…presentaos vosotros mismos a Dios como vivos de entre los muertos,
y vuestros miembros a Dios como instrumentos de justicia».
Romanos 6:13.
He aquí, Señor, mi cuerpo: tal lo hiciste;
y tal como tú quieres que te sirva,
tal vez como raíz de tierra seca,
sin atractivo su figura externa.
Que, muerto para el mundo y el pecado,
has transformado en instrumento vivo,
llenándolo de Espíritu y de gracia,
por vocación dispuesto a serte útil.
He aquí, Señor, esta estructura feble,
en culto espiritual a tu obediencia,
que en santo sacrificio a ti se rinde
para que reine en él la vida eterna.
Derecho tienes, Cristo, a convocarlo:
el precio que has pagado con tu sangre
demanda que te sirva hasta la muerte.
(¡Derecho tiene Dios sobre este cuerpo!)
Como un instinto natural de vida
a ti, Señor, desde lo más profundo,
consagro cada miembro de mi cuerpo:
¡por tu virtud transfigurado y santo!
He aquí, Señor, mi cuerpo en sacrificio,
sin fuerzas en sí mismo, sino en Cristo,
factor de testimonio y de servicio,
para alabanza de la gloria suya.