En el bicentenario de Darwin (1809-2009).
En febrero de 2009 se cumplen 200 años del nacimiento de Charles Darwin y en noviembre del mismo año se asiste al aniversario número 150 de la publicación de su conocido libro «El origen de las especies». Darwin y su libro (1859) produjeron una enorme revolución en las bases de la filosofía de la ciencia, y en otras múltiples áreas como la política, la sociología, la religión y hasta en las artes. Esta teoría, que partió sin que su autor supiese bien lo que era una célula, pero que llegó a constituirse en la piedra angular del pensamiento biológico, reveló ya desde el inicio una serie de dificultades. Darwin escribió precisamente un capítulo denominado «Dificultades de la Teoría». En él señala que «…algunas de ellas (las dificultades) son tan serias que aún hoy apenas puedo reflexionar sin sentir cierta vacilación…». Aunque agrega luego: «la mayor parte son sólo aparentes». Confiaba Darwin que el contar con un registro geológico más completo, que hasta ese momento no presentaba los fósiles de transición entre especies, sólo era cuestión de tiempo, y que con estudios más intensos se irían despejando esas dificultades, si bien el propio Darwin sabía que los más eminentes paleontólogos y geólogos contemporáneos suyos postulaban la inmutabilidad de las especies, dada la ausencia de formas intermedias en el registro fósil.
Algunos de los cuestionamientos de Darwin respecto a su propia teoría fueron los siguientes: «Si las especies han descendido de otras especies mediante gradaciones suaves, ¿Por qué no es todo confusión en la naturaleza, en lugar de encontrarse las especies bien definidas»; ¿es posible que un animal que tenga, por ejemplo, la estructura y las costumbres de un murciélago, pueda haberse formado por la modificación de otro animal sumamente diferente?; ¿pueden los instintos adquirirse y modificarse a través de la selección natural?; ¿cómo podemos explicar que las especies cuando se cruzan sean estériles y produzcan descendencia estéril, mientras que cuando se cruzan variedades su fecundidad permanece incólume?
Todos estos argumentos son realmente demoledores, y, sin embargo, no fueron suficientes para replantear la hipótesis del cambio gradual en el proceso evolutivo en su momento.
Luego de haber transcurrido siglo y medio de la publicación del libro de Darwin y con el crecimiento exponencial del desarrollo científico, era de esperar que esta revolucionaria teoría viese superadas las aprensiones originales. Al analizar expresiones de científicos darwinistas como Theodosius Dobzhansky, uno de los fundadores de la actual genética de poblaciones, pareciera que efectivamente la teoría evolutiva ha superado sus problemas. Dobzhansky afirma categóricamente: «Nada tiene sentido en Biología si no es a la luz de la Evolución».
Sin embargo para otros científicos, esto está lejos de ser así, dado que estamos llegando al bicentenario darwiniano con la mayor confusión en las bases fundamentales de la biología, como no lo ha habido jamás, considerando que el conocimiento de esta ciencia y otras afines es formidable comparado con los tiempos de inicios de la teoría. Precisamente se le ha llamado a la presente era científica como el siglo de la biología, pero para un creciente número de científicos esta ciencia, en pleno siglo XXI, se encuentra sin base teórica. ¿Cómo se entiende que mientras más se ha abundado y profundizado en el conocimiento de esta ciencia, haya más confusión en la llamada piedra angular de la biología, como se le ha postulado a la teoría de la evolución darwiniana? Estos científicos díscolos han tenido la valentía de reconocer que no sólo no se dio respuesta a las dificultades de la teoría planteadas en el inicio por su propio autor, sino que con el avance de la biología molecular y la bioquímica se fueron agregando más y más dificultades hasta el punto de dejarla inviable.
Las bases de la teoría evolutiva darwiniana y su éxito educativo
La propuesta original darviniana se refería a que toda la vida existente en el planeta sea ésta vegetal, animal, microbiana, etc., estaba relacionada entre sí, y que todos los organismos vivos descenderían de un mismo ancestro común. Las bacterias y los elefantes, los peces y las aves, los árboles y los gusanos serían descendientes modificados de este ancestro común, y, como consecuencia, se deduce que estarían emparentados en mayor o menor grado. Los primeros seres vivientes habrían sido muy simples, y por medio de esta propuesta de evolución se habrían ido generando criaturas más complejas con el paso del tiempo. Estas mutaciones genéticas azarosas serían el primer factor que participaría en la producción de nuevas especies. Posterior a este proceso de cambio genético intervendría un segundo factor, la denominada «selección natural», la cual tendría como función preservar aquellas mutaciones beneficiosas, lo cual ocurriría al seleccionar a los organismos que presentan estas mutaciones, dado que les conferirían ventajas en la sobrevivencia respecto a aquellos que no las tienen. Estas mutaciones beneficiosas serían traspasadas a la siguiente generación, y con el paso del tiempo se irían acumulando a otras mutaciones, las que finalmente al unir una determinada cantidad de pequeños cambios graduales darían origen a una especie distinta a la original.
A la muerte de Darwin en 1882, su teoría era ampliamente aceptada por científicos de todas partes del mundo. Significaba finalmente alejarse de la teoría creacionista para darle una explicación científica al surgimiento de la vida en la Tierra, y, de paso, la teoría evolutiva servía para ser aplicada en el ámbito social, económico, cultural. Sin embargo, a fines del siglo XIX e inicios del siglo XX, comienzan a aparecer problemas. Surgen científicos que muestran una clara oposición a la selección natural y a las mutaciones como los motores del proceso evolutivo. No obstante, en las aulas, los estudiantes continuaban siendo enseñados, sin asomo alguno de duda, que las especies biológicas evolucionaron por medio de la acumulación lenta y gradual de pequeños cambios a lo largo de millones de años.
Se confirman las dificultades intuidas por Darwin y se agregan otras
Pasados 150 años de la publicación de la teoría evolutiva, la intensa búsqueda de formas intermedias en el registro geológico ha sido en vano. Contrariamente a lo postulado por la teoría, el registro fósil no muestra gradualidad en la formación de especies a través del tiempo, ni tampoco aumento en la complejidad de los organismos. Muestra más bien una aparición repentina y simultánea de todos los grupos de organismos más importantes en un solo periodo del registro geológico, denominado como Cámbrico. Por ello se le ha llamado a este fenómeno la explosión biológica del Cámbrico. Adicionalmente, en esta misma época se encuentran todos los grandes tipos de organización biológica animal, es decir, aquellos que serían muy simples como las esponjas y aquellos más complejos como los cordados, pasando por varias formas intermedias. Aparecen coexistiendo en este estrato geológico esponjas, corales, gusanos planos, equinodermos, moluscos, poliquetos (gusanos marinos), crustáceos y cordados inferiores y superiores (peces primitivos entre estos últimos). Este último grupo (Phylum Chordata) es zoológicamente importante, porque contiene a cordados invertebrados y cordados vertebrados, entre ellos al ser humano. Este argumento es un misil que ha impactado en la línea de flotación de la teoría darwinista. La evidencia concreta es que no hay evolución lenta y gradual de organismos; ésta señala que todos los grupos principales estuvieron presentes simultáneamente al inicio y con distinto grado de complejidad.
Adicionalmente, los grandes avances en las ciencias biológicas demostraron que las mutaciones no traen cambios progresivos. Los genes presentan un diseño tal que sólo permiten cambios entre límites estrechos y cuentan con complejos mecanismos que evitan el que esos límites sean traspasados. Las mutaciones sólo pueden producir nuevas variedades entre las especies. La selección natural operando sobre las variaciones aleatorias de una especie ha resultado incompetente para producir especies nuevas incluso dentro de un mismo Género. No se ha podido comprobar nunca que alguna especie llegue a formarse por medio de los mecanismos evolutivos darwinianos, aun considerando las intensas selecciones artificiales que se vienen aplicando por mucho tiempo a especies domesticadas (animales y vegetales), éstas no han permitido traspasar la barrera genética impuesta por la especie seleccionada para formar otra. Las evidencias apuntan categóricamente a que la reproducción sexual carece de la capacidad de generar nuevas especies.
Esta formación de variedades (natural o artificialmente producidas) es lo que se conoce como microevolución (formación de variedades al interior de las especies). Sin embargo, al extrapolar estos pequeños cambios genéticos a transformaciones genéticas radicales que den cuenta de la formación de todas las especies a partir de un organismo ancestral, y éste a partir de la nada (macroevolución), la biología molecular, la bioquímica, la genética, la biología reproductiva, entre otras disciplinas representativas de estos complejos procesos, se vienen abajo; no son capaces de explicar satisfactoriamente la extrapolación de la teoría. De allí en adelante se ha de apelar fuertemente a refinadas especulaciones para sostenerla.
De la filosofía al mito
Por la confluencia de complejas razones, desde hace 200 años, ser científico evolucionista darwiniano es sinónimo de ser un verdadero científico, a pesar del enorme dossier de evidencias opuestas que esta teoría ha ido acumulando desde su nacimiento. Por el contrario, quien se atreve a dudar de este «hecho o verdad científica», puede ser catalogado de paria, de oscurantista, o, en palabras de Richard Dawkins (defensor N° 1 del evolucionismo darwiniano mundial), «estaría cometiendo un acto de barbarie». Llama la atención que célebres divulgadores del darwinismo, como Ernst Mayr, Stephen Jay Gould y Richard Dawkins nunca han mostrado las graves falencias de la teoría evolutiva en sus escritos. No hay lugar para las críticas a la teoría, simplemente debe ser aceptada. Un científico que muestre su desacuerdo con la teoría darwiniana puede además ser tildado de creacionista y, por tanto, no científico. Lo anterior permite inferir que el darwinismo es mucho más fuerte como filosofía que como ciencia empírica. Más aún, la actitud anticientífica de biólogos como Dawkins que defienden a ultranza, cual fundamentalista religioso, una teoría demostrada como falsa, hacen que la corriente filosófica que subyace a esta teoría, trascienda del ámbito científico en sentido estricto, y se transforme en un mito como lo es el evolucionismo, retro-alimentado una y otra vez en libros y artículos científicos que hablan y replican en miles de páginas la evolución biológica darwiniana, aunque sus fundamentos permanecen ausentes de evidencia empírica y las premisas básicas de la macroevolución fuertemente rechazadas por la ciencia objetiva.
Galería de científicos atrevidos que evidencian lo turbio del darwinismo
Al revisar en este artículo algunos de los principales trabajos que encienden alarmas contra la teoría evolutiva darwiniana, se pretende demostrar que ésta se encuentra lejos de ser una «verdad indesmentible» como se propugna en círculos darwinistas y ultradarwinistas, sino, por el contrario, se está desmoronando desde ya largo tiempo. No se consideraron trabajos clásicos que rechazan la teoría darwiniana como los de Behe (1996) y Johnson (1995), porque se pretende demostrar que el fracaso de la teoría darwiniana está siendo señalado por los mismos evolucionistas, pero que se diferencian de los evolucionistas dogmáticos porque han reconsiderado su visión del tema.
Paradójicamente, la fuerte oposición que está teniendo la teoría evolutiva darwiniana en la actualidad procede no sólo de la corriente científica creacionista y su teoría del «diseño inteligente», sino desde sus mismas filas, de científicos evolutivos, siendo algunos de ellos agnósticos o ateos. Son científicos osados, que se atreven a ir en contra de la corriente, siendo consecuentes con un principio básico de la ciencia cual es el ser riguroso con las hipótesis planteadas, ateniéndose estrictamente a las evidencias que surgen al ser éstas puestas a prueba.
La bióloga Lynn Margulis fue una de las primeras que se atrevió con fuerza a desafiar la teoría darwiniana. Ya en los años sesenta propuso la teoría de la «Endosimbiosis», que darwinistas y neodarwinistas rechazaron, pero que en la actualidad es aceptada por parte de la comunidad científica. En su libro titulado «Una revolución en la evolución» (2003) señala lo confuso de la temática evolutiva: «El lenguaje de la evolución a veces parece ofuscar más que iluminar». Considerando el fundamentalismo mostrado por los seguidores del neodarwinismo, Margulis llegó a decir que este movimiento sería recordado como una secta religiosa menor del siglo XX. Su propuesta endosimbiótica como teoría evolutiva es opuesta a la visión darwiniana de la evolución biológica mediante la competencia y el conflicto. Ella más bien propone el avance en la evolución biológica por cooperación y simbiosis. Sin embargo, dentro de los graves problemas a los que se enfrenta esta nueva teoría está el que parte con dos células o con dos sistemas biológicos que ya están funcionando (la endosimbiosis es la fusión de dos organismos para formar un tercero), no parte desde el origen de la primera célula. Otra problemática de la teoría de Margulis radica en que no puede explicar el origen de los sistemas complejos (la visión, la coagulación sanguínea, el ciclo de Krebs, la glucólisis, etc.)
En 1968, Motoo Kimura, un biólogo especialista en genética de poblaciones publica un trabajo en donde expone una fuerte crítica a la teoría darwiniana, señalando que la todopoderosa «selección natural» no es tal, y que a nivel molecular ésta no tiene ingerencia. Luego desarrolla una teoría (Kimura 1983), que la denomina Teoría Neutral de la Evolución. Esta ha sido criticada por los darwinistas, sin embargo, Kimura demostró empíricamente la inoperancia de la selección natural en el proceso evolutivo.
Posteriormente, en 1972, surge una nueva teoría que intenta superar la ausencia de gradualismo en el registro fósil, que es una de las graves fallas del darwinismo. A esta nueva teoría se le denominó «Equilibrio puntuado» (Eldredge & Gould 1972). Postula que las especies surgirían de forma rápida y no necesitarían millones de años. Curiosamente, le otorga gran importancia al fenómeno denominado como estasis, que corresponde a la no variación que presentan las especies en largos periodos, para explicar la evolución repentina. Es un rebuscado argumento de muy difícil aceptación. No obstante, estos autores reconocen con esta propuesta la inviabilidad de la teoría evolutiva darwiniana.
En 1984, John Davison elabora la que sería, al menos, una quinta hipótesis evolutiva (Davison 1984, 1987, 2004, 2005). A esta nueva hipótesis la denomina semimeiótica. Davison reconoce que los mecanismos propuestos en la evolución darwiniana no se cumplen y que la reproducción sexual no produce nuevas especies. Propone entonces un mecanismo de reproducción presexual al que llama mecanismo semimeiótico, el que involucra sólo la primera división meiótica de los gametos. Su hipótesis no tuvo mucho éxito pero su intento demuestra la confusión reinante en la biología moderna.
En 1985, el profesor australiano de Bioquímica Michael Denton escribía un libro con una ácida crítica a la evolución darwiniana, titulándolo «Evolución: Una Teoría en Crisis» (Den-ton 1986). Denton revisa allí en detalle los fundamentos de la teoría desde su propia disciplina, además de otras ramas de la ciencia, y llega a la conclusión de que una de las bases fundamentales de la teoría, la selección natural, no puede finalmente explicar el origen y diversificación de la vida en la Tierra. El autor del libro señala que es tal la confusión existente que «cada aspecto de la teoría de la evolución está siendo debatida con una intensidad que rara vez se ha visto recientemente en cualquier otra rama de la ciencia».
Un libro publicado en el año 2000, llevó por título una fuerte sentencia en contra del darwinismo y su teoría: «Darwinismo: El fin de un mito». Su autor, Rémy Chauvin, es un científico mundialmente conocido, autor de unas cuarenta obras. Aún reconociéndose evolucionista, Chauvin tiene la virtud de analizar crudamente los postulados darwinistas y neodarwinistas, considerándolos fuera de la ciencia y presenta sus propias especulaciones acerca de un desarrollo evolutivo no darwinista de la vida.
Una de las últimas teorías evolutivas que ha surgido (Wagner 2000), se abrevia como EVO DEVO (Evolutionary Developmental Biology). Esta nueva teoría, que trata sobre el desarrollo embrionario de los organismos, ha cuestionado fuertemente otros aspectos del marco teórico neodarwinista, teniendo en cuenta los nuevos fenómenos observados, entre los que destaca la influencia del ambiente en ciertos cambios reversibles del material genético (epigenética), la existencia de motores de variación diferentes a las mutaciones, como la transferencia horizontal de genes y la movilidad y repetición de genes (homeoboxes). El autor de esta teoría sugiere que los organismos primitivos habrían acumulado determinados tipos de genes reguladores del desarrollo de estructuras biológicas como para formar un esquema de cuerpo distinto rápidamente (no gradual, como postula Darwin). De este modo, intenta buscar alguna relación entre el fenómeno de la explosión biológica del Cámbrico y el desarrollo y la acumulación de estos genes reguladores. Sin embargo, las dificultades teóricas que enfrenta su teoría son enormes. Lo que sí es claro, es que esta nueva teoría cuestiona la importancia asignada a las mutaciones genéticas como motores de la evolución, tanto dentro del proceso de especiación (generación de nuevas especies), como en de la creación de jerarquías taxonómicas superiores (reinos, por ejemplo).
Máximo Sandin, profesor de Bioantropología en la Facultad de Ciencias Biológicas de la Universidad Autónoma de Madrid, publicó un libro en 2006 en donde muestra la crisis en la que se encuentra la teoría evolutiva darwiniana. Hace una reflexión sobre las importantes consecuencias que la versión darwinista dominante ha generado en la ciencia y la sociedad. Sandin, quien se declara agnóstico, ha sido duramente criticado por algunos sectores del mundo académico por atreverse a mostrar las falencias de la teoría evolutiva dominante.
Un reciente trabajo publicado en una prestigiosa revista de filosofía de la ciencia deja clara la obsolescencia de la evolución darwiniana declarando: «debiéramos preguntarnos acerca de que modificaciones particulares son responsables de las diferencias existentes entre los organismos relacionados por descendencia. En este caso el proceso de la selección natural tiene muy poco que decir» (Calcott 2008).
Tímidamente, una de las más prestigiosas revistas de ciencia como lo es Nature ha incorporado en sus editoriales la incompatibilidad que se está produciendo entre los hallazgos obtenidos en el área de la embriogénesis, entre otras y la teoría darwi-niana. Uno de sus títulos declaraba «hacia una nueva biología» (Gee 2001) mientras que otro número comentaba: «Los biólogos van a tener que construir una nueva Biología» (Ball 2001).
Se requiere una nueva teoría
A partir de lo analizado, es evidente para un importante grupo de científicos que se debe construir una nueva teoría que pueda explicar y relacionar mejor los nuevos avances científicos. Sin embargo, parte de este grupo no propone un cambio radical, sino una especie de ampliación del neodarwinismo. Muestran temor al desembarco de la teoría darwiniana, o que se encuentren saltando al vacío con las nuevas teorías mucho más difíciles de conceptualizar que la original. Insisten en que se trata sólo de una reestructuración de la teoría darwiniana, intentando restarle importancia al enorme problema que significa dejar a las ciencias biológicas sin base. Otra corriente, en tanto, es más radical y habla definitivamente de un necesario reemplazo de la teoría darwiniana, dado que se está en presencia de una revolución científica, según los postulados de Tho-mas Kuhn, la que debiera llevar a un cambio de paradigma (González 2004).
La paradoja que resulta al contrastar el enorme caudal de conocimiento existente en la actualidad en las ciencias biológicas y la confusión filosófica de esta disciplina, apunta a que los fundamentos con los que se ha querido entender el surgimiento y diversificación de la vida en la Tierra están errados. El fenómeno de la vida ha escapado y seguirá escapando a los experimentos de laboratorio, a las nuevas teorías que seguro seguirán surgiendo, cada vez más rebuscadas, intentando mejorar un cuerpo teórico que nació muerto desde sus inicios. El fenómeno de la vida es inalcanzable para la ciencia porque ocurrió en algún momento de la historia al que no podemos acceder y mediante procesos absolutamente desconocidos para la metodología científica, como lo demuestra hoy la inmensidad de contradicciones existentes entre las ya seis o siete teorías evolutivas existentes.
Bibliografía
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