Addie Asbury estaba muriendo. El médico dijo que ella no viviría mucho más, tal vez unos pocos minutos. Ella llamó a sus amigos para que rodearan su cama y se despidió de cada uno de ellos, pidiéndoles que la buscasen en el cielo.
De repente, ella abrió los ojos y dijo: “Quiero ver a Tom”. Ella había sido novia de Tom por varios años, y no se había casado con él porque no era cristiano.
Cuando le dijeron que él no estaba allí, ella insistió diciendo que tenía un recado para él, así que ellos la tranquilizaron diciéndole que mandarían a buscarlo.
Sabiendo que ella viviría por poco tiempo, y que Tom vivía bastante lejos de allí, sus amigos dudaban que él llegase antes de que ella muriese.
Pareciendo leer sus pensamientos, ella dijo: “El Dios a quien amé y serví puede mantenerme aquí hasta que él llegue. Tengo un recado para él; así, que por favor, vayan a buscarlo de inmediato”.
Un par de sus amigos fueron a buscarlo, y aunque había pasado una hora cuando volvieron, ella estaba todavía viva y esperando ansiosa. Inmediatamente ella se volvió hacia él y tomó sus manos, diciendo: “Tom, yo quiero que tú seas un cristiano. Yo voy a dejarte, y quiero saber, antes de partir, que tú eres un hijo de Dios”.
“Pero Addie, yo no puedo decir que soy cristiano cuando no lo soy”, dijo él. Entonces, ella tomó la Biblia y le mostró que él podría ser un cristiano si tan solamente se arrepintiese y creyese en el Señor Jesús para perdón de sus pecados.
En aquel preciso momento el milagro sucedió – él aceptó la Palabra de Dios y abrió su corazón al Salvador. ¡Qué hermoso cuadro aquel! Después de despedirse de todos una vez más, la piadosa moribunda cerró los ojos y murmuró: “Ahora puedo morir feliz. ¡Alma, puedes volar!
Algunos años más tarde, Tom fue ordenado diácono en una iglesia no lejos del lugar donde su novia había fallecido, y llegó a ser uno de los pilares de la iglesia y un fiel defensor de la fe.
Adaptado de «Lo que ellos dijeron a un paso de la eternidad»
(John Myers).