Éfeso tenía muchas obras, pero el Señor les dice: «Recuerda, por tanto, de dónde has caído, y arrepiéntete, y haz las primeras obras; pues si no, vendré pronto a ti, y quitaré tu candelero de su lugar».
¿Qué significa quitar el candelero? El candelero era una expresión tipológica de Cristo. Era hecho de oro martillado, de una sola pieza. Él habla de la gloria y del carácter de Dios. Entonces, cuando Dios dice que removerá el candelero, está diciendo: «Yo quitaré de ti la gloria de mi carácter». Esto debe conmover nuestros corazones.
La iniquidad enfría el amor. Tenemos que tomar todo nuestro servicio e ir delante de la luz del Señor por su palabra, y preguntarle: «Señor, ¿todo nuestro servicio es fruto de nuestro amor? ¿Todo nuestro trabajo es fruto de nuestro amor? ¿Todo nuestro celo es fruto de nuestro amor?». ¿O hemos colocado nuestro trabajo y nuestro servicio por sobre nuestro relacionamiento con el Señor?
Esta era la diferencia entre Marta y María. Marta intentó hacer cosas, pero María se sentó a los pies del Señor. Vivimos en un mundo que se caracteriza por la vida de Marta, pero no podemos perder el corazón de María, y esto es lo que el Señor nos está hablando. «…y por haberse multiplicado la maldad, el amor de muchos se enfriará».
Trigo y cizaña
Profundicemos más sobre el sentido de la palabra iniquidad. En los pasajes de Mateo 13:24-30 y Mateo 13:36-42, leemos la parábola del trigo y la cizaña, cuyo contenido se refiere al reino de los cielos. Podemos decir que «el reino de los cielos» es la esfera espiritual del propósito de Dios en la tierra. Vemos aquí cuatro personajes: un hombre que sembró la buena semilla (una figura de Cristo), los hombres que dormían (figura de la iglesia, en especial, los hombres que tienen la carga de la obra), los siervos (una expresión de los ancianos que sirven a la iglesia), y un enemigo (Satanás y su obra).
Es importante revisar algo en esta parábola, para entender el sentido de la palabra iniquidad, porque podemos generalizar su interpretación. Cuando el Señor la concluye, dice: «Enviará el Hijo del Hombre a sus ángeles, y recogerán de su reino a todos los que sirven de tropiezo, y a los que hacen iniquidad» (v. 41). Esto muestra que la cizaña está mezclada con el trigo. Esta es una obra del enemigo en la edificación de Dios, porque el trigo es una figura de la iglesia. Y, ¿qué es la cizaña? Citaremos dos textos, para poder interpretar esta palabra y así construir una base para entender el sentido espiritual de la palabra iniquidad.
Éxodo 12 dice que, cuando el pueblo de Israel salió de Egipto, «también subió con ellos grande multitud de toda clase de gentes» (v. 38). Y Números 11 relata: «Y la gente extranjera que se mezcló con ellos tuvo un vivo deseo, y los hijos de Israel también volvieron a llorar y dijeron: ¡Quién nos diera a comer carne! Nos acordamos del pescado que comíamos en Egipto de balde, de los pepinos, los melones, los puerros, las cebollas y los ajos; y ahora nuestra alma se seca; pues nada sino este maná ven nuestros ojos» (v. 4-6).
He aquí un ejemplo del verdadero sentido de la cizaña en medio del pueblo de Dios. Algo importante está delante de nuestros ojos. El pueblo de Israel había pasado tres años y seis días en el monte Sinaí. Luego, ellos continúan su camino hacia Canaán. En Números capítulo 33 descubrimos que la próxima estación sería Kibrot-hataava, cuyo significado es «túmulo de la codicia». Observemos aquí; si no, el texto pierde su sentido.
Aquella gente que salió junto con Israel de Egipto, los indujo a la codicia; entonces sus ojos y su corazón comenzaron a ser entenebrecidos.
El pueblo de Dios no percibió lo que les estaba ocurriendo. Ellos estaban en el desierto, bajo un calor terrible. Sin embargo, había una nube sobre ellos, que los guardaba, y por la mañana, un rocío bajaba del cielo y cubría el suelo; y después descendía el maná sobre el rocío, y ellos se alimentaban de aquel pan.
Incitados de esta manera, los israelitas despreciaron los cuidados y el amor de Dios, y empezaron a desear las comidas de Egipto. Ellos decían: «Nos acordamos del pescado que comíamos de balde». ¿Comían de gracia? ¿Cómo? Ellos eran esclavos; comían pepinos, pero bajo el látigo de Faraón. Todo lo que ellos vivían en Egipto era bajo un yugo de opresión. ¿Y qué estaban viviendo ellos ahora? Los infinitos cuidados de Dios. ¿Cómo fue posible que esto aconteciera? Esa es obra de la cizaña. Hermanos, esto es muy serio.
Siervos dormidos
Volvamos a Mateo 13:25: «pero mientras dormían los hombres, vino su enemigo y sembró cizaña entre el trigo, y se fue». La palabra «dormían» es muy importante; tiene el sentido de estar embriagado de sueño, de descuido y negligencia. Veamos dos textos que nos darán luz respecto a esta palabra.
«Por tanto, no durmamos como los demás, sino velemos y seamos sobrios. Pues los que duermen, de noche duermen, y los que se embriagan, de noche se embriagan» (1a Tes. 5:6-7). Estos dos versículos nos aclaran la frase: «…mientras dormían los hombres». La noche, bíblicamente, se refiere a la apostasía que estamos viviendo.
Proféticamente hablando, antes del regreso del Señor, habrá una noche. Isaías 21:11 dice: «Profecía sobre Duma. Me dan voces de Seir: Guarda, ¿qué de la noche? Guarda, ¿qué de la noche?». Es decir: «Vigía, ¿en qué hora de la noche estamos?». Antes de la venida del Señor habrá una noche: la noche de la apostasía. Es por causa de esta hora que estamos reunidos hoy. El Espíritu Santo está hablando a su iglesia. ¡Despertemos, pues todos nosotros estamos bajo esta noche!
En Mateo 25 tenemos la parábola de las diez vírgenes. Aquellas prudentes tenían aceite en sus lámparas y en sus vasijas; pero el aceite de las necias se estaba acabando y ellas no tenían vasijas. Todas ellas se durmieron, porque el novio tardó. La palabra «durmieron», en Mateo 25, es la misma de Mateo 13 y 1a Tesalonicenses 5. «Por tanto, no durmamos como los demás, sino velemos y seamos sobrios» (1a Tes. 5:6). Y el versículo 7 señala a los que duermen y los que se embriagan. Comparemos ambos versículos.
Cuando dice: «no durmamos», ¿cuál es lo opuesto a esto? Vigilemos, tenemos que vigilar, velar. Velar significa poner estricta atención. Si no atendemos cuidadosamente, la iglesia del Señor perderá este punto importante de su vida. Hemos dejado de velar, muchos están durmiendo el sueño de la muerte o están siendo contaminados por causa del mal testimonio de este populacho.
Irrealidad que contamina
Hay personas entre nosotros que no tienen la realidad del nuevo nacimiento, impíos que están en nuestro medio como la cizaña. Se caracterizan por una actitud rebelde a la Palabra, indiferencia a la vida de oración, frialdad en la comunión, falta de celo por la palabra de Dios. Están entre nosotros, participan de las reuniones, caminan juntos, pero no tienen realidad espiritual. Están plantando una semilla maligna, promoviendo contiendas, divisiones, tocando la vida de los hermanos. Ellos no anhelan al Señor y, de alguna forma, esa iniquidad nos ha contaminado.
Hermanos, que el Señor, por su palabra, corte toda esa cizaña, porque eso es iniquidad. El carácter de Dios está siendo ofendido; su santidad está siendo expuesta al oprobio. Velemos, mantengamos nuestro territorio espiritual; seamos sobrios. «Pues los que duermen, de noche duermen, y los que se embriagan, de noche se embriagan» (v. 7). La palabra embriagar está relacionado con la palabra sobrio. Una persona sobria es prudente y equilibrada.
Nosotros estamos en esta noche de apostasía, pero el Señor nos ordena ser sobrios. «No os embriaguéis con vino, en lo cual hay disolución; antes bien sed llenos del Espíritu» (Ef. 5:18). ¿Qué significa el vino aquí? La vida y el disfrute de este mundo. ¡Qué cuadro importante es éste! De alguna forma, por causa de este tiempo de apostasía, cosas terribles han entrado al pueblo de Dios, y nosotros hemos sido demasiado permisivos.
Necesitamos ser despertados ahora. Necesitamos ser tomados por el celo del Señor. Todo aquello que no le glorifica en su casa, todo enredo que pueda haber entre nosotros, tiene que ser echado fuera. Él dice: «No durmamos … sino velemos y seamos sobrios». No podemos dormir ni embriagarnos. Esta figura de dormir y embriagarse es negativa. El velar y estar sobrios es positivo. Necesitamos atender a esto.
«…mientras dormían los hombres, vino su enemigo y sembró cizaña entre el trigo, y se fue» (Mat. 13:25). ¿Cómo puede ocurrir esto? Es en nuestro sueño, en nuestra negligencia, en este medio de apostasía. Necesitamos pedir urgentemente al Espíritu de Dios que nos dé discernimiento espiritual. «Enviará el Hijo del Hombre a sus ángeles, y recogerán de su reino a todos los que sirven de tropiezo, y a los que hacen iniquidad». La cizaña son aquellos que causan escándalo, que son piedra de tropiezo en medio del pueblo. Esto significa la iniquidad.
Debemos ser cuidadosos y no generalizar la interpretación de esta palabra. No es la iniquidad del mundo la que está enfriando nuestro amor; sino la iniquidad que ha surgido en nuestro medio por causa de la negligencia, del sueño espiritual y de la falta de sobriedad. Muchas cosas han ocurrido entre nosotros, y eso debe causar en nosotros la misma tristeza que causa en el corazón de Dios.
Josías y Nehemías
Conocemos la historia del rey Josías, un rey piadoso. Solo dos reyes del reino del sur lo fueron: Ezequías y Josías. Ezequías vivió 57 años antes de Josías. Josías amaba al Señor y promovió una reforma en la casa de Dios, cuando Acaz prácticamente había destruido el templo y lo había profanado con altares paganos.
Al leer sobre el rey Josías, dos cosas nos conmueven. Primero, la casa de Dios estaba en ruinas; segundo, la palabra de Dios fue hallada bajo los escombros. Cuando el Libro es rescatado y es leído, la Biblia dice que Josías rasgó sus vestiduras y se humilló a los pies del Señor; luego convocó a todo el pueblo para que se humillase delante del Señor, y quitó toda la basura de idolatría de la casa de Dios.
En los capítulos 22 y 23 de 2 Reyes, se registra una lista de lo que había dentro de la casa del Señor. Es increíble lo que se lee ahí. Dentro del templo había altares a dioses paganos, y algunos de ellos recibían sacrificios de niños y otras formas de culto vergonzosas. Todo eso, dentro de aquel templo que un día había sido consagrado a Dios.
¿Cómo fue posible que eso ocurriera? Porque la palabra de Dios estaba enterrada. Josías promovió una reforma, pero no tuvo éxito. Eso solo ocurriría 170 años después, en el capítulo 8 de Nehemías. Ahí vemos que la palabra de Dios nuevamente es rescatada, y cuando Esdras toma la palabra y lee, todo el pueblo, unánime, se puso de pie, y mientras se leía la palabra, el pueblo iba siendo traspasado por ella.
Ese bello cuadro pudo haber acontecido en el tiempo de Josías, pero no fue así. Ellos no se volvieron al Señor; ellos no oyeron. ¿Y qué ocurrió con Judá? Fue llevado cautivo a Babilonia. Dios juzgó aquel pueblo. ¡Cuán triste es esto!
Venida inminente
No podemos dejar pasar esta hora. La venida del Señor es inminente; no permitamos que la iniquidad corrompa nuestro corazón. Que el Señor saque fuera de nuestra vida todo eso. Todo lo que enfríe nuestro amor hacia él es iniquidad. Pidamos, como el salmista: «Examíname, oh Dios, y conoce mi corazón; pruébame y conoce mis pensamientos; y ve si hay en mí camino de perversidad, y guíame en el camino eterno» (Sal. 139:23-24).
Solo el Señor sabe cuánta iniquidad, cuánta cizaña, hay entre nosotros. Vivimos un momento crucial. Hay un enfriamiento del amor, una apostasía terrible, una erosión silenciosa que ha devastado la vida espiritual de muchos. Que haya una profunda intervención del Señor en nuestras vidas, para rescatar este amor que está escondido en nuestro corazón, pero que aún no se ha manifestado en nuestra relación con él, en nuestra comunión con los hermanos, ni en la compasión por los que se pierden.
Que Dios nos bendiga. Amén.
Síntesis de un mensaje oral impartido en Rucacura (Chile), en enero de 2017.