El número 5 aparece 318 veces en la Biblia. Tanto en la purificación del leproso (Lev. 14:1-32), como en la consagración del sacerdote (Ex. 29), la sangre es colocada sobre tres partes del hombre: las cuales, en conjunto, manifiestan lo que él es: la punta de la oreja derecha, el pulgar de la mano derecha y el dedo grande del pie derecho. La sangre en la oreja lo separa para recibir la Palabra de Dios; en la mano para hacer el trabajo asignado; en el pie, para andar en Sus caminos benditos.
Según la aceptación que Cristo tiene delante de Dios, la responsabilidad del hombre es total. Cada una de estas partes está sellada con el número cinco: la punta de la oreja derecha, representa los cinco sentidos; el pulgar, los cinco dedos de la mano; y el dedo grande, los dedos del pie. Esto indica que el hombre fue separado para ser hecho responsable delante de Dios. «Cinco» es, por lo tanto, el número de responsabilidad del hombre bajo el gobierno de Dios.
En la parábola de las diez vírgenes (Mt. 25:1-13), cinco de ellas son sabias y cinco insensatas. Las cinco sabias tienen siempre el aceite que provee la luz. Ellas sienten la responsabilidad de mantenerse permanentemente suplidas por el Espíritu Santo de Dios, y de someter su vida a ese Espíritu. La parábola de las diez vírgenes no muestra entonces la responsabilidad colectiva, sino mi responsabilidad sobre mí mismo, sobre mi propia vida. Es necesario que exista esa plenitud del Espíritu de Dios en la vida de cada individuo, la cual produce el brillo de la luz y la combustión de la llama.
Cinco son los libros de Moisés, conocidos colectivamente como la Ley, que hablan de la responsabilidad de hombre en el cumplimiento de las exigencias de la Ley. Cinco son las ofrendas sobre el altar del Sacrificio, registradas en los primeros capítulos de Levítico. Encontramos aquí un maravilloso grupo de tipos que representan la obra y la persona de nuestro Señor en varios aspectos. Ellos nos cuentan cómo Cristo asumió delante de Dios la responsabilidad de hacer provisión para nosotros.
Cinco piedras lisas fueron escogidas por David cuando fue al encuentro del gigante enemigo de Israel (1 Sam. 17:40). Eran un símbolo de su perfecta debilidad suplida por la fuerza divina. Y él fue más fuerte en su debilidad que si hubiese sido protegido por toda la armadura de Saúl. La responsabilidad de David era enfrentar al gigante con las cinco piedras; y la de Dios era hacer que David conquistara al más poderoso de todos los enemigos usando solamente una de aquellas piedras.
La responsabilidad de nuestro Señor parecía ser la de alimentar a las cinco mil personas (Jn. 6:1-10), aunque alguien necesitase tomar la responsabilidad de dar los «cinco panes» para que fuesen consagrados por las manos del Maestro. Basado en esos cinco panes, nuestro Señor comenzó a bendecir y alimentar.
En Juan 1:14, Cristo es mostrado como el antitipo del Tabernáculo, pues allí se nos dice cómo «aquel Verbo fue hecho carne, y habitó entre nosotros». El tabernáculo tenía el «cinco» como su número más representativo, pues casi todas sus medidas eran múltiplos de cinco. Antes de mencionar estas medidas, deberíamos notar que para gozar de Su presencia y entrar en una dulce e ininterrumpida comunión con él, tenemos la responsabilidad de no permitir que ni el pecado, ni la carne o el mundo se interpongan. El patio externo del tabernáculo medía 100 ó 5×20 codos, 50 ó 5×10 codos de largo. En ambos lados había 20 ó 5×4 pilares. Los pilares que sustentaban las cortinas tenían cinco codos de distancia y cinco codos de altura. El edificio tenía 10 ó 5×2 codos de altura, y 30 ó 5×6 codos de largo. Cinco cortinas de lino pendían de cada lado del tabernáculo. Los velos de entrada eran tres. El primero era «la puerta del patio», 20 ó 5×4 codos de largo y 5 de altura, suspendido en cinco pilares. El segundo era «la puerta del tabernáculo», 10 ó 5×2 codos de largo y 10 ó 5×2 de altura, suspendido, tal como la puerta del patio, en cinco pilares. El tercero era «el velo hermosísimo», que dividía el Lugar Santo del Lugar Santísimo.
En Éxodo 30:23-25, leemos que el aceite de la santa unción estaba compuesto de cinco partes: cuatro eran especias, y una era aceite. El Espíritu Santo es siempre responsable por la separación del hombre para Dios. Además de eso, había también cinco ingredientes en el incienso (Ex. 30:34). El incienso simbolizaba «las oraciones de los santos» ofrecidas por el propio Cristo (Ap .8:3). Somos responsables por nuestras oraciones para que, como incienso, suban a través de los preciosos méritos de Cristo, como es descrito en el tipo por esos cinco ingredientes.
Tomado de “Os números na Bíblia”