La gracia de Dios manifestada en la Prisión de Alta Seguridad de Sugamo, en Japón.
Una joven irlandesa, alegre y vivaz, navegó para el Japón el 9 de octubre de 1916. Era Irene Webster-Smith, y venía de una familia aristocrática. Irlandesa hasta la médula, ella a veces desbordaba alegría con humor inteligente y agradable que espantaba a los ultraformales y afectados, pero que atrajo a millares de japoneses en los años siguientes.
Aquella talentosa joven irlandesa no imaginaba que un día sería usada por Dios para transformar las vidas de catorce de los más duros criminales de guerra en Japón.
¿Cómo sucedió tal milagro?
Nishizawa San era uno de los líderes militares japoneses condenados por crímenes de guerra. El Tribunal Internacional de Crímenes de Guerra lo consideró culpable y le condenó a la muerte por ahorcamiento. Él estaba en el presidio de Sugamo esperando la ejecución, cuando por primera vez se encontró con Miss Webster-Smith.
La esposa de Nishizawa era una cristiana y estaba muy preocupada por su marido. Como tenía permiso para visitarlo sólo media hora al mes, ella le había llevado un Evangelio de Juan en una de sus visitas. Pero Nishizawa no estaba interesado. Endurecido por los pecados de los más crueles, era completamente indiferente al esfuerzo de su esposa por conducirlo a Cristo.
Un día, Miss Webster-Smith, llamada ´Sensei’ (‘maestra’, o ‘sabia’) por los japoneses, fue a dictar una charla en una reunión de mujeres en Kashiwa. En aquella reunión estaba la Sra. Nishizawa. Ella se presentó a Sensei y entonces le rogó que fuese a visitar a su marido en la prisión. «Estoy muy preocupada por mi marido, y deseo mucho que él se convierta antes de morir. Si usted puede visitarlo, yo le cedo mi visita para que usted pueda verlo».
Un ruego tan conmovedor era irresistible y Sensei prometió hacer lo posible para atenderlo. Pero luego se dio cuenta que Nishizawa y los otros prisioneros de crímenes de guerra en Sugamo eran mantenidos bajo máxima seguridad. Las autoridades no dejaban pasar nada, principalmente después de que la esposa de un preso introdujo veneno de contrabando cuando visitaba a su marido. Ella puso el veneno en el alambre de la tela de la ventanilla de la entrevista; el prisionero lamió la tela y murió.
Al principio parecía imposible a Sensei pasar, a causa de los reglamentos y burocracia de los oficiales. Pero un entusiasmo y una determinación divinamente inspirados finalmente convencieron a las autoridades de que aquella viejecita encantadora tenía el derecho de visitar al condenado Nishizawa. Ella fue recibida en el gran edificio de piedra gris conocido como Presidio Sugamo.
La ventanilla fue fuertemente custodiada cuando Sensei se sentó a un lado de aquella pesada tela que la separaba de Nishizawa. Con una oración silenciosa, ella dijo al hombre: «Yo estuve con su esposa y sus hijos, y ellos están bien. Conocí a su esposa en una reunión cristiana».
Nishizawa respondió: «Ella me contó que se había convertido e incluso me dejó un librito». El tono de su voz no demostraba ningún interés. Pero Sensei inmediatamente vio su oportunidad. «El librito debería ser el Evangelio de Juan», pensó ella. Era el mismo, y dio a Sensei una oportunidad de explicar al prisionero que el Cristo del Evangelio había muerto en la cruz por los pecados de los hombres, y que él misericordiosamente perdonaría a todos los que se arrepintiesen y creyesen en él, Cristo les recibiría en su reino de gloria, donde vivirían eternamente con él.
Nishizawa fue visiblemente tocado por la exposición sincera y confiada del Evangelio en aquella ventanilla de la prisión. Antes que terminara la entrevista, él le hizo la pregunta vital: «¿Usted quiere decir que él perdonaría mis pecados? Yo cometí pecados horribles. Usted no se puede imaginar».
Rápidamente Sensei garantizó a Nishizawa que hay esperanza aun para el peor pecador que confíe en la sangre purificadora de Jesucristo y crea en él como su Salvador personal.
Profundamente tocado por el Espíritu Santo, el pobre preso oró con Sensei ahí mismo, clamando a Dios por misericordia. Luego, su corazón fue inundado de una paz y una alegría que nunca había sentido antes. Sensei le oyó decir: «Gracias a Dios, y muy agradecido de usted».
¡La gran transacción había sido hecha! Nishizawa era una «nueva criatura en Cristo Jesús». En seguida, él dijo a Sensei que creía que era salvo por Cristo. La misionera entonces lo alentó a buscar a alguien en la prisión y contarle lo que Cristo había hecho por él.
La única oportunidad que el preso tenía era la hora de los ejercicios, porque estaba confinado en una celda solitaria, y ni aun en los ejercicios le era permitido hablar con los otros prisioneros. Pero Nishizawa prometió que haría todo lo posible para testificar sobre su Salvador recién encontrado. Él hizo esto con tanto éxito que, uno tras otro, trece prisioneros de guerra en Sugamo fueron llevados a Cristo. Ellos pidieron el bautismo y fueron bautizados en las aguas por el capellán bautista de la prisión.
Entonces, un día Sensei sintió una gran y urgente necesidad de visitar a Nishizawa de nuevo. Pero los oficiales responsables eran inflexibles. Ella había utilizado la única entrevista permitida. Una segunda visita de clemencia era absolutamente imposible.
Sabiendo que el llamado urgente venía de Dios, ella sintió que necesitaba ver a Nishizawa de cualquier manera, antes que fuese ejecutado. Y cuando Sensei decidía hacer alguna cosa por su Señor, ni todos los poderes del infierno podrían detenerla. Ella fue directamente a la oficina del único hombre en Japón que podría abrirle las puertas de la prisión. Era el famoso general MacArthur, el hombre que en aquella época prácticamente gobernaba todo el Japón.
El general la recibió cortésmente y oyó su petición. Entonces él le dio permiso para ver al prisionero una vez más, proveyéndole incluso un auto oficial para conducirla hasta la prisión.
En la sala de entrevistas, ella miró con atención a Nishizawa cuando fue introducido. El rostro de él estaba radiante de alegría y él exclamó: «Justamente esta mañana pedí a Dios que la enviase a visitarme. ¡Él respondió mi oración! Yo quiero dejar con usted instrucciones respecto de los cuidados a mi esposa y mis hijos, y un último mensaje para ellos y para mis padres». Luego Sensei y Nishizawa oraron juntos y se despidieron.
Un poco antes de ser ejecutado Nishizawa, Sensei recibió una carta de él. Decía lo siguiente:
«Mamita Smith: Sinceramente yo la aprecio mucho, como el esfuerzo que usted hizo para visitarme de nuevo y alentarme, compartiendo conmigo su precioso tiempo. Agradezco también en el nombre del Señor, junto a los otros hermanos, pues sabemos que el favor del bautismo que fue realizado se debe a sus ingentes esfuerzos. Estoy viviendo días de gratitud, creyendo que puedo recibir la salvación del Espíritu Santo en mi último día, y totalmente confiando en él, pues para mí –salvo por la gracia de Dios– «el vivir es Cristo y el morir es ganancia». «Oro porque goce de buena salud en el nombre del Señor Jesucristo y de Dios Padre. Sinceramente suyo, un pecador salvado, M. Nishizawa».
Dos días más tarde, Sensei supo que Nishizawa y uno de los otros convertidos habían sido ejecutados en la noche anterior.
Adaptado de «The Flame».