¿Puede explicarse la espiritualidad humana, su conciencia y su anhelo de trascendencia, solo por procesos bioquímicos que ocurren entre las neuronas del cerebro? ¿Existe el espíritu humano en forma independiente de la química y la biología?
En un discurso fúnebre en homenaje a un célebre profesor universitario de filosofía, a fines de 2014, se decía lo siguiente: «Lo saludamos con un gesto que quiere ser de bienvenida, en donde sea que él se encuentre». Esta última frase del académico que despide los restos mortales del filósofo, alberga la seguridad de que no todo termina en la tumba, sino que la persona fallecida seguiría existiendo más allá del mundo físico, en algún lugar, atendida la frase «dondequiera que él se encuentre». Esta reflexión contrasta con el típico comentario que se oye en los funerales: «Ha dejado de existir». Si la conciencia y el alma de la persona fallecida continúan existiendo después de la muerte física, resulta carente de sentido afirmar que ha dejado de existir, porque lo seguiría haciendo, aunque en otra dimensión, no material.
Sin duda, esta es una línea de pensamiento no general en el ámbito académico, porque la mayoría de los que trabajan en ciencia en la actualidad, establecen como fundamento en su labor investigativa que la única realidad posible es material o física. No existe para ellos otra realidad fuera del mundo material. Pero evidentemente esto es solo un supuesto filosófico, no es ciencia, y sin embargo viene infectando lamentablemente el pensamiento científico desde finales del siglo XIX. Algunos científicos están totalmente conscientes de ello, como el conocido biólogo Richard Lewontin, quien lo ha aceptado como un dogma, señalando que tiene «un compromiso con el materialismo, y por tanto no permitirá un pie divino en la puerta». Otros científicos en tanto no son conscientes de ello y lo siguen como un paradigma obligado, no haciendo la reflexión de que se trata solo de un supuesto.
¿La esencia del ser humano solo radica en el cerebro, o hay algo más? La palabra cerebro no se encuentra en la Biblia, sin embargo, ésta señala abiertamente que el alma o la mente humana y el cuerpo biológico son entidades distintas, aunque nuestros cerebros y nuestras mentes están muy estrechamente relacionados. Para la ciencia materialista esto no sería así. La mente y el cerebro serían una sola cosa por cuanto el alma o la mente son solo un producto de la actividad cerebral. Interesa por tanto descubrir lo más posible acerca de los intrincados «circuitos» cerebrales, porque allí radicaría todo.
Paradigma de moda del siglo XXI: El cerebro es un computador
Aunque puede sonar algo frívolo, la ciencia sigue también modas y una de las tendencias de moda hoy en las ciencias biológicas es la Neurociencia, la cual reduce al cerebro como si fuese equivalente a un computador. La neurociencia es multidisciplinar, y se ocupa del estudio de la estructura y función del cerebro y sistema nervioso central. Pero desde luego ésta va más allá, y trata de explicar todo lo relativo a la mente humana, su conciencia, sus sentimientos, sus reflexiones, su espiritualidad, solo como producto de interacciones entre neuronas mediante procesos bioquímicos. La disposición de los seres humanos a la religión, según la neurociencia, quedaría explicada por ciertas actividades cerebrales, ubicadas en determinada área de este órgano. Una de las conclusiones de la neurociencia apunta a que los seres humanos no somos más que una bolsa de productos químicos, y la conciencia y el libre albedrío, serían solo ilusiones.
En la misma línea, el físico inglés Stephen Hawking afirmó en 2011 lo siguiente: «La creencia de que existe el cielo, o que nos espera otra vida después de la muerte, es un cuento de hadas, para gente que le teme a la muerte» (entrevista realizada por el periódico británico «The Guardian»). «No existe nada más allá del momento cuando el cerebro parpadea por última vez […] Considero que el cerebro es como una computadora que dejará de funcionar cuando sus componentes fallen».
Cuando se asume el modelo que el cerebro y sus funciones son equivalentes a un computador, se asume de forma análoga que cuando se destruye el equipo y su disco duro, se interrumpen los patrones magnéticos de ese disco que contiene la información, lo que sería equivalente a la muerte absoluta de una persona. Pero, ¿dónde quedan esas numerosas experiencias médicas con pacientes que estando clínicamente muertos, siguen existiendo en otro plano, y luego han regresado para contarlo?
El cielo es real
«El cielo es real» es el título de un best seller publicado en inglés en 2011, con más de 6 millones de copias vendidas1. El libro relata la asombrosa historia de Colton, un niño de 4 años que en marzo de 2003, durante una operación de urgencia, se debatió entre la vida y la muerte durante varias horas, periodo de tiempo en que él asegura haber salido de su cuerpo y haber visitado el cielo.
Meses más tarde, comenzó a hablar de las breves horas en que se encontró en ese estado especial. Les contó a sus padres que unos ángeles lo habían visitado en el quirófano y que había salido de su cuerpo mientras le operaban, pudiendo verles a ellos, que esperaban angustiados en la sala de espera.
Cuando el padre le pregunta al niño cómo podía saber él qué hacían ellos en esos momentos en que le operaban, el niño le respondió que podía verlos perfectamente: «Salí de mi cuerpo, miré hacia abajo y pude ver al doctor trabajando con mi cuerpo. También te vi a ti y a mi mamá. Tú estabas solo en un cuarto pequeño, orando, y mamá estaba en otra habitación. Ella también oraba y hablaba por teléfono». El padre afirma que ellos nunca le contaron al niño lo que habían hecho mientras él estaba inconsciente bajo los efectos de la anestesia.
Tiempo después, el niño les siguió comentando a sus padres que luego de salir de su cuerpo, fue llevado al cielo por un ser angelical, al cual él llamó Jesús, y de las personas que allí conoció, como a su bisabuelo Pop, muerto desde hacía más de 30 años, o su hermana, a la que su madre perdió en el segundo mes de embarazo, de la cual sus padres nunca le habían hablado. Esto para sus padres fue realmente sorprendente, aunque no desconocido, por cuanto ellos eran pastores de una iglesia en un pequeño pueblo de Nebraska (EE.UU).
Cuando el relato de este tipo de experiencias lo hace un niño, éste queda expuesto a todo tipo de dudas, pero cuando se trata de una experiencia similar vivida por un adulto (5 años después que la del niño), que es científico, pero que además su especialidad es la medicina relacionada con el cerebro (neurólogo), queda poco espacio para el escepticismo.
El médico que visitó el cielo
Se cuentan por varias decenas de miles los relatos acerca de experiencias cercanas a la muerte (ECM), comprobadas científicamente. Sin embargo, la que tal vez ha generado más revuelo en el mundo científico, es la que publicó la revista Newsweek, en julio de 2012, relatando el caso del Dr. Eben Alexander (58 años de edad), académico y especialista de neurología de la Universidad de Harvard2.
Lo extraordinario, es que se trata de un prestigioso científico, quien esgrime sin vacilaciones una explicación sobrenatural de su experiencia cercana a la muerte. Él contó a la revista Newsweek que como neurocirujano nunca creyó en la vida celestial. No obstante todo cambió cuando en otoño de 2008 contrajo una meningitis bacteriana aguda que le dañó la corteza cerebral, entrando en estado de coma profundo, y siendo mantenido por siete días con respirador artificial.
Ya en el séptimo día de coma profundo, y sin obtenerse ninguna señal de actividad cerebral por parte de los equipos que monitoreaban el cerebro, los médicos colegas del Dr. Alexander pensaban si se debía interrumpir o no el tratamiento, porque no había respuesta. Fue entonces cuando los ojos del Dr. Alexander empezaron a abrirse.
Parte de su relato señala: «Como neurocirujano, yo no creía en el fenómeno de experiencias cercanas a la muerte. Crecí en un mundo científico, mi padre fue un neurocirujano y yo seguí su camino. Entiendo lo que le sucede al cerebro cuando una persona está cerca de la muerte, y siempre creí que existía una explicación científica adecuada para las visiones celestiales extracorporales descritas por aquellos que por muy poco escaparon de la muerte. Pero en otoño del 2008, después de siete días en coma, en que el neocórtex de mi cerebro estaba desactivado, experimenté algo tan profundo que me otorgó una razón científica para creer en la conciencia después de la muerte». Y agrega, «Mi experiencia cercana a la muerte no sucedió cuando mi córtex estaba funcionando mal, sino cuando simplemente estaba apagado. Mi conciencia libre-del-cerebro viajó a otra dimensión, más grande, una dimensión que nunca soñé que existía». La pregunta es, ¿Cómo podía un cerebro muerto, mantenido en forma artificial, generar un estado de conciencia completa, con sensaciones, olores, sonidos, recuerdos, etc.?
Posteriormente el Dr. Alexander publicó un libro titulado «Prueba del Cielo», donde testifica que vio el cielo y que hay vida más allá de la muerte, estando ahora convencido de que existe una dimensión espiritual superior y de que la conciencia no depende del cerebro, sino que existe más allá del cuerpo y de la muerte. Sin embargo, lamenta que parte de sus colegas mantengan aun la teoría de que el cerebro, y particularmente el córtex genera la conciencia. «Para mí, esa creencia yace ahora rota a mis pies. Lo que me sucedió la destruyó», termina diciendo el Dr. Alexander.
Experiencias cercanas a la muerte
Uno de los primero libros que presentó estudios sobre casos de personas en que estando clínicamente muertas mantuvieron su conciencia vigilante, más allá de ese estado fue «Vida después de la vida»3, escrito por el psiquiatra Raymond Moody en 1975. Moody entrevistó a 150 personas que habían sufrido una experiencia cercana a la muerte (ECM), y presentó interesantes evidencias de la continuidad de la conciencia después de la muerte clínica de una persona.
Más recientemente, el Dr. Van Lommel, un cardiólogo holandés y destacado investigador científico, ha hecho múltiples investigaciones sobre experiencias cercanas a la muerte. En 1988 hizo un estudio con 344 sobrevivientes de ataques cardíacos4, los que estuvieron clínicamente muertos por un tiempo (la muerte clínica significa que han cesado todos los signos vitales, sin fibrilación en el corazón, ninguna actividad eléctrica en la corteza del cerebro ni el área tronco-encefálica). Un 18% de los pacientes informó algún tipo de experiencia desde el momento en que estaban clínicamente muertos.
Algunas de estas experiencias fueron: dar detalles de lo que ocurrió en la sala de operaciones o en los alrededores (lo que vivió el niño Colton), una separación del cuerpo, encuentro con personas fallecidas, un cambio importante en la visión de la vida después de la experiencia.
El Dr Van Lommel afirma que en la actualidad son muchos los estudios científicos publicados sobre este fenómeno de la extensión del estado consciente de una persona, más allá de su cuerpo muerto, con resultados y conclusiones sorprendentemente similares, por lo que el fenómeno de las ECM ya no puede ser ignorado científicamente5.
Sin embargo, los investigadores materialistas asumen, sin una investigación seria de los hechos, que todas estas experiencias que consideran aspectos sobrenaturales son falsas. Luego ellos ofrecen una variedad de explicaciones «lógicas y materiales para «explicarlas. Pero el Dr. Van Lommen asegura a partir de esos estudios científicos que las ECM son experiencias auténticas y reales, las que no puede reducirse simplemente a imaginación, miedo a la muerte, alucinaciones, psicosis, el uso de drogas, o deficiencia de oxígeno.
El cerebro es una caja negra
En cierto sentido, el cerebro sigue siendo una caja negra para la ciencia, incluso para la neurociencia, que se especializa en estudiarlo. Una de las áreas misteriosas de este complejo órgano es la naturaleza de la conciencia (en el supuesto que esta radica allí), y cómo ésta llegó a formarse. El psicólogo Nicholas Humphrey en su libro «Seeing Red», sufre grandes contradicciones intentando aclarar en parte el misterio de la conciencia7.
Primero hace un importante avance, sosteniendo que: «el problema más difícil de la conciencia, se relaciona con la dificultad de explicar la conexión entre el cerebro material y el fenómeno de la conciencia del yo individual (no material), y esta explicación (si se encontrase), pudiese ser la respuesta a una pregunta aún más profunda: ¿Qué nos hace humanos?». Esta es, sin duda, una gran pregunta, tal vez una de las más interesantes en la ciencia de la psicología, y también en muchas otras áreas del saber humano, porque nos conduce necesariamente a la teleología (a las causas primeras).
Pero luego Humphery se ve traicionado por su férreo paradigma materialista, y retrocede bruscamente, agregando que: «la conciencia ha evolucionado para aparecer inexplicable, creando la impresión de que somos más que simples máquinas físicas». Es impresionante el laberinto de ideas que genera Humphrey para evadir este dilema para el pensamiento materialista – la dualidad de cuerpo y alma. La evolución habría creado a la conciencia inexplicable a nuestra razón, solo dando la impresión que tenemos también un cuerpo no material, pero que no es real.
No obstante, la pregunta que no puede responder la propuesta evolutiva es: ¿Cómo una sustancia material, como las neuronas, puede originar complejas entidades mentales como pensamientos, reflexiones, sentimientos o anhelos? El adaptacionismo, que confiere poderes omnímo-dos a la selección natural, está sin duda alguna detrás de la propuesta materialista del origen y función de la conciencia, pero fuera de mencionarlo, no existe mecanismo físico o biológico posible para explicarlo.
Por cierto que cuesta entender este huidizo y rebuscado razonamiento de científicos materialistas monistas (donde todo se reduce solo a materia), considerando que existen múltiples evidencias científicas que respaldan la propuesta dualista (cuerpo material y además conciencia y alma inmaterial). Algunos científicos monistas señalan que el materialismo es una deducción de las evidencias, y apelan a la química neuronal para respaldarse. Pero esto no es verdad. El materialismo no es una evidencia, es más bien un supuesto del que ellos parten y dan por sentado, antes de examinar la evidencia. Se trata por tanto de un razonamiento circular.
Visto de este modo, la ciencia se encuentra en un callejón sin salida. Parte investigando fenómenos y procesos presuponiendo que todos ellos deben ajustarse a las leyes de la materia. Entonces todos los resultados deben ser interpretados bajo el prisma materialista. El Positivismo, el fisicalismo y el naturalismo son las filosofías subyacentes a este proceder de la ciencia, las cuales cierran toda posibilidad a reconocer fenómenos que están fuera del ámbito material. A quienes se atreven a publicar algún trabajo que insinúe la causalidad u otra variable metafísica en las grandes preguntas de la ciencia, se le condena y maltrata.
Detrás de este pensamiento absolutista de la ciencia se esconde mucha soberbia y escasa humildad, todo lo cual está muy lejos de los postulados que les legase Popper, el autor del principal método que la ciencia ocupa hoy. Decía Popper: «La ciencia debe tener una extrema modestia intelectual. Ser un buen científico implica saber que no sabemos, que sabemos muy poco, y que nunca sabemos todo lo que pomposamente afirmamos saber». Casi no se da esta apuesta popperiana en el mundo científico actual.
«El corazón sabe de razones que la razón no conoce» (Pascal)
Connotados científicos han afirmado que si bien existe interacción entre el cerebro y la conciencia o la mente, estas últimas no forman parte del cerebro, las cuales son inmateriales y no se rigen por tanto por las leyes de la materia. Ya la frase del subtítulo reconoce a uno de ellos. Por otra lado, John Eccles, Premio Nobel de Fisiología, aseguró que «Nada en las leyes de la física o en las leyes de las Ciencias derivadas (química y biología), hace alguna referencia a la conciencia o mente»8. Por su parte, Jerry Fodor, un notable catedrático del MIT expresó: «No sabemos… cómo un cerebro (o cualquier otra cosa que es física) pueda llegar a ser un foco de experiencia consciente. Este último se encuentra sin duda, entre los misterios metafísicos definitivo»9.
Los Materialistas contra argumentan que el daño cerebral afecta a la mente, pero en realidad este argumento no demuestra que la mente se reduce al cerebro. El cerebro es necesario para transmitir pensamientos, pero no los genera. La Correlación no significa igualdad. Del mismo modo, el cerebro no genera la conciencia, solo la conduce. Asimismo, una persona enamorada no puede ser definida solo por cuantificar en su sangre si han subido o no el número de ciertas endorfinas. Esto sería un reduccio-nismo total.
¿Dónde radica la fuerza del amor en una persona? Cierto, los procesos bioquímicos revelan una realidad, pero no dicen nada de la realidad misma de ese fenómeno. Solo describen un mecanismo. Los mecanismos nunca explican el por qué (las causas originales o fundamentales), sino el cómo (solo el funcionamiento).
Contrariamente, la propuesta bíblica explica el por qué, o la causa original de la dualidad cuerpo-alma, afirmando que no es el cuerpo físico o la materia lo que genera el alma, la conciencia, o lo relativo al ámbito espiritual. Sino que es exactamente todo lo contrario, desde el ámbito espiritual (Dios), fue creado el mundo físico, la materia y también el mundo biológico, que en el caso del ser humano tiene además de materia, un cuerpo espiritual. Pero de seguro el materialismo seguirá buscando respuestas en el lado equivocado.
Las múltiples evidencias científicas desde la medicina, la neurociencia, la fisiología, entre otras, que avalan la continuidad de la conciencia después de la muerte, constituyen un fuerte llamado de atención (para aquellos que solo buscan respuestas basadas en la razón), a que las enseñanzas de Jesús respecto a las moradas celestiales que esperan a sus seguidores sean tomadas en serio.
Estas evidencias inequívocamente apuntan a que existe un destino que sigue a los humanos después de morir. Este sería desde luego un primer e importante paso para ateos y agnósticos, pero luego tendrían que venir otros, que les encaminen a entender, por ejemplo, el por qué fuimos creados.
Bibliografía
1. Burpo T., L. Vincent. 2012 El cielo es real: La asombrosa historia de un niño de cuatro años que visitó el cielo. Grupo Planeta. 248 Pág.
2. Link al artículo completo «Heaven Is Real: A Doctor’s Experience With the Afterlife» de la revista Newsweek:
http://www.thedailybeast.com/newsweek/2012/10/07/proof-of-heaven-a-doctor-s-experience-with-the-afterlife.html
3. Moody R. 1975. Vida después de la vida. Editorial: EDAF. 168 pág.
4. Van Lommel P. 2001. Near-death experience in survivors of cardiac arrest: a prospective study in the Netherlands. THE LANCET, Vol. 358 December 15, 200.
5. Van Lommel P. 2006. Near-death experience, consciousness, and the brain. World Futures, 62: 134–151. DOI: 10.1080/02604020500412808
6. Van Lommel, P. 2004. About the Continuity of our Consciousness, Adv. Exp Med Biol.; 550: 115-132. [Brain Death and Disorders of Consciousness. Machado, C. and Shewmon, D.A., Eds.
7. Humphrey N. 2006. Seeing Red: A Study in Consciousness, Belknap Press/Harvard University Press.
8. Eccles J. and D. Robinson. 1984 The Wonder of Being Human: Our Brain and Our Mind (New York: Free Press), 37.
9. Fodor J. 1998. In Critical Condition: Polemical Essays on Cognitive Science and the Philosophy of Mind (Cambridge, MA: MIT Press).