Hermanos míos, tened por sumo gozo cuando os halléis en diversas pruebas…».
– Stgo. 1:2.
El Señor nos enseña en este texto de las Escrituras que el tiempo de las pruebas o de las tribulaciones –como dicen algunas versiones– es un tiempo de motivación; y esta motivación trae grande gozo. Pero ¿cómo estar motivado en el tiempo de la tribulación si eso nos trae tristeza, inquietud y angustia?
En el tiempo de la tribulación caemos en lágrimas delante del Señor para que nos bendiga, nos libre, y, claro, no hay motivación en nada de eso. Siempre que yo entraba en la tribulación, clamaba a Dios para que me librase, pensando que la bendición estaba en la liberación, pero no está allí. La liberación de la tribulación es nuestro perjuicio, en tanto que gozar de lo que ella proporciona es la bendición. «Hermanos míos, tened por sumo gozo cuando os halléis en diversas pruebas, sabiendo que la prueba de vuestra fe produce paciencia» (Stgo. 1:2-3).
El motivo por el cual pedimos a Dios la liberación es la falta de sabiduría. Si no lo entendemos cuando pasamos por esas tribulaciones o pruebas, es preciso pedir a Dios que nos dé sabiduría, y no liberación. Sabiduría, porque ellas forman parte de la vida cristiana, y son las que nos perfeccionan. «Mas tenga la paciencia su obra completa, para que seáis perfectos y cabales, sin que os falte cosa alguna. Y si alguno de vosotros tiene falta de sabiduría, pídala a Dios, el cual da a todos abundantemente y sin reproche, y le será dada» (Stgo. 1:4-5).
Toda enseñanza tiene su origen en la doctrina, y es así como Dios hace con nosotros. La enseñanza viene por la palabra profética (1 Cor. 14:3), y después de ser enseñados, necesitamos pasar por la prueba práctica. «El crisol para la plata, y la hornaza para el oro; pero Jehová prueba los corazones» (Prov. 17:3). Dios así prueba al justo y al impío, aunque el impío es siempre reprobado (Sal. 11:5).
Al contrario del impío, el justo, tras ser aprobado, recibirá una recompensa eterna. «Bienaventurado el varón que soporta la tentación; porque cuando haya resistido la prueba, recibirá la corona de vida, que Dios ha prometido a los que le aman» (Stgo. 1:12); por lo tanto, la prueba es un ejercicio bendito de Dios, dado para que, después de haber oído su Palabra, ella no sea solo una enseñanza teórica, sino pase a ser vida en nosotros (Rom. 5:3-5).
¿Cuál ha sido tu actitud ante las tribulaciones que Dios te concede? ¿Clamar a Dios para librarte de ellas, o ellas han sido motivo de gozo para ti? En caso que no sean de gozo, pide a Dios sabiduría. «Mas el Dios de toda gracia, que nos llamó a su gloria eterna en Jesucristo, después que hayáis padecido un poco de tiempo, él mismo os perfeccione, afirme, fortalezca y establezca» (1 Ped. 5:10).
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