El poder del Espíritu Santo sobre los corazones, sobre la voluntad y sobre la imaginación.
Y el Dios de esperanza os llene de todo gozo y paz en el creer, para que abundéis en esperanza por el poder del Espíritu Santo».
– Rom. 15:13.
El poder interior y espiritual del Espíritu Santo
Anteriormente, hemos mencionado cuatro clases de obras que son los signos externos y manifiestos del poder del Espíritu: las obras de creación, las obras de resurrección, las obras de testimonio y las obras de gracia.
Lo que ya he mencionado, puede ser visto. De lo que hablaremos ahora, debe ser sentido y ningún hombre entenderá realmente lo que digo a menos que lo sienta. Lo visible, aun el impío no puede negarlo. Habla la verdad; pero de este poder interior alguien se reirá y otro dirá que no es sino invención nuestra.
Sin embargo, tenemos una palabra de testimonio más segura que todo lo que ellos puedan decir. Tenemos un testigo en nuestro interior. Sabemos que es la verdad y no tenemos miedo de hablar del poder interno espiritual del Espíritu Santo. Observemos dos o tres cosas en las que este poder se puede ver grandemente.
Poder sobre los corazones
Primero, el Espíritu Santo tiene poder sobre los corazones. Ahora bien, el corazón humano es difícil de impresionar. Si quieres interesarlo en cualquier objeto mundano, lo puedes lograr. Una palabra engañosa, un poco de oro, un poco de fama y un poco del aplauso, pueden ganar el corazón de un hombre.
Pero no hay ningún ministro que pueda ganar el corazón de un hombre por sí mismo. Puede ganar sus oídos y hacer que lo escuchen; puede ganar sus ojos y hacer que se fijen en él; puede ganar la atención, pero el corazón es muy esquivo. Sí, el corazón es un pez que no se deja atrapar por los pescadores del Evangelio. Pueden a veces sacarlo casi fuera del agua pero, como una anguila, se resbala entre sus dedos, y, después de todo, no lo capturan.
Muchos hombres han imaginado que han capturado el corazón, pero luego se han desengañado. Se necesita de un hábil cazador para atrapar al ciervo en las montañas. Es demasiado rápido para que el pie humano pueda acercársele. Solo el Espíritu tiene poder sobre el corazón del hombre. ¿Alguna vez has probado su poder en algún corazón? Si alguien piensa que un ministro puede convertir el alma, me gustaría que lo intentara.
Déjenlo que vaya y sea un maestro de la escuela dominical. Dará su clase con los mejores libros disponibles, tendrá las mejores reglas, tomará al mejor joven de su clase y mucho me equivoco si ese muchacho no estuviere cansado en una semana. Déjenlo que pase cuatro o cinco domingos intentándolo, pero luego dirá: «Este joven es incorregible». Y tendrá que intentar con otro y otro y otro, antes de que pueda ser capaz de convertir a uno. Pronto se dará cuenta que: «No con ejército, ni con fuerza, sino con mi Espíritu, ha dicho Jehová de los ejércitos».
¿Puede convertir a alguien un ministro? ¿Puede tocar el corazón? David dijo: «Se engrosó el corazón de ellos como sebo». Sí, eso es completamente cierto. Más de una buena espada vieja de Jerusalén ha perdido su filo contra un corazón duro. Una pieza del verdadero acero que Dios ha puesto en manos de sus siervos ha perdido su filo al ser apuntada contra el corazón de un pecador.
Nosotros no podemos llegar al alma; pero el Espíritu Santo sí puede. «Mi amado metió su mano por la ventanilla, y mi corazón se conmovió dentro de mí». Él puede dar un sentido del perdón comprado con la sangre que puede disolver a un corazón de piedra. Él puede hacer que se oigan los truenos del Sinaí; sí, y él puede hacer que los dulces susurros del Calvario entren en el alma. Él tiene poder sobre el corazón del hombre. Y la prueba gloriosa de la omnipotencia del Espíritu es que él tiene dominio sobre el corazón.
Poder sobre la voluntad
Pero hay una cosa más terca que el corazón: es la voluntad. La voluntad, especialmente en algunos hombres, es una facultad muy terca, y en cuanto a todos los hombres, si la voluntad es movida a oponerse, no hay nada que se pueda hacer con ellos.
Alguien cree en el libre albedrío; muchos sueñan con el libre albedrío. ¡El libre albedrío! ¿Dónde se podrá encontrar? Una vez hubo libre albedrío en el Paraíso, y un terrible caos fue generado allí, que echó a perder todo el Paraíso y arrojó a Adán fuera del huerto. Una vez hubo libre albedrío en el cielo, pero arrojó fuera al glorioso arcángel, y una tercera parte de las estrellas del cielo cayó en el abismo.
Yo no quiero tener nada que ver con el libre albedrío, pero trataré de ver si tengo libre albedrío dentro de mí. Y encuentro que lo tengo. Verdadero libre albedrío para el mal, pero muy pobre voluntad para lo que es bueno. Suficiente libre albedrío cuando peco, pero cuando quiero hacer el bien, el mal está presente en mí y cómo hacer lo que quisiera, no lo puedo descubrir. Sin embargo algunos presumen de libre albedrío. Me pregunto si aquellos tienen algún poder mayor sobre las voluntades de las personas del que yo tengo. Yo sé que yo no tengo ninguno.
Es muy real el proverbio: «Un hombre puede llevar un caballo al agua, pero cien hombres no pueden hacer que beba». Yo puedo llevar a todos ustedes al agua, pero no los puedo hacer beber y creo que ni cien ministros pueden hacerlo. Yo no puedo persuadirte, y tú no cederás de ninguna manera.
No creo que ningún hombre tenga poder sobre la voluntad de su compañero, pero el Espíritu de Dios sí lo tiene. «Los haré dispuestos en el día de mi poder». Hace que el pecador que no tiene voluntad quiera de tal manera, que vaya impetuosamente tras el Evangelio. El que era obstinado, ahora se apresura hacia la Cruz. El que se reía de Jesús, ahora se aferra a Su misericordia. Y el que no quería creer ahora es llevado a creer por el Espíritu Santo, no solo con gusto, sino ansiosamente. Es feliz, está contento de hacerlo, se regocija con el sonido del nombre de Jesús y se deleita en correr por el camino de los mandamientos de Dios. El Espíritu Santo tiene poder sobre la voluntad.
Poder sobre la imaginación
Y, sin embargo, creo que hay algo que es peor que la voluntad. La voluntad es algo más difícil de doblegar que el corazón. Pero hay una cosa que sobrepasa a la voluntad en su maldad y es la imaginación.
Espero que mi voluntad esté dirigida por la gracia divina. Pero me temo que en ocasiones mi imaginación no lo está. Aquellos que tienen mucha imaginación saben cuán difícil es de controlar. No la pueden refrenar. Romperá las riendas. Nunca serán capaces de dominarla. La imaginación a veces volará hacia Dios con tal poder que las alas del águila no pueden igualarla. A veces tiene tal poder que casi puede ver al Rey en su belleza y la tierra distante. En lo que a mí respecta, mi imaginación me lleva a veces sobre las puertas de hierro, y también, a través de ese infinito desconocido hasta las propias puertas de perlas y me permite descubrir al bendito Glorificado.
Pero, si la imaginación es potente en un sentido, también lo es en el otro. Pues también mi imaginación me ha hecho descender a las más viles profundidades de la tierra. Me ha traído pensamientos tan horribles, que a pesar de no poder evitarlos, me aterrorizan. Cuando me siento en mi marco más devoto hacia Dios y más fervoroso en mi oración, a menudo sucede que es el preciso momento que estalla la plaga en su peor forma. Pero me gozo y pienso una cosa, que puedo clamar cuando esta imaginación viene a mí.
Yo sé que se dice en el libro de Levítico, que, cuando alguien cometía un acto de maldad, si la muchacha clamaba contra él, entonces salvaba su vida. Así sucede con el cristiano; si clama hay esperanza. ¿Pueden encadenar a la imaginación? No, pero el poder del Espíritu Santo sí puede hacerlo. Lo hará y ciertamente termina haciéndolo. Lo hace aún aquí en la tierra.
Condensado de http://www.spurgeon.com.mx/