La realidad es el contraste de la figura, de la alegoría o de la sombra.
Los capítulos 14, 15 y 16 del evangelio de Juan contienen, sin duda, la enseñanza más detallada y profunda con respecto a la bendita persona del Espíritu Santo.
Faltando pocos días para que se cumpliese su propio tiempo en este mundo, nuestro Señor Jesucristo habló a sus discípulos, extensamente y con reposo, acerca del Parakletos. Él sería entregado pronto en manos de los hombres, que ejecutarían lo que «el determinado consejo y anticipado conocimiento de Dios» habían establecido; él sería crucificado, mas, conforme a su propio anuncio, pasados tres días resucitaría victorioso.
Un siervo del Señor que nos visitó hace poco tiempo, nos indicó un detalle que con frecuencia pasamos inadvertido en estos tres capítulos, y hoy queremos recordar esa preciosa enseñanza para bendición de todos.
Verdad, realidad
La expresión «el Espíritu de verdad» es mencionada por el Señor una vez en cada uno de estos capítulos, y a su vez, esta es la única ocasión en todas las Escrituras en que el Espíritu Santo es definido como tal – el Espíritu de verdad.
Ahora bien, al hablar de «verdad», lo primero que viene a nuestra mente es que esta palabra es opuesta a «mentira». Si tal es nuestro pensamiento, no encontraremos mucho sentido a los pasajes donde este término es mencionado.
El verdadero sentido de la palabra verdad en estos pasajes, como en muchos otros del evangelio de Juan, es realidad. Entonces podemos comprender mejor lo que el Señor quiso transmitir. La realidad es el contraste de la figura, de la alegoría o de la sombra. En pasajes clásicos de Romanos, Colosenses y Hebreos encontramos estas palabras: «Adán, el cual es figura del que había de venir (Cristo)» (Rom. 5:14); «todo lo cual es sombra de lo que ha de venir» (Col. 2:17); «los cuales sirven a lo que es figura y sombra de las cosas celestiales» (Heb. 8:5).
Cumplimiento
Tenemos entonces mayor claridad en el concepto. Adán es figura del que había de venir, la realidad es Cristo. La escalera de Jacob es una figura, una profecía; Cristo es el cumplimiento de aquello (Juan 1:51). En realidad, la ley y el Antiguo Pacto están llenos anuncios, de sombras, figuras, alegorías y tipos. En el Nuevo Pacto en cambio, las sombras son parte del pasado; con la venida de nuestro Señor Jesucristo, la realidad ha llegado, es el día del cumplimiento de todos aquellos anuncios y tipos.
Habitación
Veamos ahora Juan 14:17. «…el Espíritu de verdad (realidad), el cual el mundo no puede recibir, porque no le ve , ni le conoce; pero vosotros le conocéis porque mora con vosotros, y estará en vosotros». Las expresiones «mora con» y «estará en» muestran claramente el sentido de «habitación». Entonces tenemos, aquí, que la primera mención del Espíritu de realidad está relacionada con el Espíritu de habitación.
Todo el contexto del capítulo 14 del evangelio de Juan nos habla de «habitación». Jesús habla del «Padre que mora en mí», «vendré a vosotros» (a habitar), «estoy en mi Padre, vosotros en mí y yo en vosotros» (habitando), «vendremos a él y haremos morada (habitación) con él». Tenemos hoy, por la gracia de nuestro Dios, la realidad de la habitación de Dios con nosotros.
El tabernáculo del desierto y el templo de Salomón no fueron sino sombra y figura de la verdadera morada de Dios en el Espíritu (Ef. 2:22). Cristo habita por la fe en nuestros corazones (Ef. 3:17). Cristo en nosotros, la esperanza de gloria (Col. 1:27). Cristo vive en mí (Gál. 2:20), etc. Todas estas declaraciones no son figura ni sombra, sino una bendita realidad. Como también lo es «la iglesia del Dios viviente, columna y baluarte de la verdad» (1a Tim. 3:15).
Podemos regocijarnos, pues el Espíritu Santo, teniendo diversos nombres y funciones, es el bendito Espíritu que nos comunica la realidad de la habitación de Dios (Padre, Hijo y Espíritu Santo), en nuestros corazones, individualmente y, como iglesia, corporativamente.
Testimonio
Avancemos ahora a Juan 15:26. «Pero cuando venga el Consolador, a quien yo os enviaré del Padre, el Espíritu de verdad (realidad), el cual procede del Padre, él dará testimonio acerca de mí». Aquí, el Espíritu de verdad está relacionado con la realidad del testimonio. Esta palabra está en la misma línea de Hechos 1:8: «…y me seréis testigos». Dar testimonio, y ser testigos, es exactamente el mismo asunto.
Sin la presencia viva, la realidad del Espíritu Santo dando testimonio, los apóstoles nunca hubiesen podido testificar como lo hicieron el día de Pentecostés (Pedro), y ante el concilio (Pedro y Juan), y menos aun cumplir con el mandato de ir por todo el mundo llevando la buena nueva del evangelio, con la eficacia que tal tarea fue hecha, si no fuese porque les habitaba el Espíritu de realidad. Su testimonio fue real y fue creído y hubo fruto abundante y permanente.
Pablo, en Efesios 1, habla con palabras superlativas acerca del Espíritu de sabiduría y de revelación acerca de él (Cristo), dando a entender que el testimonio del Espíritu abarca todos los aspectos de la Persona y obra de nuestro Señor Jesucristo.
Cristo en la eternidad pasada: «En el principio era el Verbo». Cristo encarnado. Cristo en los días de su carne. Cristo glorificado en los cielos (realidad presente del Señor). Cristo, cabeza de la iglesia. Cristo reinando por los siglos de los siglos. El Espíritu de realidad nos comunica el testimonio de Cristo en plenitud. Cada una de estas frases podrían ser los títulos de verdaderos tratados de profundo estudio.
¡Cuánta riqueza nos vino a comunicar el Espíritu de verdad, el Espíritu de realidad! Pablo lo dijo de esta forma: «…las inescrutables (insondables) riquezas de Cristo … el misterio escondido desde los siglos en Dios» (Ef. 2:6-7); y también: «en quien están escondidos todos los tesoros de la sabiduría y del conocimiento … porque en él habita corporalmente toda la plenitud de la Deidad» (Col. 2:3, 9).
Concluimos entonces que, en Juan 15, el Espíritu de verdad está relacionado con la realidad del testimonio acerca de Cristo.
Gobierno
Finalmente, llegamos a Juan 16:13. «Pero cuando venga el Espíritu de verdad (realidad), él os guiará a toda la verdad; porque no hablará por su propia cuenta, sino que hablará todo lo que oyere, y os hará saber las cosas que habrán de venir».
El Espíritu que tiene la capacidad de guiar es el Espíritu de gobierno. La realidad del gobierno, eso es lo que tenemos aquí. Se puede decir con toda propiedad que Adán es un tipo o figura de Cristo. También lo fueron Isaac, José en Egipto, Josué, David, Zorobabel y muchos otros que representaban gobierno. Ellos eran líderes, caudillos, reyes, pero todos eran figura, tipo, pálidas sombras, comparados con la bendita realidad del Rey de reyes y Señor de señores que es Cristo para nosotros.
Ahora bien, él envió desde la majestad de las Alturas al Espíritu de realidad, para que nos comunicara la bendita realidad de su gobierno, en nuestros corazones y como iglesia, como cuerpo de Cristo.
Pablo enseña: «Porque todos los que son guiados (gobernados) por el Espíritu de Dios, éstos son hijos de Dios» (Rom. 8:14). Es fácil reconocer cómo el Espíritu Santo gobernó, guió las vidas y las decisiones de los primeros apóstoles (Hech. 10:19-20), llegando incluso a prohibirles algunos de sus movimientos (Hech. 16:6-7).
Uno de los pasajes más claros al respecto es, sin duda, Hechos 13:2-4, donde el Espíritu Santo asume el gobierno y las decisiones propias del rumbo que debían seguir los apóstoles en la obra del Señor. Tal gobierno debemos buscar con diligencia, si la obra del Señor ha de prosperar en nuestros días.
Nuestro consuelo es que, hoy, contamos con esta maravillosa Persona, el Espíritu que nos comunica la realidad del gobierno de Dios sobre los asuntos de Su obra en la tierra, como también el gobierno que cada hijo del Señor necesita para los asuntos cotidianos. Que podamos vivir bajo la realidad del gobierno del Espíritu para la gloria de nuestro Señor.
Gracias al Señor por el Espíritu Santo que nos comunica la realidad de Su habitación en nosotros, que nos hace partícipes de la realidad del testimonio acerca de su gloriosa persona y obra, y que además nos mantiene bajo la realidad de Su gobierno. Gracias al Señor por su abundante provisión.