¿Creó Dios a los microbios patógenos? ¿Son un producto de la evolución?
Desde tiempos antiguos, el ser humano ha debido enfrentar temidas pestilencias, enfermedades contagiosas y graves, que originan gran mortandad. Los primeros registros de peste datan de hace unos 3.500 años y se hallan en la Biblia. En el libro de Éxodo (9:8-10), hay una clara alusión a una peste que afectó a los habitantes de Egipto y a sus animales. En el Nuevo Testamento, el propio Señor Jesucristo asegura que las pestes acompañarán a la humanidad hasta el final (Mat. 24:7).
La peste negra
Una de las más grandes pestilencias que ha azotado a la humanidad, la peste bubónica o peste negra, se produjo a mediados del siglo XIV. Habrían muerto unos 25 millones de personas en Europa, pero mucho más en Asia, donde se habría originado la enfermedad (unos 50 millones), siendo trasladada a Europa por medio de las rutas comerciales. Se calcula que entre un 30 y un 60% de la población europea murió infectada por la bacteria responsable de la peste negra.
La viruela fue otra peste terrible que, luego de diezmar Europa en el siglo XVI, viajó con los conquistadores a América, causando estragos entre los nativos del Nuevo Mundo, calculándose las muertes en 10 a 15 millones.
A inicios del siglo XX, un nuevo virus desató otra mortífera pestilencia, la influenza o gripe española, generando una pandemia (epidemia global) que causó más muertes que la Primera Guerra Mundial. Se estima que murieron entre 50 y 100 millones de personas en todo el mundo. La enfermedad atacó a toda la población, incluyendo a gente joven y sana.
En tiempos más recientes, el virus responsable de la inmunodeficiencia humana (VIH), ha cobrado ya unos 36 millones de víctimas mortales, de acuerdo a la Organización Mundial de la Salud (OMS). Si bien este síndrome tiene distribución mundial, es en África subsahariana donde se concentra el 69% de la población mundial VIH-positiva, en donde uno de cada 20 adultos está infectado1.
La última pestilencia
La última gran pestilencia la ha traído el virus Ébola, también procedente de África. En agosto de 2014, luego de 33 semanas del más grande y extenso brote de ébola registrado nunca, la OMS declaró a la epidemia en la categoría de «Emergencia de Salud Pública de Importancia Internacional». Esta declaración no fue hecha a la ligera, pues se trata de un instrumento del Reglamento Sanitario Internacional, en el marco de un acuerdo hecho por 196 países, siendo legalmente vinculante, y destinada a la contención de amenazas principales para la salud internacional1.
Este virus produce la llamada fiebre hemorrágica del ébola, una enfermedad con alta tasa de mortalidad, caracterizada por la aparición repentina de fiebre, debilidad intensa, dolor muscular, asociado a vómitos, diarrea, erupciones cutáneas, disfunción renal y hepática y, en algunos casos, hemorragias internas y externas. El periodo de incubación (intervalo desde la infección hasta la aparición de los síntomas) va de 2 a 21 días2. Es un virus letal, para el cual la ciencia no tiene aún claridad de cómo combatirlo. El virus se detectó por vez primera en 1976 en Nzara (Sudán) y Yambuku (República Democrática del Congo). La aldea de Yambuku está situada cerca del río Ébola, que da nombre al virus.
Brote inicial en Guinea
De acuerdo a un informe publicado en una revista científica especializada en temas de medicina humana3 (New England Journal of Medicine), el primer paciente del actual brote de ébola, habría sido un niño de dos años, quien sufrió fiebre alta y repentina, con vómitos, a comienzos de diciembre de 2013, muriendo cuatro días después. El informe señala que solo una semana más tarde moría su madre; luego, la hermana del niño, y finalmente también la abuela.
Luego hubo varios casos más de muertes en Guinea, pero la confirmación del brote epidémico solo llegó a fines de marzo, cuando se detectaron otros enfermos en Sierra Leona, país vecino de Guinea. Las condiciones de insuficiencia sanitaria y de pobreza habrían facilitado la propagación de la enfermedad en sus inicios.
El reporte de la OMS del 7 de noviembre de 2014, señala que la cifra de muertes es de 4.960, y la de infectados de 13.268. El brote de ébola sigue extendiéndose principalmente en Liberia (6.619 infectados) y Sierra Leona (4.862 infectados). De acuerdo a la organización Médicos Sin Fronteras, en estos dos países el brote estaría fuera de control, y acelerándose su propagación1.
El virus ha demostrado ser capaz de generar una alta mortalidad, pero hasta ahora se sabe que su capacidad de dispersión no es muy elevada, por lo que algunos especialistas concluyen que no se darían las condiciones para una pandemia.
Pánico en Occidente
Hasta antes de 2013, los brotes de ébola solo habían afectado a ciertas regiones de África, pero el brote actual de esta peste salió del continente africano alcanzando a Europa y Norteamérica, lo cual ha provocado temor en el mundo occidental.
Un reciente artículo científico señala que este miedo estaría empujando a autoridades de gobierno de Norte-américa a tomar medidas algo desesperadas, sin respaldo científico4.
Los médicos especialistas que escriben el artículo señalan que esas medidas no tienen respaldo científico y que por el contrario «es injusta e imprudente», porque impedirá que los valiosos esfuerzos que entregan estos voluntarios, detengan estos horribles brotes epidémicos en su origen, que es la única forma satisfactoria para frenar la epidemia.
Mártires cazadores de microbios
En el clásico libro «Los Cazadores de Microbios» de Paul de Kruif (1926), se relata magistralmente la historia del descubrimiento de los microbios y sus pestilencias asociadas, dando cuenta también de los médicos e investigadores que caían víctimas de estos seres, al intentar estudiarlos para posteriormente combatirlos.
Hoy, al igual que en la época de los primeros cazadores de microbios, sigue habiendo mártires que caen víctimas del propio microbio que querían cazar.
En uno de los últimos números de la famosa revista científica Science5, se publica un artículo sobre aspectos de genómica del virus Ébola, responsable del último brote epidémico, los mecanismos de reproducción y de patogenicidad del virus. Unos 58 científicos secuenciaron y compararon 99 genomas virales completos, demostrando que, a diferencia de brotes anteriores, la actual variedad del virus está adquiriendo mutaciones cientos de veces más rápidas que lo conocido en el brote de 1976.
Este fue un enorme trabajo, llevado a cabo en un corto tiempo, y por ello se requería de tal número de científicos. Muchos de ellos debieron viajar hasta Sierra Leona, el mismo frente de la batalla microbiológica. Finalmente, cinco de estos investigadores no volvieron vivos a sus respectivos países. Habían sido infectados por el virus, y murieron al poco tiempo.
El costo pagado por el personal médico que ha viajado a las zonas afectadas ha sido alto. De acuerdo a un informe de la OMS emitido a fines de 2014, desde que se inició la epidemia, se han contagiado 521 voluntarios, entre médicos, enfermeras y paramédicos, de los cuales ya han muerto 2721.
Sin vacunas ni medicamentos
En la actualidad no existe tratamiento o vacuna específica para luchar contra el ébola. Ante la ausencia de fármacos aprobados, la OMS autorizó medicamentos que están aún en fase de experimentación.
Kent Brantly y Nancy Writebol, dos misioneros cristianos de origen estadounidense, resultaron infectados por el virus trabajando como voluntarios en Monrovia. Fueron trasladados a un Hospital en Atlanta (EE. UU.), y luego de ser tratados con fármacos experimentales (lo cual generó una fuerte polémica), fueron mantenidos en unidades de aislamiento. El experimento finalmente dio resultados positivos, y ambos se recuperaron totalmente4. Otro ciudadano norteamericano, de viaje en Liberia, también se infectó con el virus, pero no tuvo la misma suerte, y luego de ser trasladado a EE. UU., murió, no sin antes infectar a dos integrantes del personal médico que lo atendían.
Ha llamado la atención la ausencia de medicamentos adecuados, teniendo en cuenta que esta enfermedad se conoce desde la década de los 80 en el siglo pasado. Como argumento de defensa se ha señalado que la experimentación con animales es muy arriesgada y debería llevarse a cabo en laboratorios de máximo nivel de bioseguridad. Por otro lado, la letalidad del virus y las circunstancias socioeconómicas de los países afectados dificultarían el seguimiento del bajo número de supervivientes.
Sin embargo la OMS fue más directa y denunció que es la pobreza de los países afectados la principal causa de que no haya en la actualidad vacuna ni medicamentos para combatir el mal. Definitivamente, no es negocio para las grandes empresas farmacéuticas. Por otro lado, médicos entrevistados en África han señalado que hoy la industria farmacéutica se está moviendo contra reloj, solo porque el ébola salió de África y alcanzó a países desarrollados.
Enfermedades infecciosas re-emergentes
La ciencia, desde distintas disciplinas, ha hecho grandes esfuerzos por conocer todo lo relativo a la estructura química y biológica de los distintos microorganismos y parásitos patógenos, la forma de prevenir las enfermedades infecto-contagiosas y parasitarias, y los tratamientos médicos a aplicar cuando éstas llegan a producirse. Sin embargo, es evidente que muchas de estas patologías siguen persistiendo, y surgen otras nuevas, en tanto que aquellas enfermedades que se creían ya superadas, vuelven a brotar con mayor virulencia. Algunas ‘viejas’ enfermedades se han controlado con ayuda de antibióticos de última generación y con vacunas; pero otras, como la malaria, la tuberculosis y la neumonía bacteriana, están ahora resurgiendo, con variedades resistentes a los tratamientos farmacológicos.
La corriente filosófica científica conocida como Positivismo, surgida en Francia a inicios del siglo pasado, en su euforia inicial, previó solucionar todos los males del ser humano a través de la ciencia positivista, incluyendo a las enfermedades infecto-contagiosas. Ya en los años 50, este movimiento cientificista se caracterizaba por un optimismo generalizado, surgido de la «certidumbre de un progreso imparable». Pero casi un siglo después, tales males están lejos de desaparecer y la OMS habla de un resurgimiento de este tipo de enfermedades, algunas de las cuales se creían erradicadas.
Un importante estudio de microbiología médica6 publicado en 2010, en donde participaron científicos de varios países, señalaba que las enfermedades infecciosas se han mantenido entre las principales causas de muerte en todo el mundo por tres razones principales: a) aparición de nuevas enfermedades infecciosas (emergentes); b) resurgimiento de antiguas enfermedades infecciosas (re-emergentes); y, c) persistencia de enfermedades infecciosas no superables.
Este estudio reconocía que las enfermedades infecciosas emergentes, y aquellas que son re-emergentes, serán desafíos notables para médicos y científicos en la presente década. Los datos no son alentadores, por cuanto comprobaron que la incidencia de enfermedades emergentes y re-emergentes ha aumentado en forma significativa en las últimas dos décadas, y amenazan con más incremento en el futuro cercano6.
Solo en los últimos treinta años, han surgido unas 30 enfermedades nuevas, o al menos desconocidas para la ciencia, tales como VIH/SIDA, ébola, hepatitis C, enfermedad de Lyme, síndrome pulmonar por hantavirus y el síndrome respiratorio agudo severo (SARS)6. Pero, ¿de cuántos parásitos dañinos para el ser humano estamos hablando? Una investigación llevada a cabo en 2008, relativa a microbios y parásitos perjudiciales para el ser humano7, identificó a 1.407 especies patógenas. Del total de estas especies patógenas humanas, 177 son consideradas emergentes o re-emergentes, incluyendo a 77 virus, 54 bacterias, 22 hongos, 14 protozoos y 10 helmintos.
La perpetua amenaza
Muchos factores estarían contribuyendo a la emergencia y re-emergencia de enfermedades infecto-contagiosas6. La mayoría de ellos se relacionan con el creciente número de personas que se mueven a través del mundo; viajes internacionales rápidos y con alta frecuencia; hacinamiento en ciudades con deficiencias sanitarias; prácticas antihigiénicas en la preparación de alimentos; la creciente exposición de personas a vectores y reservorios de microbios en animales silvestres; la alteración y contaminación del medio ambiente; el cambio climático que tiene un impacto directo sobre la composición y tamaño de la población de insectos vectores y animales reservorios.
Otros factores incluyen una infraestructura deteriorada de salud pública en países subdesarrollados; las variaciones genéticas naturales, y aquellas inducidas por mutaciones debido a las alteraciones ambientales; el incremento imprudente en el uso de plaguicidas y medicamentos antimicrobianos. Todos estos factores hacen que estas enfermedades sean una «amenaza perpetua»6.
¿Creó Dios a los microbios infecciosos o patógenos?
Puestos frente a epidemias mortales como la que está generando el ébola, vuelven a surgir interrogantes acerca del origen de estos microbios dañinos. ¿Creó Dios estos terribles virus patógenos y otros microbios que generan graves enfermedades? Los microbios son en gran parte poco conocidos por los biólogos y prácticamente desconocidos para el público, excepto en los contextos de la enfermedad, la producción de bebidas alcohólicas y la putrefacción.
Se sabe muy poco sobre la biología microbiana, pese a que el sostenimiento de la vida en la tierra depende básicamente de los microbios8. Nuestro planeta está constituido principalmente por océanos, los que cubren el 70% de la superficie de la tierra, y hoy se sabe que la mayoría de la vida en el océano es microbiana. Sin embargo, los patrones metabólicos de dichos organismos no se entienden y recién empiezan a ser estudiados9. Lo que está claro hoy, es que los microorganismos, en su mayoría, son altamente beneficiosos para la vida en el planeta.
La evidencia actual indica que la enorme mayoría de los microbios son benéficos para la vida en la tierra y la estimación científica señala que solo una minoría de todas las bacterias y los virus son patógenos9 (menos del 1%). Por el contrario, existe una amplia gama de funciones benéficas asociadas a las bacterias y virus, y hoy se sabe que la vida de toda la Biosfera (los seres vivos y sus ecosistemas) depende absolutamente de las actividades del mundo microbiano8.
Por ejemplo, las bacterias mantienen el suelo fértil, ayudan en el mantenimiento de agua limpia; en los animales bovinos, colaboran en la nutrición y metabolismo; en el tubo digestivo humano, favorecen la nutrición y el sistema inmune. Los virus por su parte, si bien son entes no vivos, que dependen de las células de organismos vivos para funcionar y reproducirse, son parte importante de un complejo sistema que ayuda a producir la variedad biológica, la cual es esencial para la vida, y llevan la resistencia a ciertas enfermedades de un organismo a otro, al transportar genes entre los organismos vivos. Se sabe también hoy, que la mayoría de los virus vive en su huésped sin causar problemas.
Virus benéficos
Además, en los últimos años se ha descubierto que muchos virus son agentes destructores de células cancerígenas. En efecto, los biólogos expertos en cáncer han descubierto recientemente que muchos virus funcionan como agentes capaces de matar el cáncer en humanos y animales10.
Si la mayoría de los microbios tiene un rol benéfico, dado por el diseño original de su programa genético, ¿cómo entender este bajo porcentaje de microorganismos patógenos, algunos de los cuales se sabe que fueron también benéficos, pero que hoy se vuelven contra el ser humano? ¿Juega la evolución un rol en esto, como señalan algunos biólogos?
Los patógenos que alguna vez no lo fueron
Esta aparente contradicción entre virus benévolos y patógenos se explica mejor en un contexto creacionista que evolutivo.
En la creación original, perfecta, la función de los virus y demás microbios era solo benévola, como lo sigue siendo mayormente hasta hoy (sobre el 99%), pero luego de la caída adánica, la Biblia enseña que la muerte y la corrupción hicieron su ingreso a la Creación (Romanos 5:12; 8:20-22).
Las mutaciones genéticas efectivamente corrompen el diseño original perfecto dado por el Creador a los organismos vivos, sean estos microbios o seres humanos, generando daño y corrupción en su accionar (cáncer, pestilencias, etc.).
Es factible deducir entonces que las enfermedades infecto-contagiosas son una evidencia de que algo cambió drásticamente del modelo original. Estas se deberían más bien a las mutaciones que alteran negativamente los genomas originales de los organismos microscópicos o macroscópicos.
No existen evidencias de que los microbios patógenos hayan sido deliberadamente diseñados para causar enfermedad y sufrimiento al inicio de la Creación, sino que ello ocurrió como consecuencia de la desgracia en que ésta cayó, en donde Dios ha utilizado en ocasiones estos microbios patógenos, como castigo a las nuevas rebeliones post edénicas del ser humano (2 Samuel 24:15; Jeremías 14:12).
Varios de los estudios revisados en este artículo señalan que virus como el Ébola y otros están llegando cada vez a ser más patógenos, debido a la alta tasa de mutaciones que ellos experimentan, la cual ha sido más fuerte en los últimos 20 años. Definitivamente ello los aparta cada vez más de su diseño y funcionamiento original, con las terribles consecuencias que hoy podemos ver por medio del Ébola y otros microbios patógenos.
Bibliografía
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