En los tiempos modernos, sin previo aviso y casi imperceptiblemente, ha surgido en los círculos evangélicos populares una nueva cruz. Su forma es como la antigua, pero a la vez, diferente.
¡Los aspectos parecidos son superficiales, las diferencias son fundamentales! De esta nueva cruz ha surgido una nueva filosofía de la vida cristiana basada en un enfoque evangelístico nuevo y totalmente diferente. El evangelista trata de mostrar que el cristianismo no hace demandas desagradables; más bien, ofrece las mismas cosas que el mundo, sólo que a un nivel más alto.
Este nuevo punto de vista determina que esta cruz moderna no mata al pecador, lo encamina.
El trasfondo filosófico de esta teoría puede ser sincero, pero es tan falso como ciego. Pasa por alto completamente todo el significado de la cruz.
La antigua cruz es símbolo de muerte. Se yergue para el fin abrupto y violento de un ser humano. En tiempos del Imperio Romano, el hombre que tomaba su cruz y comenzaba a caminar con ella, nunca volvía. No salía a encaminar su vida; ¡salía para terminar con ella! La cruz no intentaba tener una buena relación con su víctima. Golpeaba con crueldad y dureza, y cuando había concluido su trabajo, el hombre había dejado de existir.
La raza de Adán está bajo sentencia de muerte. Dios no puede aprobar ninguno de los frutos del pecado. Al venir a Cristo no trasladamos nuestra vieja vida a un plano más alto; la dejamos en la cruz. ¡De esta manera, Dios salva al individuo liquidándolo y luego resucitándolo a una vida nueva!».