La Verdad Absoluta, una especie en peligro de extinción.

Dr. José R. Martínez Villamil

En aras de una sofisticada tolerancia, pareciera como si los absolutos hubieran desaparecido para siempre. Pocos que han adoptado esta forma de pensar se han detenido a examinar sus débiles fundamentos filosóficos o sus terribles consecuencias prácticas para la vida en sociedad.

El punto climático en este tema lo es la última pregunta que Pilato dirigió a su prisionero. Cuando Jesús se autodenominó Rey y manifestó ser la persona con quien se identificaría todo amante de la verdad, Pilato preguntó: «¿Qué es la verdad?».

¿Sería sincera la pregunta? ¿Tendría Pilato inquietudes filosóficas? ¿Dudas existenciales? ¿Esperaba Pilato una contestación? ¿Qué hubiera respondido Jesús?

La búsqueda de la verdad es tan antigua como la raza humana. Ante tan importante pregunta pareciera que hoy lo tenemos claro. Se dice, como dogma y sin pensarlo: «La verdad es relativa». En el siglo en que la Teoría de la Relatividad marcó la entrada de la era atómica, la relatividad de la verdad, con sus implicaciones en la religión y en la ética, se ha visto como otro gran adelanto en la humanidad, otro paso en el movimiento de progreso.

El resultado en la actualidad lo vemos por dondequiera, en la vida cotidiana y en los anuncios de televisión: La Verdad absoluta no existe; ha muerto. Los filósofos modernos han certificado su defunción y los expertos de los medios de comunicación han celebrado el sepelio.

En un anuncio de cerveza se decía: «La vida no es como es; la vida es como tú la ves». Bajo esta forma de pensar cada persona se convierte en el propio arquitecto de su particular verdad.

En el diálogo entre amigos se ha hecho común la siguiente escena. Cada contertulio presenta su opinión sobre el tema en cuestión. Las posiciones son diferentes e incompatibles entre sí. La reconciliación de conceptos se hace imposible. Antes, la solución se hubiera buscado en la continuación del diálogo y en la profundización del tema hasta descubrir el concepto más cercano a lo verdadero. Hoy no. La conversación hoy seguramente terminará con la muy trillada frase: «Esto será verdad para ti, pero no para mí».

De la Realidad a la Relatividad

¿Cómo hemos llegado a esto? El concepto de una «verdad relativa» no es nuevo. Ya Protágoras, filósofo griego del siglo V a.C., afirmó que «el hombre es la medida de todas las cosas».

Pero fue con el Renacimiento y la Ilustración que comenzaron los pasos definitivos en dirección contraria al concepto de la Verdad. Para esta época, Dios dejó de ser el centro y la base de la sociedad. El redescubrimiento de los clásicos griegos y el humanismo resultante llevaron al hombre y a su razonamiento a tomar el lugar de Dios como medida de todas la cosas.

Más tarde, con la Modernidad, vino la exaltación de la razón, de la ciencia y del progreso. La atención pasó de lo sobrenatural a lo natural. Y según los «misterios» de la vida fueron descubiertos y el orden del cosmos (parcialmente) comprendido, se eliminó la «necesidad» de Dios. El progreso fue exaltado y nada parecía estar fuera del alcance de la humanidad, de la ciencia y de la tecnología. Los lugares de culto se mudaron de las catedrales a las aulas, a los laboratorios y a los microprocesadores.

Así, pues, en la búsqueda de guía para la vida, el hombre consiguió su autonomía para conocer la verdad sin estar sujeto, como antes, a la autoridad de la iglesia o de Dios.

Postmodernidad

Pero este proceso evolutivo del razonamiento no se detuvo ahí. Las últimas dos décadas han visto el desarrollo de una nueva forma de acercamiento a la vida. De manera correcta se le ha llamado «Postmodernidad».

Hoy se niega la existencia de algo que funcione como norma y criterio para la verdad. Y se le ha dicho adiós a la razón. Sobre este intrigante proceso el afamado escritor norteamericano Allan Bloom comentó: «Apertura solía ser la virtud que nos permitía buscar el bien usando la razón. Ahora significa aceptar todo y negar el poder de la razón». Bajo esta forma de pensar toda verdad es una construcción de nuestra razón. La objetividad de una realidad fuera de nosotros da paso a una interpretación particular e individualista.

Finalmente este proceso ha llevado al fenómeno del «descontruccionismo», la reinterpretación de la historia, de la ciencia, de la cultura y de la moral a la luz de estas ideas.

Complejo como es este concepto de Postmodernidad, una tabla comparativa puede ayudarnos a visualizar sus características más relevantes (Ver pie de página).

Consecuencias

Las consecuencias de este importante cambio en el acercamiento intelectual a la verdad abundan a nuestro alrededor. Tomaré sólo tres a modo de ejemplo.

Confusión moral. La ausencia de un criterio absoluto para la evaluación de los dilemas morales ha dado lugar a la absoluta confusión sobre lo que es correcto o no. La relatividad moral nos ha dejado sin un norte adecuado con el cual orientar nuestra conducta. Es quizás en las nuevas generaciones donde más claramente se observa esto. Los llamados males de la juventud no son otra cosa que el resultado inevitable de una moral que es incapaz de marcar la diferencia entre lo correcto y lo incorrecto.

Confusión religiosa. Los distintivos de la religiones se difuminan en un continuo igualmente aceptable, aún cuando se contradigan entre sí. «Todos los caminos conducen a Roma» ha pasado a ser «todos los caminos conducen a Dios.» El pluralismo religioso, instrumento de convivencia, se ha transformado en un raro ecumenismo interconfesional donde todo cabe y todo es bueno.

Vacío existencial. Despojados de norte para nuestra brújulas morales y de fundamento para nuestros pies espirituales, la angustia existencial se apoderó de la mujer y hombre modernos.

Los resultados pueden ser tan graves, que el filósofo Loyal Rue propuso la creación de una «mentira noble» que sirviera de fundamento para una ética artificial, una ilusión artificial que, creída a pesar de su falsedad, provea lo que la «realidad» no nos da. La ilusión debe ser tan imaginativa y tan convincente que no pueda ser resistida. Lo que quiero decir por noble mentira es una que nos engañe; que nos engañe impulsándonos más allá de nuestro interés, de nuestro ego, que nos engañe hasta convencernos de que el discurso moral debe servir no solo nuestros intereses y de los demás, sino los de la Tierra también.

¿Es relativa la Verdad? Problemas del relativismo

Nosotros, los participantes de la sociedad occidental, hemos dado por sentado la validez del planteamiento relativista en sus diferentes acepciones modernas y postmodernas. Pero rara vez nos hemos detenido a pensar y a evaluar. El concepto suena tan sofisticado y correcto, tan moderno, igualitario y culto, que lo incorporamos a nuestra cosmovisión sin una consideración crítica. Tratemos de equilibrar esta situación.

Imposibilidad filosófica del relativismo

El relativismo plantea una contradicción inevitable. Cuando alguien dice: «Todo es relativo», está pronunciando una aseveración de carácter absoluto. Esto es, está diciendo, en otras palabras: «Todas las cosas [absolutamente todas] son relativas», lo que contradice la misma aseveración. Si la aseveración «Todo es relativo» es cierta, entonces la misma frase es también relativa y queda sin significado; se autodestruye perdiendo su validez.

Un ejemplo. En los escritos del Nuevo Testamento, el Apóstol Pablo, conocedor de la filosofía de su época, cita al poeta cretense Parménides quien escribía: «Todos los cretenses son mentirosos». Ahora bien, si todos los cretenses son mentirosos y Parménides es cretense, ¿qué tenemos? Tenemos una aseveración contradictoria, ilógica. Porque si la frase «Todos los cretenses son mentirosos» es cierta, entonces lo dicho por el poeta es falso. Y si lo que él dijo es falso, entonces los cretenses dicen la verdad y lo que él ha dicho es mentira. ¿Confuso?

Esta situación representa una violación a la llamada «Ley de la No-Contradicción», una de las leyes de la lógica. Ésta establece que un objeto (o persona, o aseveración) no puede ser dos cosas diferentes en el mismo momento y en la misma relación.

Imposibilidad ética del relativismo: ¿Ética sin Dios?

En una sociedad basada en el principio de la relatividad moral y ética seremos incapaces de emitir juicio alguno, ni siquiera sobre prácticas intolerables.

Por ejemplo, ¿qué hacemos con Stalin y con el holocausto? ¿Fue igual Hitler a la Madre Teresa de Calcuta? O, como dice el conocido pensador cristiano de origen indio Ravi Zacharias: «En unas culturas se promueve amar a sus semejantes y en otras comérselos. ¿Tiene usted alguna preferencia?».

¿Cuál ha sido el resultado? Si la razón deja de ser el criterio para decidir, si los absolutos desaparecen, si son las experiencias las que nos guían e iluminan y, si «Dios ha muerto», ¿cuál es el resultado? Miremos…

Adolfo Hitler dijo: «Yo liberé a Alemania de las estúpidas y degradantes falacias de la conciencia y la moralidad (…) Entrenaremos a jóvenes delante de quienes el mundo temblará. Deseo gente joven hábil en la violencia autorizada, implacable y cruel».

Ya lo escribió Dostoievski: «Si Dios está muerto, todo es justificable».

Algunos han entendido muy bien la conexión entre la vida sin valores absolutos y sus inevitables resultados. Entonces nada puede oponerse a los caprichos de la voluntad humana. Aldous Huxley se pronunció de la siguiente manera:

«Para mí, como sin duda, para la mayoría de mis contemporáneos, la filosofía de la falta de significado fue esencialmente un instrumento de liberación. La liberación que deseábamos era simultáneamente libertad de cierto sistema político y económico y de cierto sistema de moral. Objetábamos la moralidad porque interfería nuestra libertad sexual y objetábamos el sistema político y económico porque era injusto. Los que apoyaban tales sistemas sostenían que, en alguna medida, estos incluían el significado (el significado cristiano) del mundo. Había un método admirablemente simple de confundir a esa gente y al mismo tiempo justificarnos a nosotros mismos en nuestra revuelta política y erótica: Podíamos negar que el mundo tuviera algún significado, cualquiera que fuera».

En el mismo contexto Huxley había hecho el prefacio a sus afirmaciones con las siguientes palabras:

«Tenía motivos para desear que el mundo no tuviera significado; consecuentemente, daba por sentado que no lo tenía y que era capaz, sin ninguna dificultad, de hallar razones satisfactorias para esta suposición. La mayoría de la ignorancia es ignorancia vencible. No sabemos porque no queremos saber. Es nuestra voluntad la que decide cómo y sobre qué materias usaremos nuestra inteligencia. Quienes detectan carencia de significado en el mundo generalmente lo hacen porque, por una u otra razón, cuadra bien con sus libros que el mundo debe ser sin sentido».

Imposibilidad social del relativismo

Desde el punto de vista de la organización social, el relativismo ético y moral lleva al caos y a la anarquía.

Cada persona o grupo basaría su comportamiento en aquello que ha evaluado como correcto, aún cuando no lo sea para los demás.

Alguien podría decir que en este caso lo que se establecería como bueno sería consensuado por toda la comunidad. Muy bien. ¿Y qué haríamos con el que infringiera nuestro particular código? ¿En base a qué? ¿No podría esta persona rechazar el código de una mayoría en base a sus particulares criterios? ¿Y qué sucedería cuando sociedades vecinas no coincidiesen en su escala de valores y, de hecho, se contradijesen?

Lo que nos lleva a otra dificultad. Aceptando el criterio relativista seremos incapaces de explicar el progreso moral de la civilización. ¿Son igualmente desarrolladas en comparación con la nuestra las culturas que practican la ablación del clítoris, o la venta de hijos como esclavos o el enterramiento de la mujer cuando su esposo muere?

Si aceptamos el criterio relativista no podríamos decir que la abolición de la esclavitud representó un paso adelante en la humanidad.

Aceptando la relatividad ética tampoco podemos reconocer la virtud de los reformadores sociales. Si «todo es relativo» y la «moral es relativa», ¿cómo podemos hablar del hito histórico que representó la victoria de Martin Luther King Jr. en su lucha por derechos civiles de los negros en los Estados Unidos?

Imposibilidad teológica

Ahora nos adentramos brevemente en el campo de la teología y de la religión. Porque, si la verdad es relativa, «todos las religiones llevan a Dios» así como en la antigüedad «todos los caminos llevaban a Roma».

En este punto la frase clave es «pluralismo religioso». Ésta no significa simplemente la sana y pacífica convivencia de los diferentes credos, cosa sabia y correcta, sino que se entiende por ella la aceptación de todas las religiones como igualmente verdaderas. Esta forma de pensar presenta tres tipos de error: El error lógico, el error filosófico y el error teológico.

Error lógico: Falacia. Cuando un cristiano expresa su convicción de la verdad de sus creencias y, repitiendo lo que el mismo Jesús dijo, confiesa que el Hijo de Dios es el único camino a Dios, es calificado de exclusivista e intolerante.

La falacia aquí estriba en que todas las religiones son en mayor o menor grado exclusivistas. Tanto la historia como las creencias de las principales religiones del mundo son contradictorias entre sí, por lo tanto excluyen a otras diferentes. Contrario a lo que se piensa en esta época tan románticamente atraída por las religiones orientales, este es también el caso del budismo y del hinduismo, religiones igualmente exclusivistas.

Incluso el antiteísmo es exclusivista. Cuando una persona afirma la no-existencia de Dios (ateísmo o anti-teísmo) o la incapacidad para llegar a una conclusión sobre ella (agnosticismo) está diciendo que el postulado contrario (esto es, la existencia de Dios, o la seguridad de ella) es falso.

Error filosófico. La llamada tolerancia en aras de un pluralismo religioso presupone la existencia del valor absoluto de la tolerancia: «La tolerancia es buena». ¿En base a qué, si todo es relativo? No solo eso, sino que también se asume la existencia de una verdad absoluta, porque, ¿qué falta hace la tolerancia si yo considero igualmente ciertas (o falsas) mis creencias en comparación con las de mis vecinos? La palabra tolerancia lleva implícita la idea de que la persona tolerante lo es para con personas a las que considera erradas. Si no fuera así, ¿en qué consiste la tolerancia?

Error teológico. ¿Son todas las religiones iguales? Es aquí donde sin duda encontramos el mayor error del llamado pluralismo religioso. Sintetizaremos algunos puntos de comparación usando unas sencillas tablas adaptadas del libro «True for you», de Paul Copan. En ellas compararemos lo que algunas importantes religiones dicen con respecto a dos importantes conceptos: El problema del hombre (y su solución) por un lado, y el de la Persona de Dios, por otro.

Ahora bien. ¿Cómo podríamos, en nuestro sano juicio, afirmar que no hay contradicción en estos conceptos? ¿Cómo afirmar que «todas la religiones son iguales»?

La verdad sobre la Verdad

Concluiremos este artículo con una breve presentación del concepto cristiano de la verdad. Los cristianos creemos que la Verdad existe porque Dios existe. No, esto NO es razonamiento en círculos.

Dios es una persona moral. Virtudes como justicia, amor y otras son parte de su carácter y esencia. La moralidad parte de la verdad de la existencia de Dios y de su carácter.

Dios ha revelado la Verdad. Dios ha mostrado en y a través de su creación, por la Biblia y, sobre todo, en la persona de su Hijo Jesucristo, la Verdad.

Dios es un ser moral. Nosotros, creados a su semejanza, somos seres morales. Dios ha provisto directrices en las que esa naturaleza moral es satisfecha. Sus mandamientos no son la expresión de los caprichos de un Ser Supremo que se complace en la infelicidad de sus criaturas privándolas de lo que «más les gusta». Más bien son la expresión amorosa del Dios Creador que nos conoce íntimamente y que sabe que la expresión más alta de nuestra humanidad se encuentra bajo la cobertura de la verdad. Dicho de otra manera, la plena satisfacción de los anhelos humanos depende del sometimiento a las leyes de Aquel que puso tales anhelos en nosotros.

Pilato: El final de la historia

¿Estaba Pilato dispuesto a escuchar? ¿Dispuesto a creer? ¿Dispuesto a indagar? No lo sabemos. Lo que sí podemos decir con seguridad es que la persona que no desea conocer la verdad difícilmente la hallará.

Así como la verdad absoluta está personificada en Dios, la verdad se encuentra en una persona antes de ser encontrada en proposiciones. La disposición a la verdad en el corazón es un requisito para conocer lo que es verdad en el mundo de las ideas.

Es probable que Jesús hubiera usado las mismas palabras que, en otro contexto, usó para contestar a Tomás: «Yo soy el camino, y la verdad, y la vida; nadie viene al Padre, sino por mí» (Juan 14:6). ¿Sería eso suficiente para Pilato? ¿Lo es para usted?

Quizás parte importante de nuestro problema es que las preguntas que nos hacemos no son: «¿Es suficiente la verdad de Dios para mí?», sino: «¿Me conviene? ¿Me compromete? ¿Me privará de algo?». Si así pensamos, tendremos que admitir que nuestra dificultad no es con la existencia de la verdad absoluta, sino con nuestra disposición a vivir esa verdad.

A fin de cuentas, quizás nuestro problema no es intelectual sino de nuestra voluntad; no de la cabeza, sino del corazón. «Conocemos la verdad, no solo por la razón, sino también por el corazón» (Blas Pascal, 1623-1662).

FUENTES:

  1. «Deliver Us From Evil» (Dr. Ravi Zacharias).
  2. Zacharias, Ravi. «¿Puede el hombre vivir sin Dios?».

Tabla 1: Modernidad vs. Postmodernidad

MODERNIDAD                                       POSTMODERNIDAD
Énfasis en propósito y diseño              Énfasis en el azar y en la casualidad
Estabilidad en los valores                     Valores transitorios y relativos
La razón como el medio                        La no-razón (emoción)
El significado como el fin                       El sinsentido
Síntesis de disciplinas                            Descontruccionismo
Unidad de la verdad                               La contradicción
Moralidad clara                                       Relativismo

Tabla 2: Problema del hombre y  su solución según cada religión.

RELIGION                   PROBLEMA HUMANO              SOLUCION
Budismo                      Deseo                                           Ascetismo
Hinduismo                  Ignorancia                                    Iluminación
Cristianismo               Pecado (rebelión)                        Gracia en Cristo

Tabla 3: Persona de Dios y fundador de cada religión.

RELIGION                       DIOS                                  FUNDADOR
Budismo                          Impersonal                       Hombre
Hinduismo                      Millones                             Hombre
Islam                                Uno                                     Profeta (Mahoma)
Judaísmo                         Uno                                     Profeta (Moisés)
Cristianismo                   Uno (Tres)                          Dios (Jesús)