Concédeme amar y no ser respetado,
concédeme servir y no ser recompensado,
concédeme trabajar y no ser recordado,
concédeme sufrir y no ser apreciado.
Que haya el derramarse, mas no el beber;
que haya el partirse, mas no el guardar.
Una vida sufriente que a otros bendiga,
una vida de amor que en verdad conforte,
sin esperar la piedad y el aprecio,
sin aceptar el aplauso y el solaz;
aún solitario, incluso olvidado,
hasta sin palabras y abandonado.
Lágrimas y sangre han de ser el precio,
para la corona de justicia ganar;
perderlo todo ha de ser el costo,
para una vida de fiel peregrino llevar.
En esos días cuando en la tierra andabas,
oh Señor, esta vida escogiste vivir,
heridas y ofensas con gozo sufrir,
para que todos viniesen a descansar.
Cuán lejos iré, no lo puedo ver;
sé que no hay retorno y prosigo aún.
Dame el seguir tu ejemplo, perfecto y veraz,
cargando sin quejas la ingratitud.
En tiempo de prueba oro a ti, Señor,
mis ocultas lágrimas tu secarás;
que mi premio eres tú, Señor, quiero aprender,
y que todos mis días sepa a otros bendecir.
Watchman Nee (1930)