Primera Epístola a los Corintios.
Lecturas: 1ª Corintios 1:1-9; 2:1-2; 16:22-24.
Ya hemos mencionado que la Biblia es la revelación de Jesucristo. Dios nos da la Biblia con un propósito: para que podamos conocer al Señor Jesucristo. Él nos revela a Su Hijo a través de la Biblia, y necesitamos pedir al Señor que nos conceda el Espíritu de sabiduría y revelación a fin de que podamos verdaderamente ver al Señor Jesús en su Palabra.
En 1ª Corintios, debemos ver al Señor Jesús a través de los problemas. Esta carta fue escrita por el apóstol Pablo a la iglesia en Corinto. Sin embargo, ella no fue escrita sólo para esa iglesia, sino a todos aquellos que, en cualquier lugar, invocan el nombre de nuestro Señor Jesús. Por lo tanto, descubriremos que esta carta está dirigida también a nosotros, porque nosotros somos aquellos que invocamos el nombre del Señor Jesús.
No pensemos, pues, que esa carta a los Corintos fue escrita para otras personas, para una iglesia que existió hace dos mil años atrás, que sus problemas no son los nuestros y que la solución para aquellos problemas no es la solución para los nuestros. A medida que leemos esta carta, recordemos que ella también está dirigida a nosotros, y los problemas que encontramos en aquella iglesia son frecuentemente nuestros problemas y la solución que Pablo da en esta carta nos muestra la manera de resolver nuestros problemas hoy.
La iglesia en Corinto tuvo un maravilloso comienzo. Si leemos el libro de los Hechos, descubriremos que, en el capítulo 18, Pablo vino a Corinto después de haber estado en la ciudad de Atenas. Mientras estaba allá, el sintió en su espíritu una carga con respecto a la palabra de Dios. El les predicó a los judíos y después a los gentiles, y muchos vieron al Señor. No obstante, había también mucha oposición, y el Señor se le apareció en una visión diciéndole: «No temas, sino habla, y no calles; porque yo estoy contigo, y ninguno pondrá sobre ti la mano para hacerte mal, porque yo tengo mucho pueblo en esta ciudad» (Hch. 18:9-10). Entonces Pablo permaneció en Corinto durante un año y medio, y muchos vieron al Señor.
Después que Pablo partió, otro gran siervo de Dios llegó a aquella ciudad – Apolos. Apolos era un hombre muy elocuente, un hombre muy culto, alguien que conocía profundamente la Palabra de Dios y, a través de su trabajo, muchos creyentes de esa ciudad fueron edificados.
No se sabe si Pedro estuvo alguna vez en Corinto, pero sabemos, al menos, que los influenció de alguna manera, porque, según la primera carta a los Corintios, unos decían: «Yo soy de Pablo», porque Pablo estuvo allí; «Yo soy de Apolos», porque Apolos estuvo allí; y otros: «Yo soy de Cefas (Pedro)». Si Pedro estuvo allí, no lo sabemos, pero él había influido en la iglesia en Corinto. ¡Piensa en esto! Si una iglesia tuviese el trabajo de un gran apóstol –Pablo–, de un gran maestro –Apolo–, y de otro gran apóstol –Pedro–, ¡qué iglesia privilegiada sería!
A causa de esos trabajos, Pablo mencionó en el primer capítulo que ellos estaban realmente enriquecidos. Estaban enriquecidos en toda la palabra de doctrina, en todo el conocimiento, y no les faltaba ningún don.
Ahora, hermanos, probablemente nosotros diríamos: «¡Bueno, si eso sucediera aquí con nosotros, sería glorioso!». Pero, lamentablemente, aun siendo ricos en la doctrina, en el conocimiento, y no faltándoles ningún don espiritual, esas cosas no los ayudaron a crecer espiritualmente. Al contrario, pareciera que todo eso fue un impedimento para su crecimiento; ellos permanecieron como bebés en Cristo y estaban llenos de problemas.
Pienso que eso puede servir de advertencia para nosotros. No creas que por ser rico en la Palabra, rico en el conocimiento y rico en los dones, tú o la iglesia forzosamente serán espirituales. No siempre es así. A veces es justamente lo contrario, porque las personas se satisfacen con todas esas cosas y pierden de vista lo único necesario – al propio Señor Jesús.
La iglesia en Corinto tenía muchos problemas. No era una iglesia perfecta. ¿Habrá alguna iglesia perfecta en la tierra? Durante estos veinte siglos no encontramos ninguna iglesia perfecta en la tierra. ¿Habrá alguna iglesia que no tenga problemas? Si fuese posible encontrar personas que no tengan problemas, entonces la iglesia que es la reunión del pueblo de Dios, no tendría problemas. Sin embargo, las personas tienen muchos problemas, aun los niños. Mientras mayores somos, más problemas tenemos.
¿Cómo se puede esperar que alguna iglesia en la tierra no tenga problemas? Sólo una persona muerta no los tiene; todos sus problemas terminaron. Y posiblemente, una iglesia muerta tampoco tenga problemas. Si una iglesia está viva, entonces necesariamente tendrá problemas. No tengas temor de ellos. Con frecuencia, procuramos esconder nuestros problemas, o evitarlos. ¡Cómo tratamos de engañarnos a nosotros mismos diciendo que no tenemos problemas!
Si los problemas vienen, enfréntalos. No tengas miedo de ellos, porque los problemas son oportunidades. Si son resueltos adecuadamente, eso significará crecimiento espiritual. Por supuesto, si permites que ellos permanezcan, eso te herirá. Aún más, ningún problema necesita permanecer para siempre porque éste tiene una solución.
Amados hermanos, cuando tenemos un problema, ¿cómo lo enfrentamos? ¿Tratamos simplemente de resolver ese problema específico en el momento en que surge? Si esa es la manera como tratas de resolver tus problemas, entonces descubrirás que luego de haberlo resuelto, surgirá otro. No habrá fin para tus problemas. Por lo tanto, cuando un problema surge, el secreto es ir hasta su raíz. Si descubres la causa del problema o de todos los problemas, entonces puedes tratar con la raíz de ellos.
¿Cuál es la raíz de todos los problemas? En realidad, la raíz de la mayoría de los problemas eres tú mismo, es tu carne. Si aprendes a tratar con la carne a través de la cruz del Señor Jesús, entonces descubres que esa es la solución para todos tus problemas.
Problemas en Corinto
Cuando leemos la primera carta a los Corintios, descubrimos que esa iglesia tiene muchos problemas. Por ejemplo, en los capítulos 1 al 4, el problema es la división – el espíritu sectario. Esas personas son llamadas a la comunión del Hijo de Dios, Jesucristo, ¡y qué maravillosa comunión es ésa!
Amados hermanos, piensen un momento: nosotros éramos enemigos de Dios; no teníamos esperanza; no teníamos Dios; estábamos muertos en delitos y pecados; estábamos bajo condenación; no podíamos estar en la presencia de Dios porque moriríamos. Pero, ahora, por la gracia de Dios en Jesucristo, nosotros somos llamados a la comunión del Hijo de Dios. Comunión significa «tener en común». Nosotros compartimos con el Señor todo lo que él es; somos llamados a esa maravillosa comunión.
Lamentablemente, la iglesia en Corinto, a pesar de haber sido llamada a la comunión con el Hijo de Dios, Jesucristo, estaba dividida. Ellos tenían opiniones e ideas diferentes. Algunos decían: «Yo soy de Pablo porque Pablo me llevó al Señor; yo pertenezco a Pablo». Otros: «Yo soy de Apolos, porque él me edificó por la Palabra de Dios.» Y otros: «Yo soy de Cefas, porque él es uno de los doce apóstoles; yo voy hasta el principio». Y otros, de manera sectarista, decían: «Bueno, si tú eres de Pablo, y tú de Apolos, y tú de Cefas, yo soy mayor: yo soy de Cristo». Había división, espíritu sectario rompiendo la comunión del Hijo de Dios, Jesucristo. Eso es un gran problema.
En el capítulo 5, descubrimos que el problema es el pecado. Algunos de ellos habían caído en pecados graves, incluso en el incesto. Esto era algo raro aun entre los incrédulos. Y la iglesia estaba tan insensible, hasta el punto de dejar que esto continuase sin que fuese tratado.
En el capítulo 6, nos damos cuenta de otro problema: un hermano llevó a juicio a otro hermano ante un tribunal de incrédulos. En vez de amarse el uno al otro, en vez de sufrir el agravio, ellos se defraudaron mutuamente; fueron a los tribunales de los gentiles, juzgándose el uno al otro. Eso sucedió en la iglesia en Corinto.
En el capítulo 7, constatamos que ellos tenían problemas matrimoniales, todo tipo de problemas de matrimonio.
En los capítulos 8 al 10, vemos problemas de orden social. Había algunas personas entre los creyentes que iban al templo a comer y beber, porque en aquella época las actividades sociales eran realizadas en el templo. Aquel que no fuese al templo, no podría disfrutar de todas esas actividades sociales. Y algunos cristianos eran tan glotones que sólo buscaban las actividades sociales; iban al templo sólo para comer y beber y, al hacer esto, hacían tropezar a los débiles.
En el capítulo 11, ellos tenían problemas con el cubrirse la cabeza. ¿Debían o no las hermanas cubrirse la cabeza? Y no sólo las hermanas, sino: ¿deberían también los hermanos estar cubiertos delante de Dios? ¿Quién es la cabeza?
Y también tenían problemas con la mesa del Señor porque, cuando venían para comer y beber a la mesa del Señor, algunos de ellos se embriagaban.
Antiguamente, ellos tenían una fiesta de amor antes de compartir la cena del Señor. La razón de eso es que, cuando nuestro Señor Jesús compartió la cena, él estaba comiendo con sus discípulos la fiesta de la Pascua. En el final de esta celebración, él estableció Su cena. De esta manera, la práctica en la iglesia primitiva era generalmente reunirse para primeramente comer juntos y después compartir la cena del Señor.
Lamentablemente, algunos que eran ricos, comían comida de ricos, y los pobres pasaban hambre. No compartían sus alimentos y, después de eso, repartían el pan de la cena. ¿Qué es eso? ¿Dónde esta la unidad? ¿Dónde esta el amor? Ellos tenían problemas con respecto a esto.
En los capítulos 12 al 14, vemos que tenían problemas con los dones espirituales. Eran ricos en dones espirituales. Podríamos pensar que si eran ricos en dones espirituales ciertamente toda la iglesia sería rápidamente edificada. Pero, por desgracia, ellos lastimaron a la iglesia porque, en vez de usar los dones para edificar el cuerpo, los usaron para exhibirse a sí mismos.
En el capítulo 15, descubrimos que tenían problemas aun con la doctrina. Algunos no creían en la resurrección. «¿Cómo las personas podrían resucitar? Cuando tú mueres, tu cuerpo es sepultado, se corrompe y desaparece; ¿cómo podrías resucitar? ¿De dónde obtienes ese cuerpo nuevamente?». Ellos no creían en la resurrección.
En el capítulo 16, observamos que tenían problemas con el dar. Los cristianos deben dar, pero ellos eran lentos para dar. Y también con la sujeción. ¿Cómo iban a someterse a quienes los dirigían y los ayudaban? Fallaron en el sometimiento. Finalmente, tenían aquel gran problema del amor – amarse unos a otros y amar al Señor Jesús. Habían perdido su primer amor.
Hermanos, ¿no es eso una contradicción? Por un lado, ellos eran ricos en la Palabra, en el conocimiento y en los dones; y aun así tenían todos esos problemas, problemas muy básicos, muy grandes; problemas que impiden la comunión. Ellos tenían todos esos problemas.
¿Tenemos nosotros problemas, individual y colectivamente hablando? Probablemente no tengamos todos esos problemas de la iglesia en Corinto, pero ciertamente tenemos algunos de ellos y tal vez enfrentemos algunos que ellos no tenían. Así, pues, es evidente que la vida, tanto individual como colectiva, está llena de problemas.
¿Cuál es la raíz de todos esos problemas? ¿Por qué existían esos problemas en la iglesia en Corinto? El apóstol Pablo, a través del Espíritu Santo, nos da el diagnóstico en 1 Corintios 3:3: «…¿ no sois carnales, y andáis como hombres?».
La condición espiritual
En relación a la condición espiritual, la Biblia divide a la humanidad en tres grupos:
1. El hombre natural.
2. El hombre carnal.
3. El hombre espiritual.
El hombre natural es aquella persona que vive a través de su vida natural, sin la enseñanza y la dirección del Espíritu Santo: «Pero el hombre natural no percibe las cosas que son del Espíritu de Dios, porque para él son locura, y no las puede entender, porque se han de discernir espiritualmente» (1 Co. 2:14).
Ese hombre natural es el hombre en su estado natural. Es evidente que, cuando hablamos sobre lo natural, en realidad, eso ya no es natural porque, en el principio, cuando Dios creó al hombre, éste era sin pecado. Él fue creado con un espíritu, alma y cuerpo; mas, a consecuencia del pecado, el espíritu del hombre murió. De manera que, aunque estuviésemos muy activos en nuestra alma y en nuestro cuerpo, delante de Dios estábamos muertos en delitos y pecados, lo cual indica que nuestro espíritu estaba muerto.
La definición científica de la muerte es que «corta la comunicación con su propio ambiente». El ambiente de nuestro espíritu es Dios, pero cuando perdemos la comunicación con Dios, nuestro espíritu es considerado muerto. Por lo tanto, un hombre natural es una persona cuyo espíritu esta muerto en relación a Dios; no tiene comunicación con Dios. Alguien puede ser muy inteligente, muy saludable, pero con relación a Dios tiene un espacio en blanco, un obstáculo. No tiene comunicación con Dios, porque es un hombre natural.
El hombre natural no percibe las cosas del Espíritu, porque le parecen locura. Ahora, ¿quién es realmente loco, el hombre natural o las cosas de Dios? Evidentemente, el hombre natural es loco, en el sentido en que no percibe las cosas de Dios. No tiene capacidad para percibir las cosas espirituales. Tal es el hombre natural.
Luego la Biblia nos habla del hombre carnal. ¿Quién es el hombre carnal? No es un incrédulo. El hombre carnal es alguien que ya fue salvo. Lamentablemente, él aún vive por su carne en vez de vivir por el Espíritu: «…porque aun sois carnales; pues habiendo entre vosotros celos, contiendas y disensiones, ¿no sois carnales, y andáis como hombres?» (1 Co. 3:3).
Esos creyentes de Corinto habían sido justificados, apartados por Dios, y llamados santos. Sin embargo, vemos que aún son carnales; todavía caminan como hombres. A pesar de haber sido salvos, aún no son diferentes del hombre natural. La única diferencia es que tienen la vida de Dios en ellos, pero todavía andan como hombres, haciendo aquello que todos están haciendo. Parece no haber ninguna diferencia, porque andan según la carne. Ellos tienen el Espíritu Santo. El Espíritu Santo vivificó su espíritu y los habita, pero ellos no andan según el Espíritu; todavía caminan según la carne y, a causa de esto, andan según el mundo. Tal es el hombre carnal.
Luego, la Biblia habla del hombre espiritual: «En cambio el espiritual juzga todas las cosa; pero él no es juzgado de nadie» (1 Co. 2:15). ¿Quién es el hombre espiritual? El hombre espiritual, en realidad, es aquello que un creyente debería ser, aquello que Dios desea que nosotros, los salvos, seamos. Es un hombre que anda según el Espíritu. El Espíritu Santo, que habita en su espíritu, tiene el control sobre su vida y, a causa de eso, él es un hombre espiritual y es capaz de discernir todas las cosas.
Entonces, descubrimos que las Escrituras dividen a la humanidad en esos tres grupos. Si tú eres del Señor, no eres un hombre natural. Entonces puedes ser carnal o espiritual. La voluntad de Dios es que seamos hombres espirituales, pero es posible que seamos carnales. ¿Cuál de los dos eres tú?
Los creyentes de Corinto eran todavía carnales y, a causa de su carnalidad, los problemas surgieron en medio de ellos de la misma forma como sucede en el mundo. La raíz de sus problemas era su carnalidad.
La solución para todos los problemas
Amados hermanos, bajo la luz escudriñadora del Espíritu de Dios veremos que los problemas de nuestra vida son la mayoría, si no todos, debido a la carnalidad. Y si miramos la iglesia, descubrimos lo mismo. La causa de todos esos problemas en la iglesia es porque las personas allí son carnales; no andan según el Espíritu.
Pero, ¿cual es la solución? Pablo no da sólo el diagnóstico, sino también el tratamiento, y el tratamiento para todos los problemas es uno solo: Cristo Jesús. «Así que, hermanos, cuando fui a vosotros para anunciaros el testimonio de Dios, no fui con excelencia de palabras o de sabiduría. Pues me propuse no saber entre vosotros cosa alguna sino a Jesucristo, y a éste crucificado» (1 Co. 2:1-2).
En el primer siglo, Corinto era una ciudad cultural y un centro de civilización; era una ciudad mala y corrupta. Pero, curiosamente, en la Historia, un proverbio dice que si tú eres muy elocuente y capaz de presentar las cosas de manera lógica y bella, entonces tú hablas como alguien de Corinto. Y de nuevo, se dice que si vives una vida libertina, sin reglas, depravada, tú eres como un ciudadano de Corinto. ¿No es extraño que esas dos cosas coexistan? Se puede pensar que mientras más culto es alguien, ciertamente será una persona de mayor moralidad; pero, con frecuencia vemos que eso no es verdad. Mientras más cultas eran esas personas en Corinto, más inmorales eran.
Y de alguna forma, el espíritu de Corinto había entrado en la iglesia de allí. Por un lado, ellos eran elocuentes, inteligentes, llenos de conocimiento, de dones, de talentos. Sin embargo, por otro lado, había entre ellos todas esas degradaciones, divisiones y contiendas. No eran diferentes del mundo; ellos deberían ser distintos, pero no lo eran, porque aún eran carnales.
Amados hermanos, la iglesia debe ser diferente del mundo. ¿Es ella diferente? Con frecuencia comprobamos que la iglesia no es diferente del mundo. Eso no es causado por una debilidad de Dios, porque aún su debilidad es más fuerte que la fuerza del hombre. Es porque el pueblo de Dios permanece carnal, como bebés en Cristo.
¿Cuál es la solución para estos problemas? Pablo conocía la condición de las personas en Corinto. Él no trató de enfrentar a la elocuencia con elocuencia o a la lógica con lógica, aunque era capaz de hacer eso. Él vio la condición de ellos, y dijo: «…me propuse no saber entre vosotros cosa alguna sino a Jesucristo, y a éste crucificado».
Jesucristo es la solución para todos nuestros problemas. Sólo basta verlo a él, y los problemas serán resueltos. En otras palabras, tú tienes problemas, pero gracias a Dios, tus problemas te llevarán a Jesús. No tengas miedo a los problemas, porque cuantos más tengas, mejor capacitado estarás para ver al Señor Jesús. Si lo ves a Él a través de tus problemas, entonces ellos están resueltos, y resueltos de manera maravillosa.
La iglesia en Corinto tenía problemas de división, un espíritu sectario. ¿Cómo podía ser resuelto esto? Pablo dice: «¿Está dividido Cristo? ¿No es sencillo? Ustedes están divididos porque dicen: Yo soy de Pablo, yo soy de Apolos, yo soy de Cefas. Pero, ¿acaso está Cristo dividido? ¿En quién crees tú? ¿En que nombre fuiste bautizado? ¿A quién sigues? ¿Sigues a Pablo? ¿A Apolos? ¿A Cefas? ¿O sigues a Cristo?».
Obviamente, tú dirás: «Yo creo en Cristo, fui bautizado en el nombre de Jesucristo; yo sigo a Cristo». Si tú sigues a Cristo y yo sigo a Cristo, y todos nosotros seguimos a Cristo, ¿está Cristo dividido? Nosotros no estamos divididos – nosotros somos uno. Gracias a Dios por esto. La única razón por la cual puedes estar dividido es porque estás siguiendo al hombre. No importa cuán espirituales esos hombres sean, tú los estás usando.
Pablo dice: «¿Qué, pues, es Pablo, y qué es Apolos? Son sólo siervos de Dios. Yo planté, Apolos regó, pero el crecimiento lo ha dado Dios. Nosotros no somos nada; sólo siervos de Dios, instrumentos de Dios. Si somos fieles, recibiremos recompensa, pero es Dios quien da el crecimiento. ¿Por qué piensan que nosotros somos tan importantes? ¿Por qué quieren ser tan pequeños? Ustedes dicen: «Pablo es mío». Sí, Pablo les pertenece. «Cefas es mío». Sí, Cefas es de ustedes. Pero recuerden, ustedes no tienen sólo a Pablo, sino también a Apolos y Cefas. Todos les pertenecen. No tomen sólo a Pablo, sino también a Apolos y a Cefas porque Dios les dio esos siervos. Todos son de ustedes, pero ustedes son de Cristo y Cristo es de Dios».
Si sólo vemos a Cristo y a nadie más, entonces el espíritu sectario desaparece. Nosotros tenemos una mente, una sola es nuestra palabra: Jesús. Esa es la solución. La solución no es tratar de imaginar, discutir, o deducir lógicamente las cosas. La solución es la revelación de Jesucristo.
Entonces, había el problema de aquel serio pecado de incesto en medio de ellos. Y la iglesia era tan insensible; no sólo insensible, sino también orgullosa. ¡Piensen en eso! Una persona entre los creyentes de Corinto cometía un serio pecado y, no obstante, toda la iglesia miraba aquel pecado como si no fuese nada, y aun se sentían orgullosos de sí mismos por ser tan liberales y de mente tan abierta. No había disciplina, todo era negligente. Ellos pensaban que eso era ser liberales, de mente abierta.
¿Cuál es la solución? «Limpiaos, pues, de la vieja levadura, para que seáis nueva masa, sin levadura como sois; porque nuestra pascua, que es Cristo, ya fue sacrificada por nosotros. Así que celebramos la fiesta, no con la vieja levadura, ni con la levadura de malicia y de maldad, sino con panes sin levadura, de sinceridad y de verdad» (1 Co. 5: 7-8).
«Acuérdense de Cristo, nuestra Pascua. Recuerden cómo él se ofreció sin mancha a Dios; cómo su sangre fue derramada para remisión de pecados; cómo su cuerpo fue partido. Podemos comer la carne del Cordero y eso nos dará fuerzas para andar sobre esta tierra, puros e irreprensibles. Acuérdense de Cristo, nuestra Pascua. Hoy celebramos la fiesta de los panes sin levadura. En el Antiguo Testamento, la Pascua era sólo un día; pero, a continuación, los hijos de Israel debían guardar la fiesta de los panes sin levadura durante siete días en sus casas. No debería ser hallada ninguna levadura, porque debían celebrar con panes sin leudar».
Amados hermanos, nosotros ya tuvimos nuestra Pascua. Hoy estamos en la fiesta de los panes sin levadura. Hemos de vivir sobre esta tierra ya no con la levadura de malicia y de maldad, sino con panes sin levadura, de sinceridad y de verdad. Si hoy estamos celebrando con panes sin leudar, ¿podemos permitir que haya pecado en medio nuestro? La levadura nos habla de algo que fermenta, que corrompe – la conducta perversa, o la doctrina maligna. Eso no debe existir en la iglesia. Debemos limpiarnos de esas cosas, porque estamos en la Fiesta de los Panes sin Levadura, celebrando lo que el Señor hizo por nosotros.
Ellos tenían el problema de acusarse el uno al otro. ¡Qué vergonzoso es eso! Pablo dice: «Tú eres un hermano, debes estar dispuesto a ser defraudado. No debes defraudar a los demás, pero debes estar dispuesto a sufrir el agravio».
Me pregunto, ¿cuántos están dispuestos a ser defraudados? En primer lugar, si hay problemas allí donde tú te reúnes, pero si tú estás dispuesto a ser defraudado, no habrá problemas. En segundo lugar, si no estás dispuesto a ser defraudado y eres defraudado por algún hermano, ¿no habrá entre ustedes un hermano sabio capaz de ayudarles a resolver sus diferencias? ¿Por qué acuden al mundo, el cual ustedes menosprecian, para conciliar sus diferencias? ¿No es eso vergonzoso? Ustedes han sido lavados, han sido justificados en el nombre del Señor Jesús y por el Espíritu de nuestro Dios; han sido comprados por precio. Por tanto, ahora, glorifiquen a Dios en sus cuerpos.
Si nosotros tan sólo viésemos cuánto Dios nos ha perdonado en Cristo Jesús; si viésemos que nuestro cuerpo le pertenece a él… ¡No nos pertenecemos a nosotros mismos! Él nos ha comprado por un alto precio; por tanto, glorifiquemos a Dios en nuestros cuerpos. De esa forma, tú no estarás haciendo aquello que traiga vergüenza a Su nombre; preferirás sufrir tú mismo en vez de hacer sufrir Su nombre por causa tuya.
Y en relación a los problemas del matrimonio, es muy sencillo. Pablo dice al respecto: «Pero cada uno como el Señor le repartió, y como Dios llamó a cada uno, así haga; esto ordeno en todas las iglesias» (1 Co. 7:17).
Para aquello que Dios te llamó, aquello que él te ha dado, en eso debes tú andar. Si Dios te da una familia, gracias a Dios por eso. Cuida de esa familia, para la gloria de Dios. Si Dios no te ha dado una, y te da gracia para permanecer soltero, entonces permanece soltero. Si el marido o la esposa muere y deseas casarte de nuevo, está bien, pero cásate con alguien en el Señor. En otras palabras, «como Dios llamó a cada uno…», no es algo forzado o falso, sino más bien, todo es conforme el Señor ha repartido y llamado. ¡Qué maravilloso! Esto resolverá todos los problemas del matrimonio.
Del capítulo 8 al 10, tenemos el asunto de las funciones y actividades sociales, y la solución es el amor de Cristo. El conocimiento envanece, mas el amor edifica. Tú puedes comer cualquier comida en la mesa si la bendices. Gracias a Dios por eso, los alimentos te son dados. Pero si estás comiendo y bebiendo, come y bebe y haz todas las cosas para la gloria de Dios. Pablo dice: Si yo como carne y un hermano débil se ofende, entonces ya no comeré más carne. Eso no significa que no puedo comer carne; puedo hacerlo, tengo libertad, pero por causa de mi hermano no comeré. Amados hermanos, hagamos todo para la gloria de Dios.
¿Y sobre el tema de cubrirse la cabeza? ¿No es algo gravoso para las hermanas cubrir sus cabezas? ¿Significa eso que sólo las hermanas deben tener cobertura, y no así los hermanos? Pablo dice en 1 Corintios 11:3: «Pero quiero que sepáis que Cristo es la cabeza de todo varón, y el varón es la cabeza de la mujer, y Dios la cabeza de Cristo».
Basta que veamos el orden divino, y nos daremos cuenta que es un privilegio, y no una carga. Si miramos a Cristo, él es igual a Dios, y aun así se sujeta a Dios y tiene su cabeza cubierta delante de Dios, entonces es nuestra gloria si cubrimos nuestra cabeza delante de Cristo. Y si las hermanas logran llevar este símbolo para que los hermanos recuerden que ellos necesitan estar cubiertos delante de Dios; ¿no es eso maravilloso?
¿Y sobre la mesa del Señor? Es lo mismo. Pablo dice: «Terminen con esa fiesta; eso no es un mandamiento. En aquel día el Señor ordenó que celebrasen la Cena del Señor. Si ustedes no pueden hacer la fiesta de forma apropiada a fin de celebrar la Cena del Señor, entonces terminen con eso. Lo más importante es hacer memoria del Señor; ustedes están en comunión con Su sangre, con Su cuerpo. Aunque seamos muchos, somos un solo pan, un solo cuerpo.
¿Y sobre los dones espirituales? ¡Si tan sólo pudiésemos ver que los dones espirituales son las manifestaciones del Espíritu Santo! El Espíritu Santo otorga los dones según su voluntad a los diferentes miembros para edificación del cuerpo en amor. Los dones no son para el lucimiento personal, sino para la edificación del cuerpo de Cristo.
¿Y sobre la resurrección? Si Cristo fue resucitado siendo las primicias, entonces obviamente nosotros también seremos resucitados. No existe ningún problema, aunque te cueste imaginar cómo cada átomo de tu cuerpo será restaurado nuevamente para volverse un cuerpo resucitado.
Algunos dicen: «Después que tú mueres y eres enterrado, entonces tu cuerpo se descompone y retorna a la tierra. Luego crecerá alguna hierba, vendrá una vaca y comerá de esa hierba. Así, algo de tu cuerpo estará en esa vaca que, a su vez, es comida por alguien, y así sucesivamente. Entonces, ¿como podrás resucitar?». De alguna manera, esto podría ser un verdadero problema para ti, pero para Dios no es ningún problema.
En realidad, científicamente, cada siete años, todas las células del cuerpo sufren un cambio completo. Entonces, siete años atrás tu cuerpo era diferente de lo que es ahora. Y no hay problema, porque en la resurrección seremos revestidos con un cuerpo espiritual, no con un cuerpo físico. Un cuerpo espiritual es un millón de veces más hermoso y glorioso. Hoy nosotros tenemos este cuerpo de humillación, pero un día seremos revestidos con un cuerpo de gloria igual a Su cuerpo en Su resurrección. No hay problema.
¿Y qué sucede en relación con el dar? Recordemos que Él, que era rico, se hizo pobre por nosotros para que en su pobreza fuésemos nosotros enriquecidos.
¿Y qué hay acerca de la sujeción? Si el Hijo fue obediente al Padre a través de las cosas que él padeció, haciéndose obediente hasta la muerte y muerte de cruz, entonces, ¿por qué no podemos someternos unos a otros, y a aquellos que Dios puso frente a nosotros? Nosotros no estamos sometiéndonos al hombre. Lo estamos haciendo a Él. Si vemos a Jesús, no habrá problema en hacerlo.
¿Y sobre el amor? «El que no amare al Señor Jesucristo, sea anatema. ¡Maranatha!». «Maranatha» significa: «El Señor viene». ¡Oh, hermanos, el primer amor es tan precioso! ¡Oh, que no perdamos nuestro primer amor, que podamos amarle de todo corazón! No permitamos que algo venga y nos arrebate el amor por Cristo. Que nuestros corazones no sean divididos en relación a él. Dejemos que el amor de Cristo nos constriña. Si tú deseas que su amor te llene, simplemente piensa cuánto él te ama, y luego aprenderás a amar al prójimo. No hay problema.
Amados hermanos, la solución es Jesús. Si tan sólo tenemos revelación del Señor Jesucristo, entonces todos los problemas estarán resueltos y creceremos espiritualmente. ¿Cuál es el instrumento, el medio que Dios utiliza para libertarnos de nuestra carne y colocarnos en Cristo? La cruz. Por eso, Pablo dice: «Pues me propuse no saber entre vosotros cosa alguna sino a Jesucristo, y a éste crucificado».
¿Puedes verte en la cruz del Señor Jesús? Creo que hay una persona que debe saber lo que es eso de una manera muy profunda y personal – Barrabás. Barrabás era un asesino, el debía ser crucificado en aquel día. Sin embargo, en la soberanía de Dios, otra persona fue crucificada en su lugar – el Señor Jesucristo. Continúo imaginando si Barrabás fue hasta aquel monte para ver allí la crucifixión del Señor Jesús. Me pregunto si él no se habrá dicho a sí mismo: «Yo debería estar allí, pero él murió en mi lugar». Imagino que eso lo habría afectado de tal manera que, a partir de ese momento, él no podría ya vivir más su vieja vida criminal. Él tendría que vivir como aquel Hombre vivió.
Hermanos, eso es la cruz. Si nosotros sólo viésemos la cruz; si sólo viésemos que en aquella cruz nosotros fuimos crucificados en él y con él. Por tanto, «ya no vivo yo, mas vive Cristo en mi», y si es Cristo quien vive en mí, yo estoy libre de la carnalidad, y libre de todos mis problemas. Que el Señor nos socorra.
Tomado de «Vendo Cristo no Novo Testamento», Tomo II.