Lecciones básicas sobre la vida cristiana práctica
Así que, ofrezcamos siempre a Dios, por medio de él, sacrificio de alabanza, es decir, fruto de labios que confiesan su nombre».
– Hebreos 13:15.
La alabanza es la mayor obra que pueden hacer los hijos de Dios, la más sublime expresión que los santos pueden mostrar. La manifestación más alta de vida espiritual se ve en los hombres alabando a Dios.
Aunque el trono de Dios es el corazón del universo, sin embargo, él se establece sobre la alabanza de sus hijos. El nombre de Dios es exaltado a través de la alabanza. No hay nada que un cristiano pueda ofrecer que sobrepase a la alabanza.
El sacrificio es muy importante para Dios; sin embargo, «el sacrificio de los impíos es abominación» (Prov. 21:27). Con todo, nunca hemos oído acerca de la alabanza como siendo abominable; hay sacrificio abominable, pero nunca alabanza abominable.
La oración ocupa también un lugar muy elevado en la Biblia, pero se nos dice que «el que aparta su oído para no oír la ley, su oración también es abominable» (Prov. 28:9). No se lee, sin embargo, que alguna alabanza sea abominable. ¿No es esto maravilloso?
David, en sus Salmos, dice: «Tarde y mañana y a mediodía oraré y clamaré, y él oirá mi voz» (Sal. 55:17). También: «Siete veces al día te alabo a causa de tus justos juicios» (Sal. 119:164). Él ora tres veces al día, pero alaba siete veces al día. Movido por el Espíritu Santo, él reconoce la importancia de la alabanza.
La alabanza es agregada a las funciones sacerdotales
Todos los asuntos relacionados con el servicio en el tabernáculo, los sacrificios y el sacerdocio, son detallados en el libro de Éxodo. El modelo mostrado a Moisés en el monte no podía sufrir aumento ni disminución. Todos los que conocen a Dios saben que a Moisés no le era permitido introducir sus ideas propias en la construcción del tabernáculo en el desierto.
Puesto que todo el proyecto era divino, nadie podía alterar el patrón. Todo fue hecho exactamente según el mandato de Dios. No obstante, años más tarde, David y Salomón hicieron cambios en el sacerdocio, cuando agregaron algo a las funciones de los sacerdotes. Ellos designaron a un gran número de personas para el servicio de alabar a Dios. Este cambio, sin embargo, no fue rechazado, sino aceptado, por Dios.
La naturaleza de la alabanza
En su naturaleza, la alabanza es un sacrificio. Si el sufrimiento fuera casual, entonces no sería parte de la naturaleza de la alabanza. Pero sabemos que el sufrimiento no es accidental, sino planificado por Dios. Esto significa que la alabanza tiene su origen en el sufrimiento. De ahí que el escritor de Hebreos diga: «Así que, ofrezcamos siempre a Dios, por medio de él, sacrificio de alabanza, es decir, fruto de labios que confiesan su nombre» (Heb. 13:15).
Hermanos, ¿qué es un sacrificio? El sacrificio implica muerte y pérdida. Quien sacrifica incurre en pérdida. El becerro o el cordero era tuyo, era tu posesión y tu propiedad. Hoy tú lo traes ante Dios como un sacrificio, y sufres su pérdida. Dios quiere que los hombres ofrezcan sus alabanzas hoy en día como si estuviesen ofreciendo un sacrificio.
En otras palabras, él te capacita para ofrecerle alabanza, y para ello, él necesita herirte, molerte y cortarte profundamente. El trono de Dios es establecido sobre alabanzas. ¿Cómo obtendrá él estas alabanzas? Haciendo que sus hijos se alleguen a él, trayendo cada uno su sacrificio de alabanza.
El camino a la victoria
Primero, necesitamos comprender que la alabanza es un sacrificio. Luego veremos que también es un camino a la victoria. Es una estrategia muy común de Satanás atacar a los hijos de Dios en el área de la oración. Muchos hermanos y hermanas se quejan de que son atacados con tal frecuencia, que se ven impedidos para orar.
Se dice a menudo que, aquello que Satanás más teme, es a los hijos de Dios cuando ellos se dedican a la oración, y que huye cuando los santos están sobre sus rodillas. Esto es muy familiar para nosotros. Quisiera decir, sin embargo, que lo que Satanás ataca con más furia no es la oración, sino la alabanza.
No digo que Satanás no ataque la oración. Cuando un cristiano comienza a orar, Satanás comienza a atacar. En verdad, es relativamente fácil hablar con la gente, pero es bastante difícil orar. Sin duda, Satanás ataca la oración. Sin embargo, también asalta la alabanza de los hijos de Dios. Si él pudiera evitar que todas las palabras de alabanza se eleven a Dios, con gusto usaría toda su fuerza para hacerlo.
Recuerden: toda vez que los hijos de Dios están alabando, Satanás tiene que huir. Con frecuencia, la oración es una batalla, pero la alabanza es victoria. La oración es guerra espiritual; la alabanza es el grito de triunfo. Por esta razón, la alabanza es aquello que Satanás más aborrece. Siempre que sea posible, él ejercerá todo su poder para extinguirla.
Los hijos de Dios actúan neciamente si miran sus circunstancias o consideran sus sentimientos, y luego dejan de alabar al Señor. Si realmente conocen a Dios, verán que, aun en la cárcel en Filipos, había un lugar para cantar. Cuando Pablo y Silas estaban orando y cantando himnos a Dios, todas las puertas de la prisión se abrieron (Hechos 16:25-26). La oración no siempre puede abrir las puertas de la prisión, ¡pero sí puede hacerlo la alabanza!
¿Por qué la alabanza es también triunfo? Porque, cuando tú oras, aún estás envuelto en tus circunstancias; pero cuando alabas, te elevas por sobre ellas. Cuando estás orando y suplicando, estás involucrado en aquello que pides. Cuanto más suplicas, más preso estás en esa situación, pues ella está presente todo el tiempo. Pero, si eres conducido por Dios más allá de la prisión, más allá del cepo, más allá de la vergüenza y el sufrimiento, entonces podrás alzar tu voz y cantar alabanzas al nombre de Dios.
Aquello que la oración tal vez no alcance, la alabanza lo puede obtener. Este es un principio básico para recordar. Si tú no puedes orar, ¿por qué no alabas? El Señor no nos dio solo la oración, sino también la alabanza, para que a través de ella podamos reclamar la victoria. «Mas a Dios gracias, el cual nos lleva siempre en triunfo en Cristo Jesús» (2ª Cor. 2:14).
Cuando tu espíritu esté demasiado oprimido, al punto en que difícilmente puedas respirar, y mucho menos orar, ¿por qué no intentas alabar a Dios? Ora cuando seas capaz de orar, pero alaba cuando te sientas incapaz de orar.
La sustancia básica de la alabanza
El Salmo 106, que describe la situación de los israelitas en el desierto, contiene una palabra muy preciosa: «Entonces creyeron a sus palabras y cantaron sus alabanzas» (v. 12). Creyeron, por tanto, cantaron; creyeron, por tanto, alabaron. En la alabanza está el contenido básico de la fe.
Nadie debe alabar ligeramente, o decir casualmente: «Yo doy gracias al Señor; yo alabo al Señor». No, esas meras palabras no pueden contarse como alabanza, porque la alabanza debe ser corroborada por la fe. En tiempos de angustia, tú oras; cuando tienes tristeza, oras. Oras y oras hasta que puedes creer en tu corazón. Entonces abres la boca para alabar.
La alabanza, en consecuencia, es viva. No es algo que pueda ser pronunciado descuidadamente. Cuando estás preocupado, debes orar; pero, una vez que se levanta dentro de ti un poco de fe, que te permite creer en Dios, en su poder, grandeza, misericordia y gloria, entonces debes empezar a alabar.
Recuerden, si alguien tiene fe y no alaba, esa fe, tarde o temprano, se desvanecerá. Hago esta declaración sobre la base de la experiencia. Permítanme decir enfáticamente: Si encuentras fe en ti, tú debes alabar; de lo contrario, pronto perderás la fe.
Glorifica a Dios
Por último, veamos un pasaje en el Salmo 50. «El que sacrifica alabanza me honrará» (v. 23). El Señor está buscando nuestras alabanzas. Nada glorifica a Dios más que la alabanza.
Sabemos que un día toda oración será cosa del pasado, todas las obras acabarán. La profecía desaparecerá, las labores cesarán. Pero, en aquel día, la alabanza excederá en mucho a la alabanza de hoy. Ella continuará perpetuamente. En el cielo, nuestro hogar celestial, alabaremos más y más, y la alabanza será perfecta. Por eso, es mejor comenzar a aprender tan excelente lección, aquí mismo, en la tierra.
Traducido de Spiritual Excercise, Chapter 20.
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