Éxodo capítulo 24 es un hito importante en la historia de Israel – que también es nuestra propia historia espiritual. Hasta aquí hemos visto cómo Dios ha sacado a Israel de Egipto y lo introduce en sus caminos. Le lleva al Sinaí y le da la ley. Pero ¿eso es todo? Hasta este capítulo 24 todavía no sabemos nada de que Dios tiene algo más para Israel.
Hasta aquí Moisés ya ha sido llevado hasta el monte en dos ocasiones, pero en ninguna de ellas ocurren cosas tan importantes como aquí. Aquí hay una serie de acciones que nos dan a entender que algo grande se avecina. Por primera el Señor invita a subir al monte con Moisés a los hijos de Aarón y a setenta ancianos (Éx. 24:1).
Luego Dios ordena erigir un altar y doce columnas, se ofrecen sacrificios de paz, se lee el libro del pacto, se rocía al pueblo con la sangre. Y, sobre todo, Dios muestra una visión maravillosa de sí mismo, donde los hombres «vieron al Dios de Israel; y había debajo de sus pies como un embaldosado de zafiro, semejante al cielo cuando está sereno». Luego los invitados, esos setenta y más hombres, comen y beben allí. Y después la nube cubre el monte por seis días.
Nos preguntamos: ¿Por qué tanta solemnidad? Porque en el capítulo 25, Dios habría de hablar por primera vez del más grande propósito para con el pueblo de Israel, el mismo que se consuma después en Apocalipsis 21. «Jehová habló a Moisés, diciendo: Di a los hijos de Israel que tomen para mí ofrenda … Y harán un santuario para mí». Este propósito tiene que ver con la Casa de Dios, es decir, con la iglesia.
La invitación a los hijos de Aarón y a los setenta ancianos revela la intención de Dios de mostrar la corporatividad en la obra de su Casa. No solo Moisés o Josué tienen que ver con la Casa, sino todo Israel, representado aquí por los ancianos.
Hay una dimensión personal en la obra de Dios, y también una dimensión corporativa. Cuando se trata de la Casa de Dios son incluidos los muchos. Moisés solo, pese a toda la gracia recibida, no puede erigir una casa para Dios. Necesita del cuerpo que es la iglesia.
Así, pues, Éxodo 24 es una magnífica introducción para lo que habrá de venir. La invitación a los muchos da lugar a la revelación que Dios hace de sí mismo. Qué glorioso: hay una revelación de sí mismo, previa a la noticia sobre la Casa de Dios. Dios nos muestra quién es, para luego mostrarnos qué quiere.
La revelación de quién es Dios prepara el camino para que los hombres estén dispuestos a ofrecerse a él para hacer su obra. Quien no ha visto a Dios no puede ofrecerse a Dios. Quien no ha visto su gloria no puede tomar parte en su obra.
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